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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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II La inserción de Portugal en la economía europea y mundial y las razones de la inversión en América Latina.

Las asimetrías socio-económicas de Portugal con relación a los países europeos de la Unión Europea están a ser reducidas desde los años cincuenta, en simultaneo a una mayor extroversión comercial y financiera, incentivada con el ingreso en la Unión Europea, juntamente con España, en 1986. Se trata ahora de algo más ambicioso, que es hacer parte de una federación de Estados nacionales, abolir fronteras internas y monedas, dando lugar al Euro, expresión simbólica y económica de la Unión Europea. Es el fin de lo que resta de las barreras comerciales y de la elaboración independiente de políticas monetarias, fiscales y cambiales, creando instancias de elaboración y gestión macro-económicas. La originalidad de este proceso reside en el hecho de que no hay modelos prontos a seguir, sino la construcción de un proyecto de ingeniería política que tiene por horizonte una institucionalidad supra-nacional.

El paso para el Euro tuvo lugar sobre la base de los “criterios de convergencia” expresos en el Tratado de Maastricht, que definió algunas exigencias, bastante conocidas. Las estadísticas y tendencias de cada estado-miembro tuvieron que apuntar para una convergencia basada en la estabilidad de precios y de los presupuestos capaces de garantir la moneda única y de no comprometer la elaboración de políticas macro-económicas en el ámbito supranacional. Portugal cumplió con éxito los criterios de convergencia. Entretanto, esta cuestión debe ser evaluada en la perspectiva de impedir que los costos de harmonización cristalicen o agraven las asimetrías en términos de la convergencia real o estructural frente a los socios comunitarios. En este aspecto están presentes cuestiones económicas, políticas y históricas, pues en las lógicas espaciales internas de la Europa, Portugal, más que España, se encuentra fuera del núcleo comunitario europeo, en el arco representado por el eje Londres-Milán, es decir, del Sur de Inglaterra al sur de Italia (Durand, 1992).

Sin perder de vista la disminución de las diferencias, la estructura económica, el tejido empresarial y la cualidad de los recursos humanos, que le otorgan a la economía portuguesa una situación de fragilidad / vulnerabilidad y que limitan la competitividad y la inserción internacional comparativamente al standard europeo. No se puede olvidar que Portugal estuvo alejado de los ciclos de innovación que marcaron la primera y la segunda revolución industrial. Por tanto, la formación del capital industrial fue retardataria, aconteciendo en el momento en que las barreras tecnológicas y financieras en escala internacional ya estaban consolidadas. Hasta la mitad del siglo XX, la estructura industrial portuguesa fue compuesta por bienes- salarios de bajo valor agregado y en su casi totalidad dirigidos para el mercado interregional, estando la capacidad de exportar limitada a algunos productos primarios.

En la segunda mitad del siglo XX, Portugal adquiere mayor dinamismo en el segmento industrial y en los servicios, cuando se incorpora al ciclo expansivo de pos-guerra, habiendo incorporación de tecnologías de proceso, producto y formas de gestión del trabajo y de la producción, así como de circuitos de difusión científicos y tecnológicos. Pero no hubo un esfuerzo de innovación propio, que es el hecho decisivo en la sustentación de la competitividad a longo plazo.

Observando un mapa del “núcleo duro” de la competitividad en las exportaciones industriales portuguesas que corresponde a 80% del total en 1996, tenemos la siguiente composición :

Competitividad basada en los costos: polo textil-cuero (31%) y productos de madera, mobiliario, cerámica e vidrio (8%);

Competitividad basada en los recursos naturales y/o en economías de escala: pasta y papel, refinación de petróleo y productos minerales no metálicos (8%);

Hay también un polo tradicional decadente, asociado a los recursos naturales agrícolas, constituido por el sector de las bebidas (3%). Entretanto, en el pasado reciente, hubo un grande crecimiento del polo electromecánico que está basado en recursos humanos más cualificados que la media de la industria transformadora. Está compuesto por la maquinaria eléctrica (12%) y el equipamiento de transporte (17%).

Existen fragilidades severas en la especialización de la industria nacional. Estas fragilidades son detectadas tomando como referencia un conjunto de criterios usualmente utilizados, a saber: la evolución de la demanda mundial, actual y esperada; el desarrollo de la capacidad de recorrer a las fileras exportadoras ex-ante; la dirección de la producción de bienes de equipamiento nacionales competitivos; la vulnerabilidad de las actividades instaladas al previsto desarme de los mercados europeos o supranacionales; y, finalmente, la sensibilidad a la reorganización mundial de las industria (Lança: (2000, 33).

En un análisis comparado de estadísticas y tendencias de los estados-miembros de la Unión Europea (European Communities. 1999), en la industria de transformación en el período 1988/1998, Portugal está entre los países en que más se elevó el valor agregado ( juntamente con Austria), alcanzando el 6,7% de incremento anual, teniendo a su frente apenas Irlanda, con el 7,9%. Este incremento resulta de la expansión en los subsectores de vehículos a motor y artículos eléctricos; de señalar el hecho de Portugal haber sido el único país que presenta retroceso en las tendencias de especialización en la producción y en las exportaciones con ventajas comparativas internas. Es decir, hubo un retroceso relativo en las industrias textiles, de alimentos y en las relacionadas con la madera. En el caso de España, el lugar ocupado en el mismo ranking, corresponde a la octava posición con un promedio de 3,6 % de crecimiento anual, también superior al promedio de la Unión Europea (2,9 %), pero en el caso español no hubo alteración significativa en la especialización de la producción ni de las exportaciones.

Este análisis, relativamente a Portugal, no deja de ser prometedor, en la medida en que corresponde a una determinada reconversión en la estructura industrial, vinculada al aumento de la participación correspondiente a los sectores de mayor valor agregado. Solo que estas inversiones, en su mayoría, hacen parte de estrategias de las empresas transnacionales y, en ese sentido, presentan una cierta vulnerabilidad ya que no significan un esfuerzo en concurrencia. Con insuficiencias en la calificación de la mano de obra y en las infraestructuras tecnológicas y de concurrencia, las externalidades negativas pueden prevalecer y dar lugar a dislocaciones que, con el alargamiento para el Este, son un riesgo nada despreciable, ya que representan una alternativa de bajos costos directos y indirectos con calificaciones más altas ( Guedes, 2001).

En esta perspectiva, lo que importa señalar es que, en su todo, las empresas industriales portuguesas tienen pocos aspectos robustos que les permitan proyectarse para el exterior de forma competitiva, por lo que esa posibilidad, no por acaso, se circunscribe al segmento de los servicios, como de hecho se verificó en los años 90. Otro aspecto limitativo es el de la dimensión: al mismo tiempo que el mercado interno portugués es pequeño como horizonte de expansión para las empresas aquí localizadas, esas mismas empresas no tienen condiciones de llegar a ser global-players, siendo obligadas a formular estrategias más selectivas y/o a procurar formas de cooperación de modo a mantener su independencia estratégica. Es entonces que Brasil, también debido a cuestiones internas, surge como alternativa para las inversiones portuguesas, así como las inversiones españoles ya se habían iniciado en América Latina desde os años 80, particularmente en el Cono Sur, por motivos algo semejantes. Este último aspecto nos remite a las lógicas internas del continente Americano y merece alguna referencia, pues en los análisis relacionadas con América Latina, lo que ha predominado es un tratamiento en bloque que pierde de vista las particularidades de los países y mismo de los subcontinentes que la componen, como es el caso del Cono Sur, constituido por Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. El PIB de las cuatro economías sumadas esta próximo de un 1 trillón de dólares, lo que corresponde a 60% del PIB latino-americano, con un mercado potencial de 210 millones de personas .

Naturalmente, a un nivel más abstracto, se identifica un origen histórico y cultural común y igualmente una serie de condicionamientos de orden económico y geopolítico en los países latinoamericanos que permiten la acogida de las inversiones ibéricas. Entretanto, en un análisis más concreto y acompañando las desemejantes trayectorias nacionales, las disparidades son significativas y no permiten una comparación en bloque de manera indiferenciada . Resumidamente, podemos decir que el Cono Sur y el Mercosur se constituyen en una realidad distinta, en la medida en que las economías de este subcontinente no tienen en los Estados Unidos su principal socio. Los vínculos comerciales y financieros, en su mayor parte, están ligados a la Unión Europea, que celebró en 1995 un "Acuerdo Inter-regional de Cooperación" con el , tomando en consideración la implementación de un programa de liberación progresiva de los flujos comerciales recíprocos. Registrese todavía que en el caso brasileño y chileno los vínculos comerciales con el bloque asiático son significativos.

Con relación a los vínculos comerciales intra-regionales, existe un peso mayor, por parte de los países del Cono Sur, de aquel que se verifica en los restantes países del continente. Mas aún, en los años noventa, apenas entre los países del Mercosul, el flujo total de comercio creció de 4,1 para 20 billones de dólares. En términos relativos, estos acrecimos fueron superiores a los verificados en la economía mundial y digase de paso que las relaciones con el resto del mundo también aumentaran, aunque en una escala menor. Resumiendo las consideraciones anteriormente realizadas, el condicionamiento con relación a la economía norteamericana es menor y la complementariedad entre estos países es mayor de aquel que se verifica en el restante de los países latinoamericanos.

Tomando el continente americano en consideración, se observa que a la medida en que os países latinoamericanos están más próximos del territorio de los EUA, el peso relativo de los flujos de comercio y inversiones americanas son mayores . Para ilustrar, tomemos el caso de México, que recientemente asume la segunda posición en las relaciones comerciales con los EUA, lugar ocupado anteriormente por Japón, siendo Canadá el primero. En el conjunto, el flujo comercial total con los EUA alcanza cerca de 85% del volumen transaccionado por México. En un análisis más desagregado de los vínculos de la economía mexicana, las mayores fuentes de divisas son el Petróleo y las Industrias Maquiladoras de Exportación (IMEs). Estas últimas corresponden a las zonas de procesamiento de exportaciones, donde las inversiones norte-americanos son prácticamente absolutas. Casi mitad de la PEA industrial mexicana está en las IMEs.

Por tanto, considerando la relación de la Unión Europea con América Latina, podemos decir que en el Cono Sur su presencia es una realidad de socio preferencial. En nuestra perspectiva, en los años 90, hay en esta presencia europea en el Cono Sur una lógica ibérica determinante. Un indicador de cuanto las economías ibéricas están ligadas a esta parte del continente americano puede ser observada por la sensibilidad de los mayores inversionistas( por ejemplo, Telefónica y Portugal Telecom) con relación al desempeño de esas economías, afectadas por la insustentable inestabilidad actual del peso de Argentina en relación al dólar y a su negativa irradiación por la región, perturbando los mercados financieros, por la continua desvalorización de las monedas en el resto del Cono Sur, que afectan el horizonte de la demanda interna y la desvalorización de los activos de estas empresas . Todo este cuadro de dificultades nos ajuda a entender que si el Mercosul fué una iniciativa de integración comercial, aún tiene un prolongado camino que recorrer, comenzando por una mayor y efectiva coordinación de las políticas macro-económicas. Un outro aspecto que queremos resaltar y que fue subrayado antes en el aartículo, relativamente a las diferencias entre los países latino-americanos. En los años 90, México atravesó dificultades aún mayores que la Argentina, pero las necessidades de financiamiento fueran completadas con la determinante ayuda de los EUA. Esta colaboración solo puede ser entendida teniendo en vista la importancia de México para los EEUU, inclusivamente en terminos de la imigración, donde los estados del suroeste de los EUA tienen una fuerte presencia hispánica. Como los mexicanos dicen, “no fuimos nosotros que pasamos la fronteira, la fronteira es que pasó sobre nosotros”.

 


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