Necesidad de una fe renovada y un compromiso auténtico
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

LOS SISTEMAS SOCIO-RELIGIOSOS Y SUS IMPLICACIONES POLÍTICAS PARA EL QUEHACER EVANGÉLICO
 

Edgar Durini Cárdenas

 

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Necesidad de una fe renovada y un compromiso auténtico

La cuestión de la fe es universal, por lo que debe ser un criterio con carácter unificador.

Pero al mismo tiempo, sus bases teológico-políticas son diversas y su práctica es inevitablemente heterogénea, derivado fundamentalmente de las distintas posiciones de las personas en la estructura socioeconómica y de sus roles específicos como sujetos sociales, así como de la filiación particular y el grado de compromiso asumido ante Dios, ante sí mismos, ante los grupos congregacionales y ante la sociedad. La necesidad histórica y la posibilidad de unificar las distintas concepciones, orientaciones y acciones de los creyentes, constituye un elemento central de la práctica cristiana liberadora.

Durante los años recientes, ha habido corrientes que han tratado de abordar el problema de la fe y su función específica, ligada a la responsabilidad social del creyente y a su práctica social efectiva. Sin embargo, ni siquiera la reivindicación formal de la fe común en “un Dios único” ha permitido superar los problemas de división en la sociedad, la creciente fragmentación de los “seguidores de Jesús” y la tendencia hacia la “atomización” cada vez mayor a nivel de individuos y grupos congregacionales.

El fundamentalismo cristiano ha tendido a diversificarse y algunas de sus corrientes han replanteado sus métodos e instrumentos tradicionales, en especial a través de la utilización de los medios de comunicación masiva y el impulso de una teología de la prosperidad que está estructural e ideológicamente comprometida (a ultranza y de manera incondicional) con los intereses del gran capital y con el proceso de globalización económica y cultural; pero no ha sido capaz de superar el individualismo ni la falta de compromiso de los fieles “cristianos” con un nuevo proyecto social compatible con el auténtico proyecto de Dios, que pueda expresarse en la mejor distribución de los beneficios y la reivindicación de los intereses de los pobres y excluidos del sistema económico injusto e inequitativo.

Por su parte, el macroecumenismo ha planteado la creación de una “iglesia universal” y la restauración de la unidad entre las iglesias cristianas del mundo (extensiva a expresiones extra-cristianas), tratando a la vez de presentar una respuesta alternativa a la globalización, que permita reivindicar el Reino de Dios y el desarrollo económico-social a favor de los pobres; pero sus propuestas no han tenido la integralidad necesaria ni la viabilidad suficiente, sus alcances han sido limitados y los efectos reales han resultado escasos.

En la realidad actual, ante el mantenimiento de la marginación económico-política y el aumento incesante de la pobreza estructural, la iglesia de Cristo como conjunto (en abstracto) debe tratar de replantear su misión evangelizadora en dirección a una renovación de la fe y al logro de un impacto más efectivo en el mejoramiento de las condiciones de vida de las grandes mayorías, congruente con el objetivo del Reino de Dios. En ese contexto, cabría reflexionar sobre sus caminos y tratar de reinventarse en función del cumplimiento de “la gran comisión” orientada hacia la construcción de un orden económico y social más justo y equitativo.

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