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AGUA QUE NO HAS DE BEBER...
60 respuestas al Plan Hidrológico Nacional


José María Franquet Bernis

 

 

PRIMERA PARTE: EL AGUA

15. ¿Debe planificarse el uso del agua?

Normalmente, el uso racional del agua se ha venido limitando a su correcta administración, pero la escasez futura del recurso en muchas áreas del planeta (a la que ya nos hemos referido en alguna respuesta anterior) exige una planificación global e integral que requiere llevar a cabo las siguientes actuaciones:

1ª) El inventario de disponibilidades o evaluación de la oferta en cada Cuenca hidrográfica. Es función de los Planes hidrológicos de Cuenca.

2ª) La evaluación de las demandas en sus distintos aspectos, cuantitativos y cualitativos, así como su distribución espacial en cada Cuenca. Ello también corresponde a los Planes Hidrológicos de Cuenca, ya elaborados en nuestro país.

3ª) El establecimiento del Plan Hidrológico Nacional, previsto en la Ley 29/1985, de 2 de agosto, de Aguas, y en el correspondiente Reglamento del Dominio Público Hidráulico, aprobado por el Real Decreto 849/1986, de 11 de abril del mismo año . Mediante dicha legislación, trátase de distribuir la oferta disponible en forma adecuada para atender la demanda exigida.

4ª) La determinación del Plan Nacional de Obras Hidráulicas, a corto y medio plazo, que corresponderá a las acciones concretas infraestructurales precisas para coordinar la oferta con la demanda de los recursos hídricos.

Aceptando este planteamiento como punto básico de partida, nos encontramos con que es precisamente la evaluación de las demandas, especialmente en cuanto a su naturaleza y distribución espacial, el aspecto más conflictivo y difícil de determinar de un modo satisfactorio. Desde luego, para la correcta estimación de este problema habría que disponer de una planificación del desarrollo económico y social a largo plazo que fuera la base de un cierto Plan de Ordenación Territorial General, con lo que se lograría establecer una estrecha relación entre aquélla y la planificación coherente de los recursos hidráulicos (ésta última tendría la categoría de un Plan Territorial Sectorial, que afectaría a todo un territorio pero a un solo sector del mismo). En última instancia, también los Planes Territoriales Parciales (que afectan a todos los sectores económicos de un determinado territorio) y, a un menor nivel geofísico, los Planes Directores Territoriales de Coordinación, deberían ser consultados con anterioridad al establecimiento de las demandas hídricas definitivas.

No obstante, hasta el momento y en la mayoría de los países, no ha sido éste el proceso lógico establecido para el aprovechamiento de estos recursos (sin contar, a veces, con series históricas o cronológicas de datos suficientemente amplias y fiables), por lo que se ha venido llevando a cabo un procedimiento que no juzgamos suficientemente riguroso ni satisfactorio.

En esta tesitura, una toma racional de decisiones en materia de gestión de los recursos hidráulicos puede resumirse en los siguientes puntos:

1. Es necesario replantearse la política hidráulica a seguir de forma que no contribuya a crear desequilibrios territoriales (entendiendo como tales los definidos en la respuesta a la pregunta anterior).

2. Es conveniente llevar a efecto una planificación del desarrollo que tienda a reducir los desequilibrios territoriales ya existentes.

3. El problema de los desequilibrios hidráulicos en un territorio suficientemente amplio ha de ser contemplado dentro de una óptica a largo plazo. No puede hablarse de ello, propiamente, si no es en el marco de los grandes planes de ordenación territorial, en los cuales se habrá de optar, de forma democrática, por unos u otros modelos de crecimiento territorial.

Vemos, pues, que existe un claro paralelismo entre estas ideas y las anteriormente expuestas. Ahora bien, el proceso descrito de elaborar un Plan de Desarrollo Económico y Social a largo plazo que sirva de base a un posterior Plan de Ordenación Territorial General resulta, evidentemente, largo y complejo a escala de todo el territorio de un país como el nuestro. Por otra parte, el problema de la evaluación de la oferta de agua, aún sin llegar a presentar las mismas dificultades, ha sido también objeto de polémica en muchos foros, si bien la solución se presenta, en este caso, menos complicada.

Es evidente que la necesidad de una planificación del aprovechamiento de los recursos hídricos, a escala nacional, sólo podría denominarse de "aprovechamiento exhaustivo". En etapas anteriores, como son las de "aprovechamiento de los recursos propios de la cuenca hidrográfica" o la de "aprovechamiento de oportunidad", las previsiones de demanda de agua pueden hacerse sin que deban considerarse limitantes del desarrollo económico y social de una región, pues en caso de un mayor crecimiento sería viable acudir a otras fuentes de recursos.

El problema se plantea, en toda su magnitud, cuando se llega al “aprovechamiento exhaustivo” a escala nacional, por que las previsiones de demanda de agua se realizan en base a la previsión de desarrollo económico y social futuro. Entonces, considerándose los recursos en su totalidad, las cantidades asignadas para cada región sí son limitantes, estando clara la interrelación e influencia de las previsiones de demanda de agua en el futuro desarrollo económico y social de las regiones. Éste es, precisamente, el gran reto que tiene planteado el Plan Hidrológico Nacional.

La perentoriedad de la planificación de los recursos hidráulicos ya se ha puesto suficientemente de manifiesto y juzgamos importantes, en definitiva, las consideraciones efectuadas en los epígrafes anteriores a la hora de planificar, con objetividad y acierto, la gestión de los recursos hidráulicos de un territorio más o menos extenso.


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