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IV.1 Signos de la Producción Venezolana.

 

A consecuencia del descubrimiento del pozo petrolero Zumaque en el año 1914, Venezuela se aisló de la producción agrícola, fundamento de la economía de aquel entonces; a partir de allí se consideró al país como “La Venezuela Saudita”, caracterizada por una producción petrolera altamente competitiva a nivel mundial que generó, gran afluencia de divisas e inversiones (Francés 1999, pp. 105).

Por otra parte, desde esa fecha el aparato productivo venezolano fue perfilándose de acuerdo a las siguientes características: primero, una amplia diferencia entre el sector petrolero y el no petrolero en términos del retorno de la inversión y un desbalance entre el petróleo y el resto de la economía en cuanto a la generación de divisas, “el petróleo genera más del 80% de los dólares que produce el país. (Ross y Gómez 1999, pp. 9-10).

En la misma idea de diagnosticar a la economía, Baptista (2004, pp. 47) argumenta que las características del desarrollo del PIB está signado por tres hechos observados en su historia petrolera: primero, el disponer de una capacidad propia de producir bienes y servicios por medio del destino de los ingresos del petróleo a la inversión.

Segundo, aprovechar las ventajas de la sobre valoración del bolívar en cuanto a la construcción productiva del país por medio de las importaciones de maquinaria y equipo y en general de capital fijo. Tercero, “la estrechez” del mercado y su bajo crecimiento para absorber todo lo que podría producirse.

Estos tres hechos dan a la economía venezolana el siguiente perfil: en primer lugar una convicción acerca de que los ingresos fiscales deben provenir de la producción petrolera¹ y por último los ingresos petroleros generan más del 75% de las divisas y más del 10% del PIB de nuestro país (Véase Petrosini 1994, pp. 4).²

Estas características, que moldearon la producción venezolana producto del boom petrolero, condujeron a que en Venezuela se presentara la “confusión entre capitalismo con dictadura y democracia con socialismo” (Sosa Pietri 2003, pp. 161).

De allí que el desarrollo de la democracia venezolana haya buscado sostenerse en un modelo estatista, basado en la creencia que sólo mediante la intervención del estado es posible alcanzar mayores niveles de bienestar; de allí el incremento de la intervención estatal, proteccionismo y regulaciones generalizadas (Véase Di Triolio 2004, pp. 484).

Esto es una posible explicación acerca del uso pro cíclico de las bonanzas petroleras por parte de los gobiernos de turno, es decir, se incrementa el gasto público cuando la economía esta en auge y se reduce cuando hay una contracción. En tal sentido el comportamiento pro cíclico del gasto público evidencia su impacto en el nivel de actividad económica interna.

Si bien el gasto público varía independientemente de la economía interna la subordinación de los ingresos fiscales a las vicisitudes del ingreso mundial vulnera el grado de efectividad de la política fiscal para asegurar un crecimiento estable sostenido. (Layrisse 1986, pp. 151)

Obsérvese la tendencia a la igualación de las series del gasto e ingreso en el gráfico anterior, donde es más notorio como las alzas y las bajas son casi coordinadas, notándose unas políticas no planificadas sino consonas con los vaivenes del mercado petrolero.

En el mismo orden de ideas, dentro del crecimiento venezolano producto del auge petrolero, se fueron fermentando distorsiones institucionales que socavaron la viabilidad política y económica del país; dichas distorsiones emanan del proteccionismo y los controles generalizados del Estado que estimularon actividades de búsquedas de rentas y crearon una estructura económica ineficiente sin competitividad internacional (Véase Di Triolio 2003, Vivancos 2003, Torres 2000).


1. A consecuencia de que el ingreso fiscal de Venezuela ha dependido del ingreso petrolero, el sistema tributario está caracterizado por una base impositiva poco diversificada, lo que causa baja presión fiscal en el sector no petrolero. La inestabilidad del precio petrolero generan la necesidad de adoptar nuevas estrategias con el objetivo de lograr un incremento sostenible de los ingresos fiscales. (Faría, 2003 pp. 123)

2. En la actualidad esta cifra ronda cerca del 25% de acuerdo a datos del BCV.