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AGUA QUE NO HAS DE BEBER...
60 respuestas al Plan Hidrológico Nacional


José María Franquet Bernis

 

 

PRIMERA PARTE: EL AGUA

9. ¿Cómo se contamina un río?

Esta es una buena pregunta que, inconscientemente, deben hacerse todos aquellos que lo practican con absoluta impunidad y sin remordimientos de conciencia.

Lo primero que debe hacerse es tener claro que la búsqueda del máximo beneficio no permite cualquier cosa, puesto que el fin no justifica los medios. Hay gente que piensa que un río es como una pizza, que puedes echar cualquier cosa sobre una base de calidad y ya sale buena. Bajo esta premisa, los ríos han sido y son utilizados como sumideros para los desechos de la agricultura y de las industrias. Es cierto que, gracias a su corriente y naturaleza ecológica, los ríos tienen la constante capacidad de regenerarse a sí mismos mediante el proceso conocido como “autodepuración”. Pero eso es cierto sólo hasta cierto punto, por lo que no conviene pasarnos, a no ser que queramos acabar con él de una vez por todas. Su capacidad de asimilar aguas residuales de la ciudades, fertilizantes de las tierras de cultivo, elementos químicos y otras porquerías tiene un límite. Si nos pasamos, conseguiremos que las bacterias, las algas y la proliferación de la vida vegetal consuma el oxígeno del agua y nos carguemos no sólo los peces, sino todo el ecosistema y que se interrumpa la cadena trófica. En síntesis, veamos que una cadena trófica es una serie de cadenas alimentarias relacionadas entre sí y por la que circulan energía y materiales en un ecosistema.

Por otro lado, los dueños de las fábricas e industrias parece ser que aún no se han dado cuenta de que los ríos son muy sensibles y vulnerables, muy fáciles de envenenar a través de productos tóxicos o metales pesados como plomo, cinc, mercurio, cadmio, ácidos, disolventes o policloruros de vinilo (el famoso PVC, que muchos de nosotros tenemos en casa en diferentes formas).

La concentración de estos contaminantes no sólo produce mutaciones o malformaciones genéticas, sino también el exterminio sistemático e irreversible de comunidades naturales enteras y la degradación y destrucción del paisaje. No sólo destruyen la vida sino que se acumulan -todos estos elementos- en los sedimentos y en los suelos. Además son un peligro real para nuestra salud; peligro que se deriva, por un lado, del consumo de agua o, por otro, de los alimentos que proceden de estos ríos contaminados.

Según estudios recientes, la mayoría de los ríos del mundo están, en mayor o menor medida, contaminados. Pues bien, o reducimos las aportaciones contaminantes y reconstruimos la ecología natural o nos cargamos los ecosistemas que, en otro tiempo, fueron vírgenes, así como las aguas que necesitamos para nuestro consumo.

Estamos acabando con los últimos refugios de especies animales y de plantas, como es el caso del río Amazonas, el más caudaloso del mundo. Aunque, para qué engañarnos, no hace falta irse tan lejos...


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