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PROTOPÍA

 

EL REEMBOLSO FISCAL

 

Cuando hablamos, al principio, sobre qué circunstancias podían favorecer y cuales desfavorecer el fenómeno de la economía, ya dijimos que el componente esencial en todo intercambio económico (intercambio del producto de un trabajo especializado), es la CONFIANZA. Las cuatro primeras medidas de las que hemos hablado, la propiedad definitiva, la redistribución obligatoria de riesgos, la garantía total del trabajo realizado y la propuesta de la garantía contractual extendida, iban en este sentido. La primera intentaba aumentar la confianza en que la persona mantendría los bienes conseguidos sin que fueran amenazados; la segunda tenía el mismo objetivo; es decir, aumentarían la confianza de las personas en que los bienes adquiridos se conservarían; la tercera aumentaría la confianza en que se obtiene, a cambio del trabajo que cuesta conseguirlos, el bien prometido con su utilidad íntegra; la cuarta intenta aumentar la confianza del individuo en que está en disposición de realizar intercambios (compras), ya que se le ayuda a sobrevivir según su modo de vida en el hipotético caso de que la persona perdiese la relación económica mediante la cual coloca su propia producción. Detrás de estas propuestas, existen mecanismos formales con intenciones estabilizadoras. La propiedad definitiva es necesaria para sostener la credibilidad del sistema. La redistribución obligatoria de riesgos es necesaria para evitar los efectos incapacitantes de los accidentes (por definición imprevisibles salvo de un modo estadístico).

La garantía total del trabajo ejerce, además, un efecto de limitación del terrible principio de la ineficacia jerárquica. La garantía contractual extendida, finalmente, tiene efectos antimonopolísticos. Pero como digo, esencialmente son medidas encaminadas a aumentar la UTILIDAD y la SEGURIDAD del intercambio económico en general, y por tanto la confianza del individuo en la utilidad para él de realizar todos y cada uno de los intercambios que realiza.

Pero más allá de cada acto particular de trueque, compra o venta que el individuo realiza, que repercuten en su juicio general sobre la conveniencia de proseguir el juego en un círculo dado, el individuo puede preguntarse no si el juego le beneficia o no, sino si en realidad le beneficia a alguien, y en caso que así sea, quién es, y si tiene derecho a tal beneficio.

La medida que exploramos en este capítulo tiene relación con el tema de la confianza, y podría haber sido situado junto a los que trataban las otras medidas en pro de la Confianza. Sin embargo, por su contenido, era necesario hablar primero del asunto de las acciones públicas, de lo comunitario; lo fiscal, en fin.

En efecto, ya vimos que uno de los efectos del principio de minorías marginales es que "nunca llueve a gusto de nadie". En general, las personas siempre estarán en desacuerdo, mayor o menor, con la proporción de recursos dedicados a las cuestiones públicas. Unos pensarán que es mejor tirar carreteras, y otros que construir teatros.

Lo de menos es que estén completamente de acuerdo. Lo de más es la sensación que puede producirse de que los recursos públicos se emplean en interés de personas que no deberían emplearse. En cierto sentido, el individuo se puede sentir estafado.

Por otro lado, el Estado moderno es un Estado que protege al ciudadano, durante cierto tiempo y en cierta medida, de la falta de actividad económica, sea por problemas de salud, vejez o desempleo. Hemos dicho que esto es muy positivo, y que no solo debe continuar, sino hacerse mucho más significativo y constitucional.

Ocurre que la protección de la comunidad, del círculo, hacia sus miembros, y sobre todo a las capas más externas, de cierta clase de riesgos, siempre levanta la sospecha de hasta qué punto las personas son golpeadas por el despiadado Destino, o simplemente se relajan y corren riesgos innecesarios a sabiendas de que no sufrirán graves consecuencias. El hecho es que en algún sentido, por lo menos, ambos factores son ciertos. Ya ha habido economistas que han demostrado que el pleno empleo es más o menos imposible. Y nosotros hemos venido a decir que no solo no es deseable desde el punto de vista de la economía global, sino que ni siquiera es deseable para las personas mismas. Es necesario que las personas, de vez en cuando, tengan la oportunidad de redirigir sus vidas si no están muy satisfechas con la marcha que llevan, y prescindir de la presión del trabajo es necesario en estos casos.

En muchos sistemas actuales de ayuda, la ayuda es proporcional, más o menos, a la participación del individuo en lo público. Pero a partir de cierto punto, desaparece. Da igual si la persona ha trabajado y cotizado durante seis años o veinticuatro, la ayuda del Estado es proporcional solo a los últimos impuestos pagados, y se acaba de todas formas en el mismo tiempo. Puede demostrarse entonces que existen cientos de situaciones en las que a la persona no le es rentable trabajar, sino cobrar esta ayuda. Exactamente no sé de que principio se deriva esta forma de ayuda, pero evidentemente es absurda. Puede que haya dos o tres tontos en el mundo, pero evidentemente casi todo el mundo seguirá su mayor interés, y habitualmente este es trabajar un tiempo, después cobrar la ayuda y a continuación volver a trabajar. A partir de cierto período de tiempo de trabajo, no se gana ningún derecho añadido de ayuda. ¿porqué, entonces no dividir el tiempo de trabajo y cobrar entre medias las ayudas del Estado?. Añadidamente, aunque la cantidad real cobrada es siempre inferior a la cotización hecha (suma de lo que paga el trabajador y lo que paga la empresa que le emplea), al trabajador siempre le sale a cuenta cobrar la ayuda. Por si no hubiera bastantes absurdos, es necesario trabajar un tiempo mínimo para cobrar algo de ayuda, cuando las personas más necesitadas de ayuda son precisamente aquellas que no consiguen trabajar ese tiempo seguido. No merece la pena comentar más los absurdos del sistema. En el sistema que se expone aquí, todo individuo tiene derecho a una ayuda del Estado (la parte "anarco" del sistema). Naturalmente, ese derecho, si la comunidad es fuerte, será suficiente para vivir, pero siempre muy inferior a lo que el individuo ganaría haciendo cualquier trabajo. Lo que se propone aquí es que el individuo sea ayudado, ADEMAS, en la cuantía en que ha contribuido él a la comunidad. Lo que significa que recibirá más cuanto más ha contribuido y cuanto más tiempo lo ha hecho, y menos cuanto más se le haya reembolsado ya. Para acabar con los absurdos relativos al tiempo, se puede usar una especie de ley cuadrática que tiende a cero con el tiempo, y cuya integral es la suma de lo aportado a la comunidad hasta ese momento menos la parte que ya se ha reembolsado.

¿por qué digo que el individuo encontrará fiable este sistema y tendrá menos razones para criticar el uso que el poder público haya hecho de los recursos fiscales?. Sencillamente porque, llegado el caso, su "dinero" no ha desaparecido diluido en obras con las que no estaba de acuerdo. Su "dinero" está ahí, para él, si lo necesita. Estoy seguro de que más de uno se echaría las manos a la cabeza con esta propuesta. Pero piénsese por un momento que DE TODAS MANERAS, el Estado ya está garantizando una forma de reembolso que incluso en algunos casos es ventajosa para el individuo. Lo único que se pierde para la comunidad sería la PARTE que actualmente cae fuera de la utilidad para el individuo, ese exceso de contribución que después no se tiene derecho a percibir. Pero si piensan que las personas dejan pasar este absurdo, y realmente ingresan mucho por ese exceso...es que no conocen a las personas en absoluto, y además están creyendo algo muy ofensivo sobre la inteligencia de las personas en general. Por otro lado, el reembolso percibido iría decayendo continuamente, cosa que a las personas les resulta sumamente molesta. Y como a fin de cuentas, ese dinero "siempre estaría ahí", estoy convencido de que, al contrario, no solo no sería más caro mantener el sistema, sino que sería más barato, ya que las personas no se empeñarían en percibir "ahora" la prestación que si no se percibe se perderá. Cuando a las personas se les permite pensar que están asegurando un futuro incierto con su trabajo presente, de hecho la gente INTENTA trabajar. Solamente cuando se percibe una absurda pérdida en trabajar, es cuando la gente, lógicamente, dejará de hacerlo.

Mediante el sistema de reembolso, progresivamente más lento, de lo aportado fiscalmente, es posible evitar que las personas dejen de trabajar sin motivo para hacerlo, pero también cubrir en justicia los riesgos de desempleo de quienes no lo buscan, de paso que se devuelve la confianza del individuo en el sistema fiscal.

Lo mismo sería de aplicación sobre otro tipo de impuestos. Solo que opino que en general cualquier otro tipo de impuesto no tiene sentido.

La gente no debería pagar impuestos específicos de trabajo, porque trabajar, desde el punto de vista liberal, no es más que vender algo que se posee (el tiempo y la posibilidad de emplearse en algo durante él).

No debería tener otro tipo de impuesto que el que normalmente tenga cualquier tipo de venta. En general esto significa que, evidentemente, preconizamos (como corresponde a la parte del espíritu liberal que este libro defiende), que la razón del impuesto sea siempre constante. Que cada persona pague un porcentaje fijo de lo que vende y se desgrave la parte de impuesto de lo que compra. Pero esto es un tema para el siguiente capítulo.  


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