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AGUA QUE NO HAS DE BEBER...
60 respuestas al Plan Hidrológico Nacional


José María Franquet Bernis

 

 

PRIMERA PARTE: EL AGUA

21. ¿Cuál es el origen de las aguas residuales?

En las preguntas anteriores, hemos venido considerando las diversas necesidades de abastecimiento de agua. Otra cosa bien diferente es la evaluación de las consecuencias generadas por los efluentes o vertidos que dichas implantaciones pueden provocar en el medio ambiente. Tanto el uso doméstico, como el industrial y energético, o como el agrario, producen unos efluentes de aguas usadas –aguas “servidas”, como se les denomina también- que se han de considerar dentro de la utilización racional del ciclo del agua, habida cuenta de que constituyen grandes factores contaminantes. Veamos, sucintamente, sus diferentes orígenes:

1) El uso doméstico del agua ofrece como resultado las aguas de los alcantarillados de las ciudades, aguas negras que han de retornar al ciclo hidrológico previa su depuración, y que comportan toda una problemática de saneamiento bastante compleja.

La descarga a las alcantarillas es casi toda ella de tipo orgánico, por lo que su tratamiento depurativo no resulta necesariamente muy complicado ni caro. En los últimos años, un nuevo factor ha venido a complicar, sin embargo, el tratamiento de las aguas residuales domésticas: la introducción de los detergentes a gran escala. Los primeros detergentes del mercado eran incapaces de su degradación biológica y, en consecuencia, planteaban serios problemas a las técnicas normalizadas de tratamiento. Se presionó sobre los fabricantes de dichos productos químicos con el objetivo de aliviar este problema, y el resultado ha sido que la mayor parte de los detergentes actuales se pueden destruir en plantas adecuadas de tratamiento de aguas residuales. He aquí un caso ejemplar de lucha contra la contaminación: si la comunidad ejerce la suficiente presión, los fabricantes se ven obligados a modificar sus métodos y productos en favor del bien común.

En una comunidad moderna se consumen grandes cantidades de agua para este tipo de usos, que después se descargan en las redes de saneamiento de las poblaciones. Dicho consumo supone, en los países avanzados, hoy en día, del orden de 350 a 450 litros por habitante y día (incluyendo en esta cifra todas las posibles utilizaciones del agua dentro del núcleo urbano, pérdidas de la red de distribución inclusive). El agua se toma purificada y potabilizada del suministro de la ciudad, se contamina y se descarga, después, en el alcantarillado, tras lo cual se vuelve a purificar y, en ocasiones, a utilizar. Algunas veces, este reciclaje entre el grifo y el albañal resulta rapidísimo.

Durante un verano normal, por ejemplo, se calcula que en la cuenca alemana del Ruhr el agua es reciclada no menos de 20 veces. En Gran Bretaña y otros países, esa frecuencia no es tan alta; pero lo cierto es que el agua sucia que hoy tiremos por el desagüe nos aparecerá (por supuesto, convenientemente purificada) en el grifo dentro de unas semanas. Después de todo, la mayor parte del suministro de agua a una ciudad procede de los ríos, que constituyen también la salida de casi todas las aguas residuales tratadas.

2) El uso industrial puede ser que tenga lugar en un circuito cerrado y que no contamine (para refrigeración, por ejemplo) o bien puede tratarse de un uso que utilice el agua como vehículo y que posteriormente, en sus vertidos, contamine no solamente por sí misma, sino también por la presencia de residuos industriales que salgan conjuntamente con la producción.

Los desechos industriales producen una contaminación orgánica que es de orden parecido a la originada por los procesos vitales de una población y que está constituida, en gran parte, por productos químicos que son más difíciles de degradar biológicamente que las sustancias presentes en las aguas residuales domésticas. Además, la industria produce grandes cantidades de contaminantes nocivos persistentes (fenol, sales metálicas disueltas, productos petrolíferos, metales pesados, elementos radioactivos, etc.) que se descargan en los cursos de agua en forma de solución y suspensión. Estas descargas –en mayor medida que las de origen doméstico, que son más “naturales”- vienen produciendo, esporádicamente, envenenamientos masivos de las aguas naturales.

Los organismos vivos realizan una eficaz tarea de reducción del contenido de la materia orgánica degradable de las aguas residuales, y en las pequeñas comunidades suele bastar con estos procesos autodepurativos; pero resultan impotentes para enfrentarse con éxito a las grandes cantidades de residuos o desechos tóxicos que originan ciertos procesos fabriles.

3) En el uso energético, hemos tenido y tenemos, desgraciadamente, ejemplos claros de contaminación por la utilización del agua para refrigerar las centrales termonucleares.

Suponiendo que no haya contaminación por radioactividad (cosa que no es afirmable a priori sin algunas prevenciones), sí que es cierto que los grandes volúmenes de agua utilizada para refrigerar los condensadores de los reactores de las plantas nucleares situadas en las orillas de los cursos fluviales pueden provocar un cambio notorio en el ecosistema situado aguas abajo de la central, dado que el incremento de la temperatura disminuye la capacidad de retención del oxígeno del agua y transforma, de forma substancial, la fauna y la flora que, aguas abajo de aquella instalación atómica, se podía haber dado o se estaba dando hasta la fecha Algunos de estos efectos, precisamente, como la proliferación extemporánea de algas, han sido observados en el tramo final del río Ebro, aguas abajo de la central termonuclear de Ascó (Tarragona).

4) Finalmente, el uso agrícola para regadío, con la utilización intensiva de pesticidas y de otros productos químicos, constituye otro factor contaminante, muchas veces menos controlado que los otros usos ya expresados (domésticos e industriales).

Las aguas de lluvia, con el arrastre por lixiviación que producen, llevan al río, a la capa freática del subsuelo o a los sistemas de drenaje y avenamiento una cantidad importante de contaminantes químicos, orgánicos e inorgánicos, que pueden llegar a impedir la reutilización, aguas abajo de los vertidos, de estos caudales, de no llevarse a cabo los oportunos y siempre difíciles tratamientos físico-químicos y biológicos.

Pues bien, amigo lector, ante toda esta problemática, las distintas administraciones públicas son las que tienen las principales responsabilidades, tanto por lo que se refiere a la concesión administrativa de caudales para los diferentes usos de los que hemos hablado, como también en la planificación estricta de la utilización del territorio.

Por fortuna, la tecnología moderna, que es causa de la mayor parte de nuestros problemas de contaminación, es capaz también de resolverlos. Actualmente, se dispone de métodos altamente sofisticados que permiten eliminar, prácticamente de manera absoluta, todas las formas usuales de contaminación hídrica. No resta, pues, sino dictar normas justas y acertadas que obliguen a industriales y agricultores o ganaderos a emplear los métodos disponibles. Del mismo modo, hay que obligar a las entidades regionales y locales a invertir fondos procedentes de los impuestos con fines de potabilización de aguas y depuración de las residuales; los coches oficiales y las obras de arte caras pero esotéricas -aptas sólo para la cultura refinada de una minoría- deberían ceder su prioridad cuando el medio ambiente presente y futuro de toda una comunidad se halla seriamente amenazado.


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