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El potencial de sostenibilidad de los asentamientos humanos

Josep Antequera

 

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CCAPÍTULO 4

CEREBRO, HÁBITOS, ALGORITMOS COMPRIMIDOS Y ACCION SOCIAL



      4.3. Los hábitos como piezas estructuradoras del comportamiento social


Dentro de la base neuronal del ser humano, podemos decir que los seres humanos estamos mucho más capacitados para reconocer patrones que para pensar a través de combinaciones lógicas, por lo tanto confiamos en esta habilidad para casi todos nuestros procesos mentales. El cerebro humano se basa en computar previamente sus análisis y almacenarlos para referencias posteriores. Luego usamos nuestra capacidad de encontrar patrones para reconocer una situación como compatible con otra que habíamos pensado y recuperar las conclusiones a las que habíamos llegado con anterioridad . Todo ello nos lleva a un cierto grado de uniformidad en el comportamiento, en función de los patrones de reacción adquiridos y almacenados al hacer frente a situaciones anteriores similares. A estos patrones comportamentales los psicólogos le denominan hábitos.

El hábitus según algunos autores podría entenderse como un sistema de disposiciones durables y transferibles – estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes – que integran todas las experiencias pasadas y futuras en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes, cara a una coyuntura o acontecimiento que él contribuye a producir . Este hábitus, configurado desde unas condiciones sociales de existencia y compartido por personas con posicionamientos cercanos en el espacio social, condiciona una práctica (comportamientos) y unos gustos que se plasman en diferentes estilos de vida.

Por un lado el hábitus se comporta como estructura estructuradora del mundo social y, por otro, es una estructura estructurada por el mundo social.

El hábitus supone la internalización de las estructuras y así, como conjunto de estructuras internalizadas, el hábitus funciona como plataforma para la acción: constriñe la acción pero no la determina, sino que constituye la base sobre la que la persona evalúa las diferentes opciones seleccionando estrategias para la acción.

Esta relación entre hábitus y acción podría considerarse análoga a la mutación genética, entre genotipo y fenotipo y sus posibilidades de fijación estructural de la acción nueva como hábitus nuevo, en función del éxito generado por la selección social. Podríamos decir que los estilos de vida de las comunidades están basados en un conjunto de hábitos reforzados cultural y socialmente.

Los estilos de vida se erigen en los nuevos enclaves microgrupales comunitarios, consisten en un conjunto de prácticas rutinizadas, reflexivamente abiertas al cambio, que son reflejo tanto de la auto-identidad de sus “dueños” como de los vínculos sociales por los que ha optado.

El estilo de vida se puede caracterizar como toda manera de pensar, de sentir y obrar, abordable desde una o varias dimensiones de análisis, características de un individuo o de un colectivo (grupo o sociedad entera) y relacionado con su “circunstancia” espacial y temporal.

Los estilos de vida estarían definidos por:

1. Las cosmovisiones y los sistemas de valores reflejo de la ideología y mentalidades respectivamente.
2. Las actitudes y las normas (predisposiciones internas y externas a la conducta que no son sino plasmaciones de los valores)
3. Sistemas de usos y hábitus (selección congruente del repertorio de normas y actitudes como consecuencia de la intersección entre las condiciones externas y las estrategias subjetivas, y que se identifican como tendencias a la acción.
4. Los impulsos y las predecisiones (las intenciones conductuales).

Dichos autores analizan diversas definiciones de los que llamamos estilos de vida, destacando entre ellas las siguientes características de éstos.

En la base de los estilos de vida, subyace la búsqueda de la realización personal que conlleva la creación de espacios de identidad simbólicos diferenciados entre sí. Sin embargo, al mismo tiempo, cada uno de estos espacios es dependiente de la existencia de los otros espacios ya que los están delimitando en su realidad cultural. El estilo de vida puede erigirse como diferenciador idóneo en el nuevo orden de segmentación social de la sociedad occidental.

Asó pues, mediante el estilo de vida, el individuo organiza su mundo personal en el mundo social. Tal organización requiere de una estabilidad básica de los comportamientos individuales en el ámbito de la cotidianidad. Es el instrumento de mediación con el cual cada hombre se incorpora al (se estructura dentro del marco del) mundo en el que los otros nacen y se desenvuelven.

Cuando tales patrones de acción se observan homogéneamente en un agregado estadístico de individuos podemos hablar propiamente de la existencia de un estilo de vida social. (especie social) . El concepto de estilo de vida surge como un nexo social entre el individuo y el ecosistema social al que pertenece, entre la acción individual y la estructura macrosocial.

La resultante global es el sistema de valores y actitudes y sus comportamientos de consumo y de la manera que tienen las gentes de vivir y de gastar su tiempo y su dinero. A partir de aquí podemos considerar al estilo de vida como el rasgo fenotípico de la especie social (ser humano) que le caracteriza su modo de relación (interacción social), consumo y producción (relación ecológica) que juega su papel en el ecosistema social ocupando un nicho individual o grupal en su estructura.

Los estilos de vida generan objetivos en personas y colectivos sociales, basados en estos códigos de valores y socialmente se crean circuitos sociales de retroalimentación positiva que potencian este tipo de prácticas generalizadas y inhiben (o intentan reprimir) comportamientos diferentes. Estos circuitos retroalimentadores son generados por la propia dinámica de la organización social, y creados y renovados permanentemente para mantener la estabilidad funcional y estructural del sistema (un determinado orden social). Es importante aquí destacar como los medios de difusión y de comunicación (juntamente con los de propaganda), se encargan de mantener en permanente renovación estos mensajes.

Podríamos decir que los estilos de vida se implantan en nuestro comportamiento como secuencias de información que rigen nuestra conducta y automatizan nuestras acciones. Bertrán destaca en su trabajo el concepto de algoritmos comprimidos como los elementos que estabilizan la complejidad en el interior del sistema y que actuarían como elementos estabilizadores de dichos estilos de vida.

En el caso de los sistemas biológicos y en el ecosistema como entidad global, estos algoritmos comprimidos estarían compuestos por la información genética formada durante todo el proceso evolutivo (4.000 millones de años) que guía las relaciones en el ecosistema, y en el caso de los sistemas sociales los algoritmos vendrían más determinados por la cultura. En este último caso dichos algoritmos generarían los hábitos de conducta, los comportamientos y los sistemas de relación social y su organización (formados culturalmente no hace mas de un millón de años).

Estos algoritmos en el caso de los ecosistemas, se convertirían en la información miniaturizada en la que se basa la sucesión ecológica; y se ha adquirido a través de años de evolución en los sistemas biológicos y su relación con el entorno. Gracias a estos algoritmos genéticos los organismos adquieren las pautas de conducta para mantener la estabilidad del ecosistema entero y de ellos mismos, hacia una estructura funcional de minimización del consumo energético y maximización de la diversidad biológica.

No está tan claro este proceso en los sistemas sociales, ni tampoco como se ubican estos algoritmos en el interior del ser humano. Murray Gell-Mann, premio Nóbel de Física, lo expresa de esta manera, en el caso de la evolución biológica, la experiencia del pasado está comprimida en el mensaje genético codificado en el ADN. En el caso de las sociedades humanas, los esquemas son las instituciones, las costumbres, las tradiciones y los mitos, que constituyen, en realidad, formas de ADN cultural . Podríamos decir que dicho ADN cultural genera en los sistemas sociales lo que podemos denominar capital social, al igual que en los sistemas naturales la información genética genera biodiversidad y capital natural.

Salvador Rueda en un trabajo en el que trata sobre el papel de la educación en el comportamiento ambiental de las personas y apoyado por las tesis del psicólogo cibernético Gregory Bateson, usa el término nodos de conciencia, como elementos significativos que regulan los comportamientos y los sistemas de creencias de la gente y que son producto de la cultura vigente y generan a la vez la evolución de esta cultura. La conciencia se estructura en propósitos. Los propósitos individuales son similares en el conjunto de personas de las sociedades occidentales. El sistema de valores, los estilos de vida que se infieren de los nodos principales de la conciencia, obligan a replantear las bases en las cuales se sustenta nuestra visión de la realidad y ¿por qué no?, nos legitiman para proponer la transformación de los nodos actuales en otros que se acomoden a la resolución de las incertidumbres que la acción humana ha provocado por la explotación excesiva de la naturaleza o de otros seres humanos.

Estos nodos actuarían como unos filtros de la percepción de la realidad y nos llevarían a adoptar diferentes actitudes ante el entorno, las personas, las organizaciones y ante uno mismo, en posiciones que pueden llegar a polarizarse. ( En dicho documento las diferentes caracterizaciones de estas actitudes se muestran como: “Nosotros contra el entorno/ nosotros somos parte del entorno”, “la tecnología lo arregla todo/la tecnología es una herramienta más”, “lo que importa es el individuo/ el valor está en la pluralidad”, “nosotros contra otras personas/ nosotros junto a los otros”, “estamos bajo el determinismo psicológico (somos así) / tenemos la posibilidad de ser mejores”,...)

Los sistemas de valores personales y sociales implantados por la educación como un sistema transmisor de los mismos, son la base de todas las dinámicas sociales y individuales. Entendiendo que la sociedad como un todo genera una especie de entorno educativo, sea formal o informal que impregna permanentemente las dinámicas conductuales de los individuos y en función de los tipos de retroalimentación que recibimos a través de la relación social (retroalimentación reforzadora o inhibidora según cada entorno personal) genera la diversidad de las topologías conductuales y la diversidad de los grupos sociales. Si pensamos que el individuo se relaciona con la sociedad a través de los grupos sociales cercanos o lejanos (como las comunidades virtuales) y las personas representativas de éstas (familiares, compañeros, héroes mediáticos,…), podemos decir que uno mismo se genera, con el proceso vital de relación con estos grupos, una “función guía individual” propia, que constituye la base de su estilo y modelo de vida y su estilo de relacionarse con los individuos y los colectivos.

Esta función guía individual fue definida por Ortega y Gasset cuando decía que, en la interpretación “de la circunstancia”, se forman lo que llamamos “nuestras convicciones”, o sea todo aquello de lo que creemos estar seguros, y de lo que sabemos a que atenernos. Y este conjunto de seguridades que pensamos sobre las circunstancias, que nos conseguimos fabricar, construir – como un barco en el mar proceloso, enigmático de las circunstancias- es el horizonte vital o mundo. Del que resulta que el hombre para vivir necesita, lo quiera o no, pensar, formarse convicciones – o lo que es lo mismo -, creyendo que el mundo es de este otro modo, y en vista de eso dirigir nuestra vida, vivir .

Estas funciones guía individuales se diseñan, se promocionan y se venden en nuestra sociedad para asumir los requerimientos que mantengan la estabilidad del sistema social, como por ejemplo, el diseño de los estilos de vida basados en la adquisición de productos de consumo que determinan la pertenencia a cierta clase social (marcas comerciales), y que a la vez refuerzan la estructura económica y social vigente.

Fig. 4.1. Estructuración de la acción social según un sistema jerárquico que ordena los conceptos expuestos en el texto (Elaboración propia).


Todo este conjunto de hábitos y algoritmos comprimidos, soportados en la base neurofisiológica de cada uno, genera los estilos de vida y la función que guian la conducta de los individuos y los colectivos que componen una sociedad y determinan los tipos de satisfactores que usa cada grupo social para realizarse como individuo y como ser social.

En este marco, el trabajo, como actividad social fundamental del ser humano, puede considerarse una tarea obligada de las personas y constituyentes de la consciencia individual, que hace que cada uno aportemos a la sociedad parte de nuestra energía vital y de nuestro tiempo a cambio de proporcionarnos la posibilidad de adquirir estos satisfactores que nos permiten vivir en función de nuestro estilo de vida, que dependerá de nuestra ubicación social y de nuestro patrimonio informacional, emocional, de relaciones, cognitivo y económico, a la vez que es un elemento que nos forma como personas.

José Manuel Naredo analizando el desarrollo social de hoy, nos muestra como esta estructura social de relaciones se basa en dos conceptos clave: el sistema democrático como un elemento político básico y el sistema mercantil como un modelo económico que configura el espacio casi global hoy en el planeta. Se llega así ( por evolución histórica) a proponer un sistema político democrático y un sistema económico mercantil como soluciones idóneas para gestionar con eficiencia razonable el poder y la riqueza. La libre expresión de las voluntades y gustos de los individuos como votantes y como consumidores es la clave de ambos sistemas y se supone capaz de orientar hacia el bien común la actuación de partidos ávidos de poder y de empresas ávidas de beneficios, guiados por sus respectivos líderes y empresarios. Y el Estado aparece por encima de ellos, como árbitro supremo que garantiza el respeto de la propiedad y la libertad individual mediante reglas del juego que rigen el funcionamiento de ambos sistemas y que garantizan la paz y el bienestar .

En este marco de mercado-estado el individuo desarrolla diferentes comportamientos en función de su estilo de vida y su nivel social y que redunda en el impacto que ejerce sobre el entorno.

 


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