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AGUA QUE NO HAS DE BEBER...
60 respuestas al Plan Hidrológico Nacional


José María Franquet Bernis

 

 

PRIMERA PARTE: EL AGUA

11. ¿Puede el agua ser fuente de enfermedad?

Si no fuente, sí por lo menos transmisor o contenedor de ella. Sobre todo las de origen parasitario, bacteriano y vírico. Somos nosotros quienes las propagamos o bien por un comportamiento erróneo con relación al agua o por una higiene deficiente. El médico francés Pasteur es el que se da cuenta del papel de los microbios en las enfermedades infecciosas y, por tanto, de la necesidad e importancia de la higiene corporal.

La parasitosis de origen hídrico es uno de los mayores problemas sanitarios con los que se enfrenta el tercer mundo desde hace años. Si nos referimos al paludismo, veamos que cada año mueren en todo el mundo un millón de personas y casi ciento cincuenta millones resultan infectados. Hay otras enfermedades que diezman al tercer mundo, como la sistosomiasis y la filariosis. En Europa, a lo largo de la historia, también hemos sufrido auténticas epidemias, el cólera, por ejemplo, la peste bubónica, la fiebre amarilla o la disentería.

12. ¿Existe escasez de agua a escala mundial?

Hasta hace unos cuantos años nadie creía concienzudamente que el agua potable llegaría a ser un grave problema para la humanidad. Sin embargo, hoy en día la escasez del agua constituye un problema de primer orden para el 25% de la población mundial; es decir, de las casi 5.300 millones de personas que habitan la Tierra, 1.300 millones no tienen siquiera el agua potable asegurada. Hay quien se ha atrevido, incluso, a vaticinar que las más devastadoras guerras en el siglo XXI tendrán lugar como consecuencia de la disputa por el preciado líquido elemento.

Esta situación, no obstante, se ha producido a causa de una compleja serie de factores, de entre los cuales cabe destacar: la demanda de agua exigida para la agricultura, la industria y el consumo doméstico; sus usos lúdicos y las necesidades ecológicas; la contaminación de los escasos recursos hídricos; la desertización, y, en última instancia, los cambios climáticos.

La agricultura, concretamente, será un factor clave en el futuro. Se prevé que en el año 2025 los agricultores habrán de producir alimentos para abastecer a 8.000 millones de personas. Actualmente, el 11% de la superficie terrestre se dedica al cultivo agrícola, si bien se calcula que aún se podría cultivar el doble de extensión. El agua es y seguirá siendo indispensable para incrementar la producción, pero para poder hacerlo se ha de reducir sensiblemente en cantidad el agua de riego que se malgasta, que representa un aproximadamente un 60% del total. Además, la agricultura convencional utiliza abonos químicos, pesticidas diversos (fungicidas, insecticidas, nematocidas, acaricidas, herbicidas) compuestos de nitratos y fosfatos, que envenenan el agua y degradan el suelo continuamente.

Como es bien sabido, la franja mediterránea ha estado calificada como zona de alto riesgo de desertización a causa de los incendios que la devastan cada verano. El fuego destruye la capa vegetal, de tal manera que se pierde la generación de materia orgánica (con sus correspondientes ácidos húmicos y fúlvicos) y la consecuente capacidad de absorber el agua de la lluvia. Paralelamente, la erosión hidráulica arrastra la tierra vegetal de los horizontes superiores o superficiales, que es, por cierto, la que reúne mejores condiciones edafológicas para el cultivo, con lo cual se desertiza el terreno. Se calcula que cada año, sólo por este motivo, una superficie de tierra equivalente a la extensión de la nación hermana de Portugal deja de ser productiva.

Pues bien, en el supuesto (que, en todo caso, está científicamente por corroborar) de que las temperaturas llegasen a aumentar un promedio de uno o dos grados centígrados y las precipitaciones acuosas disminuyesen correlativamente entre un 10% y un 20%, los recursos hídricos se pueden reducir entre un 40% y un 70%. Es previsible, en síntesis, que si no modificamos la situación actual, el año 2002 (primer horizonte del Plan Hidrológico Nacional del 2001) muchos países tendrán la mitad de los recursos de agua por cápita que tenían el 1975, con los gravísimos problemas de todo tipo que tal circunstancia comportaría.

 


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