Otro Año Duro
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Otro Año Duro

  Al inaugurar las sesiones legislativas del año 1871 expresó el general Lorenzo Batlle: “Durante los tres años que precedieron a la actual Administración, la campaña sufrió una seca tan prolongada que todos los ganados vacunos abandonaron su querencia, mezclándose unos con otros y huyendo a grandes distancias en busca de aguadas y pastos. Los campos quedaron cubiertos de reses muertas, y cuando las lluvias permitieron a los propietarios recoger sus haciendas dispersas, raro fue el que pudo reunir la mitad de lo que antes poseía ... Posteriormente vino la enorme baja producida en el precio de las lanas y consiguientemente en el de las ovejas; y para que el golpe más rudo, la epidemia que en la raza ovina cundió, redujo su número aproximadamente a la mitad. Esta riqueza, estimada entonces en 20 millones de ovejas, que a dos pesos en que se avaluaba como término medio, representaba un capital de 40 millones, quedó con la depreciación y mortandad reducida al solo valor de 4 a 6 millones .... Con estos enormes atrasos sufridos por los hacendados de la campaña, la propiedad territorial y la urbana bajaron sensiblemente el precio, produciendo todas estas ruinas la desaparición de un capital quizá no menor de cien millones de pesos”.

Tengamos presentes, al respecto de esto último, que las reservas en oro del país en aquél entonces eran, aproximadamente, unas diez veces menor al citado monto y constituían el ficticio respaldo del dinero circulante.

En 1871 el Estado debió hacer suyos los billetes en circulación por el importante monto de 7 millones de pesos oro, compensando exclusivamente a los grandes tenedores de las emisiones de los bancos quebrados, desde que el dinero de bajo valor no era convertible en oro. Demás está decir que esta posición no obedecía a otro imperativo que el de consideraciones denominadas prácticas.

Por sorprendente que lo anterior pueda resultar...., nadie tuvo entonces la iniciativa que el Estado se hiciera cargo de las pérdidas de las inversiones financieras riesgosas realizadas por los particulares.

Asimismo, en mayo de 1871 se produce un incidente con Inglaterra motivado por una protesta que formuló el representante consular británico en nuestro país, mayor James St. John Munro. Este señaló, en nota oficial, que los cuatro marineros involucrados en el asesinato del capitán inglés de un barco de la misma bandera, surto en el puerto de Fray Bentos, y capturados por otro capitán inglés de otro buque de igual origen fueron “puestos por desgracia bajo la custodia de la autoridad policial de Fray Bentos, la que permitió la fuga del principal asesino ( inglés)”. “ Sabiendo como sé – agrega más adelante el cónsul en su nota – la negligencia deplorable que existe en el departamento de la justicia criminal y la deficiencia general que prevalece de un modo notorio en la administración de justicia bajo el Gobierno del general Batlle, estaba preparado para escuchar que los prisioneros no habían sido juzgados aún .... Pero mi asombro ha sido grande, al saber por boca del señor Ordeñana, que dos de los complicados en el crimen habían sido admitidos como voluntarios en el ejército, muriendo uno de ellos en la batalla del Sauce, y que el tercero continúa preso sin enjuiciamiento”[1].

Como consecuencia del agravio, nuestro país interrumpe las relaciones diplomáticas con Gran Bretaña, las que son ansiosamente restablecidas por el lépero coronel Lorenzo Latorre (1840-1906) a partir de julio de 1879.

Al respecto de la suspensión de relaciones se ha recordado un memorando de la cancillería británica del año 1878 en que se dice[2]: “En noviembre de 1871, el Sr. MacDonnell, quien era entonces el Encargado de Negocios de S.M. en Buenos Ayres, encontró necesario romper relaciones con el Gobierno de Uruguay y su conducta fue aprobada por el Gob. De S.M.”

No obstante el informe, no es normal que las relaciones diplomáticas entre dos países las rompa por su iniciativa y cuenta el representante de una de las partes[i]. Así como la excusa invocada, referida a la justicia criminal, dado que los presos, siendo súbditos británicos, habían sido entregados a la jurisdicción uruguaya por un oficial inglés, y la propia tradición de Inglaterra en estas cuestiones de reclamaciones diplomáticas por efectos de justicia a ser impartida, habiendo dependientes de Su Majestad involucrados.

Si el representante inglés en Buenos Aires esperó el tiempo que lo hizo para adoptar tal actitud, nada le hubiera impedido que en el transcurso de ese mismo lapso pidiera instrucciones a su cancillería sobre la cuestión de fondo y recibir la correspondiente respuesta. Situación que no puede haber pasado desapercibida al Ministerio británico que, sin embargo, dice haber apoyado en su momento lo actuado por su diplomático en Buenos Aires, sin observación de circunstancia alguna. H.G. MacDonnell expuso un notorio olvido de la competencia de sus superiores en esta materia, más allá de su parsimonia comunicativa, de la cual ofrece esa primera y única muestra. Y lo habría hecho unas dos o tres semanas después de colocar Uruguay su primera deuda externa en la plaza financiera de Londres.....

Por aquella época – casi un año antes del incidente consignado anteriormente - ya se discutía el pago de nuestros adeudos con Gran Bretaña, los que se deshonraban, y da muestras el gobierno nacional de las dificultades de establecer formas y plazos para retomar el pago de la misma. Todo lo cual, si nos atenemos a los propios informes de los diplomáticos británicos.

En carta de fecha 1 de julio de 1870 dirigida por H.G. Mac Donnell – quien se desempeñaba como encargado de negocios de la Legación británica en Buenos Aires – al cónsul inglés destinado en Montevideo, mayor Munro, se lee: “ Tengo el honor de acusar recibo de su despacho del último informándome que, a pedido del Ministro de Relaciones Exteriores, Ud. visitó a su Excelencia, quien le expresó, con referencia a mi nota a él sobre el tema de la Deuda debida a Gran Bretaña por el gobierno de la República del Uruguay, que por el tenor de mi Despacho antes mencionado, era evidente a Su Excelencia que yo había dejado Montevideo con un mal entendido respecto de los términos que me propuso el propio Presidente en su presencia, y en la de los Ministros, para la inmediata liquidación de esta reclamación.

Ud. agrega luego que Ud. no creyó necesario responder a Su Excelencia que era el propio Ministro quien estaba equivocado, tanto más cuanto Ud. escuchó claramente la propuesta tal como se especificó en mi última nota al Sr. Rodríguez (Adolfo Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores[ii]), cuya propuesta fue claramente hecha por el Ministro de Hacienda y reiterada por Su Excelencia el Presidente, sino que Ud. se contentó con replicar al Ministro de Relaciones Exteriores que Ud. podía responder de mi satisfacción con los términos ahora propuestos verbalmente a Ud. o sea, que el pago se haría con una Amortización anual del dos por ciento y un interés anual del cinco por ciento. Capital e intereses a ser garantizados por cualquier garantía que el Gobierno Montevideano crea conveniente.

En contestación a ello, debo requerirle a Ud. comunique a Su Excelencia que como yo solo debe soportar la responsabilidad que me impuso el Gobierno de Su Majestad, no puedo estar satisfecho con propuestas vagas y verbales como las que Ud. me ha comunicado.

Las instrucciones que me dio el Gobierno de Su Majestad sobre el tema de esta reclamación son categóricas y fue solo en consideración del actual estado deplorable de la República que me aventuré tanto en transgredirlas hasta aceptar, en mi Nota del 21 de mayo, las onerosas condiciones de pago que me ofreció el Presidente, cuyas condiciones fueron reconocidas por el Gobierno Uruguayo en su Nota a mí de Junio 14. Siento ahora evidente que el Gobierno Uruguayo esta tratando injustamente de evadir el formal compromiso verbal acordado en la casa de Gobierno el 13 de Mayo y confirmado en la nota de su Excelencia de 14 de Junio, tengo que pedirle a Ud. comunique sin demora al Sr. Rodríguez que considere las comunicaciones que me fueron hechas a través suyo como nulas e inválidas y que yo debo solicitar una respuesta escrita a mi Nota del 20 último.

Además debo pedirle a Ud. que llame la atención de Su Excelencia Dr. Rodríguez sobre el hecho de que yo he empleado mis mejores medios para facilitar la tarea del Gobierno Uruguayo, cediendo a cada objeción presentada por él contra el arreglo de esta reclamación, y que yo he considero mi deber alertarlo de que, en el caso se desdiga del arreglo del 13 de Mayo, y ello luego de la correspondencia que se ha intercambiado sobre el asunto, yo procederé de inmediato al recibo de su respuesta, a llevar a cabo mis Instrucciones.

Le quedaré agradecido si se le proporciona al Señor Rodríguez una copia de este Despacho. Tengo el honor de ser,

Firmado/ H.G. MacDonnell.[3] 

La situación era desesperante y las soluciones implementadas despertaban, en casi todos, alternativamente, perplejidades y oposiciones. Lo ocurrido con un empréstito obtenido el último año de la adversa gestión sirve de ejemplo.

[1] Eduardo Acevedo. Op. cit.

[2] Benjamín Nahum. Latorre y los ingleses. Ediciones de la Banda Oriental. 1996. 

[3] Ministerio de Relaciones Exteriores. Fondo “Resto antiguo Ministerio RR.EE.” Sección: Países. Legación de Gran Bretaña. Caja 2, carpeta 6. 1/7/1870. Nota reproducida por Benjamín Nahum. Latorre y los ingleses. Op. cit.

[i] Alberto Nin, que estuviera estrechamente ligado a Máximo Santos, fue quien protagonizó el caso de un representante diplomático que suspende las relaciones por su propia cuenta con un país ante el cual estaba acreditado, retirando a todo el personal de la legación uruguaya a su cargo. Ocurrió con Suiza, en 1896.  

[ii] Adolfo Rodríguez fue electo senador por Canelones en 1868. Cuando el presidente Lorenzo Batlle y Grau lo designa ministro de Relaciones Exteriores (junio de 1869) integraba el Superior Tribunal de Justicia. Adolfo Rodríguez es quien negocia en Buenos Aires la salida de las tropas uruguayas de la Guerra del Paraguay.

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