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La crisis financiera de 1994-1995 y el TLCAN a diez años

Josué Emmanuel Fernández Torres
 

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3.3. INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA Y EMPLEO EN EL TLC

Actualmente, México posee un sector productivo nacional que ha probado su eficiencia y que tiene la capacidad para atraer inversión extranjera; además con la apertura comercial se garantiza que dicha inversión esté asociada con la tecnología idónea, mejorando de esta forma la productividad y competitividad del aparato productivo nacional.

En el proceso de modernización y cambio estructural de la economía nacional se han adecuado y simplificado los criterios y procedimientos que norman la inversión extranjera, contando así con un régimen jurídico que brinda certidumbre, permanencia, transparencia y seguridad.

De esta manera el ambiente económico favorable y las facilidades otorgadas por México hacen del país un atractivo destino para el capital extranjero.

Particularmente, se ha señalado frecuentemente que la inversión extranjera directa ha jugado un papel importante en el funcionamiento de la economía mexicana y que ha tendido a disminuir la brecha entre ahorro e inversión. Asimismo, se ha orientado a aligerar los desequilibrios en la balanza comercial y ha propiciado la transferencia de tecnología de punta y contribuido a la generación de empleos.

Con la entada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la participación de Estados Unidos y Canadá en el total de la Inversión Extranjera Directa se ha incrementando paulatinamente, lo cual resulta ser un efecto esperado en un proceso gradual de integración económica entre las tres economías.

Integración económica cuyos efectos resulta interesante investigar en esta tesis, no solo por el volumen y composición de la IED proveniente de Estados Unidos y Canadá, antes y después del TLC, sino más aún, interesa conocer si la IED proveniente de esos países refuerza en México un modelo de país maquilador más que un efecto importante en el crecimiento económico del país.

Para ello, en primer término, debe hacerse referencia a los flujos de la IED en América del Norte antes y después de enero de 1994. A. Borja Tamayo (2001), ha elaborado un análisis a este respecto, divido en dos períodos:

Esta información muestra el notable incremento de la IED intrarregional que, por supuesto, no tiene en el TLCAN a la única variable explicativa; sin duda, la fase expansiva (A) del ciclo económico de los Estados Unidos jugó un papel significativo en este incremento. Sin embargo, el propio tratado ha operado como un marco institucional plausible para algunos eventos que, como el salvamento de la economía mexicana durante 1995, rebasan a la letra de este instrumento; en la medida en la que la liberalización de la IED está formalizada en la letra del TLCAN, no es exagerado el afirmar que una buena parte del incremento señalado se origina en la operación del tratado.

En lo relativo a los cambios cualitativos, la misma fuente permite precisar que, mientras México ocupó el primer sitio como receptor de IED, durante el primer período, Estados Unidos toma ese lugar, durante el segundo y Canadá, para ambos períodos, se mantiene en el segundo sitio:

La apertura de la economía mexicana, con la orientación hacia el mercado externo y la política de puertas abiertas a la inversión extranjera, no ha contribuido a que el crecimiento del producto nacional sea más dinámico que en el periodo anterior de protección y economía cerrada. Por el contrario, su impacto tras la crisis de la deuda de los años ochenta ha sido poco significativo en el crecimiento del producto:

Las razones por las que la IED no ha sido un factor relevante para el crecimiento, están ligadas al debilitamiento del mercado interno, a la reducción del grado de integración nacional (GIN) de las exportaciones manufactureras no maquiladoras (39.87) , que deriva de una polarización industrial entre el mercado interno y el externo, al crecimiento de las importaciones asociadas a la exportación (58.6 % del total de importaciones durante 1998), a la concentración de la actividad exportadora manufacturera en muy pocas ramas y empresas (el 78 % de estas exportaciones se concentró en los sectores de: productos metálicos, maquinaria y equipo – 63.1% -, textiles y vestido – 7.3% -, y de la química – 7.32% -, durante 1998).

Por lo que hace la empleo, las ramas mencionadas (textiles y química) han mostrado un incremento menor al 1 %, entre 1993 y 1999, mientras que las de minerales no metálicos y productos metálicos básicos; maquinaria y equipo, han reducido el empleo, para el mismo período, en alrededor de un punto porcentual.

A mayor detalle, la generación de empleos a raíz del incremento en los flujos externos de capital hacia México no han sido suficientes como para considerarlos como un factor importante. Las tasas de empleo y desempleo se han mantenido al margen de la IED, muestro la siguiente gráfica donde se observa que la IED registra una tendencia ascendente a partir de 1994, mientras que el empleo refleja aumentos menores que incluso, en los últimos años, tienen una tendencia negativa.

Analizando los sectores específicos en donde se canaliza la mayor parte de la IED proveniente de Estados Unidos y de Canadá se observa que no existe un aumento correspondiente en el empleo como resultado de los flujos de inversión registrados. Esto se muestra en las siguientes gráficas.

La evolución de la IED, desde la búsqueda de importantes mercados internos en los países receptores hasta la construcción de las plataformas de exportación, tiende a aportar un efecto de baja monta en el desarrollo de las naciones a las que acude, al tiempo que favorece una estructura productiva día con día más cercana a la maquila, misma que en ningún caso ha producido desarrollo. La reducción del mercado interno, la destrucción de cadenas productivas, la débil generación de empleos, en su caso, mal remunerados, el poco significativo efecto sobre el crecimiento, la polarización industrial y la concentración de beneficios, son realidades que no se asemejan a la obtención de los componentes convencionales del desarrollo: mercado interno sólido y en expansión, cambio técnico, entramado institucional virtuoso, inversión, ocupación, derrama de ingreso e incrementos en consumo y ahorro.

Con estos elementos se puede decir que se observan notables variaciones cuantitativas y cualitativas de la IED intrarregional, (muy lejos de la teoría de la convergencia entre naciones involucradas), con una visible tendencia a la ampliación del esquema maquilador, en nuestro sistema económico.


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