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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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Consideraciones finales

Una de las principales características de la modalidad de desarrollo de la posguerra fue el surgimiento de amplios procesos de integración social en los cuales los mercados de trabajo jugaron un papel central, creación de empleo, productividades y salarios reales crecientes, tendencias hacia la reducción de las diferencias salariales (Jürgen Weller, 1998 a). Sin embargo, a partir de los años setenta las menores tasas de crecimiento económico, la reestructuración de la división internacional del trabajo y el cambio tecnológico incidieron fuertemente en la creación de empleo. El proceso de globalización abrió un nuevo proceso, un conjunto de actividades competitivas directamente vinculadas a los mercados internacionales; como consecuencia de esto muchas actividades sufrieron fuertes transformaciones eliminando mano de obra. Debido en parte a las variaciones y presiones sobre la institucionalidad laboral, estas tendencias se expresaron en los diferentes países en un elevado y persistente paro o en la creación preponderante de empleo de baja calidad, en una ampliación de las diferencias salariales y una mayor heterogeneidad de la estructura ocupacional.

En contraste a la evolución que presentaron los países industrializados, en los mercados laborales latinoamericanos entre 1950 y 1980 se registraron tendencias simultáneas de incorporación y exclusión social (PREALC: 1991: 2): Mientras una proporción creciente de la población económicamente activa logró incorporarse en actividades formales, hubo un gran número de personas que en el contexto de procesos entrelazados de atracción y expulsión salieron del sector agropecuario y, en gran parte, migraron hacia las grandes urbes donde pudieron ocuparse solamente en actividades de baja productividad y de bajos ingresos laborales.

En los años ochenta el agotamiento de la modalidad de desarrollo de la posguerra, acelerado por factores externos, desembocó en una profunda crisis económica, la cual redujo la capacidad de los sectores formales de generar empleo productivo, y la mayor parte de los puestos de trabajo que surgieron se concentraron en el sector informal. La agricultura, después de servir transitoriamente como "refugio", siguió reduciendo su participación en el empleo. La expansión del empleo en el sector secundario se frenó. En contraste se mantuvo la expansión del sector terciario, que desde los años ochenta abarcó más de la mitad del empleo y concentró gran parte del sector informal. De esta manera, en muchos países la expansión de la participación del empleo asalariado no agropecuario en la composición del empleo se estancó o retrocedió. A la vez, la productividad laboral media cayó y, si bien se acercaron las productividades medias sectoriales, la heterogeneidad estructural se profundizó. En este contexto, los salarios reales medios sufrieron fuertes caídas [Séller: 1998 b]

Frente a esta situación adversa en los mercados de trabajo de muchos países de la región, las reformas económicas fundamentadas principalmente en la teoría neoclásica generaron expectativas de fuerte creación de empleo, ya que - debido a la abundancia relativa de los factores - la eliminación de distorsiones existentes en los mercados de bienes y factores favorecería las actividades y tecnologías intensivas en mano de obra. En este contexto, los rubros orientados a las exportaciones generarían una parte importante del nuevo empleo, sobre todo para la fuerza de trabajo con niveles de calificación más bajos.

Sin embargo, durante los años noventa estas expectativas sobre creación de empleo en América Latina no se han cumplido y la principal base teórica en que se fundamentaron mostró ser inadecuada para explicar las dinámicas laborales de la región. Sobre todo, en el actual contexto en que los mercados de factores, bienes y servicios están cada vez más integrados y en los que la competitividad se determina cada vez más por elementos sistémicos pierde vigencia el supuesto que los procesos de apertura necesariamente llevan a una expansión del empleo determinada por las ventajas comparativas que supuestamente tendría la región en actividades y tecnologías intensivas en mano de obra. En efecto, se observa una concentración de la creación de empleo en las actividades terciarias, mientras los sectores primario y secundario en los años noventa se caracterizan por importantes repuntes de la productividad laboral. Así, en contraste con las expectativas, a nivel de los grandes sectores la evolución del empleo y productividad laboral se asemeja a lo que ocurre en los países de la OCDE: en los grandes sectores productores de bienes transables aumenta la productividad pero se genera poco empleo, y en las actividades terciarias surgen puestos de trabajo, pero la productividad media crece poco.

A la vez, se registran serias deficiencias en la calidad del empleo generado en este período y en muchos países el paro abierto se mantiene en niveles elevados, a pesar de una ligera reducción del crecimiento de la oferta laboral causada por las tendencias demográficas.

De esta manera, en América Latina durante los años noventa la evolución del empleo ha sido desfavorable en comparación con las décadas anteriores a 1980, siendo el principal quiebre de tendencia la debilidad de la creación de empleo productivo en el sector manufacturero. En consecuencia, el empleo nuevo se concentró casi exclusivamente en el sector terciario, en gran parte en actividades de baja productividad, por lo que no se pudo retornar a la combinación benévola que caracterizó este sector durante las décadas previas a 1980, de una fuerte creación de empleo con un incremento continuo de la productividad laboral media.

En algunos países de la región, este desempeño poco satisfactorio se debe en parte a la aplicación relativamente reciente de reformas que tienen un impacto negativo inmediato en el empleo, como fueron los procesos de apertura relativamente acelerados que llevaron al cierre de empresas u obligaron a otras a reducir su planilla para aumentar la productividad laboral y las privatizaciones que generalmente han sido seguidas de reducciones de personal. Algunos de estos procesos son específicos de la primera fase de las reformas y dejan de tener impacto posteriormente. Sobre todo en la industria manufacturera, una primera onda de racionalización afecta fuertemente al empleo y genera un fase de crecimiento sin creación de empleo. Sin embargo, en una segunda fase y en un contexto esperado de un mayor volumen de inversiones y de mayor crecimiento, el resultado en términos de empleo puede ser más favorable, sin que la industria se transforme en el motor de la creación de empleo directo.

Por lo tanto, a mayor parte del desempeño poco favorable de la región en términos de sus mercados laborales se debe a características de los procesos de transición hacia una nueva modalidad de desarrollo. En este sentido, la concentración de los nuevos puestos de trabajo en actividades de bienes y servicios no transables no sería tan sorprendente. Sin embargo, la revisión de las tendencias de la creación de empleo a nivel sectorial indica la existencia de factores económicos y tecnológicos que frenan una masiva creación de puestos de trabajo en las actividades de bienes transables y que mantendrán su impacto más allá de períodos de transición y ajuste. De esta manera, la preocupación de los países industrializados sobre cómo aprovechar las nuevas oportunidades de empleo generadas por la globalización, cómo limitar el impacto negativo en sectores "perdedores" y cómo generar empleo productivo más allá de los sectores internacionalmente competitivos – que necesariamente pertenecería en gran parte, si bien no exclusivamente, al sector terciario – debería constituir también un tema relevante para la región latinoamericana. Esta discusión obviamente tendría que enmarcarse en la realidad empírica de la región y considerar la segmentación existente en el mercado de trabajo.

Al respecto es importante recalcar que en la estructura ocupacional se observan procesos de heterogeneización, frecuentemente vinculados a una polarización creciente. En efecto, la reestructuración productiva de los años noventa incide en una creación de empleo diferenciada, que puede caracterizarse como triple polarización. Primero, la mayor parte del empleo nuevo se concentra en actividades informales, contribuyendo éstas cada vez más al empleo en su conjunto.

Segundo, dentro de las actividades formales, se observa la creación simultánea de empleo de alta productividad y bien remunerado, para personal con altos niveles de calificación, y de puestos de bajo nivel de calificación y productividad. Tercero, dentro del sector informal hay procesos paralelos entre microempresas que logran aprovecharse de las nuevas oportunidades – frecuentemente con encadenamientos con empresas más grandes – y las típicas actividades de sobrevivencia que dependen del "goteo" de los ingresos generados en el sector formal.

La deterioración del mundo del trabajo en todo el mundo, y, particularmente en Brasil, nos podría llevar a discutir la evidencia de como mejorar este cuadro reconocidamente oscuro, existen creencia e posibilidades para eso?

Vivimos una transición acelerada para una economía basada en el conocimiento y la innovación. Los vínculos de la producción capitalista con a ciencia ganaran dimensión en el final del siglo XIX, se profundizaron a partir da Segunda Guerra Mundial e, en los últimos 20 años tuvieron un desarrollo expansivo. En esta perspectiva la innovación como motor del desarrollo pasa a ser considerada y administrada estratégicamente en organizaciones y países donde las cadenas productivas y sus cadenas más nobles están en el centro de la cuestión del trabajo.

La competitividad, el volumen y la cualidad en el empleo dependen de inversiones y de un proceso de innovaciones sustentado por la construcción deliberada de la competitividad, que se materializaría en su dimensión sistémica (Guedes: 1998). La competitividad también está ligada a problemas de naturaleza económica y financiera de curto plazo que determinan el largo plazo, como son los problemas cambiales o las tasas de interés. La manutención de variables competitivas de largo plazo está ligada as innovaciones.

Más allá de los problemas económicos-financieros característicos de los países de la periferia, la industria latinoamericana y brasileña posee una fragilidad tecnológica expresa en la ausencia de capacidad inovativa: "las empresas industriales brasileñas, con pocas excepciones desarrollaron capacitación y talento propio. El esfuerzo tecnológico acumulado a lo largo del proceso de substitución de importaciones, se ha limitado a aquel necesario a la producción propiamente dicha" (Coutinho y Ferraz, 1994: p. 29). Larraín y Sachs argumentan que una tasa de crecimiento de 6 por ciento define una tasa mínima de crecimiento por debajo de la cual no se puede esperar ningún efecto significativo de nivelación ("catching-up") o de cascada. Con base en esta relación de largo plazo, la meta para la tasa de inversión interna sería 23.9 por ciento del PIB, que es significativamente más alta que la inversión actual nos países de América latina.( Larraín, Sachs,1998).

Cuando observamos la presencia brasileña en el comercio mundial, se nota la mayoritaria participación de bienes intensivos en materia prima, energía o de mano de obra barata. Entre 1985 y 1999 la industria brasileña presentó una tendencia de crecimiento de la producción física mayor que en la mitad de los 80`, pero las facturas tuvieron una caída 23 por ciento y el contingente de trabajadores es la mitad del que fue en 1985 (Siqueira: 2000). En un cuadro mundial marcado por la aceleración de la producción y de difusión del conocimiento, donde cadenas productivas se reorganizan impactadas por el comercio y las nuevas formas de administración en el espacio virtual o ciberespacio, estamos al frente del refuerzo de un nuevo dualismo en el mercado de trabajo. Cómo se puede hacer esta transición en Brasil o en cualquier país de la periferia, evitando que los números del mercado de trabajo se agraven aun mas?

Sin una agenda de inversiones y una política económica dirigida para un proyecto de desarrollo, vamos a continuar asistiendo a las montadoras de la industria automotriz, recibiendo todo tipo de beneficios fiscales y crediticio, (incluyendo la guerra fiscal entre los estados federados de Brasil), con la finalidad de producir para un mercado con superproducción en el ámbito mundial. En cuanto esto, las carencias de inversiones en energía, infraestructura y saneamiento básico, restringen la competitividad y la instalación de círculos virtuosos. La privatización, la abertura comercial y la reestructuración productiva no son un mal en sí mismo. El problema es aún implementar estas políticas sólo con argumentos cuantitativos, donde la órbita financiera se sobrepone a la órbita productiva, de forma subordinada a intereses externos que siguen una lógica propia o contradictoria a los intereses de los mercados latinoamericanos, desencuadradas de políticas industriales y tecnológicas.

Notas

(1) En consecuencia, varios factores inciden en un aumento relativo de la demanda por mano de obra calificada con el efecto de crecientes retornos a la educación, lo cual explicaría una parte importante de la creciente desigualdad.

Otros factores mencionados que influirían en las tendencias salariales son el debilitamiento de los sindicatos lo que permitió ejercer presión hacia los pisos salariales, la aplicación de políticas corporativas de diferenciación salarial con fin de aumentar la productividad, la caída del salario mínimo real y, por el lado de la oferta la inmigración de obreros de baja calificación.

(2) Para 1999, por los dados de la Pesquisa de Amostra Domiciliar (PNAD/IBGE), hay en el Brasil un total de 71,7 millones de ocupados, siendo de 31,2 millones el total de contribuyente (DIEESE, 2001: p. 67)

(3) Principalmente en las regiones Norte, Nordeste y Centro-Oeste, considerando las estadísticas del RAIS/MTb - Relatório Anual de Informaciones Sociales / Ministério del Trabajo.

(4) Sobre a discusión de la integración del mercado de trabajo brasileño, las diferentes regiones y el significado de la participación del Estado en la PEA, ver Guedes, (1994).

(5) Los recursos del FAT se originan a partir del PIS/PASEP - Programa de Integración Social/Programa de Formación del Patrimonio del Servidor Público y de otros cosas. Su administración es hecha por el CODEFAT - Consejo Deliberativo del Fundo de Amparo al Trabajador, de composición tripartita e paritaria con tres representantes de los trabajadores, tres de los empresarios e tres del gobierno.

(6) A respecto del debate sobre el coste del trabajo y encargos sociales y flexibilización, ver (Santos, 1996) y (Pochmann e Santos, 1996).

(7) Trata-se del RAIS / MTb - Relatório Anual de Informações Sociais/Ministério do Trabalho


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