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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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Empleo y salario: algunas comparaciones internacionales

Para el ano de 1999 la tasa de desempleo abierta en el mundo alcanzó 5,5 por ciento de la PEA. Este número es más del doble del vigente en 1975, que fue de 2,3 por ciento. En este período la participación de los países no-desarrollados se amplia absoluta y relativamente en la producción del excedente mundial de mano de obra, pasando de 59 por ciento en 1975 para 79,4 por ciento en 1999. Para los mismos años hay una reducción en la participación de los países desarrollados: de 41 por ciento para 20,6 por ciento. En el caso de Brasil, considerando el año 1999, aunque represente 3,12 por ciento de la PEA mundial, concentra el 5,61 por ciento del total del desempleo abierto, (Pochmann: 2001)

Durante las últimas décadas surgieron problemas en los mercados de trabajo de los países desarrollados que parecían superados en el contexto de la regulación postguerra: altas tasas de paro y caídas de los salarios reales con una ampliación de la diferencia entre los estratos de mayores y menores ingresos laborales (Jürgen Weller: 1998 a). Debido a que el desempeño de los mercados de trabajo varía, especialmente entre Estados Unidos y Europa occidental, las discusiones correspondientes se centran en diferentes temas. En Estados Unidos el debate se concentra en las causas de la caída del salario real y en las razones del aumento de la diferencia entre los niveles salariales altos y bajos observados desde los años setenta.

En este debate, no ha surgido consenso sobre el peso de los diferentes factores explicativos, especialmente sobre a la importancia del comercio exterior. Sin embargo, hay coincidencia en que no existe un factor único responsable de esta evolución. Mas bien los estudios empíricos señalan una serie de factores vigentes, muchos de los cuales juegan un papel preponderante en los procesos de globalización (cambios tecnológicos que aumentan la demanda por mano de obra altamente calificada en detrimento de los trabajadores de baja calificación y la competencia externa, tanto desde países de la OCDE como desde países del "Tercer Mundo"), y que presionan principalmente sobre los empleos y salarios de los trabajadores de baja calificación, los cambios de las preferencias de los consumidores por productos más sofisticados que requieren capacidades relativamente mayores en el proceso de producción (1).

En Estados Unidos, los niveles de paro son relativamente bajos y la discusión sobre problemas laborales se concentra en los niveles y la distribución de los salarios y el grupo de los trabajadores pobres. Europa occidental en contraste, desde los años setenta sufre niveles de paro más elevados lo que marca el debate europeo. Nuevamente, no se puede identificar un factor causante único. Mientras las explicaciones de los aumentos del paro se concentran en los factores que inciden negativamente en el crecimiento económico, para explicar su persistencia se enfatiza la rigidez en los mercados de trabajo que evitarían una reducción de los salarios reales y no estimulan los esfuerzos de los desocupados para buscar puestos de trabajo rápidamente( Malinvaud: 1980).

Entre los años cincuenta y setenta, la fuerza de trabajo de los países latinoamericanos o población económicamente activa (PEA) no sólo creció continuamente, sino que lo hizo con tasas de crecimiento cada vez más altas. Mientras entre 1950 y 1960, la fuerza de trabajo se expandió en un 1.9 por ciento p.a., y entre 1960 y 1970 en un 2.3 por ciento, en los años setenta este aumento alcanzó un 3.8 por ciento p.a.

Si bien, hasta los años setenta se aceleró la expansión de la fuerza de trabajo, debido a un alto crecimiento demográfico y – en muchos países desde los años sesenta, pero sobre todo desde los años setenta – una participación laboral cada vez más elevada de las mujeres. Este tendencia se frenó en los años ochenta, con tasas de crecimiento de la población en edad de trabajar que empezaron a descender y una leve reducción del dinamismo de la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Aún así, con casi 3 por ciento anual, la fuerza de trabajo expandió con alta velocidad. Durante todo el período el sistema educativo se extendió alcanzándose tasas crecientes de cobertura; aún así una proporción elevada de la fuerza laboral todavía registra bajos niveles de educación formal.

Durante los años noventa el empleo nuevo se genera en forma polarizada, con la creación de nuevos puestos de alto y de bajo nivel a la vez, con una preponderancia de estos últimos. Esta pauta también caracteriza la creación de puestos de trabajo de mujeres en un contexto de creciente participación laboral femenina ( Leiva, 2000). Por un lado, dentro del empleo femenino, las ocupaciones de alto nivel (profesionales y técnicos) generalmente tienen una alta participación, tradicionalmente sobre todo por su presencia en el sector público. Ahora, la transformación productiva abre nuevos espacios en una serie de actividades terciarias en modernización. Además, se registran lentos procesos de mayor acceso de mujeres a puestos directivos. En el otro extremo, en una serie de actividades en expansión surgen puestos de trabajo precarios y de bajas remuneraciones para mujeres, por ejemplo en algunas actividades de agroexportación, la maquila, el trabajo a domicilio y el empleo doméstico (Candia, 1996). Esta mayor incorporación laboral de las mujeres ocurre en el contexto de una persistente discriminación salarial, la cual incluso tiende a aumentar en niveles educativos más altos (Arriagada, 1997).

En relación con el empleo del sector terciario, es necesario apuntar que la ausencia de una industria mas desarrollada, teniendo en cuenta la precariedad de las infraestructuras y de las tecnologías de información y de comunicaciones, hace que predominen condiciones desfavorables relativamente a la creación de empleo de mayor calidad. Este problema, en los países desarrollados, está mas ligado a formas atípicas de empleo, como el trabajo a tiempo parcial o a tiempo cierto, o la subcontratación a través de empresas de servicios o de intermediación de empleo. Como consecuencia de esto se puede apuntar que tanto para Brasil e los países latinoamericanos, incluyendo Portugal es el debilitamiento de las instituciones sindicales. (Cerdeira, 2000).

Más allá de la naturaleza dos vínculos, una otra característica central de la calidad de los puestos de trabajo son las remuneraciones. Durante los años ochenta los salarios reales el sector formal mostraron ser mucho más flexibles que frecuentemente se había supuesto y - facilitado frecuentemente por altos niveles de inflación - sufrieron fuertes caídas en el contexto de productividades medias decrecientes. Con la reversión de las tendencias adversas en la evolución de la productividad laboral, en los años noventa los salarios reales de las empresas formales volvieron a subir. Sin embargo, en varios países, a mediados de los años noventa, todavía no se han podido compensar las pérdidas previas (CEPAL (b), 1998 y volúmenes anteriores).

La información para la mayoría de los países de la región con información disponible es que durante los años ochenta la diferencia de los salarios medios relativos entre personas con educación universitaria y personas con educación primaria se ha reducido debido a un aumento de la oferta de mano de obra con mayores niveles educativos como consecuencia de las políticas de educación aplicadas durante las décadas anteriores.

Sin embargo, en el contexto de los procesos de liberalización se ha observado que los salarios relativos de las personas con niveles educativos más altos crecen. Como explicación se ha sugerido que la apertura comporta cambios tecnológicos que se traducen en aumentos de la demanda por trabajo más calificado Con las transformaciones productivas ocurren cambios en el grado de calificación requerido. En procesos paralelos de creación y destrucción de puestos de trabajo, algunas calificaciones laborales se hacen obsoletas, mientras aumenta la demanda por otras. Si los sistemas de educación y capacitación no logran modificar la oferta de mano de obra según los cambios en la demanda laboral - y generalmente se trata de procesos no muy ágiles con un impacto rezagado - puede aumentar la diferencia de los ingresos salariales entre diferentes grupos de asalariados. Así, en los años noventa parece prevalecer el aumento relativo de la demanda por trabajo calificado lo que en la mayoría de los casos está incidiendo en mayores diferencias salariales.

Adicionalmente, las reformas estructurales pueden haber afectado la segmentación en los mercados laborales. En los años ochenta, las caídas de los salarios reales en el sector formal generalmente incluso han sido mayores que en el caso de los salarios de las microempresas, con lo cual la diferencia salarial entre ambos tipos de empresa tendió a reducirse. Sin embargo, no está claro si esto se debe a que se haya debilitado la estructura oligopólica reinante en muchos otros mercados en el marco del desarrollo periférico o si, al contrario, la segmentación en los otros mercados se haya mantenido (o incluso se haya profundizado) y factores político-institucionales, sobre todo el debilitamiento de las organizaciones sindicales, hayan incidido en que la distribución funcional del ingreso en el sector formal haya empeorado para los trabajadores.

Cuanto al mercado de trabajo brasileño, aunque era visible un grande dinamismo presente en la creación de puestos de trabajo y en la expansión del trabajo regular y reglamentado, havia también una intensa disparidad del ingreso y un cambio en la naturaleza de los vínculos contractuales entre las diferentes regiones, en el sentido de una mayor precariedad. Y más, la mayor parte de los ocupados (en cualquier trabajo) no tenían contrato de trabajo y no eran contribuyentes de la Seguridad Social (2). Esto hace con que el Estado (en sus tres niveles) sea de hecho el mayor empleador y haya siempre cumplido un papel de destaque en la creación y conservación del mercado de trabajo formal (3). Este es un indicador de como el grado de formalidad en las relaciones de trabajo avanzó poco en ciertas regiones del Norte e Norte-Este, al contrario del Sur y Sudeste donde el sector privado tiene mas dinamismo, generando niveles de renta mas elevados (4).

Por tanto, si el proceso de integración del mercado de trabajo en las relaciones capitalistas es un proceso complicado, su desarrollo siempre presentó limites muy claros y críticos. Y es sobre esta integración parcial, limitada en su alcance y dinamismo, que se va a dar la inflexión a partir de los años 80, representada por dos variables: la menor capacidad de generar nuevas vacantes y la informalización de las relaciones de trabajo. La incorporación de los nuevos agrupamientos de trabajadores y de los desocupados sucede y se realiza, en su mayor parte, por el auto-empleo y a través de trabajo precario. (Guedes y Natal: 1998).

La peculiaridad del mercado de trabajo brasileño presenta una naturaleza emblemática y ejemplar, considerando aspectos demográficos y sociales. En los años 40 la población rural alcanzaba aproximadamente 70 por ciento da población total. Por los resultados parciales del Censo 2000, 82 por ciento da población vive en las ciudades. En una situación de bajo dinamismo económico y bloqueada de forma evidente la movilidad social ascendente esperada, estos números dicen relación estrecha con los niveles de precariedad de la vida social y permiten adivinar las cifras exultantes de la violencia social creciente que se genera en los situs urbanos desde el inicio de los años 80, momento a partir del cual el Producto Interno Bruto per capita brasileño crece a ritmo bajo. Hasta entonces, desde 1950, este valor se havia quintuplicado.

Hacia el final de los años setenta, el movimiento social y particularmente, el sindical, había conquistado un espacio público, pasando a la búsqueda de la concretización de una agenda social exigente, de modo a superar el atraso del periodo autoritario. Se da así la emergencia del "nuevo sindicalismo" y de las negociaciones colectivas directas entre patrones y empleados en el mismo momento en que asintoticamente la economía brasileña ingresaba en un periodo de dificultades, sin el dinamismo característico de los años sesenta y que dominó hasta aquel momento. Este es el aspecto irónico y paradojal. De cualquier modo, durante los años 80, existe un crecimiento del número de sindicalizados y negociaciones colectivas ( al contrario de la tendencia mundial ), donde los sindicatos consiguen mantener el poder de compra de los salarios y algún avance en la democratización de las relaciones de trabajo. En los años 90, al contrario, hay un reflujo en las reivindicaciones que pasan a tener un carácter meramente defensivo, en la medida en que el paro aumenta y se transforma en una amenaza permanente.

Así, en los años 90, el segmento formal y organizado reduce su protagonismo en la sociedad y en el mercado de trabajo brasileño, el cual pasa a crecer en la égida de la informalidad y la precariedad.

Cuando observamos os estudios e pesquisas realizados en el Brasil a lo largo de los años 90, podemos constatar que los temas de la informalidad, asociativismo, micro crédito aumentaron en mayor densidad. Así, el escenario social de los años 90 está marcado por la manifestación y presencia de actores sociales de naturaleza diversa, mas que expresan la relación la creciente precariedad en las relaciones de trabajo.

En el sector estatal, en sus diferentes niveles, hay un nuevo aparato legal más orientado para fomentar el microcrédito y la capacitación. Inclusivamente el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, tiene desde 1996 un programa dirigido al financiamiento de pequeños empresarios y de cooperativas. Finalmente, universidades, organizaciones gubernamentales (ONG) y los propios sindicatos han sido ejecutores y co-ejecutores de algunos programas financiados por el Fundo de Amparo al Trabajador, siguiendo una óptica microeconómica e de mercado.

Fue la creación del FAT en 1990 (Ley no 7.998/90) que permitió la mayor parte de estas iniciativas. La Constitución de 1988 confirmó el programa de seguro de paro (criado en 1986 con o Plano Cruzado) y determinó la formación de un fondo público para garantizar los recursos destinados a la concesión del beneficio a los desocupados. Hubo también iniciativas de los gobiernos al nivel del estado y de los ayuntamientos desvinculados del FAT(5).

Estas medidas son indicadoras de la búsqueda de respuestas realizadas por diferentes agentes, con el fin de disminuir el cuadro de dificultades que se fue dibujando en los años 90. Grande parte de las cuestiones abordadas en esta sección del trabajo están restringidas a la realidad brasileña, pero hacen parte de una experiencia que se puede extender a los países de América latina y a Portugal, donde el Estado Social y las políticas de pleno empleo llegan tarde en la historia, siguiendo caminos diferentes del que se dió después del post-guerra en los países desarrollados hasta los años 70. En este sentido debe ser destacado que Brasil, así como la mayoría de los países de América latina nunca tuvo un Estado Social, sólo un conjunto de dispositivos legales expresos, por ejemplo en la CLT - Consolidación de las Leyes del Trabajo en 1943 que, a lo largo del tempo, fue abarcando una parcela creciente de los trabajadores urbanos brasileros. La Constitución de 1988 fue elaborada bajo el impulso de redemocratización y tuvo una vocación universalista en lo que dice relación a la Educación, Salud y algunas cuestiones de la Seguridad Social, como ilustra el tratamiento dado a los trabajadores rurales, incluidos en el régimen de pensiones. En los años 90 asistimos a un intenso debate sobre el costo del trabajo y los gastos sociales, relaciones de trabajo y Seguridad Social, que, con algunas alteraciones y diferencias relativamente a la situación europea, discuten el problema de la "flexibilidad del mercado de trabajo"(6), lo que viene confirmado por los cambios legislativos que han sido promovidos desde inicios del año de 2002, por el gobierno a través del Congresos brasileño, buscando formas de concordia social e de acuerdo empresarial-sindical, que de cualquier modo no salvaguardan garantías sindicales básicas e no permite una simetría empresarios-sindical


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