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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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3 Una Reflexión sobre los Mercados de Trabajo en las condiciones de la Globalización

Mario Gómez Olivares

Cezar Guedes

Después del mediano desempeño que las economías latinoamericanas han tenido en términos de creación de empleo productivo durante los años ochenta, parecía que las mejores condiciones económicas le serían más favorables durante la mayor parte de la década de los noventa. La visión neo-liberal profetizó tasas de crecimiento más altas y propuso reformas profundas orientadas a aumentar la eficiencia de los mercados. Se vaticinaba que mejoraría la situación laboral, estrechamente vinculada con los altos niveles de pobreza. Sin embargo, la recuperación moderada del crecimiento a nivel regional no ha incidido en una vigorosa formación de empleo productivo. La creación de nuevos puestos de trabajo se ha concentrado en gran parte en ocupaciones de baja productividad media y se ha reducido la participación de las actividades formales en la estructura de empleo. Por otro lado, en la segunda mitad de esa década, la tasa de paro abierto regional se ha colocado en niveles elevados, no vistos desde la crisis de inicios de los años ochenta, por otro lado los salarios reales de las actividades formales aún no han alcanzado los niveles existentes en 1980.

En este trabajo se revisan las principales tendencias en la creación de puestos de trabajo, de esta manera se pretende estudiar el desempeño hasta ahora poco satisfactorio en los indicadores laborales. Saber si se debe, principalmente, a los complejos procesos inherentes a una transición hacia una nueva modalidad de desarrollo o si la debilidad de creación de empleo productivo es una característica de la misma modalidad de desarrollo emergente, sin que se pretenda ofrecer respuestas definitivas.

Este análisis de los mercados laborales en América Latina durante los años noventa requiere ser concebida en el contexto de los procesos de más largo plazo. Primero, es de suponer que existen estructuras y dinámicas, vigentes durante las décadas previas, que condicionan de manera profundo en las transformaciones de los noventa; segundo, son los quiebres y modificaciones de tendencias anteriores los que requieren ser identificados e interpretados para entender lo característico de la década actual. Se toma implícitamente como referencia la discusión reciente sobre la evolución laboral en los países industrializados, ya que permite evaluar en un marco más amplio las tendencias en los mercados de trabajo de la región. Se considera la evolución del empleo en términos de cantidad y de calidad y se hace énfasis en los nuevos procesos de heterogeneización del mercado de trabajo, tomando como base el ejemplo brasileño.

La constitución del mercado de trabajo brasileño, en su todo, es un proceso que sucede en simultaneo con la rápida transformación de una economía agro-exportadora para una economía urbana-industrial. El proceso de industrialización por substitución de importaciones a partir de la Grande Depresión articuló el territorio nacional transformándolo desde un archipiélago de economías regionales aisladas en una economía integrada, según la matriz tecnológica registrada por la Segunda Revolución Industrial.

En los inicios de los años 80, la crisis cambial fue la parte más visible de un proceso mucho más grave y complejo: la modalidad de desarrollo que había servido como suporte a las tasas de crecimiento económico elevadísimas entraba en colapso. A partir de aquí, el mercado de trabajo brasileño empieza una trayectoria de inflexión, contrariando tendencias consolidadas que lo dominaban desde su origen. Es que pesar de los desequilibrios macroeconómicos, regionales y a la concentración de la renta, havia sido posible (aunque de forma problemática), la absorción por el mercado de trabajo de los inmigrantes y de los contingentes internos que se dislocaban del campo para las ciudades. En resumen, independientemente de la conjuntura política,. la economía brasileña crecía con dinamismo generando nuevas vacantes, mas que esto, crecía el trabajo regular y reglado.

En los años noventa se ahondan las dificultades iniciadas en los años ochenta, aumentadas por los desafíos que resultan de las reformas liberalizantes, el programa de privatizaciones, por el proceso de reestructuración productiva y por las presiones de flexibilización del mercado de trabajo que configuran una nueva modalidad de desarrollo.

Es también objetivo de este artigo analizar el cuadro en que se emplaza el mercado de trabajo brasileño en los años 90, señalando algunas tendencias. Para tanto, después de esta breve introducción, el artículo está estructurado en cuatro partes: en la primera se presenta el pasado reciente, enfatizando la inflexión del mercado de trabajo; en la segunda, se trata de algunas comparaciones en los mercados de trabajo; la tercera son discutidos los hechos empíricos sobre empleo, ingreso para la economía brasilera nos anos 90 y en la cuarta se discute algunas políticas de empleo. Finalmente, son retiradas algunas conclusiones y apuntados los desafíos presentes en relación al futuro.

Entre 1950 y 1980 las condiciones económicas para la creación de puestos de trabajo fueron relativamente favorables, ya que el PIB latinoamericano alcanzó altas tasas de crecimiento: 5.1 por ciento en los años cincuenta, 5.8 por ciento en los sesenta y 6.0 por ciento en los setenta, y la industria manufacturera, que creció por sobre este promedio, subió su participación de 18.7 por ciento a 26.1 por ciento ( CEPAL (a): 1995). En el mismo contexto, se dio un rápido proceso de urbanización de muchas sociedades predominantemente rurales. Sin embargo, la crisis de la deuda y la transición de los años ochenta se reflejaron en una caída en el ritmo del crecimiento, que alcanzó sólo un 0.5 por ciento entre 1980 y 1985 y 1.8 por ciento entre 1985 y 1990 (CEPAL (a): 1995), lo que tuvo un impacto muy negativo en los mercados laborales de la región.

Antes de los ochenta, los problemas de empleo solían expresarse como subempleo, el cual se concentró en el sector informal urbano y la economía campesina. Sin embargo, la crisis de los primeros años de los ochenta incidió, entre otros, en un fuerte aumento del paro abierto. En la segunda mitad de la década de los ochenta, la tasa de paro se redujo, pero volvió a subir en el primer lustro de los años noventa, a pesar de que se registraran tasas de crecimiento económico más elevadas (CEPAL (b): 1998).

Entre 1950 y 1980, el proceso de recomposición de la estructura de empleo por grandes sectores fue acompañado por un aumento de los niveles del empleo asalariado. Si bien las categorías de ocupación que generalmente reflejan productividades e ingresos laborales menores - trabajadores por cuenta propia y trabajadores familiares no remunerados - mantuvieron una participación elevada en la PEA, durante estas décadas específicamente el empleo asalariado en actividades no agropecuarias creció fuertemente, lo que refleja un importante aumento de la demanda de mano de obra que surgió de los dinámicos procesos de acumulación de la época. Las estadísticas nos indican claramente la tendencia de un aumento de la proporción de los asalariados no agropecuarios en la fuerza de trabajo para algunos países de la región. La reducción de esta proporción en Chile entre 1970 (cuando poseía la participación más alta entre los países con información disponible) y 1980, refleja los efectos de la reestructuración de su economía, que se expresó en el mercado de trabajo - entre otros - en una reducción de la demanda por mano de obra asalariada y altas tasas de paro.

También en el empleo agropecuario, la relación entre el sector moderno y el sector campesino se mantuvo constante, creciendo ambos sectores con bajas tasas anuales y bajando su participación en el empleo total. El conjunto de los segmentos formales - el no-agrícola formal y el agrícola moderno - aumentaron su participación conjunta en el empleo total solamente de 54 por ciento a 60 por ciento. Cabe advertir, sin embargo, que en la agricultura latinoamericana moderna, con la excepción de ciertos enclaves, los salarios siempre han sido bajos, como reflejo de una distribución funcional muy desfavorable al factor trabajo (Franco, R.:1996 y 1999), lo que ha sido compensado con bajos salarios en la agricultura, sosteniendo una política de bajos precios en la Agricultura.

El caso brasileño es en este sentido un caso ejemplar y paradigmático. Al final de los años 70 la economía brasileña presenta una de las mayores tasas de crecimiento del PIB de postguerra (en torno al 7 por ciento anual) y concluye aceleradamente la instalación de una base productiva siguiendo los padrones tecnológicos asociados con la Segunda Revolución Industrial, lo que permite dar continuidad a la implantación de la industria de base en los años 50 y generar toda la dinámica que esto significó para el desarrollo capitalista brasileño.

La economía, después de un periodo de crecimiento acelerado sobre la base de endeudamiento externo de largo plazo y a tasas de interés bajas, entraba a partir de 1979 en un periodo de dificultades por los efectos combinados del segundo choque del petróleo y del aumento impropio de los intereses. Con la interrupción de los flujos financieros típico de los años sesenta fue necesario celebrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (1982) y reajustar la balanza de pagos frente a la necesidad de responder a los montantes crecientes del servicio de la deuda externa. La política económica es orientada para la creación de excedentes a través de un aumento del saldo comercial. Brasil y América Latina, en general, se transformaron en exportadores líquidos de capital.

En la práctica, como resultado de grandes saldos en la balanza comercial (hasta 1994) llevó al cambio de la deuda externa por una deuda interna, en la medida en que el Banco Central tuvo que convertir los ingresos de divisas en moneda nacional. Para que la base monetaria no creciese descontroladamente, la venda de papeles de deuda pública se dilató, dando inicio a un especie de "rueda financiera" que, juntamente al conflicto distributivo, está en el origen del proceso hiperinflacionario de Brasil, hasta el inicio de los años 90. Hasta entonces las experiencias históricas hiperinflacionarias estaban ligadas a convulsiones sociales, guerras e, principalmente, deudas de guerra. Ahora era apenas la lógica del mercado.

Más allá de los aspectos económicos-financieros, hay también cuestiones de naturaleza tecnológica y organizacional que expresaban la fragilidad del proceso de industrialización. Resumidamente, no hubo esfuerzo de innovación propio, aspecto que será considerado en la tercera parte del trabajo.


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