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Globalización, Inversiones Extranjeras y Desarrollo en América Latina

Mario Gómez Olivares y Cezar Guedes
 

 

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I. Las inversiones directas extranjeras en América Latina y la lógica de las inversiones ibéricas

La fase expansiva que sucede a la crisis de inicios de los años 80 intensificó la concurrencia entre empresas en el plano internacional, dando lugar a la manifestación de significativos aspectos del fenómeno de la globalización competitiva, cuyos reflejos se verifican a través de la dimensión alcanzada por el proceso de fusiones y adquisiciones con especial relieve en los EEUU, Europa e Japón. Los cambios tecnológicos, provocados por el desarrollo y la rápida difusión de la microelectrónica y sus aplicaciones en la informática y las telecomunicaciones, determinaran transformaciones en el ámbito productivo, al mismo tiempo que facilitaron la globalización financiera al hacer posible la transmisión instantánea y barata de grande cantidad de información. La mejoría en la disposición de mayor información internacional sobre la oferta de bienes y servicios favoreció la globalización de la demanda, que, por su vez, promovió la expansión global de la oferta y la intensificación de la concurrencia. No se trata solo del surgimiento y aparición de nuevos espacios económicos, en los cuales las empresas, a través de la obtención de economías de escala, compiten para crear y aumentar su cuota de mercado por medio de los elementos tradicionales (precio, cualidad, distribución, asistencia etc.). Tiene lugar una profunda mutación del sistema productivo y de los determinantes de la competitividad. Esta mutación está impulsada por dos fuerzas: los cambios tecnológicos y las innovaciones en la organización de la producción. De este modo son alteradas las características de las relaciones inter-empresas y también las intra-empresas, visto que la concurrencia del sistema privilegiará como principales características, la flexibilidad, la cualidad y la cooperación, en el proceso que establece un estrecho vínculo entre la aplicación de tecnologías flexibles para la producción de manufacturas y las formas de organización del proceso productivo.

La globalización competitiva dió impulso al proceso de fusiones y adquisiciones y, de forma simultanea, la liberalización de nuevos ámbitos de las economías de los países industrializados, sobretodo de algunos segmentos de servicios, que a su vez fueron objeto de privatización y permitieron la expansión internacional de ID en este sector, con un destacado relieve por parte de los servicios financieros.

La demanda por inversiones extranjeras es una respuesta de los mercados emergente a esta concurrencia en el proceso mundial, representando un atractivo considerable para el comercio y las inversiones extranjeras, objeto de intervención previa de los países líderes del Cono USA, Alemania e Japón. En los años 90 hay una concurrencia y fuerte intervención por parte de España y Portugal, que realizan una opción mucho más ibérica que europea en materia de inversiones. Es decir, cuando consideramos el proceso de internacionalización de las empresas de España y Portugal, podemos observar que es para América Latina que en su grande mayoría se dirigen las inversiones española, al paso que las inversiones portuguesas toman principalmente el rumbo del Brasil.

Antes de caracterizar la naturaleza y significado de las inversiones portuguesas y españolas en América Latina es importante observar el movimiento más general de inversiones extranjeras en América Latina, visto que de este modo la dimensión y la importancia de este proceso adquieren una relevancia adecuada. Para que nos situemos en el contexto más real del proceso de globalización, es necesario conocer los montantes extraordinarios de inversiones dirigidos para América Latina en las últimas décadas del siglo pasado. El stock acumulado de inversiones extranjeras crece de 47.694 millones de dólares en el año 1980 para unas inversiones globales de $ 415.614 en el año 1998, i.e. aumenta diez veces, algo como 4 vezes el PIB portugués actual; en primer lugar, Brasil encabeza esta lista de inversiones con casi un tercio de este montante ($ 156.798); sigue después en términos decrecientes México($ 60.783), la Argentina ($45.466), Bermuda ( $30.905) y Chile ( $30.481), siendo también significativas las inversiones en Colombia ($ 14.320) y en Venezuela ( $ 13.304). Si excluimos el tipo y cualidad de las inversiones en las Bermudas, paraíso financiero y fiscal de empresas internacionales y regionales, las inversiones en su mayor parte están concentradas en los países del Cono Sur. El flujo de inversiones anuales ($70.275) sigue la misma lógica, siendo en 1999 Brasil el primer país de destino con $ 26.500, luego Argentina con $ 20.000, México con $ 11.000 y Chile con $3.500. Como puede verse, estos países concentran la mayor parte de las inversiones extranjeras.

Podemos medir la importancia y el peso relativo de este flujo de inversiones por la contribución que este representa para la formación bruta de capital fijo de la región, significando en media un 16,1 % para el año de 1997. Para Brasil, un 11,9 %, para Argentina, un 12,7 %, para México, un 16,3 %, para Chile, un 27,9 %, para Venezuela, un 34,4% y, finalmente, un 38,2 % para Colombia. Esta tendencia es aún más acentuada para los pequeños países, tales como Costa Rica, Perú, Bolivia, Ecuador, etc. La importancia de este rublo nos permite explicar el sentido que revisten las inversiones extranjeras en esta etapa. Ellas contribuyen para crear las bases de una inserción internacional de los países latinoamericanos basada en la competitividad y en las ventajas comparativas de productos mineros, agrícolas, semi-industriales, industriales.

El flujo de las inversiones externas ha sido dirigido para un proceso de fusiones y adquisiciones de activos existentes, principalmente en cuatro sectores: el sector financiero ( bancos, empresas de seguros, fondos de pensiones), el sector de telecomunicaciones, el sector de la energía y transportes( producción, distribución, compañías aéreas) y otros servicios (comercio, tratamiento de residuos urbanos). Observando el cuadro n º 2 podemos confirmar esta idea.

Los principales protagonistas de este proceso, que tiene como paño de fondo el proceso de privatizaciones de las empresas públicas y la adquisición de empresas privadas en la mayoría de los países de Cono Sur, han sido empresas de origen europeo y de los EEUU. En el cuadro n. 3 podemos observar la relación existente entre los sectores de actividades de las empresas privadas adquiridas y las inversiones extranjeras, teniendo en cuenta que en este período 1998-99 las inversiones en el Brasil representan más de la mitad de todas las inversiones en la área, lo que coincide con la aceleración del proceso de privatización en la década de noventa.

Las inversiones de los países de Europa, EEUU y Japón en América Latina, representan per se casi la totalidad de las inversiones directas extranjeras en la región, siendo las inversiones en otras zonas de mundo o intra regionales exíguas. El cuadro nos indica que los países del Cono Sur concentran casi la mitad de las inversiones realizadas por Europa y EEUU en Latina e Caribe y más de 80 % en el caso de Japón. Si adicionamos Chile, México y los países del pacto andino, una parte considerable de todas las inversiones se dirige a los países mas desarrollados de la región. La razón reside simplemente en el hecho que estos países más desarrollados son aquellos que más rápidamente pretenden retirar ventajas de la concurrencia y de la división de trabajo en el nuevo proceso de inserción estratégica internacional.

Con la mayor coordinación internacional de las políticas macro-económicas a partir de los 80, la disminución de los precios del petróleo y la mejoría en las expectativas de crecimiento, las empresas multinacionales adoptaron una estrategia de fuerte concurrencia internacional, procurando consolidar y ampliar sus participaciones en los mercados más atractivos. Esta estrategia provocó una mayor concentración, tanto en el origen como en el destino de los flujos de Inversiones Directos en el grupo de los países industrializados, confinando la mayor parte de los países en desarrollo. En este proceso, América Latina se destaca como el tercero lugar del destino de las inversiones, a continuación de los países de la triade, Europa, EEUU y Japón e muy próximo de los países de Asia.

Una parte significativa de este fenómeno se explica por la agresiva postura investidora de España, con la importante contribución de Portugal . El montante de inversiones españolas en América Latina ha subido desde la década de los 80, justamente aprovechando esta coyuntura internacional favorable y conjugándola con el proceso de reinserción de las economías latinoamericanas, deseosas y ansiosas de financiamiento externo para sus sectores de exportación, para la re-estructuración de sus industrias a través de su privatización y para corregir sus balanzas de pagos, según el modelo liberal de instauración de economías de mercado, reduciendo de este modo el papel que el Estado tradicionalmente tuvo en esas economías (Zapata: 1999).

En el plano más global, las inversiones extranjeras directas en América Latina y el Caribe tuvieron durante la década de 1990 cuatro características fundamentales (CEPAL: 2000) En primer lugar, debe destacarse su rápido crecimiento de 6.758 millones de dólares en 1990, para 70.275 millones en 1999; en segundo, una concentración en pocos países; en tercer, su inflexibilidad frente a la crisis financiera internacional, ya que el aumento fue significativo, mientras que otros rubros caían; y en cuarto, que dos tercios del volumen hán consistido en la compra de activos existentes.

La primera característica de las inversiones ibéricas de la última década radica en el hecho de que tanto Portugal como España dirigen la mayor parte de sus inversiones para fuera de los países desarrollados . La segunda característica dice relación al perfil de las inversiones, el cual se dirige fundamentalmente para los sectores de servicios, industria básica en una óptica de control del mercado internacional. Por último, la tercera característica de las inversiones ibéricas es que estas están destinadas a los países de expresión y cultura ibéricas, i.e. para América Latina. Existe toda una literatura que analiza la minimización de los costos de transacción con la moneda común e, analógicamente, los costos de comunicación a través del uso de un idioma común [Ramos Silva, 2000].

La lenta superación de la crisis de la deuda externa, la fragilidad financiera de los estados y la estagnación económica dieron lugar a la concepción de una vía de desarrollo a partir de los años ochenta, que constituye el primer elemento que posibilita la abertura al capital extranjero, mediante la venda de sus activos públicos en sectores estratégicos del mercado interno. Las inversiones españolas en América Latina recorrieron un largo camino a través de las posibilidades abiertas por la abertura a las inversiones y en correspondencia con una estrategia de inserción que venía siendo delineada desde los años 80, pasando de unas inversiones totales de 1.037 millones de dólares en 1995, para 5.653 en el año de 1998 (al final de los años ochenta era de 1.969,7, de 3.288,5 en 1990 y de 6.511,7 en el año 1991, en millones de dólares, (Arahuetes. 1996, 5).

España ha realizado fuertes inversiones en el sector de servicios durante la década de los noventa, a modo de continuación de lo que ya había investido a partir de los 80, con destaque para Transportes y Comunicaciones, Infraestructuras Urbanas, Energía y Petróleo, Banca y Seguros. Aunque las inversiones estén altamente concentradas en estos sectores, también lo ha hecho en otras áreas como la Agricultura y el Turismo, que aunque representen poco en las inversiones globales españolas, son muy significativas para los países de América Latina, alimentando las exportaciones no-tradicionales en el sector alimentar, pesca, turismo, etc.

Una característica de estas inversiones es que ellas son realizadas por un pequeño número de empresas, entre las que se cuenta el Banco Bilbao, Vizcaya y Argentaria, el banco Santander Hispano, Endesa, Repsol y Telefónica. Las empresas españolas lideran el proceso de adquisiciones por toda América Latina, y las grandes empresas controlan una buena parte de varios sectores como las comunicaciones, energía y el sistema financiero. En el cuadro siguiente vemos la importancia relativa de los diferentes sectores y la fuerte evolución ( casi 25% de crecimiento en media en el periodo), las cuales podemos asociar a empresas como Telefónica, Endesa, Repsol, Bancos Santander, el BVB.

A partir de la segunda mitad de la década de los 90, las inversiones portuguesas empiezan una maniobra importante en el proceso de aproximación de la economía portuguesa a la economía globalizada en el plano de la formación de capital internacional, iniciando un período de grandes inversiones en el Brasil y acompañando los españoles en algunos negocios conducidos por Endesa o Telefónica. De una forma general las inversiones portuguesas tienen algunas de las características que señalamos para las inversiones españolas. Estas inversiones están situadas casi exclusivamente en el Brasil y en áreas de intervención delimitadas, tales como el Comercio, las Infraestructuras Urbanas, los servicios financieros y las Telecomunicaciones, que constituyen el principal rublo de las inversiones. Es decir, están ligados a actividades de servicios ligadas con el mercado interno y su localización está más concentrada en el Cono Sur. Tal como España, Portugal escoge América Latina, y particularmente Brasil, como destino natural y privilegiado de sus inversiones, después de haber agotado las posibilidades abiertas por las privatizaciones en Argentina, Chile y otros países, contrariando la lógica europea de su comercio y insistiendo en sus ventajas culturales. La parte substantiva de las inversiones portuguesas en el extranjero se concentra en las comunicaciones, servicios financieros y actividades inmobiliarias ( ver cuadro ) . Brasil es el primer país destino de las inversiones directas portuguesas durante los años de 1998-2000 marcando una tendencia que comienza en los mediados de la década de los 90 con la compra de la Telesp Celular de San Paulo.

El montante de las inversiones se multiplicó por 20 en el breve plazo de cinco años, bién al ritmo de las inversiones de las grandes empresas portuguesas, algunas de ellas privatizadas en la década de los 90, o de grupos privados que emergen con la economía de mercado de los años ochenta, con dimensión, capacidad de financiamiento y en grado de competir en mercados emergentes. La tendencia general de las inversiones, es iniciada coyunturalmente con el proceso de privatizaciones y prolongada con los procesos de modernización y reestructuración de empresas( ver cuadro siguiente).

Las inversiones acumuladas en el Brasil alcanzaron ya en el año 2000 los US$ 6 billones, 5% del PIB de Portugal [Banco de Portugal, 2000]. Es verdad que una parte considerable del total de las inversiones proviene de Portugal Telecom., presente en todos los 7 países de expresión portuguesa y que compró CRT y Telesp Celular, la cual ha realizado, por su vez, un acuerdo con Telefónica, por lo que parte de esta grande empresa brasileña puede hacer parte de la Joint Venture creada conjuntamente, en una lógica ibérica de intercambio de participaciones, que se alarga también a las combinaciones de acción de Endesa con EDP en otros países. Lo mismo puede decirse relativamente al acuerdo entre Telefónica y PT en Marruecos, en que las dos actuaron conjuntamente en la adquisición de una red de telefonía celular. El resto de las inversiones, 25%, son inversiones en bancos ( CGD), supermercados, fábricas de aglomerados y laminados de madera( Grupo Sonae). En el año 2000, la distribución de las inversiones portuguesas en el Brasil engloba un conjunto de empresas líderes en el mercado portugués, tales como el Banco Mello, el grupo BES, la CGD, el Grupo Pestana, la EDP, la Cimpor, la Somague, el grupo GJM, la Brisa, pero no se puede ignorar el hecho que la parte mayor de estas inversiones directas pertenece a la PT y en segundo lugar al grupo distribuidor Sonae.

Este proceso de inversiones contrasta con el débil flujo en la dirección de Europa central y oriental, el cual aumentó modestamente, y con el frágil movimiento de inversiones portuguesas en África, que aunque siendo bajo en el nivel general de inversiones, representa una cuota elevadísima para los países de idioma portugues contemplados.


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