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AGUA QUE NO HAS DE BEBER...
60 respuestas al Plan Hidrológico Nacional


José María Franquet Bernis

 

 

PRIMERA PARTE: EL AGUA

22. ¿Qué es un embalse y para qué sirve?

Estas grandes extensiones de agua, llamadas también pantanos, suelen tener diversas utilidades (abastecimiento de poblaciones y de la agricultura, producción de energía eléctrica, práctica de deportes acuáticos, ...) y son abundantes en nuestro país, habida cuenta de su orografía y de la perentoriedad del aprovechamiento del agua.

La primera obra que se ha de acometer para la construcción de las centrales hidroeléctricas es el levantamiento del dique o muro de presa que ha de retener las aguas y crear lo que vulgarmente denominamos embalse. La iniciación de tales obras presupone el estudio previo y detenido de los regímenes hidrológico y geológico de la región, su reconocimiento topográfico y el de la naturaleza y contextura del suelo y subsuelo, etc.

La técnica de construcción de las modernas presas o diques no es nueva. Ya el hombre del período neolítico construyó presas, como pregonan los restos de construcciones de aquel tiempo levantadas en medio de lagos artificiales. En todas las épocas, el hombre realizó obras de este tipo, ya fuere para defender sus tierras y viviendas contra las avenidas, para rectificar los cursos de agua o bien para almacenar ésta con el fin de destinarla al riego o al consumo.

Actualmente, las presas se construyen de tierra o de hormigón. Las primeras no se suelen utilizar para la creación de pantanos artificiales destinados a la producción de electricidad, sino casi exclusivamente para la formación de grandes depósitos de agua. Hoy en día se utiliza mayoritariamente el hormigón en la construcción de estas grandes obras hidráulicas.

La presa, nombre especialmente reservado a los dique que cierran el paso a los ríos y crean lagos artificiales, pueden ser, básicamente, de dos tipos: de gravedad y de arco o bóveda. Las primeras resisten el empuje del agua almacenada gracias a su propio peso; son de planta rectilínea y su sección transversal resulta triangular, en consonancia con el propio diagrama de presiones hidrostáticas. Fuertemente ancladas en el terreno, su enorme y pesada masa destaca en el paisaje del valle que cierran, creando un considerable impacto visual. Hoy en día se prefieren las segundas, consistentes en un muro de hormigón armado de relativamente poco espesor pero convexo hacia el agua envasada (aguas arriba) vista en planta superior; esta es la forma clásica de las grandes presas, aunque existen otros tipos o variantes. Se levantan siempre en un punto en que el lecho del río se reduce mucho, circunstancia que suele presentarse en zonas montañosas; los extremos (estribos) o arranques del arco se apoyan sólidamente en las rocas laterales, las cuales contrarrestan y equilibran con su rigidez el tremendo empuje del agua embalsada. El muro se halla atravesado, en algunos puntos, por tuberías de acero o de hormigón armado que conducen el agua a las turbinas y alternadores que, algunas veces, se ubican en el cuerpo interior de la presa.

La coronación de la presa se eleva siempre pocos metros sobre el nivel máximo de las aguas retenidas. Para impedir el rebosamiento de la misma, se halla provista de un aliviadero, que es un canal que se abre a la altura máxima tolerada para el agua y que descarga la sobrante lejos del pie de la presa para impedir su descalce. En algunas presas, el agua rebosa por en cima de ellas, lo que obliga a proporcionar al trasdós del dique un perfil que se adapte al de la lámina de agua que resbala y cae por el paramento, disponiéndose al pie de la presa de un amortiguador que absorbe la fuerza de caída del agua.

Numerosos dispositivos, muchos de ellos automáticos y accionados por servomotores y sistemas inteligentes, regulan el caudal de agua que se envía a los grupos turboalternadores, que pueden ser de diversos tipos, con tomas a diferentes alturas. En todas las instalaciones de este tipo existe, también, toda una serie de elementos cuyo objeto es impedir las averías. La acumulación de fango, arena, piedras, bloques de hielo y restos vegetales pueden reducir el diámetro útil y obstruir los conductos de agua a las cámaras colectoras, entorpeciendo el funcionamiento de las turbinas y produciendo graves transtornos, que deben sumarse a los que se producen en algunos tramos del río, aguas abajo del embalse, por efecto de la no aportación de sedimentos: este fenómeno resulta especialmente sensible en el caso de los deltas, siendo el del Ebro paradigmático al respecto. Todo ello obliga al dragado sistemático del fondo del vaso y a realizar purgas del cieno que se acumula al pie de la presa, disponiendo rejillas metálicas en las bocas de acceso a las conducciones, al objeto de impedir su acceso a las turbinas.

Otro peligro que amenaza alas instalaciones hidroeléctricas estriba en el conocido golpe de ariete, que es una onda de retroceso del agua en las tuberías del sistema en funcionamiento, que se produce al cortar con rapidez el acceso del agua a presión a las turbinas o al cambiar rápidamente el régimen de alimentación de éstas. Este fenómeno puede causar una sobrepresión tan considerable que exceda incluso a la resistencia a la tracción de los materiales que conforman las paredes de la conducción, lo que provocaría su estallido o rotura violenta y la segura destrucción de la central eléctrica por inundación de toda la instalación. Para evitar este peligro se instala en la conducción, en el lugar conveniente, la denominada chimenea de equilibrio, que constituye una torre hueca abierta por su extremo superior y enlazada inferiormente con la tubería en cuestión; este dispositivo anula las sobrepresiones accidentales, mediante la libre oscilación y elevación por su interior del agua cuando la tubería es recorrida por la onda de retroceso.


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