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TIPOLOGIA DE IMPACTOS NEGATIVOS QUE GENERA LA SALMONICULTURA

ESCAPE DE ESPECIES



El salmón que escapa de los estanques amenaza a las especies nativas porque compite por alimento y por lugares para vivir. Además es un potencial portador de enfermedades y si se reproduce con especies nativas puede dañar la solidez genética ya que los genes que son aceptables para sobrevivir en la granja diluyen a los genes que han sido desarrollados para explotar y sobrevivir en condiciones naturales.

El escape de salmones se ha transformado en una característica de todas las regiones donde se desarrolla esta industria. El 1 de julio, cerca de un millón de salmones escaparon desde sus balsas jaula en Bahía Acantilado, cerca de Puerto Chacabuco, transformándose en uno de los más graves en la historia del cultivo de esta especie. A este hecho se suma el escape indeterminado de salmones desde un centro de cultivo en el canal Calbuco en mayo, cuando un buque chocó contra un centro de cultivo, y la fuga de cerca de 130.000 especies en octubre del año pasado en el estuario del Reloncaví.

Las estimaciones de Fundación Terram indican que las pérdidas económicas de este sector productivo pueden alcanzar entre US$ 35 y US$ 118 millones para este año. El problema aumenta conforme crece la industria salmonera. En Chile, esta actividad ha crecido de forma explosiva y constante a partir de los años 90. Para el año 2003, las cosechas alcanzaron las 488 mil toneladas, superando en más de 17 veces las 28 mil toneladas cosechadas en 1990.

Los escapes de salmones traen como consecuencia graves daños ambientales. En Noruega, por ejemplo, principal productor mundial de salmones, se ha evidenciado que el 90% de las poblaciones de salmones en los ríos pertenece a especies escapadas de centros de cultivo. En Chile, a pesar de no existir especies silvestres de este tipo, ya se está observando la aparición de subespecies originadas de la cruza de salmones y fauna silvestre, produciendo pérdidas en la biodiversidad.

Otro efecto negativo se produce por la competición y depredación sobre especies nativas. Según el profesor de la Universidad Austral, Germán Pequeño, estos especimenes consumirían entre 1.460 y 1.825 toneladas de peces. Esta cifra, transformada en toneladas de peces nativos como la merluza, principal producto de la pesca artesanal, se traduce en una pérdida de US$ 2,4 millones.

La transmisión de enfermedades asociadas a los salmones de cultivos es otra consecuencia. Los escasos estudios realizados en nuestro país concluyen que especies silvestres evidencian presencia de patógenos propios de los centros de cultivo. A esto hay que agregar los tratamientos con antibióticos a los cuales están sujetos estos peces. Los especimenes que escaparon el 1 de julio estaban bajo esta medicación, específicamente con ácido oxolínico. Lo más grave de este hecho es que las autoridades tardaron más de 20 días en dar a conocer a la opinión pública esta información, poniendo en riesgo a la salud pública. Los efectos que puede producir este antibiótico en la salud humana van desde una simple comezón en la piel, hasta lo más grave que es un shock anafiláctico (forma más severa de las reacciones alérgicas).

Los estudios específicos sobre los impactos de los escapes de salmones son prácticamente nulos y nos dejan en una situación de gran incertidumbre respecto a los efectos sufridos por nuestro medioambiente, lo que es impresentable para un país que se convertirá en el mayor productor mundial de salmones y cuya industria lidera las exportaciones del país. A esto se suma la débil y permisiva normativa chilena respecto a este problema.

El Reglamento Ambiental para la Acuicultura (RAMA), indica que son las empresas salmoneras quienes tienen el deber de elaborar planes de contingencia, recapturar los especimenes escapados, informar respecto a la cantidad de especies fugadas y estados de avance de los planes de contingencia. Por tanto, se está dejando el control de este problema en manos de los privados y no del verdadero responsable en fiscalizar este tipo de actividades: el Servicio Nacional de Pesca. Este organismo tiene por misión el conservar los recursos hidrobiólogicos y contribuir al desarrollo sustentable, lo que claramente no está ocurriendo con la industria salmonera. Lo grave de esta situación es que son los pescadores artesanales y los pobladores de la región los que tienen que absorber los costos ambientales de esta actividad. Si el precio de ser el mayor exportador de salmones del mundo significa depredar y contaminar el medio ambiente, el negocio está muy mal planteado. A largo plazo, la cuenta que se tendrá que pagar será mucho más alta.