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PROTOPÍA

 

A MODO DE RESUMEN. PRÓLOGO

 

Dichosos los días del racionalismo, en que cualquiera podía pensar. Hoy está prohibido hacerlo si antes no se carga uno de miles de nombres, fechas, fórmulas, citas, experimentos, protocolos, tecnicismos varios, etc, etc. Hoy ya no se puede decir que el emperador va desnudo. Hay demasiadas teorías sobre su traje o ausencia de traje, demasiados teóricos teorizando sobre el asunto, y demasiada gente que vende camisetas con el logotipo "Yo vi el traje del emperador". Hay demasiada gente en el manicomio porque no vio el traje del emperador. Demasiada gente harta de oír hablar a demasiada gente sobre el asunto. Hay demasiado de todo, hay demasiados con todas las demasiadas opiniones posibles. En los días del racionalismo, quizá bastaba con decir algo coherente. Hoy día ya nada puede ser coherente si se puede entender, nada puede ser factible si es fácil, nada puede hacerse si no cuesta miles de millones, nada está en las manos de un solo hombre, nada puede ser decidido sin miles de estudios previos. En realidad, nadie se fía de nadie, y lo que es peor, ya nadie se fía de sí mismo. Por eso, entre otras muchas cosas, el racionalismo ha muerto. Es imposible racionalizar nada. Y aunque todo el mundo se traga las tonterías que los médicos dicen sobre el cosmos, y los astrónomos sobre el cuerpo humano, y aunque nadie hace el más mínimo esfuerzo por contrastar la información que proviene de los expertos que aparecen en la televisión, todo el mundo cree a pies juntillas que al hombre se le ha pasado la oportunidad de volverse a pensar las cosas y conseguir hacer algo satisfactorio. Si las grandes personas que se tiran años y años, y más años, y venga años, haciendo números y venga números, y experimentos y venga experimentos, no son capaces de encontrarle la madeja al hilo, Mcómo va a encontrarla cualquier miserable?, Mcómo va a siquiera aceptar que nadie lo haga?, Mcómo a aceptar que un solo libro diga muchas cosas?. Imposible. Por eso las utopías han muerto. El mundo es demasiado grande, demasiado complicado, demasiado interesado. Solo los grandes hombres pueden encontrar algo, y solo puede ser una mínima parte de lo que hay que encontrar. Solo las grandes corporaciones pueden manejar sus cuentas. Solo las grandes estructuras políticas pueden pensar política. Miles de hombres importantes se dedican a velar por nuestra seguridad, por la búsqueda de alternativas de vida, por el desvelado de los misterios imposibles de los números, por el trazado preciso, milimétrico y científico de las políticas sociales, monetarias, militares...El mundo es un gran monstruo con riendas demasiado grandes para las pequeñas manos. El mundo camina a pasitos, tiene su propia voluntad. Nadie puede realmente ver al emperador. Por eso es imposible escribir una utopía. Y por lo tanto, es una tontería leerla. Con tantas cosas que hay por el mundo, debe de estar todo dicho, todo pensado, todo valorado en su justa medida, todo puesto en orden por los que saben, y seguro que por tanto, eso es todo lo mejor posible.

Pero esto no es nuevo. En realidad, desde el primer instante que alguien fue más importante que otro, empezó a ser demasiado difícil para el miserable entenderlo todo. Si hay una razón para que un hombre sea un miserable, un hombre manejado, sin duda es una razón que el hombre no comprende. Seguramente el hombre debería hacerse una pregunta bien simple: Mcómo puedo esperar que alguien llegue alguna vez a pensar que no soy un miserable?. Sin duda, la única conclusión a la que pueden llegar los que piensan es a que los que no piensan son unos miserables. MAcaso ha llegado alguna vez alguien por la vía del pensamiento a demostrar que él mismo es un perfecto ignorante mientras que el rudo campesino es el hombre sabio?. El trabajo de los campesinos es cultivar la tierra, y el de los pensadores, demostrar que son más listos que nadie. El método que utilicen es lo de menos. Y las conclusiones a las que lleguen, perfectamente indiferentes. Con tal de que nadie se atreva a discutirles, se habrá logrado el objetivo. Si para ello hay que enterrar al ignorante en toneladas de papel, para que se amedrente de lo mucho que hay que leer para poder abrir la boca, pues se le entierra, y ya está. Pero el hombre debería hacerse la simple pregunta. MAcaso no es de esperar que el gran hombre llegue a la conclusión de que yo debo ser un miserable y él el amo de todo?. Si nos atenemos a lo que el mundo presenta, ocurre justo lo que es de esperar. Según todos los estudios realizados, el mundo es un conjunto de perfectos imbéciles que necesitan de la salvadora mano de los expertos, y menos mal que están ahí, que si no...

Los estudios científicos demuestran que tenemos que ser enterrados en basura, quemados por radiaciones, expoliados por las multinacionales, masacrados por los ejércitos, y así sucesivamente. Este mundo es el mejor de los posibles, según los políticos, los economistas, los científicos, los literatos. Es una tontería pensar en utopías. Las utopías son como los ovnis, solo creen en ellas los paranoicos, los ignorantes, los perezosos que no quieren estudiar lo suficiente para conocer la auténtica, la magnífica (desde luego, la monumentalmente pesada) verdad. Ya que es de esperar que lleguen a esta conclusión, Mpor qué deberíamos darle crédito?. MSolo porque llevan miles de años devanándose los sesos?. Tomados uno a uno, son personas modestas, tan aplastadas por su propia disciplina como puede cualquiera ser aplastado por ella. Pero la pregunta es Mpuede esperarse de un escritor que haga otra cosa que escribir libros?. MLe convierte eso en más inteligente?. Si nuestro motivo para no creer en utopías es que hay grandes universidades y escuelas de todo tipo intentando dar buenas ideas para el mundo, pero ninguna hace posible que el mundo sea un poquito mejor, pues quizá haya que buscarse otro, ya que ellos viven de que el mundo sea una mierda y a ellos les paguen por dar soluciones. No se puede esperar que el mundo funcione, porque hay demasiada gente que vive de arreglarlo.

Las noticias son que los expertos no tienen pretensión alguna de establecer el modo de hacer las cosas. En realidad, se pasan la vida estudiando cómo funcionan las que otros en el pasado hicieron. Se pasan la vida intentando predecir qué pasará, porque se puede ganar mucho dinero si se pueden predecir los acontecimientos. Pero no intentan que las cosas pasen de esta o de la otra manera, porque para ganar dinero solo necesitan que pasen según lo han previsto. Hay una gran diferencia entre eso y proponer una vía de acción con algún objetivo establecido. Según la Ciencia, no se puede montar en bicicleta sin conocer los rudimentos del equilibrio dinámico de fuerzas, la acción de las fuerzas gravitatorias, de las conservaciones de las cantidades de momento lineal y cinético en los tres ejes del espacio, la bioquímica completa de los músculos del ciclista, y la todavía por descubrir neurofisiología del control cibernético del equilibrio. Según la Ciencia, aún no sabemos lo bastante para montar en bicicleta. Y sin embargo, la bicicleta se inventó sin tantas zarandajas, y los niños aprenden a montar en ella años antes de oír las palabras "ciencias físicas". Probablemente es cierto que sería estupendo saberlo todo de la Física antes de inventar la bicicleta, pero les aseguro que no hay nada en la Física que sugiera la idea de bicicleta. La bicicleta se inventa y la Física la explica. Pero la Física misma es incapaz de inventar la bicicleta. Y como sabe que no puede, tampoco lo intenta. Es verdad que hacer predicciones sobre la marcha del mundo es bastante difícil. Hace falta un montón de teoría y una barbaridad de estudios para predecir algo en un mundo en el que hay muchos elementos, muchas cosas a tener en cuenta con cada uno, y encima, siendo imprevisible la reacción de cada uno. Pero debemos preguntarnos Mes necesario?. Realmente, podemos vernos obligados a hacer un montón de estudios para predecir con exactitud si nuestro cónyuge se tomará la cosa con humor, o montará en cólera y gritará, o montará todavía más y querrá el divorcio, o se montará del todo y se liará a cuchillazos con nosotros cuando se entere que le hemos puesto los cuernos. Pero creo que no hace falta estudiar mucho para saber que lo mejor es no ponérselos.

Pues a fin de cuentas, esto de las utopías viene a ser lo mismo. Quizá hagan falta muchos estudios para determinar con exactitud el alcance de una crisis, de una guerra o de una contaminación nuclear. Pero muy pocos para determinar que es mejor no provocarlas. Seguramente hará falta un experto para determinar cuánto DDT podemos tragar antes de ponernos verdes y volvernos estériles. Pero no hace falta para pensar que si mata bichos nos puede matar a nosotros, y que no es buena idea andar tirándolo por ahí como si tal cosa. De la misma manera quizá hagan falta sesudos estudios demográficos para saber cuanta tensión pueden soportar los seres humanos antes de querer suicidarse. Pero no hace falta ninguno para saber que es mejor no andar machacándoles. Hacen falta estudios monstruosos para saber cuánto paro puede haber antes de que se desate una insurrección. Pero muy pocos para saber que la gente necesita comer. No sé cuantos seres humanos puede soportar el planeta Tierra, ni falta que me hace. Sé que el número no es infinito, y hay que hacer que pare en alguna parte. De la misma forma, no sé cuantas fórmulas diferentes de financiación existen, ni falta que me hace. Tengo claro, y creo que cualquiera, que si alguien se dedica a gastarse lo que no tiene, no llegará muy lejos.

De todas maneras, aunque la mayoría de la gente no lo sepa, la Ciencia ya ha demostrado que la pretensión de diseñar la Ley de un modo científico es una tontería. Y ha tenido que demostrarlo porque tal cosa no es evidente. Pero el caso es que lo ha hecho. Hoy podemos hablar confiadamente de lo que queremos de la Ley, y no de lo que la Ley nos exige, porque la Ciencia ha demostrado que no solamente estamos por encima de la Ley, sino por encima de los abogados. La pretensión de conseguir que el hombre se comporte con arreglo a normas y que gracias a ello deja de incordiarse a sí mismo es una pretensión absurda. Afortunadamente, como la Ley no puede ser científica, tampoco hace maldita falta experimentación alguna, ni desarrollo lógico, ni demostración. Uno puede plantarse tranquilamente frente a su jefe y exigirle más sueldo, sin miedo a contravenir ninguna ley científica. Aunque algunos mentirosos se empeñen en decirnos que se puede demostrar científicamente que cuando reclamamos más sueldo estamos perjudicando la buena marcha de la economía global, lo cierto es que se ha demostrado científicamente que las personas en su sano juicio no hacen caso alguno de los argumentos en favor del bien común, se pasan por el forro todas las teorías sobre la inflación, la macroeconomía, la solidaridad mundial, las estadísticas sobre el colesterol, y se plantan ante su jefe y se niegan a trabajar si no les dan más sueldo. Sin contravenir ley científica alguna.

Por todas estas razones, aquellos que se conforman con que les digan lo tontos que son, y se dejan enterrar por las toneladas de papel escritas para demostrárselo, sin duda alguna lo son...pero por dejarse hacer. Hay dos maneras de comprender lo suficiente como para decidir el destino del mundo. Una es enterrarse durante años entre millones de libros y poner orden y concierto en el maremágnum. Otra es pensar con la cabeza. Lástima que me decidiera por la primera. Hoy día leer una utopía es una inmodestia. No digamos escribirla. Pero nadie tiene porqué enterarse. Si usted no dice nada, yo tampoco lo haré. Quedará entre nosotros y solo servirá para nuestro fuero interno. Quizá seamos inmodestos, pero Mqué le vamos a hacer?. Quizá no lleguemos a ninguna parte, pero ellos tampoco. MQué tenemos que perder?.

En cualquier caso, este libro no es un libro con un mensaje de decepción, de impotencia, de mal agüero, sino todo lo contrario. No pretende, desde luego, dibujar el mapa geográfico, político, económico ni religioso de una humanidad feliz. Pero sí pretende hablar sobre las fuerzas que configuran y desfiguran las utopías y por tanto, las acciones políticas, religiosas y económicas. Y en segundo lugar, y en base a ellas, hacer algunas modestas propuestas para manejar esas fuerzas. Lo que no significa definir del todo una propuesta de marco social, ni pretende decir que tal marco social carezca de puntos débiles.

La razón primordial de hacerlo es que hay pruebas de que si bien el pensamiento utópico no puede proponer alternativas completas que resuelvan todos los problemas del ser humano, sí que puede proponer alternativas que resuelvan ciertos problemas que la sociedad le da al ser humano; y las hay de que tales alternativas son viables y compatibles con cualquier preferencia especial que cada ser humano tenga sobre la vida.

En todo caso, estoy seguro que algunos de esos fenómenos inexplicados, que resultan difíciles de entender a cualquiera, serán un poco más comprensibles después que haya leído este libro. Muchas de esas supuestas "inevitables" condiciones de la vida en comunidad no son tales, y algunas de ellas se puede demostrar que no lo son.

Uno podría creer que disponiéndose a leer una utopía uno se dispone a leer un montón de buenas intenciones y deseos, o un montón de soluciones particulares a los problemas de cada cual, pero sobre todo un buen recetario de los trabajos que hay que hacer para alcanzar la vida comunitaria idónea. Quizá hiciera falta reconstruir las ciudades, volver a repartir la tierra, ejercer acciones políticas revolucionarias, o, como poco, coger los bártulos y mudarse a algún pueblecito idílico donde empezar de nuevo. Quizá hiciera falta empezar a habituarse a hacer actos de constricción sobre un montón de nuestras debilidades humanas.

Pues esta utopía no es así. Esencialmente, no propone que se haga NADA. Porque no hace falta hacer NADA. No hace falta reconstruir nada, cambiar nada de sitio, quitarle nada a nadie, ni siquiera cambiar sus expectativas ni planes hechos. No hace falta constricción alguna ni estudio ulterior alguno. No hace falta asociarse en ninguna parte, ni aportar ningún dinero ni esfuerzo a ninguna causa. La causa, por llamarlo de algún modo, se justifica de tal modo a sí misma, que lo único que exige del lector a posteriori es que escuche y juzgue todas las tonterías que provienen de los estamentos y las costumbres establecidas. El trabajo en la comunidad idílica que se expone es exactamente el mismo que está haciendo hoy día. Las estructuras políticas en uso pueden valer. Las cuentas en los bancos pueden seguir como están, y no hace falta volver a cambiar el sistema del vídeo. Como sé que resultará difícil de creer, le animo a que se entretenga un rato en vagar por las cuestiones prohibidas para tener una perspectiva un poco diferente de la habitual sobre las esperanzas que nos caben de llegar a alguna parte por el camino que vamos o de cuanto esfuerzo se necesitaría para cambiar de dirección. Prometo que es sorprendentemente mínimo.  

 


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