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La “cultura” contemporánea

“Puro caos (dice Samuel Huntington, en el Choque de las civilizaciones – 1997),…el debilitamiento de los estados y la aparición de “estados frustrados” contribuyen a una imagen de un mundo en situación de anarquía. Este paradigma subraya: la quiebra de la autoridad gubernamental; la desintegración de los estados; la intensificación de los conflictos tribales étnicos y religiosos; la aparición de mafias criminales de ámbito internacional; el aumento de refugiados en decenas de millones; la proliferación de las armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva; la difusión del terrorismo; la frecuencia de las masacres y la limpieza étnica”…

El fin de la guerra fría, cede paso a la era de la globalización. El avance en alta tecnología (robótica, informática, comunicaciones y biotecnología) permite pasar de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento. La distribución internacional del trabajo no existe más. La aldea global deja la guerra sin frente. La discusión entre el modelo anglosajón y el modelo renano se diluye en una batalla de modelos heterodoxos, a los que lo único que les interesa es que el gato cace ratones. Capitalismo socialista. Autocracias capitalistas. Socialismo de libre mercado. Tercera vía. Capitalismo popular…Y cuanta sopa de letras nos permita el análisis combinatorio.
La economía se convierte en algo más importante que la ideología.

Triunfan aquellos que optaron por: el éxito individual, el beneficio a corto plazo, la financierización, la desregulación, la privatización, que utilizan la inmigración como un arma de disuasión para la mano de obra nacional, que consideran que la pobreza es un problema de las personas, que sostienen que la seguridad social no es favorable para el desarrollo económico, que privilegian la jerarquización de los salarios, que procuran una legislación fiscal que favorece el endeudamiento, que consideran mejor tener menos reglamentos y más abogados para hacer procesos, que prefieren la bolsa, que asumen que el poder en la empresa lo tiene el accionista, que entienden que el papel de la empresa en materia de educación y de formación profesional debe ser el menor posible…

Aceptan el papel de derrotados, y se someten, aquellos que: valoran el éxito colectivo, el consenso y el beneficio a largo plazo, no aceptan la inmigración como arma persuasiva, consideran que la pobreza es un problema de la nación, no aprueban aumentar la jerarquización de los salarios, consideran el ahorro como una virtud nacional, prefieren tener reglamentos y entienden que el poder en la empresa se reparte entre los accionistas, dirección, banca y personal…

Es un hecho que a los ojos de la opinión mundial, el capitalismo renano, virtuoso, igualitario, prudente y discreto, carece de atractivos. Lamentablemente la dirigencia europea –no así, su población, según las encuestas- también ha dado la espalda a su modelo tradicional.

El capitalismo americano es el sueño rosado, del dinero fácil, de las fortunas súbitas, mediático (o sea: publicitario, financiero y corrompido).
El modelo norteamericano sacrifica el futuro al presente.

Al modelo renano le queda por demostrar –nuevamente- que la protección social más generosa puede ir apareada con una economía más eficiente. Habrá que demostrar –nuevamente- que la inversión en el futuro es el verdadero círculo productivo, la primera fuente de riqueza. Quizás incluso el nuevo camino de la sabiduría.

La cultura contemporánea es la cultura americana. Los americanos han sido los principales artífices de su transformación en un objeto de consumo masivo, al convertirla en pura diversión y entretenimiento. A través del cine y la televisión, Norteamérica ha esparcido su cultura por todo el mundo.
La americanización de Europa o de Japón es un hecho innegable. El clientelismo y las técnicas del mercado han triunfado en esta tarea de titanes tenderos.
El dominio americano en los contenidos, la estructura y la tecnología de los medios de comunicación, ha representado el mejor apoyo para el imperialismo político y económico de EEUU en detrimento de los valores culturales de otras naciones, que han sufrido el proceso de americanización.
Para qué conservar la identidad cultural y nacional si estamos entrando en un mercado único?
Es muy probable que esas personas desarraigadas que están abandonando, cada una por su cuenta, los estados-nación tradicionales, para dirigirse ayudados por el contacto común con el idioma inglés, Internet, la FOX TV, la CNN; y la MTV; y por los instrumentos de comunicación interactivos; hacia el mundo sin fronteras; puede que terminen -en muchos casos; tal vez demasiados- en el limbo del consumismo.

Cómo hará la cultura para regenerar ciertas certidumbres que sean una promesa para el futuro, rejerarquizando el valor del hombre en su infinito potencial, más allá de ser un anónimo, solitario, masivo y triste consumidor?
Cornelius Castoriadis (El avance de la insignificancia – 1996), nos ayuda a reflexionar sobre el particular: “Al provenir de una familia débil, habiendo frecuentado –o no- una escuela vivida como un cargo, el individuo joven se halla enfrentado a una sociedad en la que todos los “valores” y las “normas”, son prácticamente reemplazadas por el “nivel de vida”, el “bienestar”, el confort y el consumo. No cuentan la religión, ni las ideas “políticas”, ni la solidaridad social con la comunidad local o de trabajo, con “compañeros de clase”. Si no se convierte en un marginal (droga, delincuencia, inestabilidad “caracterial”), le queda la vida real de la privatización, que puede o no enriquecer con una o varias manías personales. Vivimos la sociedad de los lobbies y de los obvies…Cuando, como es el caso en todas las sociedades occidentales, se proclama abiertamente que el único valor es el dinero, el provecho, que el ideal sublime de la vida es “enriquézcase”, ¿es posible concebir una sociedad que pueda seguir funcionando y reproduciéndose sobre esta única base?