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Historia del comercio de México con los Estados Unidos durante los primeros 25 años de vida independiente (1821-1846)

Guillermo Ontiveros Ruíz

3.3.1.3.2 Producción, mercados y comercio exterior

La producción de este sector varió enormemente antes y después de la consumación de la independencia, pasando de los 11,249,000 kilogramos de plata y 24,580 kilogramos de oro durante el período que va de 1781 a 1800, a los 2,648,000 kilogramos de plata y 9,760 kilogramos de oro durante el período que va de 1821 a 1830 (ver cuadro 8). Lo anterior se debió según Lucas Alamán a que “fue la primera que resintió los efectos de la Revolución, pues ocupados por los insurgentes los principales y más productivos minerales, como Guanajuato y Zacatecas; muertos o privados de sus bienes los que principalmente ejercían aquella industria; escaseando el dinero en los distritos de minas, aunque hubiese plata en pasta, por no poderla mandar a México donde estaba la única casa de moneda que había en el país, hubieron de suspenderse las labores por primera vez después de la conquista, y abandonados los desagües de las minas, éstas se inundaron y las haciendas o ingenios de beneficio se redujeron a ruinas, las primeras por sólo efecto del tiempo y del abandono, otras, quemadas o destruidas por los independientes” . Aunque la productividad de los trabajadores de este sector era buena como lo hizo notar Tadeo Ortiz al señalar “se notan los progresos en los pueblos minerales, y de 28 a 30 mil almas dedicadas a este ramo, cada mil produce un millón de pesos. ¡Admirable resultado que llama la atención del estadista…!” .

Los minerales más comunes y sitios que existían en el país para explotarlos eran: el hierro en Guadalajara, Tecatitlán, Ameca, Nueva Vizcaya, Zacatecas y Guanajuato; el cobre en Valladolid; Michoacán, Inguarán, San Juan Huetamo y Tequila en el distrito de Guadalajara; el estaño oxídulo en Guanajuato y casi todas las regiones minerales; el plomo en casi todas las montañas de Sonora, Nuevo Reino de León y Nuevo Santander; el cinabrio en Guanajuato, el Gigante, Chica, Zapote y Durazno; el zinc, antimonio y arsénico en Zomapan y Cuencamé; el carbón de piedra en Texas y Nuevo México.

De acuerdo con Poinsett las regiones mineras ordenadas de acuerdo a la cantidad de plata que producían de mayor a menor eran: Guanajuato, Catorce en la Intendencia de Potosí, Zacatecas, Real del Monte en México, Bolaños en Guadalajara, Guarisamey en Durango, Sombrerete en Zacatecas, Tasco en México, Batopilas en Durango, Zimapán en México, Fresnillo en Zacatecas, Ramos en San Luis Potosí y Parral en Durango; además algunas de las minas de esa época eran: la Valenciana, el Tepeyac, Cata, San Lorenzo, Sirena, San Bruno, el Rosario, Catorce, Litigosa, Bolaños, etc. Las seis primeras minas que eran de plata se encontraban en la gran veta de la sierra de Santa Rosa en Guanajuato, aunque en esta misma sierra existían otras vetas también ricas y productivas como la de Villalpando, San Nicolás, y San Bernabé o la Luz.

Ante este estado tan desastroso de la minería, el gobierno del país dentro de sus primeras políticas intentó reactivar de diferentes formas el sector. Una de las primeras ideas para reactivarlo provino de Tadeo Ortiz, quien durante el imperio de Iturbide proponía “primero la reforma del tribunal y sus ordenanzas y la creación de una sociedad de nacionales y extranjeros, especialmente dedicada a la explotación de las minas abandonadas o débilmente trabajadas del Rosario, Catorce, Litigosa, Bolaños y otras muchas, haciendo venir por contrata las máquinas y bombas de vapor de Inglaterra, sustituyendo al antiguo el uso moderno. Segundo: favoreciendo y fomentando la explotación de los metales comunes y las minas de cinabrio y hierro abundantes en algunos distritos. Tercero: libertando los renglones de necesidad primaria en la explotación y amalgamación, reduciendo a un solo derecho los impuestos de 1 por 100, señoraje, monedaje, apartado, brocado, quintos y otros” . Ya durante la república se modificó la ley que prohibía a los extranjeros participar en la explotación de los minerales y en 1822 se disminuyeron los impuestos que existían desde el virreinato de 10% al oro y 5% a la plata a un impuesto único del 3% para ambos metales, todo con el objetivo de dar entrada al capital extranjero para la rehabilitación de las minas. Del capital extranjero que entró en su mayoría estuvo representado por capital británico, aunque también invirtieron en menor medida el capital alemán y el estadounidense.

Entre 1824 y 1826 se formaron diez compañías con capital británico que operaron en México, las cuales fueron: la United Mexican Minning Associattion, la Anglo Mexican Minning Associattion, Real de Monte, Bolaños, Tlalpujahua, Catorce, la New Mexican Company, la Laucalpan y la Mexican Mine Company, aunque de todas estas empresas la única en sobrevivir hasta finales del siglo XIX fue la United Minning Mexican Associattion. El rotundo fracaso del resto de compañías se debió a que las estimaciones de costos para rehabilitar las minas no fueron hechas debidamente lo que elevó la aportación inicial de capital hecha por los inversionistas, además nunca pudieron establecerse los complejos agrícolas–minero–comerciales como subsistieron durante el virreinato, las compañías fueron objeto de préstamos forzosos por parte del gobierno, debido a la inestabilidad política reinante en el país, la ocupación de los puertos por potencias extranjeras o pronunciados, lo cual les impedía o retrasaba la importación de la materia prima y maquinaria, a esto se añadía la mala infraestructura de caminos y el sistema de aduanas internas y alcabalas, lo que incrementó de una manera muy marcada el costo de las importaciones y el costo y tiempo para llevar a acuñar el metal y por si lo anterior fuera poco, las minas no rindieron la cantidad de mineral que tenían prevista los inversionistas.

En lo tocante a las importaciones de este sector fueron de materias primas como el azogue suministrado por los comerciantes ingleses para la amalgamación de la plata y maquinarias como las bombas extractoras de agua traídas de Inglaterra y Estados Unidos para poner de nuevo en operación a las minas.

Las exportaciones eran: del metal en barra –aunque para esto necesitaban un permiso especial por parte del gobierno– y la exportación del metal amonedado. En el cuadro 10 se puede ver que durante todo este período el porcentaje promedio de los metales con respecto al total de exportaciones era del 76%, siendo el mínimo en 1823 con 56% y el máximo en 1856 con 92% del total de las exportaciones.


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