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EL MINISTERIO DE CULTURA, UNA VISIÓN PRESUPUESTAL

 

Desde la creación del Ministerio de la Cultura en 1997, han pasado 5 ministros por el despacho[1], con una rotación promedio de 10 meses de administración del cargo. Esta desafortunada inestabilidad demuestra la falta de interés de los gobiernos nacionales en el tema de la cultura. Este despacho fue creado en la administración del Dr. Ernesto Samper para proponer a la cultura en una dimensión más amplia que la de ser una división del Ministerio de Educación Nacional.

 

La Ley de Cultura, asigna una gran cantidad de funciones al Ministerio, pero desafortunadamente la realidad presupuestal se aleja de los objetivos a lograr. En 1997 cuando Colcultura funcionaba, la institución contaba con cerca de 11.600 millones de pesos para su trabajo, de los cuales el 79% eran destinados a inversión. Después de los años, la realidad presupuestal del Ministerio es alarmante. Quizás por un fenómeno de diferencias políticas entre las administraciones de Pastrana y Samper, el Ministerio comenzó a tomar un menor importancia en el entorno del presupuesto nacional.


Es claro que 1997 Colcultura no tenía la capacidad presupuestal de un Ministerio, por lo tanto se justifica el enorme aumento en el momento de creación del Ministerio, y esta cifra de alguna manera muestra el interés del gobierno Samper en el tema, pero los ajustes sistemáticos sobre el presupuesto permiten pronosticar en menos de tres años la institución será presupuestalmente igual a su antecesor en términos nominales.

 


 

No se debe desconocer que el presupuesto de inversión del gobierno nacional se ve fuertemente limitado por la desaceleración de la economía y el aumento sistemático del servicio de deuda, pero pese a esto la participación de la inversión del Mincultura en la inversión del Plan de Desarrollo e Inversiones, no sólo es marginal, sino fuertemente decreciente.

 


 

Por otra parte, parecería que el gobierno nacional encontró en el Mincultura una fuente de financiamiento para subsanar sus problemas fiscales, ya que desde 1998 el presupuesto asignado siempre ha sido modificado, a niveles increíbles como en 2000.

 

Como era de esperarse, ante una restricción presupuestal y la presencia de contrataciones oficiales, el nivel de gastos administrativos – en especial de nómina – se convierten en una gran carga para la operatividad de la institución:

 


Gráfico No. 10

 

Esta sustitución Inversión – Funcionamiento coloca a la institución en una situación bastante complicada, ya que, en adición a la reducción presupuestal, la carga laboral es tan grande que es necesario sacrificar rubros como el de Subsidios o Adquisión de Patrimonio.

 


Gráfico No. 11

 

 

 

Situaciones como esta ponen al Ministerio en una posición débil para sustentar su trabajo en pos de la construcción de nación y de fortalecimiento del sector cultural, y se ve como un blanco fácil en una política de reducción estatal.

 

La necesidad del Ministerio de Cultura no esta relacionada con el proyecto político de una persona, por el contrario tiene estrecha relación con el futuro del país. Sostener y reestructurar esta institución es un deber del gobierno central, para asegurar así el fortalecimiento de una sociedad en Construcción. Por ejemplo, en los cuatro años de funcionamiento del Ministerio se han comprado inmuebles de patrimonio nacional valorados por 2.300 millones de pesos y el mantenimiento de estos monumentos y los anteriormente adquiridos se acercó a los 17.000 millones, lo cual demuestra que casi el 10% del presupuesto del Ministerio se destina a la conservación de la memoria de la nación, que ciertamente es una condición invaluable.

 

 

 

 


Gráfico No. 12 – Gastos del Ministerio de Cultura

 

 

 

Es necesario que el Ministerio encuentre un punto de equilibrio entre sus gastos y la inversión social y cultural que genera, pero esto sólo se logra devolviéndolo a sus niveles de presupuesto iniciales, con el fin de fortalecer el mercado cultural, la labor de los gestores culturales, el fortalecimiento del Sistema Nacional de Cultura y la estructuración de las políticas de diversidad e interculturalidad, y restituyendo la estabilidad institucional que el sector merece, por medio de un Ministro continuo durante el período presidencial que ejecute políticas participativas con claridad y determinación.

 

El sector cultural, que se contabiliza cerca del 2,8% del PIB, es una herramienta estratégica en el desarrollo económico y la integración regional, por lo tanto debe ser considerado según su utilidad.

 


 

[1] Ramiro Osorio, Alberto Casas, Juan Luis Mejía, Consuelo Araujo y Araceli Morales.