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Historia del comercio de México con los Estados Unidos durante los primeros 25 años de vida independiente (1821-1846)

Guillermo Ontiveros Ruíz

3.3.1.3.3 Mano de obra

Finalmente con relación a la mano de obra –en esta parte se va a seguir a Urrutia y Nava– representó un problema debido al despoblamiento de los reales como consecuencia del cierre de las minas y al trabajo de los mineros en el campo durante la época de siembra y cosecha. Las condiciones de trabajo eran muy precarias pues el trabajador debía pasar doce horas bajo tierra en un ambiente insalubre por la mala ventilación, la humedad y la oscuridad. La nueva división del trabajo en las minas creo una mano de obra sumamente especializada y los salarios sin incluir al partido variaron para 1826 entre 2 y medio y 10 reales por día en Guanajuato y entre 2 y 8 reales en Tlalpujahua, a los cargadores se les solía pagar según las cantidades de metal que sacaran a la superficie. La tienda de raya subsistió en algunos centros mineros representando elevados beneficios para las empresas, aunque no significó el acasillamiento por deuda como en las haciendas agrícolas.

3.3.2 Ruptura de la forma en que el país se vinculaba al mercado mundial

Desarrollados todos los gérmenes y elementos de la riqueza pública en el interior de un Estado, se llega como por una consecuencia precisa al brillante resultado del comercio del cambio exterior, sin cuyo fin y objeto los esfuerzos de las sociedades serían, si no del todo estériles, a lo menos parásitos, y estacionarios los adelantos de la civilización. Tadeo Ortiz de Ayala, 1831.

3.3.2.1 Características generales

A raíz de la revolución de independencia, México rompió el vínculo del monopolio comercial que por tres siglos lo había sujetado a realizar su comercio internacional a través de la metrópoli y así pudo iniciar contactos comerciales directos. La incorporación al mercado internacional se realizó en un momento de expansión económica y de comercio de Europa, que junto con el escenario interno como la persistencia de un monopolio comercial, la atomización de los mercados, el contrabando, la falta de infraestructura adecuada para esta actividad y la escasez de circulante monetario influyeron en la conformación del patrón comercial exterior mexicano durante este período.

Siguiendo a Marcelo Carmagnani el recién independizado espacio mexicano se caracterizaba aún por dos ejes, uno con dirección este a oeste: Veracruz–México–Acapulco que tenían funciones estratégicas, políticas y comerciales y otro que se extendió de norte a sur, convergente en la ciudad de México, que tenía funciones económicas, sociales y políticas. En el primer eje, los consulados de la Ciudad de México y Veracruz –en su mayoría compuestos por españoles–, después de consumada la independencia mantenían un menor control del flujo comercial, al ejercer solamente el monopolio en la venta de productos al interior del país, pues el monopsonio con la Corona se había perdido al abrir México sus relaciones con el exterior, además los consulados comenzaban a ver peligrar sus intereses económicos, pues el gobierno los abolió para recuperar sus funciones administrativas, además por la mala situación que pasaba la hacienda pública había permitido el ingreso de la competencia del exterior, principalmente inglesa, francesa y estadounidense. A esto se sumaban las leyes de expulsión contra los españoles decretadas por el Congreso de la Unión en 1823 por el ataque de los españoles sitiados en el fuerte de San Juan de Ulúa a la ciudad de Veracruz y el 20 de diciembre de 1827 por “avisos sin fundamento en los que se anunciaba una gran reacción que tenía por objeto imponer el dominio de Fernando VII y de los españoles residentes en la República” .

La circulación nacional de mercancías se dio por los comerciantes monopolistas extranjeros en un número corto de productos con un mercado consumidor previamente asegurado, gracias a la atomización de mercados, al autarquismo de los mismos y a la mala infraestructura caminera. Entre los principales productos de circulación ampliada se encontraban el azúcar, algodón, aceite, añil, harina, cacao, cera, tabaco, vainilla, grana cochinilla, palo de tinte, purga de Jalapa, tejidos de algodón y lana, rebozos, hilados, papel, oro, plata, cobre y hierro. La comercialización de mercancías a nivel local –siguiendo a Herrera Canales – se dio por comerciantes regionales que dependían de los monopolistas extranjeros a través de los intercambios coactivos: los mercados cautivos y los contratos de compraventa. La primera surgida de la estrechez de la oferta y la segunda de la demanda solvente en un área determinada, además debido a la atomización de los mercados, los precios de un lugar a otro variaban. Los lugares de comercio se situaron en los centros urbanos, mineros y agrícolas donde existieron dos tipos de comercio: Los permanentes y los temporales. Los primeros eran las tiendas y tendajones, que vendía productos extranjeros y nacionales; los segundos los mercados y las ferias de carácter cíclico, donde se vendían frutos del país y algunos efectos extranjeros.

El contrabando visto como el ejercicio ilegal del comercio exterior era una práctica común en el siglo XIX mexicano, debido a que “no tenía señalados puertos de altura por los cuales se pudiera efectuar ni existía arancel definitivo u propio del nuevo orden que se establecía y al cual se sujetaran los impuestos. Quedaba, por lo tanto, en manos de los contrabandistas o de quien quisiera comerciar sin pagar impuestos, sin tasa ni medida. Todos los productos prohibidos pudieron pasar sin más peligros que los naturales de todo comercio en países desorganizados, a merced de los militares que cuidaban el orden, de autoridades inferiores o de los bandidos que interceptaban a los comerciantes” . De este aspecto ya se hablaba en la Memoria de la Tesorería General de México, de Antonio Medina al decir: “Los inconvenientes de esa deficiencia no tardaron en manifestarse a la llegada de buques franceses y norteamericanos a puertos que no estaban habilitados, y en otros que, aunque lo estuviesen, faltaban reglas para recibir las mercancías y señalar los derechos que habrían de pagar por su descarga e internación” . A lo anterior se sumaba el hecho del arrendamiento de las aduanas por parte del gobierno para la obtención de ingresos. Los lugares donde más se presentó este fenómeno fueron en la costa oeste y en la frontera norte de México.

Por último la falta de circulante monetario se debió a que la mayoría de éste era exportado, lo que ocasionaba aumentos en la demanda de dinero, con el aumento indudablemente de su precio. El tipo de moneda que se utilizaba en el comercio interno era el peso fuerte o duro de plata de cuño mexicano, aunque en las operaciones comerciales de mayor envergadura se usaba el sistema de crédito con letras de cambio, pagarés y bonos. En los lugares donde no existía moneda las transacciones se saldaban con productos agrícolas o con el sistema de trueque.


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