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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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2. Las restricciones políticas económicas.

En un gobierno democrático como el que existe hoy en concreto, las reivindicaciones sociales: mejor educación, mejor salud, mejor seguridad social, consumo básico, se traducen en la necesidad de un aumento de los salarios y no necesariamente en el aumento del gasto del estado en su función social. De hecho el estado no sólo procedió a un adelgazamiento curativo de su aparato productivo, como dejó de cumplir parte sustancial de su función redistribuidora de la renta.

La filosofía imperante, neoliberal y de laissez-faire, redujo el estado a una función de subsidiariedad. En los últimos 10 años, bajo gobiernos de centro izquierda, el gasto gubernamental ha disminuido en términos relativos, persiguiendo el estado, inclusive, el propósito de conseguir excedentes en las cuentas presupuestarias. Es decir el gobierno, de manera deliberada, ha entregado a la iniciativa privada el liderazgo económico de repartir la renta nacional en la base de criterios de eficiencia, siendo este proceso realizado por las empresas a través de los ajustamientos de los salarios a la productividad. La ideología liberal, de una regulación realizada por la mano invisible del mercado, encuentra en el ejemplo chileno una aplicación paradigmática, lo que implica que no existe una acción política equilibrante en la distribución de los rendimientos, que consustancie propósitos de equidad. Esta es una auto-restricción de raíz ideológica

El Gobierno ha dejado en las manos del Banco Central la conducción de la política monetaria y cambial, siguiendo la práctica usual de los países desarrollados, producto traducido a la concepción reguladora de la crítica monetarista a las políticas keynesianas de los años de post-guerra. La política cambial ha estado al servicio de la competitividad de las exportaciones, que sufren del mal característico de los productos de baja incorporación tecnológica, sus precios son muy elásticos, siendo la elasticidad-demanda generalmente elevada, lo que obliga a una política de desvalorización continuada del peso chileno, lo que de hecho se ha verificado a lo largo de década. El Banco central ha delineado una política de cambios fijos con una banda larga de 10 %, pero de hecho ha provocado un peg down continuo del peso en los últimos años, lo que no ha evitado el creciente recurso a las importaciones para satisfacer la demanda interna, provocando un desequilibrio discontinuo de la balanza de pagamentos, que ha presionado aún mas los term of trade.

La independencia constitucional del Banco Central relativamente al gobierno significa que este no es apenas fruto de presiones del gobierno para satisfacer las necesidades de moneda, es fruto de mayores presiones por parte de los exportadores, lo que de hecho ha ocurrido, los cuales generalmente representan un sector empresarial fuerte, buscando obtener condiciones de lucratividad sobre la base de una política cambial ajustable. Esto se advierte en la variación de la tasa de interés que es totalmente cíclica relativamente a las variaciones del PIB, como es altamente correlacionada con la evolución de las exportaciones, pero no necesariamente con el PIB y extrañamente no con la FBCF. El gobierno de la concertación recibió una tasa de interés real de 16.49 % y consiguió llevarla paulatinamente hasta 6.85 %. Manteniéndose durante los años 90 entre 8-10 %. Esto se alteró bruscamente en el año de 1998, donde alcanzó niveles superiores a 19 %. Actualmente se sitúa abajo de los 7 %, lo que permitió la retoma de la actividad después de la recesión de 1998 .

Los gobiernos continúan la política de privatizaciones de los bienes públicos, sea con la modalidad de las concesiones, en el caso de las infraestructuras, sea con la venda a inversionistas extranjeros, en el caso de la mineria. La mayor parte de la inversión extranjera ha ido para sectores donde tradicionalmente opera el estado, como es el caso de la energía, las comunicaciones, las vías de transporte y el sector minero. Se trata de inversión directa, no siempre de formación bruta de capital, la mayor parte de las veces es la compra de activos de empresas. La política de movilidad del capital ha sido restringida por el banco central, lo que vislumbra en la baja variación de los activos en inversión en cartera del Banco Central ( Banco Central, 2000).

La política fiscal sigue la regla de oro del llamado punto de vista del Tesoro ( Peden, 1988), presupuesto equilibrado, financiado con ingresos de los impuestos o ingresos propios( incluso endeudamiento financiero con el exterior), que en el caso del gobierno chileno son importantes, pues aún se mantiene, a través de Codelco, como el principal productor de cobre mundial. La parte de los ingresos del presupuesto del estado relativamente al PIB, ha declinado de los 39 % en 1990 para los 33 % en 1999, lo que significa, que el gobierno ha disminuido los impuestos, fundamentalmente a las rentas de las empresas y los profesionales liberales, como a disminuido el gasto de 34 % en 1990, para 28 % en 1999. Es sorprendente, que inclusive en año de recesión, el estado tenga un pequeño déficit, aunque aumentando ligeramente el gasto . En este sentido, no apenas encontramos una ideología liberal en las prácticas de política monetaria, como también en la conducción de la política presupuestaria y de rentas .

Podemos verificar, entonces, que ni la política cambial, ni la política de mantener una tasa de interés que incentive a la inversión es regulada o controlada por el estado, es más, parece que los sucesivos gobiernos ni se plantean ese propósito, adhiriendo al dogma liberal, de dejar al mercado los ajustamientos necesarios. Los salarios han crecido, porque simplemente en la época de la dictadura eran demasiado bajos. Lo que fue una condición necesaria para el poner en vigencia y actividad el nuevo modelo de funcionamiento de la economía, basado en los ajustes de mercado y en una casi total apertura al exterior. A partir del proceso de democratización, la funcionalidad del modelo es puesta en dificultades por las presiones sociales, que generan presiones en la demanda interna. En ese sentido la política de ingresos que busca una mayor equidad en la distribución de la renta, pasaría por un aumento del gasto social, con una política de ingresos más activa en la maniobra presupuestaria y por mejorar las condiciones de determinación de los ajustamientos saláriales, lo que implicaría una revisión de las leyes laborales. Ni una ni otra cosa ha ocurrido.

El talón de Aquiles de este modelo son sin duda los precios internacionales de los productos exportados e importados, sobre los cuales apenas se dispone de la política cambial, para ajustarlos al equilibrio interior. Esto obliga a una relación precios/ costo del trabajo muy equilibrada, lo que exige salarios nominales bajos, para asegurar la tasa de interés en niveles de inversión creciente.

La recesión de 1998 y la disminución de la tasa de crecimiento actual, ha dejado al desnudo algunos de los elementos débiles que configuran el modelo. El resultado ha sido desastroso para los trabajadores, que ven aumentados sus salarios, pero que al primer desajuste han pagado el precio de las restricciones que el modelo les impone: una tasa de desempleo arriba de los 10 %. Curiosamente el desempleo afecta a los jóvenes con profesiones universitarias o formación politécnica en un grado significativo, lo que pone en causa uno de los milagros de la imposición de este modelo, la obtención de igualdad de oportunidades con niveles de educación mayores.

Las políticas de los gobiernos de centro-izquierda frente al desempleo son copia de los diseños europeos de combate al desempleo estructural, privilegiando los aspectos micro-económicos sin reparar que las características del desempleo en Chile se parecen mas a lo que se conoce como desempleo involuntario . Y aquí la receta es conocida, sabida y exitosa: aumentar la inversión, intervención del estado de modo vigoroso y no tímido como ha sido la respuesta . El convencimiento de mayor parte de los políticos chilenos, muchos de ellos de izquierda renovada, es que el Estado smithiano de laissez-faire es el mejor estado. El centro izquierda, demostrado a través de su práctica gubernamental, ha adherido a una visión del desarrollo económico iniciada por la dictadura militar, que se encuadra en un modelo de desarrollo del capitalismo en escala mundial, reservando para países como Chile un lugar en la división internacional del trabajo, de productor eficiente de materias primas, productos alimentares e insumos de baja densidad tecnológica. El problema del desarrollo deja de ser como lograr un take off para el desenvolvimiento en la dirección de un desarrollo sustentado en posiciones de capitalismo avanzado, es apenas como administrar bien el modelo y asegurar una distribución de la renta que no comprometa las bases de la acumulación . No debe sorprender que este modelo sea un éxito. En el largo plazo todos ganan desde que sepan esperar, pero en el largo plazo “ we all dead”, como escribiera J.M.Keynes . Podemos responder a la pregunta retórica inicial de Keynes, reformulada. Debe ser el gobierno de centro izquierda bueno o hacer el bién. Prometió hacer el bién, tal vez sea un mal gobierno. Tal vez sea mas eficiente y bueno que la derecha a gobernar el país, ¿será que hace el bién ?


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