De Hombres Pobres en Grandes Dueños
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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“De Hombres Pobres en Grandes Dueños” 

A las anteriores observaciones deben agregarse las que realiza el ministro inglés en Montevideo Ernest Satow, el 25 de febrero de 1890, respecto a las características del jefe de Estado saliente, y del entrante[i]: “Todos admiten que comparado con sus predecesores en el poder, él (Tajes) ha gobernado el país con justicia y moderación. No ha habido asesinatos de malos ciudadanos ni tampoco robo abierto del dinero público, y pocos escándalos relacionados con las concesiones de obras públicas. La propiedad ha subido de valor, el comercio ha aumentado y el capital extranjero ha entrado en abundancia.

Al mismo tiempo es bien sabido que el Presidente y su último Ministro de Gobierno Dr. Julio Herrera y Obes tuvieron su parte en la prosperidad general, convirtiéndose de hombres pobres en grandes dueños de propiedades.

Posición coincidente con la opinión del representante francés Alfred Bourcier Saint Chaffray quien destaca en nota oficial a su nuevo ministro de Asuntos exteriores, M. Spuller, el 3 de marzo de 1890: “ ..... La (candidatura) del Dr. Herrera y Obes tenía por su parte el prestigio que da un conjunto de cualidades brillantes mezcladas con grandes defectos, los recursos de una actividad a toda prueba y de una habilidad consumada para manejar hombres e intereses.

.... los compromisos que asume públicamente frente al país el Dr. Herrera en este programa, redactado con una habilidad extrema en el sentido de responder indirectamente a todos los ataques, y al principio del cual afirma, por otra parte, no sin audacia, que sus actos anteriores son seria garantía de su comportamiento futuro[ii]”. 

El mismo Alfred Bourcier Saint Chaffray en nota enviada a otro ministro de Asuntos Exteriores francés M. Ribot[iii], con fecha 6 de julio de 1890, es decir al otro día del cierre del Banco Nacional del Uruguay - el creado por Emilio Reus, uno de cuyos principales deudores era Eduardo Casey, su director y socio - de operaciones de convertibilidad en metálico de sus billetes, escribe: “... En el fondo, el Presidente buscaba sobre todo sacar momentáneamente del apuro ... al Banco Nacional cuyo crédito está fuertemente estremecido pareciendo estar en una posición muy comprometida por un lado, debido a préstamos aventurados consentidos a diversos personajes políticos influyentes que probablemente no los pagarán nunca, y, por otro, debido a la desconfianza que le profesaban algunos establecimientos financieros teniendo cuidado, desde hace algún tiempo ya, de exigirle, cada tarde, la conversión en oro de los billetes que les entraron en caja ese día, agotando así sus reservas metálicas.

Y agregaba el diplomático tres semanas después[iv]: “ ...para impedirle a ciertos acreedores del Banco Nacional de hacerlo declarar legalmente en quiebra al otro día, como se les conocía la intención, el Presidente de la República decretó, la tarde misma, que ese día, lunes 7 de julio, sería feriado.

Gracias a esa tregua, las Cámaras llegaron a elaborar, en 30 horas prácticamente ininterrumpidas de sesiones, una ley buscando establecer, mediante una especie de compromiso bastardo entre varias teorías contradictorias, un tipo de curso legal de billetes del Banco Nacional que fatalmente debía tener y tuvo, en efecto, todos los inconvenientes del curso forzoso, sin las ventajas relativas de un estado de cosas neto y bien definido.

(.....)

La especulación, mal de estos países sudamericanos donde los Gobiernos no son ellos mismos más que especuladores en busca de explotar por todos los medios la fortuna pública, la especulación, digo, no dejó de apresurar la crisis; hasta se llega a pensar que busca empeorar las cosas para pescar en aguas turbias.

El agiotaje sobre los valores de la Bolsa no le ofrecía más, en estos últimos tiempos, que un restringido campo de acción, estando sujetos la mayoría de esos valores a inquietantes fluctuaciones: la incesante ventas y reventas de terrenos, de la cual se contaba con la plusvalía, había sido explotado hasta el límite, al punto de haber desalentado finalmente a los compradores: las oscilaciones de la cotización del oro debían ser el supremo alimento de juego de los innumerables corredores de Montevideo. La desconfianza es, como se deduce, universal y por decirlo de alguna manera irremediable, ya que el desconcierto general de los individuos complica más y más lo que la situación ya tiene de por sí de inextricable.

La población obrera, compuesta en mayor parte por inmigrantes desafortunados, fue ciertamente presa de un estado de verdadera locura; la perspectiva de una probable pérdida completa de sus escasos ahorros la hizo precipitarse hacia los negocios de los cambistas quienes naturalmente aprovecharon para aumentar progresivamente sus tasas de cambio a 10,15 y 20%.

(...)

No pudiendo comprar a crédito en cuenta corriente, la masa de la población conlleva todo el peso de esa dificultad inesperada en las transacciones cotidianas; de la inquietud y la confusión de las primeras horas, va pasando, poco a poco, a un verdadero estado de exasperación.

(...)

Una formidable alza del oro fue la consecuencia de este conjunto de incidentes, de pánicos y de resoluciones diversas. La cotización del metálico con respecto a los billetes del Banco Nacional ha subido sucesivamente de 12 y 15 a 20 y 30%: mediante una progresión que amenaza no detenerse llegó a 42% ayer en la Bolsa.

La responsabilidad de esta situación en presencia de la cual cada uno se pregunta cómo escapará a la ruina inminente recae gravemente sobre el Gobierno del Doctor Herrera y Obes a quien la opinión pública acusa de haber contribuido poderosamente a hacer estallar la crisis, después de haberla preparado por la manera en que él ya había comenzado, el año pasado, a explotar, en beneficio de financistas testaferros que maniobraban por su cuenta en la Bolsa, la autoridad y el crédito que le aseguraban , en el Directorio del Banco, su calidad de Ministro de Gobierno y de candidato plausible de ser electo para la Presidencia. Pero es con una perfecta desenvoltura que este personaje parece empeñarse en justificar las previsiones de los adversarios de su elección (quienes) renunciando a dar fe a las brillantes promesas de su manifiesto, y tachándolo de inmoralidad descarada, le reprochaban entere otras cosas, el desarreglo de su vida y el escándalo de su conducta pública y privada. En este momento de inquietud generalizada, es notorio que la mayor parte del tiempo del Presidente de la República se pasa, en alegre compañía, entre los bastidores de los principales teatros a cuyas representaciones asiste regularmente todos los días.”

[i] Benjamín Nahum. - La crisis de 1890. Tomo III - El testimonio inglés - Documento Nro. 2 . Ediciones de la Banda Editorial 1999 

[ii] Benjamín Nahum. - La crisis de 1890. Tomo II - El testimonio francés - Documento Nro. 4 . Op. Cit. 

[iii] Documento 6 Op. cit. 

[iv] Documento 7 Op. cit.

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