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El potencial de sostenibilidad de los asentamientos humanos

Josep Antequera

 

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CAPÍTULO 3

LA EVOLUCIÓN URBANA



    

3.7. El inicio de la nueva globalización: los estados nación


En la sociedad medieval, la unidad política, la unidad económica y la unidad religiosa no estaban en una relación simétrica; y el solo marco común que las unificaba era el Estado dinástico. El poder, los privilegios y la antiguas costumbres habían transformado el mapa político de Europa en algo así como ua estrafalaria colcha de retazos: retazos de jurisdicciones rivales, de fidelidades divergentes y de particularismos sin sentido .

a). La ciudad como estructura estable de la organización social.

Entre los siglos XV y XVIII se configuró en Europa un nuevo complejo de rasgos culturales. En consecuencia, tanto la forma como el contenido de la vida urbana quedaron relativamente alterados. El nuevo modelo de existencia surgió de una nueva economía, a saber, la del capitalismo mercantilista; de un nuevo marco político, principalmente el de una oligarquía o un despotismo centralizado, que se concretaba por lo común en un Estado nacional; y de una nueva forma ideológica que procedía de la física mecanicista, cuyos postulados subyacentes habían sido formulados, mucho antes, en el ejército y el monasterio. En este marco, la centralización de la autoridad exigía la creación de la ciudad capital, en tanto que la ciudad capital, al controlar las principales rutas del comercio y los movimientos militares, fue una poderosa contribución hacia la unificación del Estado .

Después del siglo XVI, por lo tanto, las ciudades que aumentaron más rápidamente su población, su superficie y su riqueza fueron aquellas que servían de sede a una corte real, o sea, la fuente del poder económico. Aproximadamente doce ciudades alcanzaron velozmente un tamaño al que, en la Edad Media, no había llegado ni siquiera un puñado: en poco tiempo, Londres tenía 250.000 habitantes; Nápoles, 240.000; Milán más de 200.000; Palermo y Roma, 100.000 cada una; Lisboa, puerto de una gran monarquía más de 100.000, y otro tanto Sevilla, Amberes y Ámsterdam; mientras que París en 1594 tenía 180.000 habitantes.

En el siglo XVIII, las ciudades con más de 200.000 habitantes incluían Moscú, Viena, San Petersburgo y Palermo mientras que, en la categoría de ciudades de 100.000 habitantes, figuraban Varsovia, Berlín y Copenhague. En las postrimerías del siglo XVIII; Nápoles tenía 433.930 habitantes, París aproximadamente 670.000 y Londres más de 800.000 .

En el ámbito constructivo, a fin de que se volviera a respirar libremente, los nuevos proyectistas y constructores apartaron los muros atestados, volteando cobertizos, puestos y casas viejas, atravesando las callejuelas torcidas para trazar una calle recta o una plaza rectangular y abierta . En beneficio de la eficacia mecánica y de la armonía estética exterior, el ingeniero pasaba por alto la estructura social de la ciudad y al hacer una limpieza el urbanista tuvo que destruir órganos sociales preciosos, que no sería posible reemplazar con tanta facilidad como se pavimentan las calles o se edifican casas, ya que éstos no le parecían una consideración importante al primitivo ingeniero militar .

Se pasó del mundo de corto alcance de la ciudad medieval, con sus distancias para peatones, sus perspectivas cerradas, y su espacio hecho de retazos, al mundo de largo alcance de la política barroca, con su fuego de artillería, de gran distancia, sus vehículos con ruedas y su deseo creciente de conquistar el espacio y hacerse sentir en el otro extremo del mundo .

Los símbolos de este nuevo movimiento son la calle recta, la línea ininterrumpida y horizontal de tejados, el arco redondo y la repetición en la fachada de elementos uniformes, de la cornisa, el dintel, la ventana y la columna . Pero esta nueva calle audaz, si bien es más ancha que los antiguos pasajes y callejas, con todo sólo tiene seis metros de ancho y menos de doscientos metros de largo. Pero como tanto de las cosas viejas todavía seguía en pié, los nuevos edificios crearon un orden rico y complejo, a menudo más satisfactorio estéticamente que las composiciones uniformes, con una sola inspiración, de los períodos más próximos a nosotros .

Dado este enfoque militar y despótico, el nuevo plan se diferenciaba de la anterior espontaneidad medieval por el uso de líneas rectas y de unidades regulares de manzana, en la medida de lo posible de dimensiones uniformes, excepto cuando las calles diagonales convertían las manzanas en polígonos irregulares. El nuevo orden era claramente extravertido: estaba caracterizado por la plaza abierta o “rond point”, con las calles que irradiaban y las avenidas que imparcialmente pasaban a través de antiguas marañas o de las nuevas parrillas, avanzando siempre hacia el horizonte sin límites....Desde el punto central establecido, la artillería podía dominar todos los accesos .











Fig.3.7. Trazados octogonales de Palma Nuova (Italia), 1593. (Extraido de Klagmic D.)

La calle y no el vecindario o el barrio, constituyó la unidad de planeamiento. La avenida uniforme introdujo el movimiento y la confusión en partes de la ciudad que habían sido apacibles y autónomas. Se tendió a extender el mercado a lo largo de las líneas del tránsito, en vez de crear puntos locales de concentración vecinal donde la gente pudiera congregarse. Esta indiferencia hacia todas las funciones urbanas con excepción de la del tránsito, iba acompañada por una exagerada valoración de las formas geométricas: un cuadrado, un figura de nueve lados con calles radiocéntricas o una estrella parcial...

La figura abstracta delimita el contenido social, en vez de derivarse de éste, y en cierta medida de ajustarse a él. Ya las instituciones de la ciudad no generan el plano: la función del plano es, mas bien generar aquiescencia a la voluntad del príncipe en las instituciones. Los urbanistas barrocos, no se limitaron a ordenar el espacio sino que también trataron de parar el tiempo. Su saña por eliminar lo viejo solo era igualada por su empecinamiento en oponerse a los nuevo .

El cambio en la constitución del hogar se manifestó en diversos formas. En primer término, por la paulatina separación entre el lugar de trabajo y la casa, en adelante lugar destinados a comer, recibir y de modo secundario a cuidar a los niños. Las tres funciones de la producción, la venta y el consumo quedaron separadas en tres instituciones diferentes, en tres conjuntos de edificios, en tres partes distintas de la ciudad. El transporte hasta y desde el lugar de trabajo fue, primeramente, un privilegio de los ricos mercaderes de las grandes ciudades; sólo en el siglo XIX se filtró hasta las otras clases existentes en la ciudad y, en vez de ser un privilegio, se convirtió en una carga abrumadora .

Pero el punto de origen de la cultura urbana barroca es tan evidente como su propio camino descendente: el placer, para las masas de cualquier gran ciudad, o en el más remoto salón de baile suburbano, es aún placer barroco: espectáculo, brillo, gasto...Y cuando el jardín de placer desapareció como ente específico con la expansión y la congestión de la ciudad, el mismo elemento reingresó a la ciudad en barrios adecuados. Si el jardín de placer creció en una rama de la vida palaciega barroca, el museo creció aún más cerca del tronco mismo. Fue un producto de la economía de adquisición ilimitada, como el primero lo fue del consumo ilimitado .

Como consecuencia de haberse convertido la casa de familia en una organización exclusivamente de consumo, el ama de casa perdió su contacto con los asuntos del mundo exterior, o se convirtió en una especialista en la domesticidad o bien en una especialista en el sexo. Para compensar la falta de trabajo doméstico efectivo se inventó un nuevo tipo de labor casera que ocupó al ocioso y enriqueció el ritual del consumo notorio: el cuidado del mobiliario. El mobiliario (conteniendo el concepto de trasto inutil en su interior) es una reinvención de la época barroca. Con esto hace aparición la casa privada, “privada de negocios” y separada espacialmente de todo medio visible de sostén. Este desarrollo de la domesticidad significó, en parte, el debilitamiento del interés público entre los ciudadanos de la clase media .

No fue hasta el siglo XVII que la calefacción no había avanzado lo bastante, que tuvo lugar la separación de funciones dentro de la casa, así como dentro de la ciudad en su conjunto. El espacio se volvió especializado cuarto por cuarto.

Si bien en el siglo XVII la alcoba de una dama servía aún como cuarto de recepción para sus visitantes, en el siglo XVIII hizo su aparición el “drawing room”, el salón. Y los cuartos ya no darían los unos a los otros: estaban agrupados a lo largo del pasillo, como las casas en su equivalente público, es decir la nueva calle corredor. La necesidad de aislamiento produjo este órgano especial para la circulación pública. El aislamiento constituía el nuevo lujo de la gente acomodada..en la época medieval estuvo reservado para los solitarios, en el siglo XVII coincidía con la satisfacción del yo individual. La cámara de la señora se convirtió en “boudoir” (lugar para el mal humor); el caballero tenía su oficina o su biblioteca igualmente inviolables. Aislamiento, espejos, cuartos con calefacción: estos elementos transformaron en ocupación para todo el año el acto amoroso sin tapujos...que hasta entonces había tenido lugar en determinadas estaciones .

b). La relación con el entorno.
Pese a todo este despliegue de lujo, la ciudad barroca no soporta una inspección esmerada en cuanto a normas higiénicas y sanitarias: la ciudad medieval típica era más salubre. Las enfermedades sucias, como la viruela florecieron en este período; y con el hacinamiento en las ciudades, el volumen de agua que había sido suficiente cuando se instalaron las cañerías maestras, en el siglo XVI, resultó absolutamente inadecuado. Como a menudo estas cañerías maestras no eran renovadas ni extendidas, los habitantes de la ciudad dispondrían de una mucho menor cantidad de agua por cabeza en el siglo XVIII que dos o tres siglos antes... Cuando el cuarto de baño se abrió por fin camino en la casa de familia en el siglo XIX.

Las relaciones con el entorno de este tipo de sociedades fue el inicio de la explotación de los recursos naturales y minerales, que se ampliaría con la capacidad invasora de los estados sobre territorios lejanos, especialmente de África, Asia y América, que fueron las fuentes de recursos para el desarrollo de los Estados Europeos. Toda esta etapa de desarrollo llevó a la extinción de un montón de especies en todas la partes del mundo .



c) Las relaciones sociales.
A partir del siglo XVI los nuevos monopolios establecidos en Inglaterra y Francia no eran monopolios de las ciudades sino comerciales; estaban destinados a beneficiar a individuos privilegiados que controlaban el comercio, sin importar donde estuvieran instalados. La gran industria, la banca de inversiones y el comercio mayorista no se efectuaban sobre la base de una sola ciudad: llegaban a todas partes a través de alianzas matrimoniales, participaciones en los negocios y agentes. Incluso dentro de los municipios corporativos, los antiguos gremios y corporaciones se derrumbaron, primero en Italia y luego en otros países, ante los embates de grupos financieros más poderosos que, con frecuencia, usurpaban las funciones del gobierno de la ciudad, derrocando a los funcionarios elegidos mediante su capacidad para alquilar mercenarios .

Hubo un tránsito de cuatro o cinco siglos entre las antiguas y las nuevas constelaciones, de la universalidad medieval a la uniformidad barroca, del localismo medieval al centralismo barroco, del absolutismo de Dios y la Santa Madre Iglesia Católica al absolutismo del soberano temporal y el Estado Nacional, como fuente de la autoridad y como objetivo del culto colectivo .

Ley, orden, uniformidad: son los productos especiales de la capital barroca; pero la ley existe para confirmar la posición jerárquica y asegurar la situación de las clases privilegiadas; el orden es un orden mecánico, que no se basa en la sangre, la vecindad y propósitos y afectos conexos sino en el sometimiento al príncipe reinante; y por lo que hace a la uniformidad se trata de la uniformidad del burócrata, con sus casilleros, sus carpetas, su expediente y sus numerosos artificios para regular y sistematizar la recaudación de impuestos. El medio externo de dar vida a este modelo de vida es el ejército; su arma económica es la política capitalista mercantil, y sus instituciones más típicas son el ejército permanente, la bolsa, la burocracia y la corte...El viejo dios de la ciudad se convirtió ahora en una deidad nacional, del mismo modo que las antiguas murallas de la ciudad se convirtieron en fronteras nacionales .

d) La expansión de los Estados Nación y la conquista del Mundo
El poder centralizado se desarrolló en Estados como Francia e Inglaterra, contando por lo menos con la connivencia pasiva de las corporaciones y comunidades subyacentes, en razón de los beneficios tangibles que afluían como consecuencia del establecimiento de la Paz del Rey, la Justicia del Rey y la Protección del Rey

Las ciudades de Europa demostraban ser demasiado regionales, demasiado celosas de sus privilegios especiales para adoptar medidas conjuntas. Aquí intervino la conformidad externa, implantado por el poderío militar del Estado. En vano trataron las corporaciones medievales de resolver dentro de las murallas de la ciudad problemas que sólo podían ser tratados debidamente si se derribaban las murallas y sí, deliberadamente, combinaban su soberanía y su control en una unidad más vasta como era el Estado .

Lo que caracteriza el impacto de este desarrollo moderno es su significación planetaria, sostiene Augusto Ángel Maya . La expansión europea iniciada en el siglo XV y consolidada con el dominio colonial del siglo XIX ha sometido la totalidad del planeta al dominio unitario del hombre. No se trata ya de esfuerzos aislados de adaptación cultural, en los que las relaciones sociales y el mundo simbólico servían de instrumentos culturales para la transformación del medio. Lo que se ha dado en llamar capitalismo, no es mas que un sistema unificado de explotación del planeta, en el que las diferentes culturas han tenido que integrarse dentro de una rígida y homogénea estructura de comportamientos o desaparecer.

Esta perspectiva se puede rastrear a lo largo de la historia. Según el autor, este predomino cultural uniplanetario está basado en la subordinación de las culturas y en la explotación de los recursos naturales, desde los imperios agrarios que iniciaron este proceso de acumulación y dejaron tras sí la secuela del deterioro ambiental en los países sometidos. La expansión de Europa se inició con el sometimiento de las culturas amerindias y con la explotación de los recursos minerales. El colonialismo de los últimos tres siglos llevó a nivel planetario esta forma de explotación, ligada a los símbolos de progreso, civilización y cristianismo. Con el dominio cultural, Europa se apodera del mundo, lo reparte de acuerdo con sus intereses y acaba destruyendo los últimos intentos de diversidad cultural que permanecían escondidos en el corazón de América, África o el Lejano Oriente.

En este marco los elementos culturales que guían el comportamiento individual han ido transformándose. La cultura ha ido perdiendo su significado de modelo adaptativo, sigue Ángel Maya, para convertirse en un ropaje unificado y en un sistema articulado de explotación del medio natural. Las relaciones sociales no se organizan de acuerdo a un trabajo común que garantice la supervivencia de la tribu o del poblado, sino según las rígidas líneas de acumulación, impuestas desde el centro. Incluso la organización política alrededor del estado nacional, que se inició con el surgimiento de la burguesía y se consolidó con el capitalismo competitivo, está ya perdiendo su razón de ser.
 


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