Empréstitos, Crisis y Vecinos 
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Empréstitos, Crisis y Vecinos 

Volvamos a la primera crisis bancaria. Los problemas económicos vividos desde 1868 continuaron, se ha dicho, “por efecto de la actitud de los poderes públicos al prolongar la agonía de los bancos quebrados en la creencia de que podrían enderezarse y reanudar su marcha y en parte también por las revoluciones que estallaron hasta culminar en la gran guerra civil de 1870-72[1].”

Este último año se concreta el denominado Empréstito Uruguayo obtenido en Londres, que permite una reanimación de la vida comercial, aún cuando se concreta la quiebra del Banco Franco – Platense. Fue efímera, sin embargo, la consignada revitalización. A mediados de 1873, esto es, más de un año después del inicio de la paz, “empezaron a predominar los factores adversos: una nueva epidemia de fiebre amarilla, que aunque localizada en el centro de la planta vieja de Montevideo y que hizo 329 víctimas, originó el desbande de la población y la momentánea paralización de los negocios; la quiebra de algunas importantes casas como la de Camino y Pino, la de Guillot y Sanguinetti y la del banco Oriental a raíz de una intensa corrida que repercutió en las demás instituciones de crédito; la brusca elevación de la tasa del descuento al 18% anual y un intenso desequilibrio financiero que imponía frecuentes operaciones de crédito, sin alcanzarse jamás a la regularización de los pagos”[2]. De todo lo cual deja constancia en su mensaje a las Cámaras, de febrero de 1874, el presidente José Ellauri: “Llamado a desempeñar las funciones del Gobierno cuando aún no había transcurrido un año de la cesación de la guerra civil en el país cuando recién se empezaba a sentir, puede decirse, sus funestas consecuencias; bajo una crisis monetaria espantosa que aún embiste y una epidemia que si no diezmaba a la población con la muerte, asolaba nuestra Capital por la fuga de sus habitantes, paralizando el movimiento y progreso de todos los ramos de la industria y del comercio, fácil será comprender cuán penosa habrá sido nuestra tarea siquiera para atender a las exigencias ordinarias del servicio en las diversas ramas de la Administración”[3].

La crisis económica de 1874 – comenta Eduardo Acevedo - habría tenido escasa resonancia y ninguna huella duradera hubiera dejado en la plaza sin los apremios financieros de la Administración Ellauri y, sobre todo, sin la lucha política que condujo al motín militar del 15 de enero de 1875.

Esta crisis tuvo también sus raíces en un profundo desequilibrio de la balanza comercial y en la injustificada euforia de la Bolsa de Valores que se desarrolló paralelamente a una fuerte especulación de los bienes territoriales. 

¿Qué nos señala la historia argentina de esos años? Al hacer un balance de la situación vecinal expresaba su presidente Nicolás Avellaneda (1836-1985) al Congreso de su país: “Ha sido en el año 1873 y en los últimos tres meses del anterior cuando se desenvolvieron los hechos que han traído las perturbaciones recientes. Se produjeron entonces las especulaciones sobre los terrenos estériles, los gastos excesivos y la acumulación de mercaderías importadas atraídas por la competencia y por necesidades ficticias”.

Demás está decir que la gestión de Avellaneda (1874-1880) vivió, además de lo consignado por él mismo, un levantamiento militar de los partidarios de Mitre, a quien había derrotado en las elecciones que correspondieron a la sucesión de Sarmiento. Mejor dicho, ya antes de asumir se produce la sublevación liderada por Bartolomé Mitre – en setiembre de 1874 – pero es recién en diciembre que las tropas del gobierno derrotan definitivamente a los insurrectos encabezados por el general Miguel Arredondo, en la batalla de Santa Rosa.

Avellaneda y su vicepresidente Mariano Acosta habían asumido el 12 de octubre de 1874 y no era el problema militar interno el único que debían enfrentar. El económico revestía idéntica gravedad, tanto en el plano interno como en el externo.

El jefe de estado argentino expresó entonces algo muy lejano a las posiciones que festejaron recientemente los legisladores argentinos ante la iniciativa de su presidente Adolfo Rodríguez Saá: "... la República puede estar dividida hondamente... pero no tiene sino un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una bandera ante los pueblos extraños...".

Redujo Avellaneda el presupuesto nacional – que arrastraba un déficit casi análogo a los ingresos con enormes prebendas y gastos “extras” en la realización de obras públicas - y finalmente pudo hacer frente a las erogaciones. Pero su obra no se limitó a ello. Durante su período presidencial se firma la paz definitiva con Paraguay; se solucionaron los problemas diplomáticos con Brasil y Uruguay (estos referidos, fundamentalmente, al canal del Infierno y al uso de los prácticos en el Río de la Plata), se dicta la ley de inmigración y colonización; se inicia la exportación de carne congelada a Europa y se concreta la conquista del desierto, la que consolida su ministro de guerra y posterior presidente, el general Julia A. Roca. Todo ello mientras se asienta en nuestro país el período militarista.

 En el plano político interno realizó Avellaneda un fructífero esfuerzo por lograr conciliar posiciones partidarias o, de no ser ello posible, que estas se encauzaran dentro de la normalidad constitucional. Lo cual demostraba la contextura moral de un hombre que fue víctima del odio y el sadismo: quedó huérfano de padre a los cuatro años de edad. Ocurrió cuando por la implementación de la política de exterminio de disidencias aplicada por Juan Manuel Rosas, es degollado en Famaillá, en setiembre de 1841, el gobernador de Tucumán, Marcos Avellaneda, su padre[4]. Debido a ello, Nicolás (1837-1885) debió emigrar con su madre a Bolivia. A su retorno – unos 10 años después, estudia en la Universidad de Córdoba y se inicia en el periodismo de Buenos Aires en el diario El Comercio del Plata, fundado en Montevideo el 1 de octubre de 1845 por Florencio Varela (1807-1848) - el héroe libertario rioplatense[5], nacido en Argentina y asesinado en Montevideo el lunes 20 de marzo de 1848 por un sicario[6] cuyos mandatarios buscaban la complacencia de Rosas -, siendo luego Avellaneda director de El Nacional, cargo en el que reemplaza a Juan Carlos Gómez.

En su período presidencial pareció asentarse la política de conciliación trabajada a partir de las diferencias de dos importantes dirigentes porteños: Bartolomé Mitre y Alfonso Alsina (1829-1877)[7]. Sin embargo, cuando su sucesión, nuevamente las ambiciones personales desplazan a cualquier otro interés.

Fue tan eficaz el tucumano Nicolás Avellaneda limando asperezas entre Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina – quien había sido, conjuntamente con Sarmiento y la Liga de Gobernadores, uno de sus soportes electorales y su ministro de Guerra hasta su fallecimiento en 1877 - que ambos grupos terminan juntos enfrentándolo a él mismo, en el levantamiento en defensa de la entronización presidencial de Carlos Tejedor ( 1817-1903), gobernador por ese entonces de la provincia de Buenos Aires y ex ministro de Relaciones Exteriores de Sarmiento.

La circunstancial bandera de los grupos políticos - ahora aliados por su propia condición de bonaerenses - flameó contra la federalización de la ciudad de Buenos Aires. Finalmente triunfa el gobierno nacional, no sin antes conocerse sangrientas batallas y el traslado del gobierno a una nueva y provisoria ciudad sede: Belgrano. Buenos Aires será entonces la nacionalizada capital de la Argentina.

[1] Eduardo Acevedo. Op. cit. 

[2] Eduardo Acevedo. Op. cit. 

[3] Eduardo Acevedo. Op. cit. 

[4] Una vez ejecutado le fue cortada su cabeza para ser expuesta en la plaza de Tucumán.  

[5] A su intensa campaña periodística en favor de la libertad realizada por Florencio Varela, Pivel Devoto agrega: “En 1845 el Gobierno de la Defensa al acreditar ante la Corte del Brasil a don Francisco Magariños en el carácter de Ministro Plenipotenciario con la comisión de ajustar y concluir un Tratado de Límites, encomendó al doctor Florencio Varela la redacción de unos “Apuntes” acerca de los derechos que en este negocio asistían al Uruguay. Dichos Apuntes, que constituyen un brillante alegato, le fueron dados a Magariños, además de las instrucciones de rigor, para que le sirvieran en las conferencias y ajustes a celebrar. ( La Misión de Francisco J. Muñoz a Bolivia – Contribución al estudio de nuestras Historia Diplomática –1831-1835. Juan E. Pivel Devoto. Revista Histórica Nro. IX. 1932)

[6] A las 8 y media de la noche, Andrés Cabrera le asestó una puñalada por la espalda. El hecho ocurrió en la calle 25 de mayo casi Misiones, prácticamente en la puerta de su residencia ubicada sobre ésta última.

El asesinato cometido por Cabrera se declaró probado el 20 de junio de 1851 en la causa seguida contra él. Como asimismo que recibió 50 onzas de oro de Agustín Iturriaga y contó con la colaboración de un lanchero que lo llevó luego hasta el muelle Lafone. Declarado por el Tribunal el encausamiento en el caso de Manuel Oribe, éste se amparó en las autoridades brasileñas. 

[7] Importante dirigente político quien estuvo también asilado en Montevideo durante la dictadura de Rosas.

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