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AGUA QUE NO HAS DE BEBER...
60 respuestas al Plan Hidrológico Nacional


José María Franquet Bernis

 

 

SEGUNDA PARTE: EL PHN Y LOS TRASVASES

30. ¿El consumo de agua es parecido en toda España?

Si se compararan los volúmenes de agua consumidos en cada cuenca hidrográfica se podría obtener una imagen muy clara e ilustrativa del desequilibrio hídrico existente en España, caracterizado por las diferencias de consumo en cada zona y por lo tanto por la percepción que cada ciudadano experimenta del posible déficit o abundancia del recurso hídrico en la cuenca en la que habita.

Tradicionalmente, el consumo de agua se suele desagregar según que los usos sean el doméstico, el industrial o el agrícola. En términos porcentuales, el consumo agrícola es el más importante en nuestro país y representa prácticamente el 80% de la demanda consuntiva, aunque su peso cuantitativo resulta muy desigual entre las diferentes cuencas. Es por ello que para realizar esta comparación se ha creído conveniente excluir los usos industrial y agrícola, ya que estos ilustrarán mejor sobre el uso del agua en su faceta productiva, pero enmascararían la situación de abastecimiento familiar en cada una de las cuencas existentes en nuestro país.

El consumo medio de agua en los hogares españoles es de 111 m3 por habitante y año (304 litros al día). Este volumen, en cuanto indicador del grado de satisfacción de las necesidades hídricas de las personas, se distribuye muy desigualmente también por la geografía española. En contra de lo que pudiera pensarse en un primer momento, son aquellas cuencas que poseen menores recursos hídricos las que más cantidad de agua están consumiendo. Cuencas como la del Júcar, el Segura, Baleares, el Sur o las cuencas internas de Cataluña, que son fundamentalmente las que pueden constituirse en receptoras en base a lo que conocemos del nuevo ALPHN-2000, presentan consumos por habitante muy superiores a la media nacional, la cual, por cierto, resulta ser más que suficiente para ofrecer un grado óptimo de bienestar. Piénsese que un consumo de 200/250 litros por día satisface de manera holgada las necesidades hídricas de cualquier persona y compárese esta cifra con los 408 litros que se consumen en el Sur o bien los 480 litros en las islas Baleares. Y, ¡claro está!, todavía piden más agua.

Se aprecia, pues, que la imagen que ofrece el desequilibrio hídrico existente en nuestro país varía notablemente según la definición que se utilice en cada caso, a saber: según las precipitaciones, según los recursos (totales y/o regulados) o bien según el consumo de cada cuenca. Más que excluyentes tales definiciones se complementan magníficamente y ofrecen el cuadro de una España desigual, tanto en la riqueza hídrica como en el uso y accesibilidad a este recurso vital, pero caro y escaso. Si las primeras definiciones parecen indicar que son las cuencas del Duero o el Ebro (en este caso mucho más discutible en base a la primera definición) las que deberían donar agua, en cambio, analizado el problema en función de la última definición, debieran ser las cuencas consideradas como deficitarias las que deberían exportarla por presentar consumos muy superiores al del resto de los españoles y así conseguir equilibrar hidráulicamente el consumo. Las políticas trasvasísticas, que encuentran en las dos primeras definiciones aquí expuestas su máximo fundamento teórico, se derrumban estrepitosamente cuando se analiza el desequilibrio hídrico según la última, y vistas todas ellas en su conjunto ofrecen la conclusión de que no debiera haber mejor política hidráulica para España que la derivada de utilizar de la manera más racional los recursos autóctonos existentes en cada cuenca, ya que los recursos de cada una de ellas resultan, en general, más que sobrados para ofrecer un grado de bienestar adecuado a todos sus ciudadanos, aplicados autónomamente (CIP, 1994).


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