Excelencia de la Inconveniencia
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (486 páginas, 2.04 Mb) pulsando aquí

 

 

 

 

Excelencia de la Inconveniencia

Debemos ser hospitalarios con el futuro. No por el simple hecho de cumplir con una mera cordialidad a la visita que anunciada se nos presenta, sino por una elemental concepción de la ética. Las alegrías que ello debe suponer, el optimismo que naturalmente impone, son manifestaciones del sustento de un modo de ser, de normas civilizadas de comportamiento. Pero claro, esto no significa que descartemos la consideración de la realidad. Por el contrario, el tener conciencia de ella es el camino de su ineludible superación y el justificativo de la demandada cortesía. Lo que no conduce a otra cosa que a un cinismo siempre infecundo, alejándonos de la esperanza, núcleo vital de la existencia, es ser estridentemente educados con un porvenir adverso.

Esperanza, hospitalidad, porvenir. ¡Qué combinación, hoy día, de factores enfrentados por su contemporánea inercia! Y su procedencia.

Nuestro país se encuentra[1] taponado por el modo de funcionamiento de sus cúpulas políticas[2]; su corporativismo duro e informal, en ocasiones clandestino[3], - y por ello más agresivo - resultado entre otras causas del vacío de actuación de los órganos naturales en la democracia para una agregación de los intereses que existen en una Sociedad; la política exterior conocida como de Estado[4], eufemismo que encubre la no participación ciudadana en la definición de la política internacional de la república en temas puntuales[5]. Ahogado en el vacío generado por las dificultades de acceso de la gente a la información pública relevante que no sea la versión oficial o semi oficial de los hechos. Sofocado por el relegamiento de la ciudadanía a la sola condición de víctima de lo que pasa y lo que ocurre en su derredor inmediato, siendo incapaz el sistema político – en su funcionamiento - de agregar sus demandas. Debilitado por la permanente generación de ilusiones, alentada desde un irrealismo que viaja en conserva con intereses alejados del que atañe a todos.

Va dicho lo anterior sin perjuicio de recordar las firmes vigas perimetrales autoritarias que también sostienen a nuestro régimen político y que lo convierten en hacia democrático[6]. Vale decir, en lo que expresa pretender ser y no es. Eventualmente indicativo del eventual deseo de una dirección a seguir.

Pero además, la república marcha al probable encuentro, con forzada (es sólo una suposición) incredulidad pública de nuestra cúpula política, de nuevos infortunios tal vez más profundos que los vividos desde hace años hasta en la actualidad.

 No debe nuestro peculiar círculo de poder – integrado por dirigentes de la vida política y la económica - desatender los datos de la realidad, como lo hizo en el pasado.

Las dificultades se verían empujadas de modo más o menos abrupto - por lo que podríamos denominar la segunda gran etapa de la larga catástrofe brasileña y de presentarse la misma indiferencia que en el pasado inmediato respecto a nosotros. La del gobierno brasileño, se entiende, responsable directo de la calamidad y de la que puede ser también su víctima el novel presidente Luiz Inácio Lula da Silva – si no es cooptado por el núcleo duro de las élites norteñas -, dado el pesado y negativo legado del gobierno de Fernando Henrique Cardoso.

Pero el fuerte y nuevo sacudimiento se verá sostenido por el funcionamiento anómalo de nuestro régimen político, en que la inexistencia de una actuación de los partidos políticos es su llave más notoria[7].

Y nos impide afrontar el pensamiento autoritario – ahora le correspondería el turno al comandado por civiles – que, de seguir el área la tendencia histórica, deberá también reaparecer.

No ocurriría todo lo anterior necesariamente de inmediato, pero es difícil pensar que, de presentarse, demore mucho más allá del período de gracia que habitualmente goza todo gobierno recién instalado y de las tensiones que ya se han presentado dentro del triunfante Partido dos Trabalhadores (PT) por parte de las corrientes internas de éste[8], que vigilan, con concentrada atención, el cumplimiento de lo que entienden – con no poca razón - como el mandato electoral recibido en las urnas por la colectividad política.

La prevención no desatiende la realidad argentina de hoy de una dispersión polarizada de agrupaciones partidarias – en la cual la crisis que se atraviesa parecería ser ajena - que le agregará a lo que vive, la faltante complicación política, ausente, inexplicablemente para muchos, en estos últimos meses. Cuya palanca de superación parecería necesitada de prescindir de un pensamiento liberal en lo político.

Del mismo modo sentiremos, aumentadas por nuestros vecinos – cuyas historias, en síntesis, son las de un tartamudo desencuentro de la realidad con el entusiasmo - las consecuencias negativas de las nuevas incertidumbres de la situación mundial, incentivadas por los planteamientos de la alelante administración estadounidense[9] presidida por Bush[10], las limitaciones en los créditos externos, la retracción de las inversiones y el enfriamiento global del consumo. Son de tener presentes, desde ya, los bajos índices de crecimiento europeo (es difícil creer que Alemania salga rápidamente de sus graves problemas que se proyectan sobre toda la zona del euro, alcanzando incluso a Gran Bretaña que no forma parte de la misma), los problemas de Japón – que llevan casi un lustro de existencia[11] - y de los propios EE.UU.

No será la primera vez que padeceremos ésta insistencia de la desdicha. Precedentemente sufrimos – estamos sufriendo - la originada en la Argentina, y con anterioridad debido a la provocada por Brasil. Así podríamos ir individualizando, alternativamente en uno y otro país, los motivos más vigorosos, las raíces más firmes de nuestros justificados e inmediatos pesares. Aunque, justo es decirlo, no fueron siempre la exclusiva fuente de los problemas que ellos mismos vivían y de los cuales nos contagiaban. Es de recordar al respecto la crisis mexicana[12], la asiática, la rusa.

Sucede que hoy día, Brasil y Argentina al incrementar su relacionamiento comercial vieron sincronizarse sus ciclos económicos – como lo enseña la experiencia y lo muestra el sentido común -, agravándose los efectos negativos sobre Uruguay, por ser nosotros socios menores de ese acuerdo de segunda clase – desde que no nació con el fin de establecer tareas responsables y de interés comunes – denominado Mercosur. La ausencia de previsiones anti cíclicas, es un ejemplo de lo afirmado. ¿Qué decimos? si buscan instrumentar una primaria coordinación de políticas macroeconómicas y ni siquiera se reparó efectivamente en los problemas periódicos de las economías de Argentina y Brasil, sus profundos desequilibros sociales en un caso, políticos en otro, con fuerte tradición autoritaria.

Asimismo, por la misma intensificación del relacionamiento comercial, financiero y económico es posible pensar que se afirmará la tendencia de extensión a la subregión del formato de la estructura social del país dominante, sostenida por las políticas internas implementadas. Y ello no se superará por una coordinación formal de políticas en ese tema. Por el contrario, se intensificará. ¿Es posible pensar que las hendiduras sociales que muestra Brasil serán rápidamente corregidas? ¿Las generadas a partir de los gobiernos Menem van a ser inmediatamente revertidas? ¿No ha visto nuestro país incrementar su propia brecha social? La política de fomentar la concentración de riqueza para luego lograr espontáneos “derrames” de la misma – nunca concretados -, ¿se cree que no tienen espejo inversor en lo que refiere a la pobreza?

Los encontrados olvidos de nuestras cúpulas ocurrieron luego de los fuertes “sacudones” que conocieron las economías de ambos países en los años previos al establecimiento de su privilegiado y nuevo relacionamiento, que se agregaron a lo que es casi su vida corriente. Acontecer cotidiano que responde asimismo al diseño institucional más de Brasil que de Argentina. En el primero, el federalismo impositivo, verbigracia, hace que nuestra propia “guerra de patentes” parezca una manifestación de convergencia de políticas departamentales. Su situación económica, su formato institucional gubernativo, la fuerza incontestable de algunos de sus grupos de interés convierte en poco más que una tontería la discusión en el marco del Mercosur de esos temas. De Argentina, baste recordar por ahora las diversas monedas que circulan válidamente en el país.... Cosa que ya había ocurrido antes, desde luego.

En ésa materia lo más original pudo ser la ignorancia de la relativa relevancia que tienen orientaciones cambiarias similares en la tarea de enervación de las crisis, a estar a la vivido en el área, en dicha materia, a finales de los setenta y comienzos de los 80. De ahí una de las razones por las cuales el planteamiento menemista de crear una Unión Monetaria es producto sólo de la fantasía. ¿De qué moneda común se va a hablar si hoy no es posible mantener una en lo nacional?

Hablar, además, de la necesidad de alcanzar políticas macroeconómicas, monedas comunes o políticas cambiarias coordinadas no solamente involucra un error conceptual de los alcances que tiene el Mercosur – de lo que sus países miembros son y han sido --, sino que distrae la descripción de lo que él es. Y olvida el trasvase ineludible hacia la subregión de los contrastes sociales de los que es indiscutido líder el Brasil.

¿No debieron interesar las propias historias de la vicisitudes políticas y económicas de nuestros socios?

¿No se les habrá ocurrido a nuestros “estadistas” que existen ciertas características propias de las partes contratantes que permiten u obstaculizan un futuro común deseado? ¿Se piensa que el porvenir es un “clavel del aire”? Porque de creerse esto último bueno sería tener presente la característica de esa flor y, en particular, sus descontroladas y espinosas hojas.

Tal vez piensan –además- , manteniendo el mismo plano de razonamiento, que dos putas son el ineludible núcleo para constituir un convento. Lo probable, sin embargo, es que de ello resulte un quilombo.

Sí, es responsabilidad de nuestras cúpulas – dispensadoras de infortunio - su falta de registro de los acontecimientos, por lo menos en lo que respecta a la respuesta que deben tener frente a ellos, dadas las líneas de acción que acuerdan y las consecuencias que se sufren.

¿Acaso advirtieron los antecedentes de estabilidad política y económica de los países que iban a ser los supuestos sostenedores de nuestro eventual desarrollo? Por lo menos en los años previos aunque fuera. ¿Y qué dicen estos o aquellos? ¿No nos hablan de fuertes asimetrías sociales, de desequilibrios estructurales, de políticas orientadas por la desinformación o la ausencia de información? De carencia incluso de políticas macroeconómicas nacionales. ¿Cómo se podía pensar que estuvieran en condiciones de coordinar algo hacia fuera si eran incapaces de hacerlo hacia dentro?

Nada de esto es nuevo.

Ya en noviembre de 1812 el representante británico en Río de Janeiro, lord Strangford, advertía en carta a su ministro de Relaciones Exteriores: “Ha ocurrido últimamente otro de estos cambios repentinos y completos que tan a menudo han acaecido en la forma de gobierno en Buenos Ayres, y en un solo día fueron depuestos todos los miembros de la Junta. Se me asegura que se experimentan, en general, en Buenos Ayres los inconvenientes de un régimen tan precario y poco apropiado para inspirar confianza....”[13],

¿Y recientemente?

¿Acaso no se señalaba en 1997, 1998 y aún antes, lo que ocurriría en Argentina[14], en Brasil[15] y los riesgos que éstas circunstancias representarían para nuestro país[16]? ¿No se hacían notar[17] los desafíos existentes y los optimismos apocalípticos?

¿No se conocían, verbigracia, las devaluaciones de sus monedas que realizaron Venezuela y Colombia en octubre de 1998, precipitadas por los rumores de la caída del real brasileño? Claro que sí. Sin embargo, era muy reducida nuestra capacidad de reacción debido a la fuerte dependencia zonal, por la cual se optó cupularmente. Las posibilidades actuación del país se estrecharon a medida que ilusoriamente se ampliaba nuestro ámbito de acción comercial externo.

Más allá de ello, es menester recordar – independientemente de las precisiones o rectificaciones que merezca - la nuevamente clásica observación[18]: “las grandes naciones no se han hecho desde dentro, sino desde fuera; sólo una acertada política internacional, política de magnas empresas, hace posible una fecunda política interior, que es siempre, a la postre, política de poco calado.[19]” [20]

¿Cuál ha sido el núcleo duro de la política externa para nuestra cúpula política[21]? Fue muy claro un senador uruguayo cuando la aprobación parlamentaria del Tratado de Asunción: “Considero que lo peor que podría pasarnos es quedar fuera del MERCOSUR”. Pertenecía el legislador, pertenece a la frenteamplista oposición (el calificativo, se coincidirá es altamente excesivo).

Continúa siendo sorprendente la posición de la unanimidad de los presentes en aquellas sesiones del Senado, que aceptó sin inconvenientes dar por cierto que, de no formar parte Uruguay del Tratado de Asunción, hubiera perdido el país lo logrado en los acuerdos comerciales con nuestros vecinos. Y eso no fue todo. Se concordó asimismo - pese al grave hecho que suponía lo anterior, incluido también en el término usado en la oportunidad de “objetiva condicionalidad” – en algo indigno o por lo menos sorprendente: si la temida actitud de Argentina y Brasil contra nosotros hubiera sido la que imaginaban, ¿cómo unirnos a quienes llegaban a los extremos de esa extorsión política?

Nada de esto último fue señalado en la ocasión. Se dio por cierto lo que no conocía de antecedente alguno, ni de manifestación concreta hasta ese momento: Que Argentina y Brasil nos castigarían económicamente por no sumarnos a un acuerdo, al que además no habíamos sido invitados a participar. Y agradecidos debemos estar, según dicho razonamiento, que hayamos perdido la beneficiosa condición de países de menor desarrollo económico relativo primero y, posteriormente, las ventajas de nuestras zonas francas en beneficio de las instaladas en Argentina y en Brasil. En éste “ramo” dejaron fuera lo que correspondería al sector servicios[22], que no serían por cierto los eclesiásticos los que sospechaban que podrían crecer en ese peculiar nicho.

Nos metimos en él acuerdo subregional, acezantes. Buscaba el gobierno, tal vez, llegar a la cúspide del error. Pero no estuvo sólo. Lo acompañó el círculo de poder político, ampliado en la ocasión por representantes de diversos grupos de interés. A ese conjunto, al acuerdo alcanzado en éste, se le llamó cupularmente “consenso nacional”....[23] ¿No estaba el Poder Ejecutivo advertido tampoco de lo que significa ese concepto, ni lo que ocurre cuando se conforma de esa manera, aislada y no institucionalizada, una toma de decisiones? No lo creemos, pese a que sobra literatura y experiencia en ese sentido[24].

Es de recordar que Chile fue invitado a participar y su gobierno no aceptó firmar el Tratado de Asunción. Esto no representó ningún suceso negativo para la relación de Chile con la Argentina, ni con Brasil. Es más: No solamente no sufrió Santiago ninguna represalia sino que alcanzó con Buenos Aires, al año siguiente, un Acuerdo de Complementación Económica[25]. Y México – que concretaba un acuerdo de igual naturaleza con Chile[26] - manifestó su interés en ingresar[27], y no le fue permitido hacerlo[28].

Pero a nada de esto se hizo referencia en los debates parlamentarios, ni en el Mensaje del Poder Ejecutivo. Este, en muchos aspectos no tiene desperdicio en lo que hace a lo que venimos diciendo. Se señala, verbigracia, que “....el proceso de integración argentino-brasileño se ha caracterizado por su empirismo pragmático, su ritmo acelerado y por la reiterada firmeza de la decisión política de ambos gobiernos de crear un Mercado Común, a pesar de las inestabilidades económicas, en un lapso considerablemente breve si se le compara con los plazos adoptados en otras áreas del Mundo, particularmente en la Comunidad Europea.

Este proceso ha tenido incidencia en la negociación del Tratado de Asunción, generando cierto grado de objetiva condicionalidad, ya que hubiera sido utópico pretender ignorarlo.”

No se desconocían pues, las inestabilidades económicas o los inconvenientes en las relaciones comerciales en ambos países. Se prefirió elogiarlos al comparar lo realizado entre ellos (entre cuyos escombros nos encontramos) con lo llevado a cabo por la vieja Europa.

Y eso, sin considerar debidamente los orígenes, las dificultades y las eventuales remoción de obstáculos de la historia del ya largo proceso de integración latinoamericano. En denominación que habla más del optimismo con que fue siempre públicamente encarado que de los logros obtenidos en su transcurrir merced a la escasa voluntad política en ese sentido..

Chile, mientras tanto, no se vio compelido a esa acción subregional. Como tampoco acompañó el gobierno chileno ese suicidio por goteo cambiario que representó la sobrevaluación del dólar, merced a la cual logramos “cavalhizarnos” por vía administrativa.

Los inconvenientes que podían verse eran considerados menores ante la firme voluntad integradora, como si ésta pudiera tener alguna incidencia mágica, superadora per se, del agravamiento de los problemas económicos de cada uno de ellos, y de los nuestros.

A esos respectos, la observación referida a “cierto grado de objetiva condicionalidad” es francamente conmovedora. Fue expresada y es repetida como si se refiriera lo obvio, de manera pretendidamente distraída, como mirando para el costado, pero con el cuerpo echado hacia delante en desafiante actitud, que no fue más que una caricaturesca reproducción de un mural de tumba faraónica.

Tampoco elude el Mensaje del Poder Ejecutivo referirse a un tema crucial como lo fue el abandono de las conquistas que había logrado el país en el área y de toda la tradición negociadora uruguaya en la región, así como lo indicado en lo procesos de integración[29] exitosos en el mundo[30]. Perdiendo nosotros, además, cualquier salvaguardia a los continuos vaivenes económicos de Argentina y Brasil.

En síntesis: nos unimos para no perder lo que perdíamos si nos uníamos. Y nos negaron cosas que antes estaban fuera de discusión. ¿No se alcanzó, así, la excelencia del disparate?

Se afirma en el texto de marras, desechando la posibilidad del empleo de la lógica en su exposición dado la conclusión a la que se arriba, que fue su aceptación: “El Poder Ejecutivo desea dejar constancia de que se extremaron los esfuerzos y gestiones tendientes a lograr un trato diferencial permanente para Paraguay y Uruguay, según lo dispuesto en el Tratado de Montevideo de 1980 (ALADI) que contemplare la menor magnitud de sus economías, así como la inclusión de los principios de reciprocidad efectiva o de reciprocidad de resultados.

Tales esfuerzos y gestiones fueron infructuosos ante la no aceptación de dicha posición por parte de la República Argentina y de la República Federativa del Brasil.

En opinión del Poder Ejecutivo y de los distinguidos técnicos que formaron parte del ya mencionado Grupo Asesor Político[31], esta situación, que implica la eliminación de un argumento tradicionalmente utilizado por los negociadores económicos uruguayos, no debería constituir un impedimento para la participación de nuestro país en el Mercado Común.

La falta de aquellas formulaciones se ve en cierta medida atenuada por los principios de gradualidad, flexibilidad y equilibrio, que regirán la fundamental coordinación macroeconómica y sectorial, como ya se ha expresado.

La reciprocidad de derechos y obligaciones consagrada en el artículo 2 no significa un régimen jurídico rígidamente homogéneo para los cuatro países sino que como bien sostiene la doctrina más recibida implica que los Estados Parte deberán otorgarse tratamientos "equivalentes o análogos".

El arduo proceso de armonización de políticas macroeconómicas y sectoriales que se inicia con el Tratado de Asunción requerirá un esfuerzo permanente de negociación a efectos de lograr soluciones de compromiso entre los intereses de los Estados Parte, que están ínsitas en el concepto de "coordinación", repetidas veces incluido en el Tratado”.

Nuestra adhesión al Tratado de Asunción puso de manifiesto explícitamente, pues, un preocupante desdén por la historia común regional – los hechos y sus lecciones, se entiende – y la manera cómo se desarrollaron los procesos de integración en el acontecer mundial; como no se preguntó qué cosa significa dicho transcurrir, ni el concepto mismo de integración. Y condicionó de manera determinante nuestra política económica al ser un necesario apéndice de la sostenida por nuestros socios mayores.

En suma, se negó la realidad, se ignoraron los términos reales del tema abordado haciendo gala de una ingenuidad inaceptable y se pronunciaron, una y otra vez, en favor de la idea que los inspiró, usando como hoja de parra el denominado determinismo geográfico, la objetiva condicionalidad.

Pero eso no es cierto: “La dependencia de los Estados – ha dicho Marcel Merle[32] -, que también son a su vez el producto de la historia, con relación a las coacciones geográficas sólo es relativa y no permite acreditar la tesis del determinismo riguroso propuesto por los teóricos de la geopolítica[33]”. Y ello, además, porque “la validez de las teorías de la geopolítica ha quedado, en efecto, anulada por las nuevas técnicas de los armamentos, de los transportes y de la producción[34]”

Aún hoy día, entre nosotros, no es reconocido el error y actúan nuestras elites (“no nos podemos mudar de barrio” y frivolidades análogas) como se recoge en la anécdota que refería el español Joaquín Costa: Una persona casi vencida por el alcohol pretendía pagar su consumición con una moneda, la que el cantinero probaba que era falsa golpeándola contra el mármol del mostrador. – No, le contestaba, insistente, el pertinaz cliente. El falso es el mármol.

Ni siquiera se examinaron debidamente los costos que nos suponía esa “integración” - no ya los derivadas de las inestabilidades crónicas de diverso tenor (como es el caso de Argentina) o las posiciones brasileñas originadas en el golpe de estado de 1964 y profundizadas por todos los gobiernos que se han sucedido, hasta la fecha. Traducidas en un freno de la acción regional global y en una cierta y demorada apuesta a un ámbito sudamericano, que se produciría por el propio peso de los hechos. Gracias, en pocas palabras, a un pretendido liderazgo que buscó siempre ser gratuito.

Se nos ha dicho, sí, que debemos rediseñar todo el dominio del Estado para hacerlo competitivo (¿?) en la subregión, pero nunca ha podido quedar claro si se trataba de una mera excusa para cumplir con el viejo deseo conservador de fines del siglo XIX que nos llevó a la ruina, con un visceral antibatllismo que predomina desde hace décadas o simplemente con un mero y candoroso voluntarismo.

Lo cierto es que bueno sería que se dieran a conocer las pérdidas de puestos de trabajo previstas entonces y en qué sectores hubiese sido previsiblemente necesaria la inversión pública. Nadie puede pensar que una corriente de inversión extranjera quedaría formulada por una política de integración de ese tenor y menos aun el capital nacional que se ve incentivado fundamentalmente en la contemporánea especulación financiera desde, al menos, 1974.

Hubiera sido interesante para el país conocer, también, las perspectivas de actuación que se le abrían al Mercosur en el mundo (más allá de la reiterada referencia a la ampliación del mercado.... ) Por ejemplo, ¿cómo se realizaría la inserción internacional del Mercosur? Hecho que Buenos Aires no tiene aun claro, salvo algo que precedió a la propia creación del bloque comercial sureño: el afán de avance de Brasil de su influencia en Sudamérica. Ello ocurrió a partir, como veremos, del golpe de estado de 1964 que modificó sustancialmente la inserción internacional brasileña respecto a la que venía aplicándose.

Ni siquiera se sabe cómo han sido previstas las pérdidas que supondrán los acuerdos con la Unión Europea y el Alca, pero sí se habla que los beneficios “se distribuirán por derrame”, que a esta altura de nuestra vida sabemos que significa la colocación de utilidades fundamentalmente en el exterior por la falta de seriedad de las políticas nacionales de los Estados partes. Como ha venido ocurriendo.

Entiendo como ineludible el sacudirse la incorrecta condición de inevitable de una política exterior “barrial” e impulsar internamente, insistimos, la investigación tecnológica – actualmente casi totalmente abandonada y cuyo desenvolvimiento viene siendo reclamado con énfasis para los países subdesarrollados desde, por lo menos, la década del sesenta y en Uruguay sostenida en los primeros lustros del siglo pasado - que permita satisfacer nichos de demandas reales del mercado mundial y crear otros, apoyada en políticas crediticias competitivas. Tener, en fin, una oferta productiva exportable al mundo desarrollado, dejando de ser un país agorafóbico, con vocación cupular de provincial marginalidad.

Obviamente no propugnamos una denuncia del Tratado de Asunción. Tendría esto consecuencias extremadamente negativas dado, entre otras cosas, el lapso transcurrido de su vigencia y los intereses que se han generado. Simplemente deberíamos proceder como lo hacen las dos cancillerías guías en la materia: Actuar como si el Mercosur no existiera cada vez que nos resulte positivo – por ejemplo, la compra en la Unión Europea y en los EE.UU por parte de Brasil de productos subsidiados. Esto es, como un instrumento más de la política externa. Circunstancia que ya ocurre, limitada solamente al caso de Brasil.

Por otra parte, “éste acuerdo, y las reglas que surjan del mismo, no deben quedar sujetas a los vaivenes de las presiones de los intereses particulares o nacionales, sino que deben constituir un cuerpo normativo que se aplique de manera objetiva por instituciones independientes”[35]. Sobre todo si tenemos en cuenta los antecedentes de incumplimientos. Sobran estos en casos puntuales. En el plano general el más importante puede ser el de Argentina en 1992 con su tasa estadística del 10% sobre todo bien importado fuera o no de la región su procedencia. Y pocos años después, Brasil, llevado por un creciente déficit en cuenta corriente impuso restricciones generales a las compras en el exterior. Y esto por no hablar de casos puntuales que sufren alternativamente algunos productos, de lo cual sobran ejemplos.

En algún momento dado, empero, el desequilibrado eje Buenos Aires-Brasilia caminará siguiendo el sentido que convocan las declaraciones que formulan. Se debe buscar, mientras tanto, hacer que en algún momentos las declaraciones positivas de integración y los hechos logren algunos puntos de encuentro.

Pero tengamos presente que la ALADI - como ya ha sido subrayado en un estudio reciente que sirve de base a una posible armonización y convergencia de los acuerdos comerciales existentes entre los doce países, el MERCOSUR, la Comunidad Andina, Chile, México y Cuba - señala que la sola aplicación automática de los calendarios de desgravación pactados no asegura un crecimiento sustantivo de los intercambios para los próximos diez años, y que, por consiguiente, se requiere de un salto cualitativo que adelante los plazos, multilateralice disciplinas y normas, y agregue los servicios y la cooperación en políticas comunes, para desarrollar el mercado interno latinoamericano y garantizar flujos crecientes de comercio recíproco [36].

Nuestra posición es caminar en el sentido que indica la nueva configuración de la vieja política de bloques, de la que el Mercosur parecer ser un último y tardío homenaje de nuestras élites

Miremos a México negociando allí donde le conviene, volviendo a su esfuerzo previo a su incorporación al Nafta[37]. A Chile con acuerdos por doquier[38]. A Sudáfrica.

Debemos ser modernos en el sentido cabal del concepto. No repitiendo fórmulas y procederes hoy superados. Sino recogiendo del pasado aquello que pueda ser relevante para la acción futura. No se trata de “descubrir”, en consecuencia, cómo se construye un mono motor cubierto de lona para, a partir de ello, intentar llegar a la Luna. Pero tampoco, en el otro extremo del afán de superación, ignorar la ley de gravedad.

Traeremos a colación, en éste trabajo, las orientaciones externas y las características de un país, Suiza – que para nuestra cúpula debe estar habitado por gente que ignora todo lo que refiere a la geografía. A éste, la “objetiva condicionalidad” no lo ha aparentemente afectado: no integra la Unión Europea.

La importancia del tema y la postración en que nos encontramos desde hace años nos debería llevar a no desperdiciar ningún antecedente, ni ignorar contexto alguno donde tema de tan vital importancia ha sido abordado formalmente por todos nuestros países. No ha sido así. Se plantean las cosas como si fueran estrenadas. Recién creadas.

* * *

De cualquier modo, con anterioridad a esa cupular decisión de atar nuestro destino a las decisiones del desajustado eje Buenos Aires-Brasilia, ¿qué acontecía? ¿Quién puede negar que Uruguay siguió durante inmediatas décadas una exitosa política de desindustrialización[39] sin alternativas productivas viables, de firme desaliento a la actividad con valor agregado? Nadie. La política en ese sentido ha quedado arrinconada entre el endeudamiento interno – que a esta altura parece la segunda naturaleza de sus habitantes – y, fundamentalmente, la explotación de materias primas de bajos precios y difícil colocación.

Muy atrás en el abandono quedan los esfuerzos de Batlle y Ordóñez, de Juan Alberto Capurro, de José Serrato, de Eduardo Acevedo por el avance tecnológico y científico del país, que permitiera su desarrollo armónico en la articulación de un sector privado a crear en sustitución del que había mostrado reiteradamente su fracaso – las crisis que veremos también lo muestran – si consideramos tal el triunfo de la apuesta por la usura, el agio y la desaprensión por la convivencia colectiva que representaba mayoritariamente el existente. El Estado fue creciendo llenando el vacío de eficacia y decencia de aquél. La generación de energía eléctrica fue, tal vez, el primer caso de esa ruta que se recorrería con solvencia. Por lo menos mientras ellos actuaron en la vida pública.

Apuesta en favor de un mundo que avizoraban y de descarte de otro que veían desvanecerse, lleno de limitaciones.

El camino a seguir, decimos, debe tener ese norte ajustado a los tiempos actuales[40]. Generar a partir de esfuerzos del sector privado y del público de ofertas que se ajusten al mundo en que vivimos. Este reconocimiento lleva a que se establezcan prioridades, esfuerzos distintos que permiten la creación y el desarrollo de cualitativamente diferentes polos productivos. Reconocer, en síntesis, que un “proyecto nacional” si se despoja de su acepción totalitaria en lo interno – lo cual le resulta incomprensible a algún que otro ensayista nacional - y exclusiva en lo externo no es otra cosa que viabilizar la diversidad de nuestras propias capacidades productivas.

Desechemos cualquier discrepancia al respecto de lo dicho contra el camino emprendido recordando los altos costos de los créditos, el apoyo constante - realizado con meticulosidad de miope - a la actividad financiera con publicitada e incorrecta vocación de plaza regional en el sector (que parecería buscar viabilizarse en zonas francas) y los acuerdos comerciales que han concretado países parecidos al nuestro con los grandes mercados de consumo del mundo y nuestra escasa acción como país, en dicha materia. Claro, no tenemos oferta exportable que interese a la demanda. Hemos renunciado a tenerla.

El que Uruguay sea desde hace varios lustros una de las repúblicas que tiene la menor tasa de inversión en el planeta, ¿se cree que es producto de la mala fortuna?

Y nuevamente preguntas que muestran desolación: ¿Cómo es posible que se haya buscado incentivar lo que históricamente fue observado como un problema? ¿Se han creído inciertas las afirmaciones que incluso desde la época colonial se formulaban contra las indebidas ganancias del alto comercio, la siempre usurera actividad financiera en nuestro país y la pasividad y el atraso productivo de las grandes extensiones de campo – llamarlos latifundios en aquellos años resultaría excesivo por el valor de la tierra – que buscaban siempre el respaldo de la actividad del Estado? Acaso el no reconocer su condición de valor inmobiliario sino solo a la tierra (lo cual le reedituaba al propietario en términos impositivos, por lo menos en “las mejoras”, las construcciones[41]) y no atenderla como si fuera una empresa (es decir un emprendimiento que aceptara la necesidad de su permanente superación y modernización[42]) no fue el desencuentro original, de lo cual derivó que desde entonces dicho grupo de interés se considerase víctimas de cualquier situación que no lo contemplara favorablemente y acreedor del país mismo, convencido que sin su presencia éste no existiría[43]. Algo que los suizos, por ejemplo, con respecto a su propia Confederación, no han percibido ....

Pero su peso relativo ha aumentado considerablemente en nuestro sistema política por el repliegue de la acción política, el no funcionamiento de los partidos, el modo de actuar de nuestras cúpulas. Y me refiero fundamentalmente a esa circunstancia antes que la individualización de los cupulares miembros. Ese “formateo” necesario para actuar con su sistema operativo y éste mismo, son los ingredientes más fuertes del problema político que vivimos y los pienso como ineludibles de abordar si realmente se busca superar la situación que se sufre. Ello, independientemente de lo sostenido en diversos artículos – la larga mayoría de ellos publicados en El Día – referidos a la necesidad de una reforma política que incluyera desde una Defensoría del Pueblo, pasando por el Habeas Data, el libre acceso a la información del proceso de adopción de políticas públicas, la racionalización del Poder Legislativo[44].

La pugna por el mejoramiento de la producción agropecuaria fue ardua y casi siempre infructuosa. Tal vez, la base del permanente endeudamiento rural tenga ese origen. Reciben habitualmente préstamos de dinero por el valor inmobiliario del bien y la rentabilidad empresarial del mismo no logra el ingreso que permitiría el pago de lo adeudado.

¿No fue objeto José Batlle y Ordóñez por parte de esos sectores, también, de las más severas críticas a las que se unieron los grandes propietarios urbanos de Montevideo, conformando una coalición política que logra finalmente vencerlo en su política institucional en julio de 1916? Y esas doctrinas en cuyo nombre lo combatían, en qué se diferencian de las actuales? Utilizan idénticos argumentos, dicen defender la misma “modernidad”, son apologéticos de los mismos intereses.

Una cosa, sin embargo, los distingue en la actualidad. Ahora insisten en el incentivo a probadamente retrógrados sectores y en atarnos a nuestros vecinos para apuntarlos aun más, en nombre – no faltaba más - del interés nacional.

¿No se percibió que una de las razones de los fracasos de nuestra industrialización fue su “copamiento” por esos grupos que veían en el lucro fácil y sin esfuerzo el motivo de la existencia de esa actividad? Problema que se agrava, mucho después, cuando la política de sustitución de importaciones. Aquí hubo muy pocos industriales y menos aún fueron los interesados en el aporte tecnológico para el incremento de la producción y su mejora de competitividad.

En resguardo de su consustancial e histórica ineficiencia dichas “colinas” privadas – muchas veces meros jerarcas de la representación de no menos voraces intereses extranjeros, como lo señaló José Batlle y Ordóñez y ya antes lo observara Julio Herrera y Obes – siempre culparon al gobierno cada vez que no veían saciada su extraordinaria codicia. ¿Contra quiénes fue la lucha del Batllismo y qué argumentos usaban aquellos en su defensa? Todo parece más de lo mismo.

Nada tiene que ver con lo que vivimos la culpabilidad etiquetada como “costo Uruguay” con la que se intenta explicar, además, desde el inhumanismo propio de todo dogma, nuestro rezago económico[45].

Nunca refieren, quienes argumentan desde ese punto de vista sin tomar en cuenta nuestros antecedentes en la materia - lo repetimos -, a la prioridad dada al sistema financiero, transformado en un extraño capitalismo sin riesgo, manifestada en la rentabilidad asegurada para los dineros administrados, su reducida participación impositiva y la eliminación de vicisitudes que normalmente supone dicha actividad, para todo aquél que no sea un desprevenido ahorrista.

Como no tuvo nada que ver nuestro Estado y su supuesta “gordura[46]” en las crisis actuales de Argentina y Brasil... Es más, recibían sus gobiernos el sincero y enfático aplauso de todos los supuestos modernizadores cuando aquellos emprendieron la ruta que los conducía festinadamente al abismo. A hacer tiempo hasta no tener nada de qué ocuparse.

El Estado uruguayo cuenta todavía en su seno con personal de indudable valía. Que vivan en el desincentivo es otra cosa, como también lo es que no tengamos un mediano estado de bienestar que permita eliminar la condición de seguro de paro que la actividad pública desempeñó en diversos casos, como sustituto de una solidaridad que debía ser sistémica.

Sin embargo, abusando de una falsa oposición se habla del Estado en contraposición del sector privado – reclamándose la reforma de aquél y nunca la de éste último, como si fuera ejemplar. Pero esto no es de ahora. Viene la demanda desde muy atrás – vieja de más de 110 años por lo menos, cuando el Estado era casi inexistente y las crisis mostraban quienes eran sus responsables.

Los magros ingresos por la actividad productiva real del país es la clave y se viene sosteniendo desde hace tanto tiempo como el que se ignora... Para desarrollarla se necesita una orientación política consistente y continua, disponibilidad de dinero a tasas de interés razonables, acordes a una razonable rentabilidad y plazos que sean admitidos por la realidad, y mercados de demanda con alto poder adquisitivo. Y estos no son los del barrio. Por lo menos no existen allí con exclusividad .... Y esto lo sabe bien Chile, por ejemplo, que ha comprendido que su participación internacional no debe ser resultado de amores o de odios, de pasiones más o menos coyunturales, ni aceptación incondicional de residuales espacios de actuación en el mundo. Sostiene en ese ámbito, sin ideológicos y circunstanciales frenos ni aceleradores, la defensa de sus intereses económicos en diversas direcciones comerciales, logrando darle un sentido actual a su independencia, no encerrándose en bloques, ofreciéndoles con un proceder de esa naturaleza la predominancia a su antigua y desacomodada acepción, heredera de la Guerra Fría, de la cual es su natural y viejo descendiente la nueva Unión Europea[47]. Y algunas fuertes aspiraciones en política exterior que sigue la cancillería brasileña desde el golpe de estado militar[48] y, después, su visualización de México como un competidor en el área[49].

 

* * *

 

Por nuestra parte, en el “costo país” el primero a ser señalado es el que representan la actuación de nuestras elites, cuya siempre alegre acogida al error es su único apagado fulgor.

Creemos que tanto la relación con los países vecinos – en particular la Argentina -, como algunas características del régimen político uruguayo – en que una democracia amplia y sólida es el más notorio ausente[50] - están en la raíz de la profunda depresión que sufre el país – que no ha hecho más que acentuarse y cuyos inicios pueden ser ubicados al menos en 1997 -, ya como causa directa, ya mediata. Al igual que de lo que ocurre precisamente en nuestros mercosurianos socios. La convergencia con ellos se ha dado precisamente cuando sus cúpulas se han visto emparentadas por la ineficacia.

En ese sentido, son de recordar, fundamentalmente, tres grandes crisis vividas por la república: las que se manifiesta en 1868, la de 1890 y la que lo hace en 1913 – encabezado el gobierno por Lorenzo Batlle en el primer caso, el segundo por Julio Herrera y Obes y el último por José Batlle y Ordóñez. En ellas, a nuestro modo de ver, el juego de los consignados factores actúa de manera decisiva.

Como además se verá que muchas de las medidas resueltas entonces y reproducidas ahora vieron probadas su ineptitud cuando las dos primeras y significaron una fuerte profundización de los problemas, del mismo modo que diversas resoluciones acertadas adoptadas en aquellos años, hoy han sido olvidadas. El plano inclinado no tuvo un comienzo reciente. Conoció, sí, ilustrativos paréntesis que son hoy desdeñados.

Sorprende la escasa importancia que nuestras cúspides políticas les han dado a aquellas crisis, a sus causas, a los acontecimientos vividos y a algunas conductas desarrolladas en esa época. Se comportan nuestros “círculos de poder” actualmente como si fueran una variante colectiva de Pierre Menard, el personaje del primer cuento de Jorge Luis Borges, que “dedicó sus escrúpulos y vigilas a repetir en un idioma ajeno un libro preexistente”.

Pero no ocurrió siempre lo mismo. Ha sucedido cuando existe ese funcionamiento cupular – en nuestro país y en los vecinos - , que impide la posibilidad que la gente se informe, opine y se pronuncie. Un quehacer por el cual esa singular colina encierra su entorno. Es lo que José Batlle y Ordóñez llamó “la política de círculo, para el círculo y por el círculo”.

¿No es un proceder diferente al actual el indicado cuando se expresa lo que sigue? (...) ¿De dónde salen estas doctrinas, estas creencias?... Si se tratara de gente sin preparación científica, lo sabríamos. (....) Pero tratándose de espíritus cultos, que pueden comparar los hechos que se han producido en un momento poco feliz de nuestra historia económica y financiera, con los que se han producido y se producen en todos los tiempos, en éste y en otros países, - no lo sabemos.

(....)

Entre Seyla y Caribidis[51], como si dijéramos. Por una parte, capitalistas brasileros, venidos del país en que está ahora en auge el delirio de las especulaciones bursátiles, a propósito, para vincularnos a la crisis brasilera, como nos vincularon a la crisis argentina los que vinieron de la opuesta orilla del río a fundar nuestro primer banco. –Por otra parte capitalistas nacionales, sí, pero de esos acostumbrados a no ofrecer dinero sino a quien no lo necesita. Esto es: por un lado las especulaciones a lo Reus, en perspectiva; por otro el sistema alentador y progresista del Banco Comercial! Y para impedir los grandes extravíos en uno o en otro sentido, la influencia del Estado reducida a cero.[52]

 

* * *

 

El camino de solución pasa, necesariamente, por una revitalización de los partidos políticos – en los que la callada extinción incluso del mero intercambio de ideas en sus órganos soberanos de decisión colectiva aparece como una nueva y curiosa vía de comunicación -, la creación de ámbitos de concertación social[53], la defensa del interés de todos, de una apuesta severa a la inversión tecnológica que permita la construcción de un aparato productivo a la altura de los tiempos[54] y la concreción de la demasiado demorada reestructura de nuestro servicio exterior, con la precedente e inevitable revisión de nuestra política internacional[55].

La historia de ésta última es de un largo y ágil encogimiento: pasamos de tener voz respetada y participación reclamada en el ámbito mundial a concentrar nuestros esfuerzos en el escenario latinoamericano[56] – que no ha dejado de ser siempre algo a edificar, es decir, una constante desilusión -, para reducirlos rápidamente a la subregión y luego a mantenerlos activos sólo con los vecinos fronterizos a los cuales les entregamos, además y de inmediato, lo sustancial de los aspectos resolutivos de la relación[57]. No percibieron que éste final y la aceptación de la declaración de independencia de nuestro país que originalmente realizaron aquellos, en 1828, son antónimos.

Pero esa política concentradamente barrial también es errónea: Nos llevamos mal tanto con el gobierno del Brasil como con el argentino. Se ha logrado casi un imposible. Con el primero – sólo para recordar nuestra última “gaffe” – al boicotear su programada reunión de jefes de Estado de Sudamérica[58]. Con el segundo, sometiendo nuestros intereses generales al de un sector[59]. Todo ello después de disputarse nuestras cúpulas una alineación con la Argentina en de la cual se llegó a hablar con ocultada nostalgia – tal vez por un impulso de brutal ferocidad integradora – del virreinato del Río de la Plata.

 

* * *

 

Todos caminos, los reclamados, recorridos con éxito por las denominadas democracias difíciles.

Este ensayo señala la lenta y firme declinación de una elite – en una acepción que refiere más al modo de actuar colectivo que a sus protagonistas mismos - que se encuentra en el poder político y económico – directa o indirectamente - desde hace varias décadas y que atraviesa todos los partidos políticos y los grupos de presión. Así como destaca la inviabilidad de orientaciones que mantengan al ciudadano alejado de la posibilidad de acceso a la información del proceso de adopción de decisiones públicas y de la posibilidad de ejercicio de lo que suponen sus variadas ciudadanías, en lugar de verse restringidas a una sola: la espaciada homologación electoral de las autoridades públicas.

Marzo de 2003

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS

 

 

 

 

[1] Empleo el término en sede de sugerencia no taxativa, y no como causalidad necesaria. En éste último aspecto, los rangos que surgen y en muchos casos se explicitan en el transcurso del trabajo no revisten, en consecuencia, la condición de suficiente. Aún cuando “se acerca” a ella la incidencia de la política exterior de Estado al enmarcar los márgenes de acción gubernativa política también en el área interna de actuación.

[2] El término cúpula política la entiendo como la reunión de los líderes partidarios, que actúa como una suerte de colegiado informal, que cuenta con mayor legitimidad política (en términos, por lo menos, de apoyos en la opinión pública) que los propios órganos representativos del Estado. La participación formal, orgánica en términos partidarios, de la ciudadanía en la adopción de políticas públicas es prácticamente nula. Por otra parte, a sus integrantes no sólo les causaría asombro sino que impedirían la posibilidad de existir diferencias en sus posiciones.

Por lo dicho, no supone nuestra postura afiliarnos a una interpretación que implique la “plena autonomía de la política” interna, aunque dicho aislamiento pueda haberse dado en algunos momentos del acontecer a que referimos y haber adoptado en otros o en ellos mismos una cierta relatividad manifestada a través de un silencio cómplice, constituyendo lo que he llamado una suerte de “omertá”, por la carga negativa implícita en ese término.

En este último sentido, la influencia directriz sostenida por Julio Herrera y Obes sería su ejemplo más claro.

Asimismo, sería desconocer la fuerte influencia de los grupos de interés, que “llenan” el vacío de actuación partidaria.

Asimismo, no desconocemos que la complejización de la sociedad incluye una ampliación por lo menos simple del perímetro de las élites.

Por otra parte, el que la democracia sea hoy día más amplia, más profunda, que la existente cuando, por ejemplo, la crisis de 1890 no significa que ello necesariamente resulte relevante para el funcionamiento de la cúpulas del poder, en torno a las cuales han crecido cuantitativamente las élites.

En consecuencia, no es el tema de la representatividad implícita en el núcleo de la democracia moderna lo que se encuentra en discusión sino el modo que ella se instrumenta.

Nos ocupa, pues, el funcionamiento cupular y su relativo, y por lo tanto, perjudicial aislamiento.

[3] Los grupos de presión se desenvuelven en una situación de “afavelamiento”, en una circunstancia no reglada, con lo cual se habilita la existencia de un “estado de naturaleza“ (no en el sentido hobbesiano en el que “el hombre es el lobo del hombre” y sólo un Estado absolutista en que se sumiría el ser humano es el camino a recorrer), en el que un darwinismo social se ve facilitado por las políticas económicas implementadas y el no funcionamiento de los partidos políticos. Actuación que parece común en el área del Mercosur. En dicha situación se ven favorecidos aquellos que “parasitan” el poder – en perjuicio directo de la población - y son “parasitados” por éste en los períodos electorales, en daño directo a los ciudadanos. Muchas inexplicables medidas gubernamentales tienen una subterránea aclaración por éste corporativismo informal, en ocasiones clandestino. Otras, se explican por ello.

Se procede contrariamente a como es el caso de Noruega o Austria, por citar algunos ejemplos de países centrales, jugando en nuestro favor la relativización que ha alcanzado el término dada la posición hegemónica en que se encuentran los EE.UU. en el mundo actual.

Sería, el de éstos, el llamado corporativismo plural. Es decir, aquél que "tiene una cierta espontaneidad en su origen, que no responde totalmente a un diseño realizado desde el poder, coexiste con una concepción pluralista y conflictivista de la sociedad que no puede reducirse a una totalidad armónicamente integrada. Solo abarca - en esta acepción - una parte de las relaciones sociales, políticas y económicas y enlaza con un sistema de representación parlamentaria que guarda una estrecha congruencia con los principios políticos del pluralismo lineal. .. el corporativismo moderno (es llamado) "pluralista" en contraste con el "estatal", que definiría mejor al antiguo". (M. Pérez Yruela y S. Giner Corporatismo: el estado de la cuestión en Revista Española de Investigación Social. Centro de Investigaciones Sociológicas Nro. 31).

[4] El concepto de Estado empleado no involucra en la ocasión sino las consecuencias de la adopción de políticas por las cúpulas políticas, más o menos ampliada por integrantes de otras élites, cuya representatividad no obedece a un formato corporativo formal de las orientaciones públicas en la materia. Es decir, Estado sería en ésta acepción aquello que está por encima de los gobiernos.

[5] Oficialmente el término “política exterior de Estado” parece referir – por lo menos en nuestro país - a un conjunto de objetivos comunes de las fuerzas políticas del país en la relación externa del país, dejando de lado la estrategia y la táctica que las deberían, si no implementar, por lo menos ejecutar. Una manifestación de esto que señalamos es que no hubo una reestructura, consensuada entre todos los partidos políticos, de nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores.

De cualquier modo, el concepto significa un acuerdo de las cúpulas en el que queda desplazada la participación de la ciudadanía. Sería lo que no es discutido, ni discutible por ésta.

[6] Es de consignar el número de instrumentos autoritarios del régimen político de los que son apenas ejemplos, el delito de desacato por ofensas, la imposibilidad legal de críticas a jefes de Estado extranjeros, la alarma pública, y otros “tipos” que se agregan al amplio arbitrio que puede ejercerse desde el poder al socaire de la ausencia del libre acceso a la información de interés público y la ausencia de funcionamiento democrático real de los partidos políticos. Ello sin considerar la inversión de la carga de prueba que supone la vida cotidiana de los uruguayos: desde el cuidado de algunos bienes de empresas públicas, supuestamente puestos a su cargo, hasta el “cajón de sastre” de nuestro ordenamiento jurídico. De todo esto nos hemos ocupado reiteradamente, en diversas ocasiones.

[7] Se podría decir, para contrariar esta opinión que las reuniones de la Convención Colorada nunca contaron un importante número de asistentes, o que las elecciones internas en el Batllismo en alguna de sus épocas de justificado “hervor” no contaron con una concurrencia relevante. Y ambas observaciones, si bien son ciertas, lo son de otras razones diferentes que a la imposibilidad práctica de poder llevarse a cabo, que es lo que señalamos en la actualidad. Por ejemplo, la consecuencia de ello no era que se saltease el Batllismo su condición de agregador de intereses, sino precisamente porque lo estaba haciendo. Ni porque su dirigencia no representara la opinión de sus simpatizantes, porque lo hacía. De dónde surgen estas afirmaciones? De los hechos y de las posibilidades de actuación que existían.

[8] Alrededor de 20 son las tendencias internas del PT. Entre ellas, tres – Articulação (a la cual pertenece el presidente Lula y está conformada por comunidades de base de la Iglesia católica), Unidade na Luta y Democracia Radical – se han coaligado para formar el denominado Campo Mayoritário.

Entre las contestatarias se encuentra Democracia Socialista. Ésta es una corriente trotskista, con fuerte implantación en el sur del Brasil, a la cual pertenece el ministro de la Reforma Agraria, el “gaúcho” Miguel Rosseto. Su representante parlamentaria más expresiva es la senadora por el Estado de Alagoas, Heloisa Helena. Esta tendencia, sin embargo, dado algunos antecedentes de un radicalismo que no ha ido más allá que el verbal, es probable que dé lugar a posiciones que no respeten el “centralismo democrático” que se encuentra en el corazón organizativo del PT, heredero también del margen de actuación que la dictadura militar permitió a la acción sindical de “fábrica por fábrica”, para asegurar el ahogo del movimiento gremial “trabalhista”.

Se opone expresamente a este modelo “leninista” de actuación partidaria el Movimiento PT, que lidera el senador por el Distrito Federal, Eurípedes Camargo e integra el ex intendente de Porto Alegre y actual secretario coordinador del Consejo Económico y Social, Tarso Genro.

Asimismo, entre los grupos radicales se destacan Corrente Socialista dos Trabalhadores y Movimento Esquerda Socialista. Cerca de ellos se encuentran , Força Socialista – de orientación marxista -, Refaçendo y Articulação de Esquerda (una disidencia de Articulação que últimamente parece querer volver a sus orígenes)..

El acceso del PT al gobierno y el resultado del “troca-troca” ha ofrecido, por ahora, una holgada posición parlamentaria al presidente Lula.

Se denomina popularmente “troca-troca” al movimiento de cambio de partido, protagonizado por legisladores que negocian posiciones políticas por aumentar con su afiliación - a otra colectividad política distinta a la que lo eligió en el cargo - los minutos de publicidad gratuitos en los medios de comunicación audiovisuales, que se establecen a los partidos políticos al inicio de cada período de gobierno. Estos espacios publicitarios gratuitos serán inmediatamente de gran utilidad dada la próxima elección municipal.

[9] En 1953, en Irán, dio comienzo una actividad de intervención en gobiernos que ofrecían, aunque fuere, leves sospechas de no estar alineados en la concepción del Bien que sostenía Washington. Dicho proceso se puede decir que culminó en 1973 en Chile, luego de instalarse en 1954 en Latinoamérica, con lo cometido contra Guatemala. Diez años después participan diligentemente en Sudamérica, contribuyendo en forma decisiva en la caída del régimen constitucional brasileño.

[10] La guerra en Irak representa, en términos contemporáneos, un salto cualitativo importante en la política exterior estadounidense ya que la instala en el escenario europeo pre Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941, un domingo de mañana), en la lógica del poder militar. Por ese entonces los EE.UU se podría decir que sostenían una visión idealizada y aislacionista de las relaciones Norte-Norte.

Por ese entonces, la orientación buscaba – con suerte variada - concretar un ordenamiento jurídico internacional y el desarrollo de instituciones que pudieran hacerlo posible.

Era Europa – o los principales países europeos - la que se negaba a someterse a una organización del mundo de ese carácter.

En la actualidad, la democratización de la guerra – es decir, el que cualquier grupo pueda ocasionar conflictos con daños físicos y humanos considerables - demostró la vulnerabilidad de los EE.UU. (murió más gente inocente el repugnante martes negro del 11 de setiembre de 2001 que en aquél trágico día de 1941) pero en la oportunidad por los procedimientos que ellos mismos también emplearon durante la Guerra Fría: el terrorismo. En lo sustancial en la relación Norte-Sur.

De todas maneras, los EE.UU. parecen creer que continúan defendiendo los valores de la libertad sin querer cobrar conciencia pública que ella sólo es posible en el respeto a las normas jurídicas. Y esto se sabe, al menos, desde Cicerón.

La administración Bush logró un excepcional consenso contra su política externa integrado por significativos países del Norte y los históricamente relegados del Sur, sin la destemplanza que caracterizó y caracteriza a muchos de estos últimos.

Es de tener presente que la invasión a Irak fue llevada bajo la bendición de Dios (“God Bless You” y “God Bless America”) pero contra la opinión emitida por las autoridades de importantes iglesias, y en nombre de la Ley mientras se violaba flagrantemente el ordenamiento jurídico internacional.

Es posible pensar que la Cruzada por el Bien de Bush creará un campo de confrontación interno tan importante como el que podría derivarse fuera, por las contrdicciones entre su conducta y su pensamiento público.

El retorno a casi un estado de naturaleza en las relaciones internacionales no parecería ser el mejor ámbito para el mantenimiento de la imagen que los EE.UU. tienen de sí mismos y de sus “padres fundadores”.

Asimismo, el escaso éxito en la “democratización de la guerra” conspira contra la nueva doctrina de la Casa Blanca. Son ejemplos de ello, lo ocurrido en Afganistán, dónde no se cumplió el principal objetivo, por lo menos así publicitado: la captura de Osama Bin Laden, y en el propio Irak, en el que difícilmente encuentren las armas biológicas buscadas.

Entre los perjuicios propios que ya han sufrido los EE.UU. es de subrayar el deterioro de la libertad de información del pueblo estadounidense, la cual, si bien conocía de limitaciones trascendentes, guardaba algunas formas de presentación pública que hacía constructiva por lo menos su reiterada invocación y algunos casos significativos de ejercicio de la misma.

Acentúa la actual política exterior una faceta histórica de la misma: la que llevó a George Clemenceau (1841-1929) a señalar que “tienen un Dios aparte los niños, los borrachos y los Estados Unidos de América”. Este carácter se ha ampliado de modo tal que es imposible distinguir los ahora lejanos límites de eventuales certidumbre.

No creemos que la política sostenida por George Bush jr. tenga vocación de permanencia. Sin embargo, es difícil imaginar hoy los escenarios de su finalización y la forma en que ocurrirá. Ello, fundamentalmente, no por el “choque de civilizaciones” sino por la moderna edición de una pugna por el poder en el mundo de las ideas de la civilización occidental.

[11] Lo cual no obsta que pueda ser parte de un objetivo de política comercial al ampliar nuestros horizontes, como es el caso de la conducta externa de Chile que cerraría próximamente el primer acuerdo de libre comercio que el Japón ha realizado en toda su historia.

[12] Se precipitó la crisis mexicana de 1994-1995 – en lo que nos interesa señalar ahora - por la dependencia de su economía al capital externo – cuya volatilidad no fue prevista o si lo fue no se la consideró relevante - y a la privatizaciones bancarias realizadas de manera tan descontrolada como la propia actuación posterior del sistema financiero.

[13] Carta de fecha 10 de noviembre de 1812. de Strangford a Castlereagh, Britain and the independence of Latin America, 1812-1830; select documents from the Foreign Office Archives. Edited by C. K. Webster. Instituto Ibero-Americano de Gran Bretaña. 1938.

[14] A finales del año 1993 y en la provincia de Mendoza, la asesora del entonces presidente Clinton (1993-2001) en visita oficial a la Argentina, Sally Sheldon, sostuvo que los capitales de largo plazo del mundo no estaban invirtiendo en ese país.

Señaló en la ocasión, asimismo, que en EE.UU existía un reverdecimiento de la política proteccionista y que "las privatizaciones de empresas públicas americanas no están ni siquiera en la agenda política de la Administración Clinton".

Subrayó también que - fuera de los capitales especulativos, los cuales serían los únicos que estaban aprovechando las políticas implementadas por Menem y Cavalho - las inversiones de largo plazo estaban orientadas hacia China y Corea del Sur.

La dependencia de Argentina al ingreso de capitales era ya muy alta. Para 1993 se estimaba oficialmente un déficit en cuenta corriente del balance de pagos próximo a U$S 5.800 millones.

Ocurría que buena parte del ingreso de capitales del año 1993 - casi U$S 3.000 millones - debió afectarse a constituir las garantías del Plan Brady, de reestructuración de la deuda externa.

[15] En julio de 1998, el actual presidente Lula señalaba que su país llevaba ya “casi cuatro años de recesión”. Poco tiempo después no solamente se confirmaba el hecho sino que además se confirmaba que en esos años se concretaba una nueva migración interna: de las grandes ciudades al interior.

[16] “Semanas atrás, desde estas mismas columnas de EL DIARIO – se decía el 19 de noviembre de 1997 y bajo el título, A la espera del efecto “samba” - , el Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson señalaba la especial encrucijada en que se encuentra la actual globalización y hacía votos porque Brasil no fuera alcanzado por las vicisitudes monetarias de los países asiáticos, que pasaron en unos días de ser considerados tigres a comportarse más vecinos a la fortaleza del gato.

El origen del Plan de Estabilización, debemos recordarlo, tuvo dos vertientes: una electoral, que fue la predominante y otra económica.

Previamente a su inauguración, la inflación alcanzó límites que no conocía de antecedentes en Brasil lo cual ocurrió durante la gestión como ministro de Hacienda del actual presidente Cardoso, empujada por importantes aumentos en las tarifas públicas. Paralelamente a ello, se estableció un índice de ajuste inflacionario que luego pasó a denominarse Real dándole nombre a la nueva moneda, unas semanas antes de los comicios.

El colchón de reservas logrado por el incremento de la actividad exportadora alentada por devaluaciones y el nivel de circulante en poder del Estado derivado de sustanciales aumentos de tarifas, constituyeron la base del nuevo plan.

Las medidas no fueron acompañadas por una reducción significativa del gasto público, ni por una política de incentivo a la producción no especulativa o genuinamente competitiva.

La apuesta quedaba hecha a una fuerte política de privatizaciones que le permitiera al gobierno compensar lo primero y asegurara el mantenimiento de recursos gubernamentales. Y al previsible sustancial ingreso de capital que se da en el comienzo de la ejecución de estos modelos.

El Plan de Estabilización iba detrás del Plan de Convertibilidad argentino, con una corrección para nada irrelevante: la autoridad monetaria brasileña se reservaba el manejo de la política cambiaria.

Ahora bien: se alcanzó el fin electoral buscado, se transformó en moneda un índice y se fomentó una burbuja consumidora.

Dicha explosión de consumo, que reiteraba lo ocurrido con los anteriores Planes Cruzado y Primavera, se miró también como una manifestación positiva del modelo, en lugar de verse la limitación que mostraba: ¿A cuenta de qué se gastaba?

El mercado, se sabe, no siempre se comporta con racionalidad. Pero en ocasiones sí lo hace.

La falta de credibilidad del Plan de Estabilización se apoyaba, precisamente, en el mantenimiento de las características de su nacimiento.

Se coincidirá que un Plan pensado para alcanzar un triunfo electoral con pocos meses de preparación, debe conocer a posteriori los ajustes que debieron realizarse antes y que se evitaron por razones de oportunidad. Pero luego, no resultó sencilla de implementar la política de privatizaciones y tampoco se realizó una reducción del gasto.

En la actualidad, lo sustancial del "frente de baterías" dispuesto incluyó, de algún modo desde que ocurrió en una segunda explosión de la crisis, la pérdida de reservas (el 20% en pocas horas), la duplicación de la tasa de interés y la promesa de una sustancial reducción del gasto público a ser realizado en año electoral.

Considerar importante el aprovechamiento del cambio de nominación de la tasa estadística argentina - vetada por la organización mundial de comercio -, nos parece excesivo. Ese 3% de aumento arancelario, del cual quedamos circunstancialmente exonerados, no tiene trascendencia.

Se convendrá asimismo, que resultará difícil a un gobierno, que además pretende reelegirse, llevar adelante recortes significativos de su gasto. Más allá de la consideración que el propio recorte involucra.

Del mismo modo, no vemos claro el aumento de la presión fiscal por requerir la aprobación del Congreso. Aquí, como se sabe, los extraños partidos políticos brasileños que lo integran se ven también acotados por el peso de las bancadas de los gobernadores, las cuales también actúan de cara a la abierta posibilidad reeleccionista.

Lo vivido por Argentina hace un tiempo atrás, las vicisitudes que atraviesa Brasil y las que puede atravesar - ojalá que no - nos imponen una diversificación de nuestras ventas al exterior.

Reducir, en suma, los costos negativos de esto que aparece como la última ideologización del siglo: la integración subregional.

Esto es, profundizar las relaciones con países que nos aseguren la estabilidad de su mercado.

Por ejemplo, debe profundizarse la fluidez comercial con los EE.UU. superando eventuales desencuentros en las relaciones bilaterales

El caso europeo, tal vez sea más complejo dado la apuesta al Mercosur como bloque que realiza la Comunidad Económica como parte de su estrategia contra la política exterior estadounidense en el área latinoamericana.

Pero esta tarea debe ser asumida de inmediato, antes que este “samba” económico norteño nos alcance. Cosa que ocurrirá mas tarde o más temprano, en los cruces de la realidad financiera y la electoral.”

Y algún tiempo después, con el título ¿De qué se habla? El Diario señalaba, el 23 de julio de 1998:

“Mientras aquí en Montevideo se divulgaban nuevos inconvenientes en el relacionamiento de los países del Mercosur, el presidente Julio María Sanguinetti en Madrid reiteraba lo señalado durante su visita a Lisboa: el proteccionismo agrícola de la Unión Europea, que interfiere severamente con el libre comercio en beneficio de una producción europea cara, en perjuicio de sus propios consumidores y de nuestros productores. Y así debe ser considerado, más allá de la controvertida resolución de la Comisión Europea de este miércoles, en aplicación del acuerdo firmado en Madrid en 1995.

Un punto esencial del mundo actual, como es el comercio internacional muestra a las claras la vaguedad conceptual y los grises perfiles de esa extendida afirmación de la globalización que caracterizaría el acontecer de nuestros días.

Mejor aun, esas situaciones denunciadas permiten circunscribir el fenómeno de la globalización moderna al ámbito de lo financiero y a la circulación de informaciones, fundamentalmente a la divulgación de imágenes.

Pero habilita asimismo a refrescar la desconfianza hacia ese mundo del liberalismo económico, que se dice campea por los campos del presente. Y autoriza a reducir las observaciones que en ese sentido formulan cada tanto los euro-burócratas o los merco-optimistas, al espacio de sus papeles, informes y eventualmente al de sus necesariamente estridentes aspiraciones.

Asimismo, los problemas que se replantean en el seno del Mercosur nos recuerdan los obstáculos que hemos comprado en aras de un crecimiento eficiente al abandonar el camino que en lo comercial inauguraron acuerdos como los del Protocolo de Expansión Comercial (PEC) con Brasil.

No nos quedan claras las ventajas que hemos obtenido al sumar esos dos esfuerzos integradores y si se nos manifiesta una consulta ciudadana que el Uruguay tiene pendiente.

En esta hora en que, por la crisis de representación política que se vive, se multiplican los recursos de la democracia directa, aún nos debemos los uruguayos un debate sobre la integración zonal y una resolución al respecto que nos involucre realmente a todos.

Hubo una débil y tangencial posibilidad de formularla cuando la discusión sobre el Marco Regulatorio pero no lo quisieron así los impugnadores de la ley.

Lo cierto es que, remitiéndonos a imágenes de situaciones europeas, algún día tendremos que decidir nacionalmente si aspiramos a ser la Bélgica del Mercosur, la Dinamarca o el Reino Unido. Todos partes de la Unión Europea pero a niveles y velocidades distintas.

No es posible planificar, generar esperanzas o pretender asentar optimismos en la indefinición de puntos cruciales o en el desconocimiento que algunas de las situaciones creadas tienen validez solamente en el papel o en el exclusivo y gelatinoso eje argentino-brasileño.

En lo que hace a nuestro país, de la mentada e inasible globalización parecería que solamente tenemos noticias cuando pasa por nuestros vecinos y si estas son negativas.

Lo hemos dicho y lo mantenemos: el Mercosur carecerá por completo de sentido positivo para nuestro país si no privilegiamos nuestro relacionamiento con estados claves brasileños y con Buenos Aires. Y esto último es un reto difícil de vencer, de acuerdo a los padrones históricos que nos pueden servir de referencia.

Por ello valoramos las visitas al exterior (de la región) que viene realizando el ministro de Economía Luis Mosca que reafirma con su presencia la labor y el interés que referimos.

No debemos olvidar que la autonomía que tienen los estados brasileños los convierten en actores principales, insustituibles por el plano federal, en el momento de negociaciones concretas sobre el comercio de bienes y servicios.

En resumen: Si globalización significa inmediatez de causas y efectos, provocado por el levantamiento de barreras, no creemos que tenga noticia de ello con la velocidad que el término presupone, el relacionamiento comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. Si por integración se entiende que se comprendan y atiendan consecuentemente los núcleos de interés comercial que aseguren la estabilidad económica del conjunto, pero generados a partir del propio proceso integrador, es menester plantearlo de ese modo y establecer las garantías convenientes que aseguren el fin perseguido en la asociación zonal, porque nuestros socios parecen tener otra interpretación: el beneficio nacional de ellos mismos, en clara y cara exclusividad.”

Y cuando la visita a Montevideo del ministro de Hacienda brasileño Pedro Malán, el 20 de agosto de 1998 El Diario insistía, bajo el título “ Ojalá sea cierto, pero”:

“Durante su breve visita a nuestro país, el ministro de Hacienda del gobierno brasileño Pedro Malán, ha insistido en cuanto oportunidad tuvo a su alcance, en divulgar la voluntad del gobierno que integra de mantener el Plan de Estabilidad que convirtió, poco más de cuatro años atrás, un índice económico en una moneda: el real.

No está demás recordar que nuestra dependencia a la economía brasileña - la de todos los restantes países del Mercosur - es sensiblemente mayor a la que el propio Brasil mantiene con sus socios. Es una relación contundentemente asimétrica.

Es de tener en cuenta que la marcha de la economía norteña presenta agujeros negros que deben preocupar seriamente, más allá de reconocer la voluntad del gobierno del presidente Cardoso de trabajar en beneficio del conjunto subregional.

Se sabe que es difícil acceder a datos auténticos de la economía norteña y de ella tenemos habitualmente referencia por las medidas que adopta Brasilia. Se reconocen así las dificultades que se presentan a los sectores productivos del Tratado de Asunción para la debida planificación de sus estrategias empresariales de mediano y largo plazo.

No obstante esa opacidad, que parece consustancial al modelo económico que ha impuesto San Pablo, se ha divulgado que el déficit anualizado del sector público brasileño superó el 7% del Producto Bruto Interno y en lo que va del año llegó a la cifra de 6.5%. Siendo éste el porcentaje que el gobierno ha insistido en divulgar cuando cambió recientemente el modo de llevar sus cuentas.

A nadie le pasa desapercibido que si se alcanzaron esos niveles, preocupantes por sí mismos, antes que el presidente Cardoso llevara adelante su empuje electoral y el gasto correspondiente, los porcentajes definitivos superarán los índices, por ejemplo de Rusia, que se encuentra en el 10% de su PBI.

Asimismo, el gasto público se registra siempre con rezago, por lo cual no es arriesgado suponer que niveles análogos a los de la economía rusa ya se han alcanzado.

Las Bolsas de Río y San Pablo, que debieron conocer la intervención federal y la última de las cuales tuvo un descenso de un 7% en la última semana, son también indicadores de lo que venimos señalando.

Como lo son las subidas tasas de interés del dinero, muy superiores a las nuestras, que por cierto no son bajas.

Es necesario tener en cuenta, además, los altos niveles de desocupación, que no se reflejan en los datos oficiales, pero que sí se manifiestan con vehemencia desde las encuestas de opinión pública hasta en fuertes movilizaciones sociales en reclamo de trabajo.

Debe repararse que tanto en Brasil como en Argentina, la condición de desocupado no es siquiera comparable a la nuestra. Y nosotros bien sabemos qué cosa entendemos oficialmente por ello: aquél que haya hecho alguna "changa" en la última semana como prudentemente registraba la requisitoria censal que vivimos no hace mucho.

Saqueos de supermercados en el nordeste norteño, ocupación de campos por el Movimiento de los Sin Tierra en el sur son algunas de las pautas que nos dicen, al menos, que no todos los brasileños tienen la misma opinión que el gobierno sobre la marcha de las cosas.

Como tampoco aparece con claridad el objetivo de la apertura externa de la economía que se dice buscar, cuando surgen datos como los divulgados recientemente por la prensa paulista: Una computadora paga 30% de arancel y la comida para gatos sólo un 10%.

Profundizar en el relegamiento tecnológico no parece ser un camino de afirmación de la modernidad. Y menos el pretender imponerle también a sus socios, los resultados de esa industria de segunda. La polémica al respecto no es nueva. Como no es tampoco novedosa la orientación económica que se sigue. Basta observar los respaldos que recibe la actual conducción para reconocer los sectores tradicionales de apoyos de políticas oportunamente denunciadas por el propio Cardoso en sus tiempos casi "gramscianos".

Por si todo ello fuera poco - balanza comercial mediante - tengamos presente que el endeudamiento brasileño subió más de sesenta veces en lo que va desde la implementación del Plan Real hasta la fecha.

La situación nos obliga a recomendar una gran cautela - que nunca resultará excesiva - y una prudente administración del ministerial optimismo por parte de los productores nacionales que han orientado sus esfuerzos al mercado subregional.

Y a continuar apoyando al gobierno en su esfuerzo por diversificar nuestras exportaciones, el que se ha traducido en rebajas impositivas, aliento a las pequeñas y medianas empresas y baja sustancial de la inflación.

El pronóstico de la economía brasileña continua siendo de reservado, agravado ahora por las seguridades dadas por el ministro Malán que parece ganado por un voluntarismo que nunca ha tenido un final feliz. “

[17] La periodista y analista del diario Clarín, Isabel Bermúdez escribía unos días antes de la devaluación del real: “ ... ahora hay tanta preocupación en la Argentina por la evolución que tenga en 1999 el nivel de actividad en Brasil.

Es que en la actualidad, la Argentina envía a Brasil en promedio el 30% de sus exportaciones, pero en algunos rubros como petróleo supera el 40%, trepa a más del 70% en lácteos y alcanza al 90% en autos.

Ya en 1998 el "enfriamiento" de la actividad económica en Brasil tuvo una fuerte repercusión sobre la Argentina. Por primera vez, declinaron las exportaciones a Brasil y se espera que se reduzcan aún más en 1999, porque se prevé que la economía brasileña baje algunos puntos en su crecimiento. Por eso el cuarto aniversario del Mercosur encuentra a empresarios y especialistas haciendo números sobre la repercusión que podría tener sobre la Argentina la recesión brasileña.”

Y agregaba más adelante: “Los déficit fiscales de los cuatro países del Mercosur sumaron en 1998 unos 70.000 millones de dólares: el de Brasil es del 8% del PBI, equivalente a unos US$ 60.000 millones, y el de la Argentina, incluido los desajustes provinciales, según se admite en la nueva carta de intención al FMI, fue de US$ 20 millones.

La deuda interna brasileña supera los 300.000 millones de dólares, de los cuales el 45% vence entre 6 meses y un año. Después del acuerdo con el FMI, Brasil siguió perdiendo reservas. La deuda externa argentina es de 109.000 millones de dólares, pactada a mediano y largo plazo.

El déficit de la balanza de pagos de Brasil en 1998 fue de 35.000 millones, cifra que se repetiría para 1999. Y el de la Argentina, de 15.300 millones, un número que treparía a 17.500 millones en 1999. Esto significa que el Mercosur necesita recibir unos 55.000 millones de dólares en financiamiento externo, cuando las principales fuentes de préstamos son restrictivas por la crisis financiera internacional.

Ante esta situación, y para achicar su déficit comercial de más de 7.000 millones de dólares, Brasil comenzó a cortar las importaciones - incluso las provenientes de los demás países del Mercosur -, apelando a medidas paraarancelarias.

También Paraguay decidió implementar un impuesto a la importación, incluidas las provenientes de los demás países socios, lo que vulnera los principios y la letra del Tratado de Asunción que dio nacimiento al Mercosur y que establece la libre circulación de los bienes entre los países socios, sin aranceles ni impuestos.”

[18]José Ortega y Gasset. Calpe. Madrid 1921.

 

[19] El incorporarnos a un acuerdo de la naturaleza del Mercosur, como lo es el de la Unión Europea, permite adquirir a lo señalado por Ortega una nueva plenitud. Los Estados partes ven siempre acotadas sus actuaciones externas por los compromisos asumidos en el ámbito externo. En el caso, en el que se afecta tan vasta gama de actividades es que lo dicho por Ortega adquiere un carácter firme.

Asimismo, Es obvio que la creación de una política externa no supone una actuación en el “vacío”, sino tomar en cuenta también las diversas políticas exteriores de los otros Estados y las nuevas presencias que registra el ámbito mundial, como los organismos internacionales, las organizaciones no gubernamentales, etc.; hechos como es el caso de la globalización actual de bruscos y veloces cambios de dirección del flujo financiero; la ubicación de cada país en el escenario internacional en el momento de plantearse su orientación externa, sus propias capacidades, sus “nudos” de intereses, el “peso” del prejuicio ideológico en su elaboración y el reconocimiento más o menos pragmático del denominado “interés nacional”. A éste no lo miramos desde el puntos de vista de la escuela realista, ni tampoco como la implementada por Gran Bretaña (que llegaba, llega, a la defensa de sus habitantes cualquiera sea el lugar donde residan y, en particular de sus intereses personales y concretos...) y seguida por diversas potencias centrales en el siglo XIX.

El interés nacional además de la defensa de la soberanía y la viabilización de políticas internas – como ocurrió cuando se estrena el Batllismo en el gobierno - incluye (debe incluir) la defensa de los derechos humanos, la vigencia de la democracia, el bienestar de nuestros habitantes, el progreso del país. No colide pues con la política que en sede descriptiva ha tenido una cepalina recomendación: el regionalismo abierto. Pero éste difícilmente pasa de un reconocimiento de lo que los países hacen en sus políticas externas desde bloques más o menos firmemente constituidos. En este sentido, recordemos que el Mercosur, cuando no ha sido parte del problema de sus miembros, ha pretendido ser un instrumento, un medio de la realización de una más consistente política exterior. En particular, como ya dijimos, de Brasil.

 

[20] La posición contraria ha sido calificada adecuadamente por Luigi Bonante (Política internazionale e política interna: reciproche limitazioni, en Teoria e Analisi nelle relazioni internazionali. Il Mulino 1986) a partir de dos órdenes de razones: la primera, como ingenua o miope; la segunda, cargada de prejuicio o presbicia desde que piensa que la política interna determina a la externa. En esta última posición la política internacional sería una simple “emanación” del Estado que lo sería todo.

[21] Dice el Mensaje del Poder Ejecutivo: “Máxima expresión de este consenso nacional (¿?) fue el apoyo prestado al Gobierno por los principales líderes políticos reunidos el 31 de agosto de 1990, en el Edificio Libertad, sede de la Presidencia de la República.

En tal oportunidad, el Señor Presidente de la República Dr. Luis Alberto Lacalle Herrera, acompañado del Señor Vicepresidente Dr. Gonzalo Aguirre, recibieron a los señores Don Jorge Pacheco Areco, Dr. Julio María Sanguinetti, Dr. Jorge Batlle, senador Don Carlos Julio Pereyra, senador Dr. Pablo Millor, senador Dr. Hugo Batalla y Gral. (R) Líber Seregni quienes unánimemente se pronunciaron en favor de la formación del Mercado Común del Sur.

En la misma ocasión se decidió crear el Grupo Asesor Político, constituido por distinguidos especialistas que en representación de los mencionados dirigentes efectuó el seguimiento de toda la negociación.”

[22] En el portugués que se habla en Brasil el término “zona” significa, además, lugar “donde viven las rameras”.

[23] Un tema interesante para desarrollar es el de cuándo Uruguay perdió su sentido internacional, el que había venido desarrollando durante décadas. A mi modo de ver, ello va anejo a que de la obra realizada durante el período denominado batllista (1903-1929) no quedan sino algunos restos. El divorcio, por ejemplo. Dudamos que si éste instituto fuera presentado hoy, la actual cúpula colorada pusiera algún énfasis sobre el mismo.

Pero lo que hoy es llamado “consenso” es un eufemismo para denominar a la “desbatllestización” de las instituciones de la república y las orientaciones políticas que fueron consideradas modélicas, a las cuales se las contesta desde todos los partidos políticos del país, transversal y permanentemente, pero siempre sin hacerlo explícito.

[24] Al respecto traeremos a colación lo sostenido por el estudioso Arend Lijphart (Democracies. Yale 1984). Decían, por su parte algo que viene al caso, Celso Lafer y Felix Peña - citando a Robert Paul Wolff, The Poverty of Liberalism - en ARGENTINA E BRASIL no sistema das relaçoes internacionais. Livraria Duas Cidades 1973: .... são, na prática, responsáveis pela exclusão do sistema político de setores importantes da população, cujas reivindicaçoes não o atingem, fazendo com que o pluralismo ignore injusticias, tolere privilegios e nem sempre capte o interesse geral”

[25] Dicho Acuerdo de Complementación Económica fue el Nro. 16 y significó la renegociación de las preferencias comerciales otorgadas en el periodo 1962-1980 y otras materias, y fue suscrito el año 1991, sin inconveniente alguno. Del mismo modo, no fue afectado  el Acuerdo de Alcance Parcial Nº3, de renegociación de las preferencias otorgadas en el periodo 1962-1980) con Brasil, suscrito en 1983. El comercio exterior de Chile con Argentina y Brasil representaba – en 1990 - poco más de el 10% de sus transacciones externas. Con Argentina era del 3,9% del total y con Brasil, de un 6,6% del total. (Fuente: Banco Central de Chile).

[26] El Acuerdo de Complementación Nro. 17 fue suscrito en setiembre de 1991 y fue el primero de libre comercio en el marco de la Aladi. El Tratado de Libre Comercio Chile-México es de fecha 17 de abril de 1998.

[27] En realidad, la solicitud fue realizada para ingresar al acuerdo argentino-brasileño. Su participación fue denegada.

[28] Posteriormente negocia su ingreso al Nafta (1994), en su sigla inglesa. Y en la actualidad hizo un acuerdo comercial con EFTA. Pero difícilmente México pueda superar la extrema dependencia a la economía estadounidense que supuso su ingreso al acuerdo que los une. Y debido, más que nada, a las reglas de origen que garantiza su debilidad para la diversificación productiva.

[29] En lo que refiere a este trabajo el concepto de integración prioriza la aspiración de compensar la asimetría en la relación Norte - Sur. Es decir, la integración latinoamericana debería incluir, en los hechos, la búsqueda del equilibrio que - va de suyo – debe traducirse en el relacionamiento constructivo más amplio (por lo pronto y en lo que fuera posible, en la acción positiva Sur-Sur) e incluye a la gente de carne y hueso permanentemente discriminada. Una integración que haga efectiva la solidaridad como presupuesto ético de la convivencia, que es la primera lección que recibe el hombre por imperio de la naturaleza desde el momento mismo de su nacimiento: nadie viene al mundo por su sola cuenta.

[30] La integración latinoamericana se ha debatido, muchas veces sin percibirlo, entre ser un espacio consagrado a la mera emoción, una unión económica o política de sus partes – sin precisar y menos aún concretar los diversos grados y etapas que existen o pueden existir en ella –, una faz externa de un conjunto geográfico, o los resignados herederos sin beneficio de inventario de dominaciones distintas – la hispánica o la lusitana en lo que hace a lo político; la comercial o económica en lo que respecta a la presencia dominante en la región, por ejemplo, de Gran Bretaña o Francia.

Claro que hablar de integración respecto a la presencia política o militar española, sobre todo durante los últimos “austrias” sería una exageración y en lo que respecta a muchos “borbones” un vicio o una perversión del término.

[31] Refiere al grupo integrado por Juan Eduardo Azzini, Oscar López, Edison González Lapeyre,. Eduardo Ache,. Luis Barrios Tassano,. Ariel Davrieux, Alberto Bensión, Isidoro Hodara, Ramón Valdez Costa. Juan Antonio Remedi Silva, José Botta Rocatagliatta,. Juan Carlos Lourido,. Ramiro Núñez,. José Manuel Quijano, Jorge Notaro,. Celia Barbato y. Luis Macadar.

[32] Marcel Merle. Sociología de las relaciones internacionales. Alianza Universidad. 1986.

[33] J. Mackinder, J. Spykman, K. Haushofer, A.T. Mahan.

[34] Fulvio Attina. Geopolítica en Diccionario de Política – Norberto Bobbio/Nicola Matteucci. Siglo XXI de España Editores s.a. 1982

[35] Juan Ignacio García Peluffo. Una metodología en la formulación de la nueva agenda del MERCOSUR. 2003.

[36] Héctor Casanueva. Una cuestión de competitividad. Seminario “Dos puntas tiene el camino”” La Integración Física de Chile y el Cono Sur de América. Agosto 2002.

[37] Ver, por ejemplo, Rosario Green. La Diplomacia diversificadora y multilateral de México y Brasil en América Latina: Políticas Exteriores Comparadas. Compilador Juan Carlos Puig. Grupo Editor Latinoamericano. 1984. Sosteniendo allí lo que ya había expresado Green en Política Exterior Comparada: México y Brasil. Teoría y Práctica de la Política Exterior Latinoamericana. Editories Gerhard Drekonja K. Y Juan G. Tokatlian.FESCOL 1983.

[38] La red de acuerdos concretada por Chile privilegian los aspectos económicos – comerciales de su interés nacional, y claramente se distancia de un concepto geográfico como indicador de ruta de su política externa. Más del 30% del comercio exterior chileno es realizado con los países que integran la APEC – sigla inglesa para el mecanismo de cooperación económica Asia Pacífico, en el que la “vecindad” no es tomada en cuenta como elemento fundamental .....

[39] Sería inexacto marcar el inicio de dicho proceso en esos momentos. Baste recordar ahora que los “carritos de hurgadores” aparecieron en el país a mediados de 1983. Del mismo modo que en ese invierno ya se veía a gente durmiendo en las veredas del centro, tapadas con hojas de diarios. En el propio hall de entrada al diario El Día llegaba, noche a noche, gente a buscar refugio por la inclemencia del tiempo.

[40] No se trata, obviamente, de “inventar” hoy la penicilina.... Sí de sostener y habilitar todas nuestras posibilidades de profundizar la investigación científica cuyo principal hito fue la creación del instituto de biología, en 1927 merced a las oportunidades abiertas al talento y la dedicación de un hombre como Clemente Estable, y hoy sobrevive agónicamente gracias, casi con exclusividad, a sus funcionarios.

[41] De ahí la sorpresa del diplomático francés en época de la crisis de 18980 y que veremos en el desarrollo del trabajo.

[42] Lo cual motiva una extensa campaña política y periodística.

[43] Y no tomaban en cuenta que sus ventajas obedecían a ese hecho, como la derivación del problema de las tierras públicas y sus remotos orígenes.

[44] Por ejemplo, respecto a esto creemos que es necesario asegurarle al Legislativo una verdadera independencia técnica – en los estudios y asesoramientos que deben manejar los parlamentarios. Que es necesario, además, eliminar el Senado en tanto no significa su existencia competencias diferentes a las de la Cámara de Representantes, salvo en algunos casos puntuales y en ocasiones menores – más que nada por la poca importancia que le dan muchos de sus miembros, verbigracia las venias. Al respecto, no creemos que países como Dinamarca o Finlandia con sus unicameralismos sean menos democráticos que el nuestro. O la propia Gran Bretaña en la que la participación de la Cámara de los Lores es casi residual en su acontecer político, con vocación de ripio.

La objeción referida a que un nuevo examen parlamentario de un tema siempre es mejor, se soluciona fácilmente con una “segunda lectura” por la Cámara, así como la cuestión de las venias, lo puede hacer una comisión. Mi oposición a la iniciativa que planteó tiempo atrás el diputado nacionalista Alem García de reducción del número de legisladores la veía como carente de solución para l problema de eficiencia, eficacia y representatividad que tiene nuestro Parlamento. Y el ahorro económico que la sola reducción del número de parlamentarios implicaría es un tema demasiado menor para la gravedad que revisten los otros.

Con respecto a este tema de los “ahorros” es necesario tener en cuenta que se va contra los abusos. Esto es necesario para evitar que se embista contra los usos.

[45] Una curiosa insistencia de posiciones que conoce el país desde la época “principista” y que se reavivó antes de la segunda gran crisis que conoció el país, la de 1890. A partir de entonces se comprendió que el Estado no debía ser visto como enemigo. Fue expresión de esa visión José Batlle y Ordóñez. Obviamente, no compartida por muchos de quienes lo invocan desde filas supuestamente partidarias.

[46] Ni en la actualidad, ni hace más de un siglo en que manteníamos prácticamente el mismo porcentaje de funcionarios públicos en relación a la población. Ver Benjamín Nahum. La Crisis del 1890. El testimonio francés. Ediciones de la Banda Oriental. 1999

[47] Justo es señalar que la antigua conformación (la Comunidad Económica Europea) ha quedado superada por la de Unión Europea. Pero aún no se sabe bien el rol de la OTAN. Ambas son resultado de la conformación de políticas de bloques que estrena la Guerra Fría y que tiene su inicio en la exposición realizada al respecto por Winston Churchill y que veremos más adelante.

En la actualidad, el accionar de bloques – integrado con, por lo menos, énfasis comercial – no impide el desarrollo de políticas internacionales independientes tanto en el orden político como el propio comercial. El accionar de México en ese sentido es una prueba más que suficiente. Y la política de Suiza desde el EFTA – según también veremos – fue de algún modo señera.

De ahí, además, las observaciones que puede merecer la actuación conocida como 4+1 y las connotaciones que puede involucrar.

[48] La posición de Brasil - la de afirmar su influencia en Sudamérica - podría generar tensiones análogas al tenor de las existentes cuando los bloques de la Guerra Fría en lo que hace a los aspectos comerciales. Las vicisitudes vividas por Uruguay durante la negociación de la deuda externa – viviendo ya ambos países en la transición democrática son una manifestación de lo que firmamos. Por otra parte, la cancillería brasileña tiene identificado a su serio competidor latinoamericano: México. Y mientras la economía brasileña no mejore su “especialización” en su “fuerte”, los bienes intermedios, lo seguirá siendo. Como para México lo podría ser Brasil en ese sector en lo que respecta a su eventual ingreso en el Alca, y Argentina, desde que ésta última incidiría en los remanentes del castigado sector agropecuario mexicano. En realidad, no cambiaría mucho el panorama comercial de los EE.UU. con el Alca. Parecería ser Canadá el más interesado en su existencia.

 

[49]¿Acaso se piensa que es consecuencia del azar que ni como hipótesis de fantasía pueda manejarse la posibilidad que un mexicano ocupe la Secretaria General o las Secretarías Adjuntas de la ALADI? Y eso que México es el único país que regularmente paga su cuota y, en ocasiones lo hace hasta por adelantado, en virtud de las dificultades casi permanentes que vive dicha institución. Lejos, por cierto de la actitud argentina que difícilmente se le verá fuera de esas posiciones y pocas dentro de la categoría de buen pagador.

 

[50] Para superar ésta situación es necesario superar la crisis de representación, con partidos políticos que actúen como “mediadores e intermediarios” entre la Sociedad y el Estado. Crisis de representación que podrá tener algunos puntos en común con la que sucede en otras partes del mundo, pero que cuenta con especificidades que permiten sostener que se trata de algo diferente a lo que habitualmente en el mundo se refiere con dicho concepto.

[51] En la mitología griega, la primera era un monstruo marino que devoraba todo lo que estaba a su alcance con alguna de sus varias cabezas. El segundo, un remolino que tres veces al día se tragaba todo el mar y otras tantas lo vomitaba. Los viajeros que pasaban por allí si no eran atrapados por uno, lo eran por el otro.

[52] Editorial que el 1 de setiembre de 1891 publicó José Batlle y Ordóñez en el diario El Día. El texto íntegro del mismo es reproducido en el capítulo II.

[53] Claro está que ésta concertación no depende solamente de la voluntad política institucional desde que vale para el caso lo observado: “La integración de un grupo de interés en el proceso de toma de decisiones depende de su cohesividad, o su habilidad de comportarse con previsibilidad, y el tamaño de la base representativa del grupo, o su habilidad para reclamar legítimamente el hablar por una parte de la sociedad y por e­so contribuye al consenso cuando es alcanzado el acuerdo". Gregory M.  Luebbert. Comparative Democracy Columbia University Press 1986. Ver, asimismo, Klaus von Beyme, Los Grupos de Presión en la Democracia. Editorial de Belgrano 1986.

[54] No hacemos referencia a una reedición de la política denominada de sustitución de importaciones y que por estos lares no fue sino, sustancialmente, una manera de manifestarse el amiguismo siempre más acá de los conocimientos y habilidades industriales de quienes se veían beneficiada por la situación.

[55] A los efectos de éste ensayo tomamos como sinónimos política internacional y política exterior. No creemos que venga al caso para lo que queremos expresar el distingo analítico entre una y otra (la primera, el sistema; la segunda, el subsistema) de acuerdo a las teorías comportamentistas, sin que ello signifique que nos adherimos a la posición que el Estado sea la exclusiva unidad de análisis. Lejos de ello nuestra postura. Como asimismo participamos de la Linkage Theory como presupuesto analítico. En la consecuencia práctica de éstas teorías de las interdependencias adscribimos nuestra afiliación a una mayor relevancia de una ya elaborada política exterior sobre la política interna. Pensamos que en los países pequeños y subdesarrollados, como el nuestro, el peso relativo de la política exterior en la elaboración de la interior es mayor que a la inversa. Y esta precisión corre por cuenta de eventuales observaciones a lo señalado por Ortega y que citamos más adelante.

[56] Respecto al origen del término latinoamericano, Arturo Ardao señala que el colombiano José María Torres Caicedo puso “en circulación la expresión Améica Latina – como nombre – en el segundo lustro de la década del 50 del pasado siglo” (XIX).

Observa el reconocido pensador y estudioso uruguayo asimismo: “No se alcanzxará nunca la comprensión del verdadero significado, al par que operatividad, del nombre América latina, si se prescinde, según es habitual, de la doble diálectica – de hechos y de ideas – que lo hizo surgir como elemento integrante de la en su hora novedosa antítesis America Sajona-América Latina. Tal creación terminológica fue el obligado desenlace de circunstancias históricas muy complejas, emntre las que la dominante resulta ser el avance del Norte sobre el Sur del hemisferio, en la línea de la anexión de Texas, la invasión y desmembramiento de México y las incursiones centroamereicanas de Walker. Todo ello en el marco de la intensa especulación étnico-cultural del historicismo romántico .

La latinidad atribuida a partir de entonces a nuestra América, asume su real sentido a través del contraste con la condición sajona atribuida también desde entonces – no antes – a la América septentrional. América Sajona y América Latina constituyen, por lo tanto, típicos conceptos correlativos, de una correlación por la expresada antítesis entre “dos Américas”, fuera de la cual carecen de explicación, a la vez que por virtud de la cual resultan históricamente inseparables.

La reconstrucción aquí de dicha creación terminológica es ajena en absoluto a la hace tiempo sobrepasada controversia sobre los valores respectivos, reales o supuestos, de lo sajón y lo latino; y no menos también caduco manejo doctrinario de las categorías raciales consideradas en sí mismas. Pero ayuda a esclarecer el sentido pasado, presente y futuro de aquella siempre dinámica correlación”. Arturo Ardao. Génesis de la Idea y el Nombre de América Latina. Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos. Caracas 1980.

[57] La afirmación no supone considerar intrascendentes las actuaciones de Uruguay en el Grupo de los Ocho, pero poco más se puede decir ante el hecho avasallante de la profundización de las relaciones “vecinales”.

El Grupo de los Ocho, conformado originariamente por el Grupo de Contadora (creado en la reunión en la isla panameña de Contadora, en 1983, por Colombia, México, Panamá y Venezuela con el fin de lograr un proceso de paz en Centroamérica) y el Grupo de Apoyo o de Lima (en el que participan desde 1985 Argentina, Brasil, Perú y Uruguay con el fin de contribuir a las labores del de Contadora) pasó a denominarse Grupo de Río en el encuentro realizado en Río de Janeiro en diciembre de 1986 con el objetivo, agregado al anterior, de ser en el área un “Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política”, como se señaló oficialmente. Posteriormente, en 1990, ingresaron al mismo Chile, Ecuador, Bolivia y Paraguay, y un miembro rotativo del Caribe y otro de Centroamérica.

[58] Posición solicitada por México, cuyo gobierno se niega a aceptar las consecuencias de su distanciamiento del ámbito político latinoamericano. No podía ver repetido el desaire sufrido cuando los festejos del descubrimiento de Brasil, en setiembre de 2000. Encuentro al que México no fue invitado a concurrir.

México hoy día tiene planteado un pleito que con indulgencia podemos llamar “de cortesía” con Brasil en el cual decidimos ser parte desde que no nos podemos “mudar de barrio”. En consecuencia, hemos tomado parte, contra el barrio. Se coincidirá que es difícil instrumentar una política internacional más encogida y torpe. Claro, siempre queda la excusa que México nos allanará el camino de un relacionamiento más fluido con el Norte.... Mientras el país azteca, busca, afanosamente, abrir su campo de actuación. Lo alcanzado con la Unión Europea y el Efta no es producto de la codicia, sino de una prudente conveniencia. El primero acuerdo en ese sentido lo formaliza México con Chile. Y no pudo hacerlo con el Mercosur porque, como se sabe, fue vetado su ingreso. Después se produce su incorporación al Nafta, firmado en diciembre de 1992, entrando en vigor dicho Tratado en 1994. En ese año, nuestra ilustrada cúpula y el iluminado gobierno preparaban sus baterías y festejos integradores consagrados en el Protocolo de Ouro Preto.

[59] El tema, referido a las denuncias de nuestro país en el ámbito de controversias del Mercosur y en el de la Organización Mundial de Comercio a productos subsidios argentinos, ha tensado severamente las relaciones vecinales. Su primera consecuencia fue la suspensión de la visita oficial a nuestro país de altas autoridades argentinas. Además, con esa particular visión de nuestras élites, las denuncias afectan las provincias a las cuales deben su proyección política la mayoría de los candidatos presidenciales argentinos: La Rioja, Catamarca, San Luis y San Juan.

Aclaramos que tomamos el concepto de elite casi como sinónimo de cúpula, referido a las autoridades que ejercen efectivamente el poder (político o empresarial), ya legítimo, ya fáctico, que hegemoniza a la muchas veces anónima clase gobernante. No referimos, en consecuencia, a personas en particular. Estas pueden ser diferentes y de hecho lo han sido. Es más un modo de proceder de un núcleo duro que habilita la actuación de quienes lo deseen de acuerdo a un preciso sistema operativo. Un formateo particular.

En nuestra historia política la acepción que adoptamos se acerca a lo que a finales del siglo XIX se denominó “el colectivismo”. Es decir, a lo que en aquella época fue denunciada como “política del círculo, para el círculo y por el círculo”, en palabras de José Batlle y Ordóñez.

Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Economistas Diccionarios Presentaciones multimedia y vídeos Manual Economía
Biblioteca Virtual
Libros Gratis Tesis Doctorales Textos de autores clásicos y grandes economistas
Revistas
Contribuciones a la Economía, Revista Académica Virtual
Contribuciones a las Ciencias Sociales
Observatorio de la Economía Latinoamericana
Revista Caribeña de las Ciencias Sociales
Revista Atlante. Cuadernos de Educación
Otras revistas

Servicios
Publicar sus textos Tienda virtual del grupo Eumednet Congresos Académicos - Inscripción - Solicitar Actas - Organizar un Simposio Crear una revista Novedades - Suscribirse al Boletín de Novedades