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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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2. Crecimiento económico y las reformas macroeconómicas

Las raíces del moderno proceso de desarrollo y de crecimiento económico que América Latina ha implementado, las encontramos en un transcurso que emerge a fines de los años 80 y que se refuerza. a principios de 1990, tras la caída del muro de Berlín, cuando a partir de la reflexiones que se hacen entre especialistas del desarrollo estadounidenses, se intentó formular un listado de medidas de política económica que constituya un “paradigma” único para la triunfadora economía capitalista, surgía un nuevo consenso en política económica. Se establecen reglas de “gestión económica sana”, codificadas perfectamente por la comunidad financiera internacional, incluyendo el Fondo Monetario Internacional (el FMI), los grandes bancos internacionales privados, y los grupos del negocios. Consisten en el reducir del índice de la extensión de la creación monetaria, eliminación pauLatina del déficit fiscal, instauración de un sistema de precios que desregularizan las actividades de sector privado y una abertura sostenida a la economía al libre cambio. Dado una codificación tan explícita de que constituye políticas sanas, la restauración de la confianza requiere terminantemente habitar con ellas donde las políticas económicas adquieren sabor ortodoxo distinto .

La substitución del modelo anterior no ha dado lugar a un orden de cosas en el cual las economías crezcan en forma constante y los beneficios de este crecimiento se hayan esparcido entre todos los grupos sociales, visto que en buena medida ello se explica por razones de la estructura económica que escaracterístico de cada país de la región desde fines de los años ‘30 del presente siglo, asociado al atraso secular que se opera desde el siglo 19. Este nuevo modelo que se busca implantar, en el que la vinculación con el exterior ordene el crecimiento económico interno, está, por su propia naturaleza, más subordinado a lo que ocurre en el ámbito de los países de capitalismo avanzado, lo que ha quedado totalmente claro con la depresión que afecto la región producto de la desaceleración de los paises del centro.

Los temas sobre los cuales existiría acuerdo son: disciplina presupuestaria; cambios en las prioridades del gasto público (de áreas menos productivas a sanidad, educación e infraestructuras); reforma fiscal encaminada a buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados; liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés; búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio competitivos; liberalización comercial; apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas; privatizaciones; desregulaciones; garantía de los derechos de propiedad ( Bernal-Meza, 2002) .

Para los países desarrollados, y en especial para los EUA, la formulación de este consenso representaba también un desafío: la concreción de medidas que ayudaran a los países desarrollados a aprovechar las oportunidades y evitar los inconvenientes de la emergencia de nuevos mercados. Para muchas personas, el consenso de Washington pareció marcar un momento decisivo de los asuntos económicos mundiales. Ahora que empezaba a retirarse de las economías del Tercer Mundo la mano muerta del Estado, ahora que los inversores empezaban a ser conscientes de las enormes posibilidades de beneficios de estas economías, el mundo estaba preparado para un dilatado período de crecimiento rápido en los países que hasta el presente habían sido pobres, y para los movimientos masivos de capital de Norte al Sur. La cuestión no era si se cumplirían las expectativas optimistas sobre el crecimiento en los grandes mercados emergentes, sino si los países industrializados serían capaces de afrontar la nueva competencia y aprovechar las oportunidades que les ofrecía ahora este crecimiento..

Veinte años después de la crisis de la deuda, que obligó a América Latina a activar los cambios estructurales en búsqueda de la fórmula del crecimiento económico, la región estuvo sumida en una mild recesión. Una vez conocidas las cifras entregadas por la CEPAL, muchos se preguntan hoy si vale la pena proseguir el camino de desarrollo actual, cuando los primeros pronósticos de fin de siglo auguraban algo mejor para la región. Los datos de la CEPAL hacen prever que el fantasma de un endeudamiento excesivo asoma de nuevo peligrosamente, la que afectará de nuevo con fuerza en los años inmediatos sobre las débiles economías del área. Este endeudamiento tiene una estructura diferente en los diferentes países de AL.

Uno de los mayores problemas que afecta la economía latinoamericanas es el cíclico déficit en cuenta corriente (de 16 534 millones de dólares en 1991 a 56 370 millones de dólares en 1999) y del sector público (de 0.3% del PIB en 1991 a 3.2% en 1999) de la región. La vulnerabilidad de las economías latinoamericanas, a pesar de las reformas, sigue siendo alta, y, contra las expectativas de los círculos dominantes, no ha sido atenuada. La preocupación central de muchos gobiernos y sectores empresariales reside generalmente y casi de manera exclusiva en la necesidad de mantener la confianza de los inversores y de no aumentar el riesgo país, sin ir a las verdaderas bases del déficit del desarrollo. Se pone énfasis en la virtud de los aumentos de las exportaciones, pero se olvida la ligación de estas a las importaciones, al cambio en la estructura de las importaciones, que era anteriormente ligada a la importación de los medios de producción y hoy obliga a la compra de medios de consumo y de insumos acrecidos para las exportaciones.

La inconstancia del crecimiento es mayor respecto a otras regiones, además ha empeorado la distribución del ingreso, se han profundizado los niveles de pobreza y las brechas saláriales entre la mano de obra calificada y no calificada, lo que ha estado condicionado, fundamentalmente, por el insuficiente desarrollo de la educación y su inequitativo destino, la tasa de desempleo es elevada, a lo que se agrega el aumento del empleo precario y la segmentación de los mercados laborales.

Todo ello, permite cuestionar el hecho que las políticas establecidas por el Consenso de Washington proporcionaron una mejora en el comportamiento de primordiales variables macroeconómicas, como son crecimiento y inflación (el índice de precios al consumidor disminuyó de 199.6% en 1991 a 9.6% en 1999), al menos en el período anterior a la crisis de los países de Asia Oriental, pero los indicadores sociales han empeorado, produciéndose un incremento del desempleo que en América Latina ha sido de 5.8% en 1991 a 8.7% en 1999 y disminución del salario medio, entre otros ya mencionados. Las políticas del consenso tampoco evitaron o protegieron el contagio provocado por la crisis del sudeste asiático, ni de países distantes reduciendo el potencial exportador.

En ese contexto, la actual salida de capitales o disminución de inversiones en América Latina es un reflejo de la falta de perspectivas de crecimiento. Pero el nivel de inversión extranjera no es sino una condición para el crecimiento. El crecimiento económico de las economías latinoamericanas pasó a depender del crecimiento del gasto de la empresas y familias de los países desarrollados, de los fondos de pensiones y los carteles financieros. Si las economías europeas, del llamado norte no crecen, las economías del sur estacionan; cuanto más ellas hayan colocado el sector exportador como pilar central del crecimiento económico, más ellas son afectadas, levando la economía a crecer a un ritmo inferior al que el pleno empleo requiere. Curiosamente 2001 y 2002 son los años únicos en que la balanza de comercio es positiva y la de pagos es negativa mostrando con claridad que se importa menos, porque el ritmo de consumo interno disminuye y las inversiones bajan, a la espera de la recuperación de los países capitalistas desarrollados. El servicio de la deuda ha crecido, las inversiones extranjeras disminuyeron, los lucros repatriados continúan, la asfixia no llega porque el lazo de la tasa de interés esta suelta, y porque los salarios y el desempleo son la contribución patriótica, el ahorro forzado para financiar el próximo ciclo de expansión del capitalismo. Los mercados emergentes, en la visión del consenso de Washington, dependen de la capacidad de expansión de los mercados en las regiones desarrolladas, los cuales son afectados por el carácter cíclico del crecimiento económico ( Henderson, 1999) . En la etapa del modelo primario exportador–que vivió América Latina en el amplio periodo que va, a grosso modo, desde mediados del siglo XIX a la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado- era claro que el crecimiento beneficiaba casi exclusivamente al sector exportador moderno, generalmente controlado por el capital extranjero, y que la capacidad de transmisión de dicho crecimiento al resto del sistema productivo era mínima. Con el modelo neoliberal, como veremos más adelante, esa historia se repite, con el agravante de que el crecimiento mismo parece estar ausente.

Problemas adicionales de la economía de los años 90 han sido las crisis sistémicas globales y la aceleración de los cambios . Ante estas crisis, relacionadas en parte con expectativas o pánicos de diversos agentes económicos, el establecimiento de un consenso y la promoción de la “cultura de la estabilidad” permitirían aprovechar las oportunidades surgidas en los países emergentes. Durante los próximos años el progreso de las economías latinoamericanas probablemente estará más bien impulsado por el éxito de los procesos de reforma internos que por el comportamiento de la economía mundial (BID, 1992, p. 20), en tanto que el Banco Mundial afirmaba que “el futuro de los países en vías de desarrollo está en gran parte en sus propias manos. La estrategia correcta para los países en vías de desarrollo, sean las condiciones externas de apoyo o no, es invertir en la gente, en educación, salud y control demográfico; ayudar a que los mercados funcionen bien fomentando la competencia y la inversión en infraestructura; liberalizar el comercio y la inversión externa; evitar el déficit fiscal excesivo y la alta inflación.” (Banco Mundial, 1991).

Las economías de América Latina enfrentan hoy una encrucijada en su camino de desarrollo. Las reformas sean en la política macroeconómica sean en las medidas de carácter estructural, merecen grande aceptación cuando se refiere al control de la inflación, del gasto fiscal, ya son menos consensuales cuando se aprecia su impacto en el control cambial o en la formación de los salarios, uno de los motivos de la pobreza y de la precariedad creciente que se manifiesta en los años noventa. Las medidas estructurales que se discuten hoy en el marco de los procesos de integración en base Latinoamérica o Panamericana no son solo discusiones sobre las políticas de comercio y la competitividad de las economías latinoamericanas, son sobre una estrategia desencontrada sobre los intereses del continente y de los intereses de la potencia hegemonía en la área y en el mundo. Se requiere de una estrategia interna orientada a recuperar el crecimiento y elevar los niveles de empleo. Ello implica entre otros objetivos: dar prioridad a la satisfacción de las necesidades básicas de la población y a la eliminación de la pobreza extrema; construir un sistema productivo más articulado que fortalezca el mercado interno, sin dejar de promover las exportaciones; reorganizar las economías campesinas; recobrar autonomía frente al exterior en el manejo de la política económica; y aplicar una visión más equilibrada entre mercado, Estado y organización de la sociedad civil.

Este nuevo proceso histórico de formación de este mundo moderno en América Latina puede analizarse considerando tres modos de ver: i) la intensificación del esfuerzo acumulativo mediante la elevación del ahorro de ciertas colectividades en los países capitalistas del centro que se refleja en la actividad financiera; ii) la ampliación del horizonte de posibilidades técnicas abierto por la microelectrónica y iii) el aumento de la parte de la población con acceso a los nuevos patrones de consumo e influencias estéticas con origen en la difusión de gustos y preferencias, donde se profundizan diferentes formas de producción y mercados segmentados (Carlota Peres, 2004).

No se trata de tres fases distintas sino de tres aspectos en interacción de un solo proceso histórico. Es fácil observar que, sin las innovaciones técnicas, no iría muy lejos el incremento del ahorro, y que la ampliación del poder de compra de la población es un elemento esencial para la reproducción del sistema, aunque no siempre los gobernantes tengan claro este aspecto, lo que se visualiza en el rechazo al keynesianismo o formas de intervención sobre la demanda social. Al concentrarse el progreso técnico se concentran también, de manera concomitante, las ganancias de productividad, indispensables para la modernización del resto del sistema productivo, del cual depende la mayoría de la población. Como el modelo exportador funciona sobre la base de salarios reales bajos y restringida participación directa del Estado en la economía, el mercado interno en vez de expandirse se ha estancado, afectando seriamente a la mayoría de las empresas y actividades que dependen de éste (Velásquez, 1993).

Existe ya en América Latina una literatura que se preocupa de los problemas del crecimiento siguiendo una óptica macroeconómica. El trabajo empírico más reciente sobre la relación entre la política económica y las tasas de crecimiento fue estimulada por los trabajos de Barro de 1991 y las especificaciones de Barro (de un modelo empírico inspirado por la teoría neoclásica estándar del crecimiento). En ese modelo todas las diferencias en tasas de crecimiento entre los países vienen de diferencias entre la renta real per capita y el nivel de la renta per capita . En la mayoría de los estudios se incluyen un índice de la inversión o del ahorro, una cierta medida de capital humano y del crecimiento de la población.

Mas allá de estas tres variables, se puede pensar en tres diversas clases de otras variables que se podría esperar podrían afectar el nivel de renta diversos países: diferencias estructurales entre los países; factores exógenos como cambios en los mercados de exportación del mundo que cambian a través de tiempo pero no a través de países y variables de la política. Observe se que cuando se habla de reforma, en estos trabajos se está hablando principalmente de reformas de la política macroeconómica, en comparación con lo que se denomina las reformas estructurales tales como liberalización o la privatización de la cuenta comercial y del capital, es clara esta distinción en Fernández-Arias y Montiel.

En la mayoría de los estudios del interés es este último sistema de las variables se utilizan que mientras que la base para estimar el impacto en el crecimiento de políticas o cambia en políticas, en reformas macroeconómicas y estructurales particulares. En la medición del impacto de las reformas estructurales en el crecimiento en América Latina se busca determinar el efecto de los esfuerzos recientes de las reforma en América Latina, ellas incluyen en sus regresiones los tipos legales e ilegales de cambio en el mercado, el dinero como cociente del GDP a fin de capturar la liberalización financiera, la consumición de la inflación y del gobierno y el cociente inversión GDP para capturar el efecto de las reformas no medidas directamente. Loayza y Montiel es un buen ejemplo representativo del trabajo reciente que procura medir econométricamente el impacto de las reformas y de otras variables. Utilizaron un panel mundial de 70 países para cada uno de los cuales crearon un panel de cinco observaciones del promedio del año para 1961-1993.

De acuerdo a este estudio las reformas macro decretadas en años recientes han agregado 1,3% a las tasas de crecimiento medias y las reformas estructurales han agregado una mitad adicional de los por ciento. Concluyen que la razón es que América Latina no ha dado un salto más grande en el del crecimiento porque las reformas fueron puestas en ejecución en un ambiente internacional relativamente desfavorable. En una conclusión final, indican que alcanzar tasas de crecimiento a largo plazo mucho más altas en la región, requerirá una intensificación de la reforma a lo largo de la dimensión ya puesta en ejecución y un ensanchamiento de las reformas estructurales.

Lora y Barrera, usando un sistema de índices de las reformas desarrollados por Lora para estimar el efecto de la reforma estructural en crecimiento en la región, estimaban un modelo estándar del crecimiento usando un panel-cruzado de 19 países combinada con las observaciones hechas para un promedio sobre tres períodos del año que comenzaban en 1987. Sus resultados demuestran que el crecimiento agregado de 1.3% en las tasas de crecimiento son proporcionadas por las reformas estructurales.

Sala-y-Martin propone un alternativa menos rigurosa, que funciona en la base de 63 variables estructurales posibles que se han utilizado en la literatura. Después de colocar solo tres variables que aparezcan en la mayoría de los trabajos (renta inicial, y dos medidas de capital humano), él toma la variable y la combina con el funcionamiento de todas las combinaciones posibles de las otras variables, agrupadas tres en un solo tiempo, él entonces calcula la función acumulativa de la densidad (CDF) para cada una de las variables, donde todos los resultados de las regresiones aparecen por separado. Una variable es significativa si su CDF es mayor de 0,95. Las variables más significativas según este criterio son inversión de bienes de equipamiento, número de los años que la economía ha estado abierta, distancia del ecuador, exportaciones superiores, un número de variables políticas y sociológicas. Es de notar que ninguna medida del gasto del gobierno o de la inflación pasó la prueba, ni de las medidas alternativas de restricción financiera o de las sofisticaciones tarifarias. Una dificultad operacional con este procedimiento, es que Sala- y-Martin tomó entre dos millones a cuatro millones de regresiones separadas para determinar los regresores de las 63 variables.

Ley y Steel investigaron la aplicación de la incertidumbre en un modelo de regresiones cross-country utilizando una aproximación bayesiana sin que los resultados fuesen más evidentes. Por último, en un documento para la CEPAL, Escaith y Morley miden el impacto que el comercio, la cuenta de capital y las reformas del sector financiero y las privatizaciones provocan en el crecimiento. De modo sorprendente los resultados permiten concluir que el impacto de las diferentes reformas se anula, aunque se aprecia la formación de capital humano y el nivel de la educación positivamente, los resultados confirman de manera clara la importancia de la estabilidad macroeconómica ( CEPAL, 2003).


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