|
En América del Sur
En Latinoamérica, ya lo vimos, la Curva de Phillips invalidó la polémica mantenida hasta fines de los 60 entre estructuralistas y monetaristas sobre el origen de la inflación. Adicionalmente, ya en la década de los 70, la Curva ofreció un buen argumento para justificar el vertical incremento en la tasa de inflación que comenzó a trepar en paralelo y al mismo ritmo que el endeudamiento externo.
A lo largo del Siglo XX y hasta antes de la Batalla del Yom Kipur, las tasas de inflación en América Latina rara vez habían llegado a superar el primer dígito. Es decir, habían permanecido por debajo del 10 por ciento. Pero en 1974 la tasa de inflación promedio[1] superó el 40 por ciento anual y, a partir de esa cifra, fue creciendo hasta 1990, año en que la inflación superó el mil por ciento.[2]
En vista de que el proceso inflacionario ponía en peligro la relativa estabilidad que hasta principios de los 70 predominaba en América Latina, algunos de los pocos monetaristas que aún sobrevivían, empezaron a criticar el endeudamiento agresivo de sus gobiernos. Pero nuevamente el Profesor Phillips acudía a zanjar las discrepancias: si se podían crear fuentes de empleo a cambio de un aumento en la inflación certeza que, como vimos, hasta 1982 era oficialmente reconocida incluso por el gobierno de los Estados Unidos- resultaba antipatriótico oponerse a continuar adquiriendo deuda externa.
Así, desde la perspectiva oficial, la inflación y el desempleo dejaban de ser dos indeseables imperfecciones del mercado para, a través del mecanismo de la Curva, transmutarse en dos fenómenos mutuamente excluyentes pero ambos necesarios. La política económica consistía en mezclar un poco de inflación con un poco de desempleo, hasta obtener el cocktail adecuado.
No obstante, la Curva no pudo sobrevivir hasta el Siglo XXI. La crisis de la deuda y la urgente necesidad de pagar intereses, puso al descubierto que en los países de América Latina, el desempleo y la inflación no son dos engendros que combaten entre sí -como sucedía en la Inglaterra del profesor Phillips- sino que con el crecimiento del uno se alimenta al otro.
La estanflación palabra que denota la existencia paralela de estancamiento con inflación- desnudó las tres características más visibles del subdesarrollo: el creciente nivel de desempleo; el progresivo grado de inestabilidad y dependencia financiera; y la audaz concentración de la riqueza, agravada por la abierta desigualdad en la distribución del ingreso.
Pero esas tres lacras tienen su antídoto en el crecimiento, la estabilidad y la equidad, que son los tres pilares de la economía libre que propone Adam Smith. Al análisis de esos pilares, se han asignado los próximos cuatro capítulos.