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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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El mercado de trabajo y las políticas de empleo

A elaboración de política económica e demás directrices sufren condicionamientos del cuadro internacional y del desarrollo previo de cada país. En el mismo sentido, una política industrial y tecnológica no se escribe en un espacio en blanco. Lo que se sugiere es la necesidad de que se ejerzan márgenes de acción que las condiciones permiten, pues la articulación entre lo social y lo económico no se da automáticamente. Sin creatividad y voluntad política de enfrentar esos problemas, la fragmentación y las dificultades en el mercado de trabajo e en la sociedad brasileña tienden a profundizarse.

Diferentes organismos internacionales han analizado las tendencias en los mercados de trabajo en los países industrializados y han hecho importantes aportes a la discusión. Sus contribuciones sobre las causas de los problemas del empleo en los países industrializados y sobre las políticas para combatirlas muestran coincidencias en algunas áreas y divergencias en otras (Weller: 1998 b).

Coinciden, primero, en que el mayor crecimiento económico es una condición necesaria para aumentar los niveles del empleo y combatir las altas tasas de paro y, segundo, en rechazar algunas hipótesis muy comunes en los propios países industrializados sobre las causas del paro específicamente en estos países:

- Que la liberalización del comercio internacional haya destruido empleo en forma masiva debido al aumento de las importaciones de productos baratos.

- Que un cambio tecnológico acelerado haya llevado a fuertes aumentos de la productividad en detrimento de la creación de empleo.

- Que (por lo menos en algunos países) una fuerte inmigración haya desplazado mano de obra local.

Si bien en algunos sectores no competitivos la intensificación del comercio internacional destruye empleo, esta intensificación a la vez implica una mayor demanda por productos de los sectores competitivos, donde se generan nuevos puestos de trabajo. Desde mediados de los años setenta la tasa de crecimiento de la productividad laboral ha estado por debajo de los niveles previos. Si bien algunos sectores vivieron un cambio tecnológico sustitutivo del factor trabajo, a nivel agregado no hubo un importante tradeoff entre productividad y empleo. Más bien, durante este período el menor crecimiento de la productividad "creó" puestos de trabajo. Además, a más largo plazo el aumento de la productividad es condición básica para una mayor competitividad y un mayor crecimiento económico y, en consecuencia, para una mayor creación de empleo. Empíricamente esta relación queda confirmada por el crecimiento simultáneo de la productividad y del empleo en los países con mayores tasas de crecimiento. Si bien una fuerte inmigración de personas de calificación relativamente baja puede presionar los salarios relativos del segmento correspondiente hacia la baja y/o puede contribuir a un mayor paro en este segmento, a nivel agregado este impacto es débil y en términos relativos no ha aumentado durante los años ochenta. Además, frecuentemente los migrantes trabajan en oficios poco demandados por la fuerza de trabajo local.

Las principales divergencias de los organismos se refieren al funcionamiento del mercado de trabajo mismo. Así, por ejemplo, la OCDE y el Banco Mundial plantean que aparte de las causas coyunturales del paro las cuales se atacarían por medio de políticas macroeconómicas adecuadas, existen causas estructurales que limitan la flexibilidad del mercado de trabajo, lo que impide su funcionamiento satisfactorio. Con ello se obstaculiza la movilidad de los trabajadores desde sectores y regiones en contracción hacia otros donde existe una mayor demanda por mano de obra y se dificulta la entrada al mercado para principiantes.

Específicamente, se hace referencia a que la regulación favorece excesivamente la estabilidad en el empleo, que la flexibilidad salarial está reducida, especialmente para principiantes, que los costos no salariales de la mano de obra son excesivos, etc.

La OIT y la UNCTAD en contraste, aceptando que puedan existir regulaciones en los mercados de trabajo que afectan su funcionamiento en forma negativa y las cuales habría que analizar en cada caso y si es el caso corregir, hacen hincapié, primero, en que los sistemas de regulación del mercado de trabajo existentes son resultados de los procesos socio-históricos y que en diferentes países diferentes sistemas han generado resultados positivos para el crecimiento.

Es importante distinguir entre los efectos de corto y de largo plazo de las regulaciones. Todos los países más ricos de la OCDE comparten el problema de la insuficiencia de la creación de empleo productivo mientras lo que los diferencia es la forma de enfrentarlo, una estrategia de beneficios sociales en los países de Europa continental (seguro de paro, subsidios sociales), una estrategia de empobrecimiento en los EEUU y el Reino Unido (salarios reales decrecientes para las ocupaciones de baja calificación) y una estrategia de protección en Japón (estabilidad laboral, proteccionismo). Considerando el "paro encubierto", principalmente la ocupación en actividades de baja productividad y bajas remuneraciones, las tasas de paro de estos países estarían en un nivel muy parecido.

De esta manera, las recomendaciones de la OIT y la UNCTAD se concentran en un reforzamiento del crecimiento, lo que requeriría una acción globalmente concertada para evitar desequilibrios. Si bien las regulaciones laborales en todos los países pueden requerir ciertos ajustes, una desregulación generalizada causaría más daño (inestabilidad, reducción de la demanda agregada, inequidad) que beneficios.

Consenso prevalece, nuevamente, entre los diferentes organismos en la importancia clave de la educación y la capacitación. Aquí, como en la discusión sobre el crecimiento las diferencias radican en los instrumentos para lograr un sistema educativo eficiente y de alto nivel.

En resumen, para los organismos internacionales los procesos de globalización ofrecen una serie de oportunidades en términos de crecimiento y mayor eficiencia para los países industrializados. La carga recaería sobre las personas de los niveles de capacitación más bajos, las cuales requerirían apoyo especial para poder ajustarse a las nuevas condiciones laborales.

Mientras las discusiones resumidas hasta aquí, sobre todo de parte de los organismos internacionales, hacen énfasis en las oportunidades creadas por las nuevas tecnologías y los procesos de globalización para la creación de empleo, otras contribuciones representan unas perspectivas más inseguras y menos positivas, tanto respecto a los esquemas de regulación laboral emergentes, como respecto a la creación de empleo como tal.

En relación con el volumen y a la composición del empleo, se subraya que las nuevas tecnologías sustituyen masivamente trabajo humano por maquinaria y software. Este proceso que al inicio ha afectado grandes sectores industriales, sobre todo al nivel de líneas de producción, desde los años noventa crecientemente está alcanzando a actividades de servicio en la industria manufacturera y al sector terciario. Muchas de las actividades terciarias en expansión son intensivas en capital (incluyendo el capital humano), pero poco intensivas en mano de obra, sobre todo, poco calificada. Por lo tanto se argumenta que la creación de empleo en rubros en expansión, vinculados precisamente con las transformaciones tecnológicas, no es suficiente para compensar las pérdidas de empleo que tienen lugar, en parte, en estos mismos rubros..

En consecuencia, el empleo en los antiguos países industrializados se diferenciaría en tres grandes segmentos ( Jürgen Weller: 1998)

1. los "analistas simbólicos" que serían quienes trabajan en intermediación estratégica, e identificación y resolución de problemas y cuyo mercado es global; su participación en la fuerza laboral y sus ingresos aumentan.

2. los trabajadores rutinarios de producción, con ingresos y una participación laboral declinante; y

3. los trabajadores en servicios en personas (limpieza, seguridad, salud), con un aumento de la fuerza laboral, pero ingresos bajos. Casi por definición, la expansión de los puestos de trabajo de "analistas simbólicos" no puede incorporar satisfacer las necesidades de creación de empleo de los hogares, por lo que se observa una heterogeneización de las condiciones laborales en comparación con las tendencias prevalecientes anteriormente, con aumento del paro y/o la expansión del empleo precario, lo que resulta en que la desigualdad entre los ingresos laborales tienda a crecer. Por otra parte, el aumento en la intensidad de capital que significa la transformación tecnológica en muchos rubros, a la vez incide en el empeoramiento de la distribución funcional del ingreso. En consecuencia y dada la ausencia de nuevos mecanismos de integración social que sustituyan los antiguos esquemas de desarrollo y un creciente distanciamiento socio-cultural de los "analistas simbólicos" del resto de la sociedad, se registraría una mayor exclusión social.

Finalmente, respecto a los países de la OCDE y principalmente aquellos con mayor ingreso per cápita, existen dudas crecientes tanto sobre la factibilidad como la deseabilidad de que un mayor crecimiento solucione los problemas que se reflejan en los indicadores del mercado de trabajo. Este escepticismo se basa, principalmente, en el argumento que la sostenibilidad del desarrollo requiere limitar el crecimiento en estos países, debido a que ésta peligra tanto por el consumo masivo de los recursos naturales como por el efecto de contaminación y el debilitamiento de los equilibrios ecológicos.

En este contexto y partiendo de la idea de que la solución de los mencionados problemas laborales en los países de la OCDE no puede basarse en estimular el crecimiento económico, se ha desarrollado una discusión sobre aspectos como la reinterpretación del concepto "trabajo", la reducción de la jornada laboral y la redistribución del empleo remunerado.

En resumen, durante las últimas décadas se observan transformaciones profundas en los mercados de trabajo de los países industrializados. El menor crecimiento económico, el cambio tecnológico, la globalización y otros factores redujeron la demanda laboral, lo que se expresó en un mayor paro y/o la creación de puestos de baja calidad, salarios reales decrecientes y mayores diferencias salariales. Elementos característicos de los mercados laborales del período dorado pierden peso y se observa una mayor heterogeneización de la estructura ocupacional.

Existen políticas que son estrategias de reducción de la pobreza, las cuales se presentan a tres niveles. En la base debería estar una estrategia que apoye tasas de crecimiento positivas ya que el crecimiento económico es el factor que mayor influencia tiene sobre la pobreza. A pesar de que los efectos de "cascada" a partir de un mayor crecimiento en mejoras en la distribución del ingreso son discutibles, es extremadamente difícil lograr cualquier meta ambiciosa de pobreza sin crecimiento. En el medio debería estar una estrategia redistributiva, i.e. un sistema progresivo de ingresos y gasto público que automáticamente traduzca el crecimiento total o las mejoras en los ingresos individuales en transferencias netas más altas de los ricos hacia los pobres. Finalmente, sobre estos dos niveles debería estar un sistema de gasto público que mejore la formación del capital humano a fin de mejorar las oportunidades de los pobres de participar activamente en la economía formal (Schweickert: 2001).

Para el caso brasileño, se puede decir que existe una política de empleo puesta en práctica en los anos 90, es limitada cuando consideramos su alcance en el conjunto del mercado de trabajo y, principalmente, cuando observamos la falta de articulación con las demás políticas de gobierno, particularmente en la ausencia de políticas macroeconómicas, mas favorables a la creación de empleo y renta


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