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DESARROLLO IDEOLÓGICO SOBRE EL CONCEPTO DE DERECHO

La perspectiva de Pietro Barcellona14

 

A continuación se explorará una perspectiva marxista sobre lo que es el derecho.

La victoria más grande del capitalismo consiste en hacer creer al hombre que no existe ninguna alternativa superior. No son pocos los que creen que con el capitalismo se ha llegado al final de la historia, que no existe un estadio superior para la organización social. El capitalismo ha producido una hegemonía ideológica de orden mundial. Una ideología que no solo pertenece a una clase social específica, como es la burguesía, sino que brota de la conciencia del sujeto moderno.15

En este sentido se podría afirmar que el marxismo clasista caduca al no adaptarse a las nuevas formas de organización social. Los ideales de la vida burguesa se han desplegado a tal punto que han logrado prácticamente la desaparición de la clase obrera, y por ende convertido en un sinsentido la lucha de clases. El hombre trabajador ya no lucha por la defensa de su clase, sino que por el contrario aspira poder ascender de posición social. Se han convencido, mediante todo tipo de propaganda, que la felicidad se obtiene mediante la acumulación.16

Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras a las mismas. Se inicia entonces una época de revolución social. Con la modificación del fundamento económico, todo ese edificio descomunal se trastoca con mayor o menor rapidez. Al considerar esta clase de trastocamientos, siempre es menester distinguir entre el trastocamiento material de las condiciones económicas de producción, fielmente comprobables desde el punto de vista de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma, ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo dirimen. Así como no se juzga a un individuo de acuerdo a lo que éste cree ser, tampoco es posible juzgar una época semejante de revolución a partir de su propia conciencia, sino que, por el contrario, se debe explicar esta conciencia a partir de las contradicciones de la vida material, a partir del conflicto existente entre fuerzas sociales productivas y relaciones de producción. Una formación social jamás perece hasta tanto no se hayan desarrollado las fuerzas productivas para las cuales resulta ampliamente suficiente, y jamás ocupan su lugar relaciones de producción nuevas y superiores antes de que las condiciones de existencia de las mismas no hayan sido incubadas en el seno de la propia antigua sociedad. De ahí que la humanidad se plantee sólo tareas que puede resolver, pues considerándolo más profundamente siempre hallaremos que la propia tarea sólo surge cuando las condiciones materiales para su resolución ya existen o, cuando menos, se hallan en proceso de devenir ” (Cfr. Marx, 1997: 4-5). [N.B. En Colombia, Moisés Melo tradujo esta obra marxista para Editorial Oveja Negra de Medellín, cuya primera edición data de 1968]. Es el “momento de iluminación” de que hablaba Gramsci. Por cierto que el combate contra la ideología del sistema, incluso por medio del derecho, puede ayudar a que llegue ese momento. Esta idea ha venido siendo desarrollada por varios filósofos contemporáneos. Una de las críticas más potentes y devastadoras que desenmascaran estos nuevos tipos de poder, o micropoder en términos foucaultianos, proviene de Antonio Negri y Michael Hardt (2001). Imperio. Bogotá: Ediciones Desde Abajo. Se trata de la versión en español de su libro Empire (2000). Cambridge, Mass.: Harvard University Press, la traducción corresponde a Eduardo Satier.  


14 Para una explicación sobre el contenido de su propuesta, véase Bergalli y Silveira (2001: 437-467). Sirva la siguiente anotación de Bergalli y Silveira para reconocer la importancia sustantiva del enfoque del jurista italiano: “[...] Para Barcellona el problema de la democracia es previo al del derecho y la justicia. La democracia no se puede deducir ni del Estado ni del derecho porque la democracia pasa por ser la socialización del poder normativo de la sociedad, la constitución política de lo social. Entre la democracia (el mundo de las pasiones) y las instituciones instituidas –el derecho, las libertades y la justicia– (el mundo de la razón) existe una brecha habitada por los procesos de creación histórica social. Para que haya democracia, en toda democracia debe haber una dialéctica entre la esfera de la ‘política social’, el terreno de la creación social, y la esfera de lo ‘político-estatal’, que tiene como función la conservación de lo existente. El papel de la política es precisamente el de hacer de puente entre estas dos esferas. La política debe transformar el mundo de los impulsos y de las pasiones existentes dentro de la esfera de la ‘política social’ en acciones intencionales, en metas e instituciones compartidas con los otros miembros de la comunidad” (pp. 461-462).

15 La hegemonía ideológica de la burguesía se articula y complementa con los aparatos de esa dominación. En sentido estricto, no “brota” de la conciencia del hombre moderno, sino del pensamiento de los ideólogos del sistema, de los medios académicos financiados por el gran capital, de los políticos, etc., y se transmite ininterrumpidamente a través de los medios de comunicación masivos, monopolizados por las transnacionales, convirtiéndose así en la ideología espontánea de las masas. Pero esa no es una ley social inmutable. En los momentos de crisis del sistema, esa ideología espontánea puede ceder el paso a la conciencia de la necesidad del cambio: “El modo de producción de la vida material determina [bedingen] el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social la que determina su conciencia. En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o –lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo– con las relaciones de producción dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta ese momento.

16 Cfr . “La clase obrera del año 2000”. Le Monde Diplomatique, junio de 2000, 19-24. Los obreros de las fábricas de automóviles ahora se denominan operadores y se consideran desvinculados de cualquier tipo de lucha. “En este sentido que se ejerce la capacidad de seducción del nuevo espíritu del capitalismo sobre ciertas fracciones del grupo obrero, especialmente jóvenes. Entrar en la modernidad les ofrece perspectivas de identificación diferentes a las tradicionales del movimiento obrero clásico, que no les parece portador de una esperanza colectiva y que parece incluso encerrarlos en un mundo anticuado, cuyos términos ya no encajan con la realidad. Los jóvenes obreros, sometidos a la sucesión muchas veces humillante de pequeños trabajos sin futuro, no manejan ni usan la palabra explotación”. Los equipos de trabajo para el ensamblaje de autos trabajan por metas, de tal manera que son sancionados si no cumplen con la meta propuesta. Cuando un obrero se enferma, el equipo se perjudica pues se retrasa la producción. Por tal razón, los obreros enfermos hacen hasta lo imposible por no ausentarse del trabajo; la represión más fuerte proviene de sus compañeros de trabajo. Cada año el número de horas propuesto para fabricar un carro disminuye: en 1999 era de 18.3 horas, en 2000 de 15. Lo importante para los patronos es la eficiencia del obrero, en nada importa su enfermedad o su estado de ánimo. Esto es en Francia, un país altamente desarrollado, donde la calidad vida y las adquisiciones sociales de los trabajadores es muy alta, y donde de alguna manera sus derechos son reconocidos: ¿cómo será el caso de los trabajadores de los países atrasados, si en los avanzados es así?