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Estrategias alternativas frente a la globalización y al mercado: la experiencia socialista
Mario González Arencibia
 

Transformación socialista sostenible en la era de la globalización

 

"Sólo cuando una gran revolución social se apropie las conquistas de la época burguesa, el mercado mundial y las modernas fuerzas productivas, sometiéndolos al control común de todos los pueblos, sólo entonces el progreso humano habrá dejado de parecerse a ese horrible ídolo pagano que sólo quería beber el néctar en el  cráneo de su sacrificado"[1]

Carlos Marx

Lo alternativo en la construcción del socialismo en la época económica actual debe partir del hecho de que las fuerzas de la globalización esencialmente se apoyan en el conocimiento creado al interior de la nación debido a que “los valores culturales, las instituciones y las historias universales contribuyen a su éxito competitivo”.[2] En la concepción de Lenin al reconocimiento significa "tomar toda la cultura del capitalismo y construir el socialismo sobre la base de ella", lo que para Lenin ello implicaba "tomar toda la ciencia, la técnica, todos los conocimientos, el arte".[3]  Por lo que la transformación socialista sostenible hacia lo interno y lo externo supone múltiples supuestos, los cuales representan grandes desafíos en ambas direcciones.

Un primer supuesto, es el desarrollo de nexos con los centros de creación de conocimientos a escala mundial, como un paso necesario para incrementar la capacidad local de las fuerzas productivas, y democratizar las relaciones de producción, haciendo avanzar el mercado nacional y colocarlo al servicio de las amplias masas de la población, con ello se garantizaría el principio de justicia y equidad social.

Por otra parte, conviene no satanizar el mercado en el proceso económico, habría que distinguir entre un mercado que en determinadas circunstancias puede ser bueno para los intereses de las clases populares y entre un mercado imperfecto (monopolios y oligopolios) donde en numerosas ocasiones es aconsejable la intervención estatal. La transición socialista debe asumir y utilizar cuando sea preciso términos como mercado, competencia, productividad dotándoles de un profundo sentido social, ya que no son patrimonio exclusivo de nadie.[4]

En este ámbito, el desafío que representa la introducción de relaciones de mercado, debe observar este con un carácter progresivo, selectivo y controlado por la sociedad y el Estado, lo que significa gobernar al mercado. Es importante considerar en este sentido que en toda revolución se incorporan elementos de muy distintas tendencias que, no obstante, coinciden en la acción y en los objetivos más inmediatos de esta.[5] El problema fundamental estriba en conocer antes de la acción el fenómeno, pues ello evitaría retrocesos siempre que la teoría asumida este en correspondencia con la realidad.

El segundo supuesto, es que las relaciones de mercado propias para el acceso a la globalización deben estar subordinadas al principio de la democracia, basada en la representación popular, en territorios y unidades productivas, lo que significa que sea la sociedad la que dirija el mercado, y no a la inversa. En este marco, el poder del pueblo representado en las asambleas populares, no solo desempeñará la función de detener las distorsiones burocráticas, será también un mecanismo para contener la dirección de los desafíos del mercado. Por consiguiente, el nuevo socialismo debe emerger como un sólido bloque integrado y apoyado en una nueva cultura de participantes, no de expectadores, y ello requiere participación como requisito de la democracia.

Aquí habría que considerar que “mientras que bajo el capitalismo la asociación en el mercado se opera en el plano homo económicus, bajo el socialismo la asociación de los productores tiene que rebasar ese plano abstracto y responder a las necesidades sociales que deja fuera el “mercado libre”. Esto implica ponerle límites, y por tanto regularlo y someterlo a cierta planificación o intervención Estatal para atender las necesidades sociales que el mercado capitalista no atiende en absoluto o no atiende satisfactoriamente”. La idea es que la intervención del Estado no deberá asumir forzosamente la manera que adoptó en el marco del denominado “socialismo real”. Se trata de relacionar mercado y plan respondiendo a un fin social, donde la sociedad establece de forma proporcionada una relación mutua. Por consiguiente, es la sociedad en su conjunto la que determina mediante sus diversas formas de democracia (política, y economiza y  parlamentaria y autosugestionaria), no sólo la naturaleza y el alcance de la planificación, sino también el carácter y los límites del mercado así como las relaciones mutuas entre ambos.[6]

Tercer supuesto, la concepción de la transformación socialista y su participación en las áreas de la globalización no solo requiere el control democrático, sino desarrollar en la población una educación ideológica, cultural y política basada en los valores de la solidaridad, la equidad y la cooperación. Pero este proceso de formación de valores tiene credibilidad, solo si los valores articulados reflejan la conducta y práctica de los líderes de las organizaciones de masas, políticas y del Estado. Uno de los rasgos más notables del socialismo en la ex-URSS fue la perdida de credibilidad en los líderes y sus prácticas, ello lo reafirmó el hecho, de que al final estos fueron absorbidos por la propaganda del globalismo neoliberal, este último aspecto contribuyó a la desideologización.

El poder socialista que es el de la dictadura del proletariado deberá actuar como un todo, en la transformación de la sociedad en su conjunto. Asumir esto como condición primaria significa, crear vínculos socio-económicos entre las necesidades sociales y la reorganización del sistema productivo. Este deberá convertirse en una reforma económica y social que garantice las necesidades crecientes de la población; para ello es necesario un plan de reconversión industrial que localice las demandas populares, lo cual requiere que los consumidores jueguen un papel central en los procesos y toma de decisiones económicas y de invención.

La invención es un proceso social y es importante solo si es utilizada; es la sociedad la que crea la necesidad, pero ello exige movilizar la participación inventiva en innovaciones inducidas por la escasez de recursos. El efecto deberá ser - empleando las palabras de Marx y Engels – “Una sociedad en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición primaria del libre desenvolvimiento de todos”.[7]

En este ámbito las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden procesar y producir nuevos paradigmas y políticas alternativas basadas en restricciones y activos en el mundo de la toma de decisiones económicas y políticas, que pueden proporcionar un público más amplio con los costos y beneficios de las decisiones políticas alternativas. En lo que es importante considerar que las  TIC no son un sustituto de la práctica política democrática sino una herramienta que permitiría  al pueblo registrar sus necesidades a través de la riqueza de datos, facilitando decisiones óptimas. Una precondición esencial para la democracia con TIC es un estado nuevo, configurado de manera adecuada.

Las TIC deberían proporcionar programas o flujo de matrices para facilitar el nuevo estilo de gestión.  El sector público combinará el espíritu empresario y la contabilidad popular. El viejo y riguroso espíritu empresario relacionado con el beneficio se reestructurará para hacer que la innovación, la gestión y la investigación sean más propensas a la creación de habilidades nacionales. Se introducirán nuevos estilos de gestión flexibles, adaptándose a las necesidades de los trabajadores, la familia, los consumidores y el medio ambiente. El estado en este marco juega un papel de pivote, proporcionando el terreno para la participación popular, el debate y la formulación de un programa de transición que vaya de una economía de configuración neo-imperial a una economía socialista.[8]   Esto es contrario hasta ahora, con la lógica que ha exhibido y puesto en práctica el globalismo neoliberal.

Un cuarto supuesto importante en la transformación socialista frente al paradigma neoliberal es lo referente al Estado y la gestión empresarial. Las fuerzas de la globalización en sus más variadas experiencias indican que la manera más adecuada de regulación, es la que puede desarrollar el Estado conjuntamente con la gestión empresarial de sus respectivos países. Esto es una experiencia que la transformación socialista deberá tomar como desafío, haciendo funcionar este vínculo mediante un mecanismo económico único, cooperativo al interior de la nación y competitivo en el escenario de la globalización, sin perder los valores de la solidaridad.

La naturaleza cooperativa hacia lo interno, podría ser inducida mediante formas planificadas y descentralizadas de la actividad económica y social, de acuerdo con las demandas de la época, de manera que ello permita interactuar con una política de globalización sostenible, que logre incorporar y desarrollar sujetos sociales de manera consciente y participativa con respecto al objeto de la construcción socialista.[9] . En este marco el desarrollo del entorno social es significativo, tanto en la puesta en funcionamiento de una nueva infraestructura como en la capacitación de los recursos humanos.

El carácter competitivo en el ángulo externo exige variados aspectos, los cuales representan grandes desafíos para la opción socialista, entre ellos: crecer no sólo en forma extensiva, sino incrementando significativamente los niveles de inversión y de vinculación con el entorno de la globalización a través de mayores niveles de inversión y de exportaciones e importaciones. Sin embargo, el problema no es insertarse en las áreas de la globalización sobre la base de las mercaderías de materias primas, la construcción socialista deberá orientar su balance comercial hacia la exportación, adquisición y creación de bienes de mayor valor agregado, evitando el uso de materias primas que puede conducir al agotamiento de los recursos, y tener efectos ambientales negativos. Tal concepción deberá rechazar la idea de enclaves naturales de estrategias exportadoras de materias primas basadas en mano de obra barata, empleadas tradicionalmente por elites inversionistas de capital extranjero.

Por otra parte, el entorno de la globalización sugiere que no son únicamente las empresas las que compiten, sino que se involucra a los sistemas productivos, tecnológicos y educacionales, así como los esquemas institucionales y las organizaciones de cada economía, en los que la empresa es un factor importante, pero integrado a una red de vinculaciones con el sistema educativo, la infraestructura tecnológica, las relaciones gerencial-laborales, el aparato institucional del Estado y no estatal.[10]

Ello es significativo en el diseño de las políticas de reestructuración y apertura de las economías socialistas, ya que se impone la necesidad de conocer con el mayor grado de certeza el tipo de modificación que debe realizarse para lograr una óptima inserción en el contexto de la competencia internacional. Lo que supone una planificación de los procesos. De lo contrario, el riesgo podría ser semejante al de las economías de Europa Oriental, las cuales ejecutaron una política de apertura indiscriminada, sin una organización, orientación y conocimiento acorde con los requerimientos tecnológicos y culturales del mercado conduciendo a altos costos económicos, políticos y sociales.

Se hace necesario entonces, en la nueva transformación socialista evaluar los niveles de reestructuración del Estado, los objetivos de alianzas estratégicas con el capital extranjero, y a las políticas públicas de saneamiento financiero, tanto al nivel de empresas como instituciones del gobierno. Esto debe ser equivalente a reestructurar la economía minimizando los costos sociales y económicos, de lo contrario se podría comprometer el proceso de tránsito hacia una economía de mayor apertura, anulando los logros sociales alcanzados, colocando a la sociedad y al proyecto de transición socialista en una situación sólo de pérdidas.

La incursión de capital extranjero que combina el control y administración de decisiones de transferencia de tecnología en función de sus intereses debe ser cuestionada, a través de la búsqueda de tecnología de avanzada sin los inconvenientes que genera la dictadura del capital. Para ello se desarrollarían alianzas estratégicas que permitan aprovechar el conocimiento del capital. Esa forma de “dependencia” es temporal y hace menos posible la perpetuación del capital, cuando esos conocimientos se adecuan a las necesidades locales y al desarrollo de una capacidad de innovación autónoma.


 

[1] Carlos Marx. "Futuros Resultados de la dominación Británica en la India. Op. cit. p. 54

[2] Michael Porter. The Competitive Advantage of nation, Macmillan, Basingstoke y Londres 1990  p. 19.

[3] Vladimir Ilich Lenin. La cultura y la revolución cultural, Obras escogidas TI, p. 62. Citado por Ricardo Cetrulo. El socialismo real no quebró la racionalidad capitalista, en: Interrogantes de la modernidad, Ediciones Tempo, La Habana 1991. P. 126.

[4] Ibarzabal, J. Alternativa al neoliberalismo: socialismo identitario vasco. http//: www.lahaine.com.

[5] Ver: selección de aspectos esenciales de la teoría y la práctica económica en el pensamiento de Ernesto Che Guevara. Editora Política, La Habana 1990, p. 79.

[6] Sánchez Vázquez, Adolfo. Socialismo y Mercado. En tesis II Internacional. Año I, No. 3 Buenos Aires 2 de abril 1992 pp. 16-17. Importantes interrogantes en torno a la relación socialismo mercado se puede encontrar en: Pi Esquijarrosa, Manuel. Valdés Gutiérrez, Gilberto. El paradigma socialista: su pérdida autenticidad en América Latina. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1994 pp. 53-59.

[7] Carlos Marx y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Obras Escogidas en dos tomos, Editorial progreso, Moscú 1971 T I p. 39.

[8] James Petras . Socialismo en la era del imperialismo: http://veaylea.freeservers.com/petras/05-17-00socialismo.htm.

[9] Ver: Ernesto Molina Molina. La regulación de los mercados en las condiciones de globalización y la transición socialista. Economía y Desarrollo No. ½, La Habana 1998 pp. 112-115.

[10] Gerardo Muller. El caleidoscopio de la competitividad. En CEPAL No. 56, Santiago de Chile agosto de 1995 p. 142.


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