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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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3. Inversiones Extranjeras Directas, Desarrollo e Integración.

El nuevo proceso de integración de los paises de America Latina a la economía mundial es un instrumentento eficaz para la promoción del crecimiento económico, el desarrollo y el alivio de la pobreza en el continente?. En las últimas décadas del siglo XX, el comercio mundial registró un promedio de crecimiento del 6% anual, equivalente al doble del producto mundial. Sin embargo, ha sido un motor de crecimiento desde mucho antes. Desde la creación del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en 1947, el sistema de intercambio mundial se ha beneficiado de ocho rondas de liberalización multilateral, además de la liberalización unilateral y regional. De hecho, la última (llamada "Ronda Uruguay" y concluida en 1994) condujo a la fundación de la Organización Mundial del Comercio, encargada de administrar el creciente número de acuerdos comerciales multilaterales. El resultado ha sido la mejora del PIB per capita en los paises de AL. Este progresso ha llegado a la mayoría de los países en desarrollo, y en algunos los ingresos han aumentado drásticamente. Como grupo, los países en desarrollo han adquirido mucha más importancia: hoy concentran un tercio del comercio mundial, en comparación con un cuarto, a principios de los años setenta. En muchos, las manufacturas y los servicios se han impuesto sobre los productos básicos tradicionales dentro de las corrientes de exportación, que hoy están integradas en un 80% por manufacturas. Además, el intercambio entre países en desarrollo ha aumentado con rapidez y representa en la actualidad un 40% de su exportación. La integración de América Latina y el Caribe es una empresa necesaria y posible. Los esfuerzos realizados durante medio siglo para alcanzarla han mostrado resultados tangibles, aunque no han llenado las expectativas ni han cumplido cabalmente con los objetivos propuestos. El proceso de globalización, las negociaciones multilaterales y las perspectivas de creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) constituyen nuevas realidades y desafíos para la integración latinoamericana y caribeña. La diversidad de situaciones subregionales y la consiguiente fragmentación del mapa de la integración regional pudiera, por su parte, debilitar y obstaculizar el avance hacia su progresiva profundización.

Ninguna de estas dificultades, sin embargo, es insuperable. Se requiere de una renovada atención hacia los proyectos de integración de América Latina y el Caribe; de una reflexión actualizada sobre sus alcances y posibilidades; y de una decidida voluntad política para hacer compatibles los procesos subregionales, regionales, hemisféricos y multilaterales. Todo ello con el objeto de promover la equidad y el desarrollo de los países de la región y lograr disminuir las asimetrías entre ellos.

Uno delos elementos cricuales de la apertura económica ha sido el proceso de inversiones extranjeras, queen en las últimas décadas fue visto como vital para a modernización de los países de forma a alimentar y permitir el crecimiento económico en condiciones de avance económico y social, de mejoría de los indicadores totales do desarrollo. El capital extranjero, las tecnologías y el know-how son vistos como piezas claves con el fin de realizar los objetivos de aumentar la inserción del país en circuitos productivos, comerciales y financieros internacionales; incorporar tecnologías nuevas y medios de producción eficientes en los sectores que tienen necesidades específicas de desarrollo, tales como la tecnología de información, telecomunicaciones, agrobusines, infraestructuras, servicios, manufacturas, turismo y energía; crear lugares de trabajo, promover la formación de la fuerza de trabajo, introducción de técnicas de administración modernas, mejoría de los servicios a los clientes y promoción do emprendimientos; incentivo a la descentralización criando actividades y trabajos productivos a escala nacional y del país.

No se trata apenas de explorar materias primas, o servir de base para acciones de exportación a escala continental, en la lógica de lo que es la tradicional exportación de capitales a esferas lucrativas o de prolongación del comercio con lucros de eficiencia, lo que es sin duda muy importante. En el caso de las inversiones ibéricas, este tienen la particularidad que lo hacen y se dirigen a áreas de servicios vinculados al mercado local y regional, con el objetivo de proyectos que consideran la relevancia del aumento del poder de compra de los beneficiados por una nueva modalidad de desarrollo y de la nueva urbanidad que generó la industrialización de substitución de exportaciones, pero que apoyan y lucran con el creciente sector exportador que se ha trasformado en un elemento de dinamismo importante del crecimiento económico; se introducen en áreas de grande relieve para el desarrollo como la energía, las redes de agua y sanidad, infraestructuras de comunicaciones. En ese sentido nos propusimos discutir las inversiones directas extranjeras, pues consideramos esta variedad de inversiones, como un proceso mayoritariamente de adquisición y de fusión de empresas, comparativamente con el proceso más tradicional de inversiones de las multinacionales tradicionales en fábricas o en productos nuevos, llevando a transformaciones cualitativamente diferentes fruto de la inserción de empresas, de integración de mercados y de resurgimiento de presencial de los antiguos colonizadores.

El facto histórico, después del proceso de independencia de América Latina en el siglo XIX, del regreso victorioso de los colonizadores en sus modernas carabelas la la búsqueda de la plata de Potosí y del Pau de Brasil, siendo ahora trasformados en gaseoductos, autopistas, modernos ingenios eléctricos, redes de teléfonos celulares, modernos shopping center con hipermercados a la europea, trasformó España en el segundo mayor inversionista después de los EUA y la pequeña economía de Portugal en el sexto de Brasil. Desde 1994 se incremento de modo substancial el flujo de inversiones en la dirección de América Latina y el Caribe: sus saldos anuales se cuadruplicaron con exceso en el último quinquenio, produciéndose una acumulación de capitales extranjeras acumulado histórico entre 1994 y 2000.

Aquí consideramos particularmente las motivaciones de las empresas ibéricas en los procesos de inversiones, procurando explicar porque realizan sus inversiones, en que zonas geográficas, cuantificar os montantes invertidos, su distribución continental y sectorial, cual es la influencia de los elementos de comunidad lingüística y de cultura común; se esclarecen también los factores que unifican el criterio portugués con el español, a lo que llamamos de lógica ibérica, la que enuncia el propósito estratégico de España de ser una potencia de medio rango a partir de una zona geográfica, pero con la intención de valorizar su posición en el terreno europeo, sea en el plano económico como también en el político.

El notable crecimiento de los flujos de inversión extranjera directa, el cambio de actitud hacia el papel efectivo jugado por las empresas transnacionales en los procesos de desarrollo, y una valoración positiva de los efectos netos de la IED en las economías anfitrionas, han hecho volcarse a numerosos países en una carrera por captar flujos crecientes de IED. Además, la volatilidad y escasa cuantía de los flujos financieros de cartera y la aparente realidad del salto en la senda de desarrollo de ciertas economías asiáticas beneficiarias de la entrada masiva de IED, han contribuido a que se prime a la entrada de IED frente a la inversión en cartera como instrumento para el desarrollo.

La IED (excepto la reinversión de beneficios y aquella financiada con recurso a los mercados de capital de los países de destino) es una fuente de recursos externos que permite al país anfitrión invertir más de lo que ahorra. Pero, además, por su estabilidad y su vocación de largo plazo, puede ser considerada por los países en desarrollo (PED) como una fuente de financiación preferible a las demás. La IED ha demostrado ser más resistente durante las últimas crisis financieras. Ello se explica porque las inversiones en cartera están guiadas por consideraciones especulativas (básicamente, diferenciales de tipos de interés y expectativas de tipos de cambio) y no por motivos de rentabilidad a largo plazo. Los inversores en cartera son los primeros en deshacer masivamente sus posiciones cuando el país tiene problemas, mientras que la inversión directa es, por su propia naturaleza, más inmóvil, no pudiendo desinvertirse tan fácilmente al primer síntoma de que la inversión no va a producir la rentabilidad esperada.

La demanda por inversiones extranjeras es una respuesta de los mercados emergentes a esta concurrencia en el proceso mundial, representando un atractivo considerable para el comercio y las inversiones extranjeras, objeto de intervención previa de los países líderes: USA, Alemania e Japón. En los años 90 hay una concurrencia y fuerte intervención por parte de España y Portugal, que realizan una opción mucho más ibérica que europea en materia de inversiones. Es decir, cuando consideramos el proceso de internacionalización de las empresas de España y Portugal, podemos observar que es para América Latina que en su grande mayoría se dirigen las inversiones españolas, al paso que las inversiones portuguesas toman principalmente el rumbo del Brasil.

Una avaluación del proceso de inversiones de las empresas ibéricas, en una óptica institucional, permite establecer la tesis del nuevo tipo de integración de tipo comercial-productivo que se procesa desde la década del noventa del siglo pasado, pero onde lo productivo asume una caracteríastica especial que es sobretodo vinculado a los servicios productivos. Es importante poner en evidencia aquellos aspectos que testimonien la modernidad de la integración económica en el proceso de mundialización de los espacios latinoamericanos; es nuestra convicción que vivimos una nueva fase de esa integración, que obliga a una integración mayor, donde concurren el proyecto panamericano del ALCA y el proyecto, no bien o insuficientemente formulado por Brasil y Argentina, de integración autónoma e industrialista basados en palancas internas, a fin de permitir una participación en la expansión capitalista que sea inclusoria y eleve el bienestar de toda su población, disminuyendo el foso que separa el mundo desarrollado del mundo en vías de desarrollo. En este sentido las empresas ibéricas substituyen económicamente, en parte, el papel del estado, tienen un mayor peso político en la sociedad, sea por la interacción con el estado a través de la regulación que se establece en términos de los contratos legales, obligaciones específicas de servicios prestados y la regulación sectorial necesaria a asegurar regímenes tarifarios que permitan el acceso a los servicios de la población y su bienestar.

Una reflexión sobre los procesos de integración en América Latina que se consagra en los propósitos de formación del ALCA, proceso liderado por los EEUU, de profundización del MERCOSUR, proceso que tiene una amplio y profundo significado que se relaciona con un modo alternativo de desarrollo, basado en la posibilidad de integrar Brasil, Argentina y otros pequeños países en la división internacional del trabajo en términos de autonomía industrial y creación de un autentico mercado regional. Las actuales discusiones que se desarrollan en los medios políticos, empresariales, sociales e académicos sobre este proceso, con una amplia cobertura mediática, con contactos permanentes y continuos de los centros de decisión política merecen su monitorización desde la actividad académica.

Tradicionalmente los flujos de inversión extranjera directa han sido asociados con una serie de beneficios para las economías en desarrollo. Se argumenta que la IED permite absorber nuevas tecnologías que elevan la productividad del país receptor. Diversos autores han argumentado a favor de la existencia de externalidades, con la cual existiría un efecto positivo no sólo sobre las empresas que reciben IED, sino también sobre el resto de las empresas domésticas, resultado en una logro sistémico. Entre 1990 y 1997 en América Latina se dieron 900 privatizaciones por más de 100.000 millones de dólares, siendo la región que más ha privatizado en el mundo, proceso que se ha dado en tres oleadas: la primera afectó las empresas comerciales, la segunda afectó la infraestructura y algunos servicios, y la actual, enmarcada en el ALCA, incluye sectores sociales como los fondos de pensiones, salud y educación. En estos procesos de privatización se vivió una velada lucha entre las potencias y, Europa -encabezada por España- logró una buena tajada.

Precisamente, fue en esa década cuando la crisis social se generalizó de tal forma que a finales del decenio y según datos de la CEPAL, 4 de cada 10 latinoamericanos eran pobres y 3 estaban a punto de serlo, la educación secundaria sólo llegaba a uno de cada dos jóvenes, de cada 10 empleos creados 7 lo eran en el sector informal y el crecimiento económico promedio fue el menor del siglo (Portafolio, mayo 10 de 2002).

La fase expansiva que sucede a la crisis de inicios de los años 80 intensificó la concurrencia entre empresas en el plano internacional, dando lugar a la manifestación de significativos aspectos del fenómeno de la globalización competitiva, cuyos reflejos se verifican a través de la dimensión alcanzada por el proceso de fusiones y adquisiciones con especial relieve en los EEUU, Europa e Japón. Los cambios tecnológicos, provocados por el desarrollo y la rápida difusión de la microelectrónica y sus aplicaciones en la informática y las telecomunicaciones, determinaran transformaciones en el ámbito productivo, al mismo tiempo que facilitaron la globalización financiera al hacer posible la transmisión instantánea y barata de grande cantidad de información. La mejoría en la disposición de mayor información internacional sobre la oferta de bienes y servicios favoreció la globalización de la demanda, que, por su vez, promovió la expansión global de la oferta y la intensificación de la concurrencia.

No se trata solo del surgimiento y aparición de nuevos espacios económicos, en los cuales las empresas, a través de la obtención de economías de escala, compiten para crear y aumentar su cuota de mercado por medio de los elementos tradicionales (precio, cualidad, distribución, asistencia etc.). Tiene lugar una profunda mutación del sistema productivo y de los determinantes de la competitividad. Esta mutación está impulsada por dos fuerzas: los cambios tecnológicos y las innovaciones en la organización de la producción, implicando en nuevas tecnologías de producto, proceso y nuevas formas de gestión. De este modo son alteradas las características de las relaciones Inter.-empresas y también las intra-empresas, visto que la concurrencia del sistema privilegiará como principales características, la flexibilidad, la cualidad y la cooperación, en el proceso que establece un estrecho vínculo entre la aplicación de tecnologías flexibles para la producción de manufacturas y las formas de organización del proceso productivo.

La globalización competitiva dio impulso al proceso de fusiones y adquisiciones y, de forma simultanea, la liberalización de nuevos ámbitos de las economías de los países industrializados, sobretodo de algunos segmentos de servicios, que a su vez fueron objeto de privatización y permitieron la expansión internacional de ID en este sector, con un destacado relieve por parte de los servicios financieros. Con la mayor coordinación internacional de las políticas macro-económicas a partir de los 80, la disminución de los precios del petróleo y la mejoría en las expectativas de crecimiento, las empresas multinacionales adoptaron una estrategia de fuerte concurrencia internacional, procurando consolidar y ampliar sus participaciones en los mercados más atractivos. Esta estrategia provocó una mayor concentración, tanto en el origen como en el destino de los flujos de Inversiones Directos en el grupo de los países industrializados, confinando la mayor parte de los países en desarrollo. En este proceso, América Latina se destaca como el tercero lugar del destino de las inversiones, a continuación de los países de la triade, Europa, EEUU y Japón e muy próximo de los países de Asia.

Las inversiones de los países de Europa, EEUU y Japón en América Latina, representan per se casi la totalidad de las inversiones directas extranjeras en la región, siendo las inversiones en otras zonas de mundo o intra regionales exíguas. Los países del Cono Sur concentran casi la mitad de las inversiones realizadas por Europa y EEUU en America Latina e Caribe y más de 80 % en el caso de Japón. Si adicionamos Chile, México y los países del pacto andino, una parte considerable de todas las inversiones se dirige a los países mas desarrollados de la región. La razón reside simplemente en el hecho que estos países más desarrollados son aquellos que más rápidamente pretenden retirar ventajas de la concurrencia y de la división de trabajo en el nuevo proceso de inserción estratégica internacional.

Desde finales del siglo XIX estos países tuvieron un desarrollo capitalista previo, poseyendo un sector exportador dinámico, formador de mercado interno y que permitió el financiamiento de la importación de bienes e capital. La mejoría en la disposición de mayor información internacional sobre la oferta de bienes y servicios favoreció la globalización de la demanda, que, por su vez, promovió la expansión global de la oferta y la intensificación de la concurrencia. No se trata solo del surgimiento y aparición de nuevos espacios económicos, en los cuales las empresas, a través de la obtención de economías de escala, compiten para crear y aumentar su cuota de mercado por medio de los elementos tradicionales (precio, cualidad, distribución, asistencia etc.). Tiene lugar una profunda mutación del sistema productivo y de los determinantes de la competitividad. Esta mutación está impulsada por dos fuerzas: los cambios tecnológicos y las innovaciones en la organización de la producción. De este modo son alteradas las características de las relaciones inter-empresas y también las intra-empresas, visto que la concurrencia del sistema privilegiará como principales características, la flexibilidad, la cualidad y la cooperación, en el proceso que establece un estrecho vínculo entre la aplicación de tecnologías flexibles para la producción de manufacturas y las formas de organización del proceso productivo.

En los últimos veinte años se han juntado en América Latina seis grandes desequilibrios: gigantesco endeudamiento externo, especialización exportadora en productos básicos, intercambio desigual, deterioro del nivel de vida, desindustrialización y pérdida de la autosuficiencia alimentaria. Estos males han sido producto de la íntima relación de la región con Estados Unidos al calor de la llamada ‘globalización’, siendo fácil detectar que su agravamiento ha ido paralelo al aumento de la dependencia con esa potencia, al acatamiento de las orientaciones económicas promovidas desde allí y a la radicalización de los procesos de apertura, privatización, desregulación y disminución de las atribuciones y recursos del Estado. Al mismo tiempo, la crisis política y social se ha extendido en la región, la pobreza campea y las crisis políticas han asolado a la mayoría de los países.

En la década del 90, EE.UU. renovó su ofensiva comercial y económica hacia América Latina. Al final de la década controlaba más del 50% del total de sus importaciones y exportaciones, acrecentando su influencia política y militar. Sin embargo, todavía en algunas zonas continentales hay importante presencia económica europea. En este sentido las negociaciones del ALCA forman parte del intento norteamericano de ganar ventajas y aislar a sus competidores de otras latitudes. Un caso demostrativo fue México, donde Europa perdió participación en el comercio exterior por efectos del TLCAN. No obstante, el viejo continente se ha atrincherado en cierta medida en el Mercosur y también ha promovido acuerdos comerciales con México y Chile. Argentina, México y Brasil absorben más del 60% de las ventas europeas a la región y para Brasil, Chile, Cuba, Panamá y Perú, Europa fue, en la segunda mitad de la década del 90, el principal mercado de exportación.

Antes de los noventas -entre 1950 y 1990-, América Latina había perdido participación en el comercio exterior de Estados Unidos, pasando de tener el 28% de las exportaciones y el 35% de las importaciones de ese país en 1950 al 14% de las exportaciones y 13% de las importaciones, pero entre 1985 y 1994 las exportaciones norteamericanas a la región pasaron de 31 mil millones a 93 mil millones. De todas maneras, ha habido consenso entre las últimas administraciones norteamericanas en el sentido que la región con crecimiento más rápido para el comercio exterior norteamericano es América Latina y que hacia 2010 va a superar a Europa y Japón en ventas de bienes y servicios norteamericanos.

A pesar de que EE.UU. basa su desarrollo en su propio mercado interno ya que el comercio exterior en relación con su Producto Bruto Interno no supera el 12%, en el último tiempo, y como respuesta a su crisis, las exportaciones son más importantes que nunca para la economía norteamericana: “desde 1993, más de la tercera parte del crecimiento económico se ha debido a las exportaciones y los empleos relacionados con ellas crecieron 1,7 millones; mientras 11,5 millones de puestos de trabajo dependían de las ventas norteamericanas al exterior (Charlene Barshefsky, declaraciones ante el Senado norteamericano, sept. 17 de 1997).

Europa por su parte recibe una cuarta parte de las exportaciones del Mercosur, pero América Latina tiene un interés comercial marginal para Europa ya que sólo absorbe el 2,1% de las exportaciones europeas y entre 1990 y 1996 el total de las exportaciones latinoamericanas hacia allí pasó del 24% al 14% de las exportaciones totales, mientras que las dirigidas a EE.UU. aumentaron del 38% al 49%. La Inversión Extranjera Directa europea se concentró principalmente en Argentina y Brasil, teniendo que ver principalmente con las privatizaciones de servicios como telecomunicaciones y energía, pero en los últimos años se dirigió al sector automotriz en el Mercosur. El interés de la Unión Europea en suscribir acuerdos de comercio preferencial con los países latinoamericanos descansa en dos consideraciones. En primer lugar, la liberalización unilateral del comercio en América Latina ha creado oportunidades sin precedentes para expandir las exportaciones europeas a la región. En consecuencia, la proporción de las exportaciones extrarregionales destinadas a América Latina ha venido creciendo desde 1990 tras varias décadas de disminución.22/ Como la participación de América Latina en las importaciones extrarregionales de la Unión Europea ha seguido bajando, el déficit comercial tradicional de la Unión Europea con la región ha sido reemplazado por un pequeño superávit. Con ello, América Latina se ha considerado como un mercado en rápido crecimiento para las exportaciones extrarregionales de la Unión Europea y uno que merece cultivarse.

La otra razón se relaciona con el proyecto ALCA. La integración hemisférica podría poner en peligro el crecimiento de las exportaciones de la Unión Europea a la región por efecto de la desviación del comercio; incluso con las barreras comerciales más bajas que imperan ahora habrá mucho campo para la desviación del comercio desde Europa a los Estados Unidos si el ALCA llega a feliz término. Así, mientras mayor sea la probabilidad de que prospere el ALCA, mayor será el interés que mostraría la Unión Europea en los acuerdos de comercio preferencial, sobre todo si se trata de un convenio con el MERCOSUR donde Europa tiene mucho más que perder.

La Unión Europea es un mercado importante para las exportaciones del MERCOSUR y Chile), aunque -tal como ocurre con el resto de América Latina- la importancia del mercado europeo ha venido declinando. En 1990 la Unión representaba 31.9% de las exportaciones totales, proporción que bajó a 23.4% en 1996. Los productos agrícolas sobresalen en este comercio (aproximadamente 50% de las exportaciones totales), proporción mucho mayor que la que se observa en las exportaciones a los Estados Unidos o a los países latinoarnericanos. Así, uno de los atractivos e suscribir. un acuerdo de comercio preferencial es la perspectiva de obtener acceso a la Unión Europea para las exportaciones agrícolas provenientes del MERCOSUR

Por el tamaño de su mercado Argentina y Brasil juegan un papel clave en las negociaciones del ALCA y en 1999 Brasil fue el doceavo cliente norteamericano y le vendió más que a China (Richard Fisher, Foro sobre las relaciones comerciales de USA y Brasil, 18 de abril 2000). De las 500 empresas norteamericanas más grandes listadas por Fortune, 420 operan en Brasil, mientras en Colombia no hay más de 180 empresas norteamericanas, muchas de las cuales no están entre las mayores y aunque tenemos la cuarta población de América representamos apenas el 0,77% del PIB de regional. También representamos apenas el 1% del PIB estadounidense y nuestra economía es quince veces más pequeña que la de la ciudad de Nueva York.

En muchos aspectos la estructura de exportaciones de Brasil no es complementaria sino competitiva con la de EE.UU. como es el caso del acero, el jugo de naranja, la soya y los automóviles. Aunque el mercado latinoamericano más apetecido por EE.UU. es el brasileño, ya ha hecho allí incursiones significativas pues en el período 1994/97, por ejemplo, las exportaciones cariocas a EE.UU. crecieron apenas 5,2%, mientras las importaciones desde aquel país aumentaron 116,52%. De esta forma, podría afirmarse que aunque en el terreno comercial Estados Unidos tiene mucho por ganar apoderándose del mercado del Mercosur, es en las inversiones donde tiene más por cosechar en toda la región como resultado de la implementación del ALCA o de acuerdos bilaterales de libre comercio.

En un principio, según distintos representantes de EEUU, estos acuerdos de libre comercio con países de América del Norte, Central y del Sur, no supusieron un obstáculo para el ALCA. Todo lo contrario, en teoría iban a ayudar a lograr este objetivo, y una vez que el ALCA se firmara, serían incorporados a él. Malamud respalda esta tesis y señala que con estos acuerdos se ha tomado un camino intermedio “entre el todo y la nada”.

Sin embargo, desde la posición brasileña, los acuerdos bilaterales van a complicar aún más las negociaciones. Según Maura, se podría pensar que son irrelevantes “porque se han realizado con países de América Central, algunos de los cuales ya usan el dólar como moneda, sin embargo, dificultan la posición brasileña. Esta posición consiste en convertirse en el gran líder de los países emergentes. A partir del momento en que nuestro gran hermano ya cuenta con esos acuerdos bilaterales. Entonces Brasil dice: '¿Cómo es esto? Yo quería una posición mejor para los países emergentes', a lo que los Estados Unidos responderán: 'espera un momento, nosotros ya suscribimos esos acuerdos bilaterales y los otros países emergentes ya están de acuerdo'”.

Por su parte, EEUU persigue que el debate de las restricciones a los productos agrícolas se quede en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En opinión de Maura, esto “está siendo lo más complicado”. Según la profesora del FGV-EAESP, cuando Estados Unidos se plantea negociar el ALCA, lo que no es de su interés lo negocia en la OMC pero “con el número de países que existen actualmente en la OMC, las negociaciones se han hecho mucho más lentas. Es evidente que si yo quiero negociar alguna cosa que considero importante, lo que me gustaría negociar es un acuerdo menor. Ése también es un problema serio en las negociaciones del ALCA”.

La globalización competitiva dió impulso al proceso de fusiones y adquisiciones y, de forma simultanea, la liberalización de nuevos ámbitos de las economías de los países industrializados, sobretodo de algunos segmentos de servicios, que a su vez fueron objeto de privatización y permitieron la expansión internacional de ID en este sector, con un destacado relieve por parte de los servicios financieros. La demanda por inversiones extranjeras es una respuesta de los mercados emergente a esta concurrencia en el proceso mundial, representando un atractivo considerable para el comercio y las inversiones extranjeras, objeto de intervención previa de los países líderes del Cono USA, Alemania e Japón.

Desde los años ochenta, la economía mundial ha conocido un proceso de transformaciones marcado por la desregulación financiera y por las privatizaciones de sus principales industrias. Desde entonces, el ahondarse de la globalización y de la mundialización puede ser verificado en sus dimensiones comerciales, financieras y productivas. Este proceso se confunde con la expansión de las empresas transnacionales y multinacionales, adquiriendo un concentrado peso financiero que aumenta la liquidez internacional y la demanda de lucros de curto plazo (Scherer, 1998). En los años 80, cuando América Latina se transformó en exportadora líquida de capitales, producto de la acumulación de la deuda externa, tuvo su economia estacionada por los efectos de la crisis cambial, lo que se evidenció en la imposibilidad de reproducción de las anteriores condiciones de crecimiento y en el hecho de no mantener su estandard de desarrollo y ascenso.

La integración económica de América Latina en la economia mundial, con la abertura a las empresas extranjeras, al libre ingreso del capital financiero ha conducido a una presencia vigorosa de empresas ibéricas en América Latina, sobretodo en los sectores de servicios: bancos, seguros, telecomunicaciones, servicios domésticos, un regreso de las carabelas después de casi dos siglos de ausencia. El surgimiento de mercados emergentes en el clima de liberación de los mercados internos, está articulado con una búsqueda de adaptación al novo ingenio de desarrollo de cariz neo-liberal, que permite canalizar medios financieros adicionales al crecimiento de los nuevos mercados abiertos a las inversiones extranjeras y una nueva inserción internacional.

Las razones de esta liberalización las encontramos en el hecho de que en la mayoría de los países que habían registrado una fuerte desaceleración de su actividad económica durante la década anterior y encuadraron, en los noventa, en una política macroeconómica que facilita una política de estabilización, buscan en la economía de mercado una aproximación favorable de las inversiones extranjeras. En los años 90, con los cambios en el cuadro internacional que resultaron en nuevos esquemas de financiación, hubo una adaptación de los países de A. Latina a esta nueva emergencia en la que fueron dominantes las soluciones de mercado. Hasta que punto esta onda de inversiones extranjeras conduce a una modernización de las economías latinoamericanas es una cuestión de establecer criterios de avaluación

En este artículo consideramos este cuadro macroeconómico, este nuevo escenario de desarrollo de América Latina y de perspectiva de crecimiento económico, para comprender las vicisitudes de las inversiones portuguesas y españolas en América Latina. Un análisis de la presencia de España y Portugal obliga a meditar de las razones de localización geográfica, cuantificar los montantes, identificar los sujetos.. Consideramos que para el caso en análisis es de destacar una cierta “asimetría” entre el comercio y las inversiones que pasan a tener, en el caso ibérico, sus trayectorias más independientes uno del otro.

En los años 90 hay una concurrencia y fuerte intervención por parte de España y Portugal, que realizan una opción mucho más ibérica que europea en materia de inversiones. Es decir, cuando consideramos el proceso de internacionalización de las empresas de España y Portugal, podemos observar que es para América Latina que en su grande mayoría se dirigen las inversiones española, al paso que las inversiones portuguesas toman principalmente el rumbo del Brasil, particularmente después de 1995, las inversiones de las empresas portuguesas en el Brasil adquieren una dimensión importante, teniendo en cuenta que a partir de 1996 ultrapasan a España como el principal destino de las inversiones directas portuguesas en el extranjero. Desde entonces Portugal ocupa a una posición cimera en el ranking de las inversiones exteriores en el Brasil.

Las empresas ibéricas llevan para América Latina un conjunto especifico de atributos, diferentes de aquellos que han sido la tradición de la inversión extranjera. La tradición de las empresas de origen americana, europea o japonesa integra sectores o subsectores, en una lógica intra empresa y/ o de vínculo al consumidor externo. Los efectos en términos de productividad son circunscritos al sector donde operan o escasos, no contribuyen para la elevación de la competitividad, se sitúan como enclaves diferenciados, captando poca mano de obra calificada, no estimulado ni la pesquisa y la investigación, excepto en los casos en que el objetivo es el mercado interno como es el caso de la industria automotriz. Las empresas atraen mano de obra de menor calificación, aunque en general pagan salarios más altos, generando por veces demanda superior, usos, hábitos y costumbres ligados al centro . Dada la alta concentración de capital, su poder monopólico, las empresas multinacionales han impuesto por lo general sus intereses frente a los estados y poderes de los países.

La nueva onda de inversiones extranjeras, protagonizadas por las empresas ibéricas, tiene características diferentes relativamente a aquellas de origen temporal anterior. Ellas por sus características son susceptibles de generar una modernización en sectores que tienen una productividad tradicionalmente más baja, como son los servicios y por esa vía conducir a una mejoría de los servicios productivos en general, incluyendo los sectores no integrados como la construcción, los servicios de salud, seguros e servicios financieros, el turismo, etc

En este sentido las inversiones portuguesas así como las españolas están relacionadas con productos destinados al mercado interno de demanda estable y creciente, no competitivos y sobretodo ligadas a los servicios o en áreas como la producción de energía, infraestructuras urbanas, las comunicaciones y el comercio, generalmente en alianza con los españoles, compartiendo mercados, en una óptica de Tratado de Tordesillas. Las necesidades sentidas por parte de los países de América Latina de mayor crecimiento de capital y de formación bruta de capital más acelerados, correspondiente a la búsqueda de un motor de crecimiento económico más rápido, encuentra el interés de las grandes compañías ibéricas que se extienden a la búsqueda de mercados de cultura similar, menor riesgo y de mayores lucros. En este proceso de ventajas simultaneas se va procesando la llegada de las nuevas carabelas.


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