AMERICA LATINA ENTRE SOMBRAS Y LUCES

 

 

Sepelio

La defunción del Modelo Cepalino colocó a los funcionarios de la CEPAL ante una drástica disyuntiva: cambiar o morir. Ante ese  dilema y resueltos a que su institución sobreviva, eligieron la alternativa de supervivencia más sabia: cambiar para no morir.

Con esa consigna en mente y desde mucho antes de finalizar la década de los 80, en los pasillos de las oficinas de la CEPAL ubicadas en la comuna Vitacura de Santiago, ya circulaban tres rumores: en lugar de importar menos se insinuaba que era preferible exportar más; en lugar de aumentar el ahorro se recordaba que más convenía aumentar el ingreso; y, en lugar de crecer hacia adentro, se proponía crecer desde adentro.[1]

 

De esta manera -así se razonaba- se cumpliría fielmente con la exigencia de los acreedores de exportar más para pagar más y, adicionalmente, el nuevo objetivo del Modelo lograba imitar la promesa de generar más divisas ofrecida por su antecesor: el modelo de crecimiento hacia afuera.

No obstante, en virtud de que el mundo sigue andando y la historia también, no nos debería sorprender si es que -desde las brumas del planeta globalizado y en pleno Siglo XXI- de pronto surge un nuevo exponente: el modelo de crecimiento desde afuera.

Tras el sepelio del tradicional Modelo Cepalino, es obvio, también tenía que ser enterrado su principal mano ejecutora: la respetable ALALC. Este hecho y el nacimiento del Mercosur,   abrieron camino a una nutrida cadena de acuerdos y alianzas comerciales bilaterales, trilaterales y multilaterales, a lo largo y a lo ancho de las tres Américas.

Entre las principales reuniones oficiales y en cronología, sobresalen las oficiadas en las siguientes ciudades: Asunción, en marzo de 1991; Foz de Iguazú, en marzo de 1992; Brasilia, en febrero de 1993; Miami, en diciembre de 1994; Denver, en junio de 1995; Cartagena, en marzo de 1996; Belo Horizonte, en mayo de 1997; Santiago, en abril de 1998; Toronto, en noviembre de 1999; Ciudad de Guatemala, en abril del 2000; Québec, en abril del 2001; Ciudad de Panamá, en Mayo del 2002; y, las demás reuniones que con seguridad ya se habrán efectuado antes de que estas líneas hayan sido leídas. 

Todas esas citas cumbres están encaminadas a construir un solo mercado congregando a los consumidores de las tres Américas, las cuales pasarían a integrar una zona de libre comercio que ha sido bautizada con la siglas ALCA.[2] Desde el punto de vista geográfico, el ALCA cubriría los territorios ubicados desde Alaska en el norte hasta la Patagonia en el sur y congregaría a los siguientes 34 países: los 10 de Sudamérica que formaban parte de la ALALC original; los 7 países de Centro América que formaban el MCCA; los 14 países ubicados en el área del Caribe; y los tres países -México, Estados Unidos y Canadá- que están en América del Norte. Para englobar a la totalidad del continente, solo faltaría receptar a la isla de Cuba.

 

Desde luego, el ALCA aún tiene que superar a su principal adversario, los TLC – Tratados de Libre Comercio- impulsados recientemente por aquellos que ven en el ALCA una potencial herramienta de unidad latinoamericana. En todo caso, si de acuerdo a lo previsto el ALCA comienza a funcionar en enero del 2006, aglutinará más de 800 millones de consumidores que, de acuerdo a las estadísticas oficiales, llegarían a formar el mercado ‘más grande del mundo’.[3] Sin embargo, para que esos 800 millones de habitantes -no solo en las estadísticas, sino en el diario convivir- en la práctica logren conformar un solo mercado, deberán tener la capacidad real para, entre ellos, producir y consumir, comprar y vender, exportar e importar.

 

Si es que esta última condición no se cumple, a pesar de su gran tamaño geográfico, el ALCA no será el mercado ‘más grande del mundo’ como aseveran sus promotores, porque la capacidad  de consumo de sus habitantes no logrará superar el potencial del mercado que actualmente forman los 1.312 millones de herederos de las Analectas de Confucio o los 1.086 millones de discípulos de Los Vedas, ni tampoco el que alcanzan los 1.052 millones de fieles agrupados en torno a El Corán; comparación que es válida por cuanto cada uno de esos grupos humanos desde hace tiempo han configurado zonas de libre comercio y, además, han estado integradas bajo una sola cultura: la de China, la de India y la del Mundo Árabe, respectivamente. 

 

Paradoja

Así, al empezar el Siglo XXI Latinoamérica afronta una visible paradoja. Por un lado, el ruido y oleaje provocados desde 1956 por el fracasado afán de crear una zona de libre comercio, han impedido que Adam Smith pueda atracar en nuestras costas e impulsar nuestro desarrollo. Pero, por otro lado, la ausencia de Smith ha restringido las oportunidades de Latinoamérica para alcanzar ese nivel básico de riqueza y de consumo necesarios para competir en un mundo irreversiblemente globalizado.

 


 

[1] Esta última tesis está magníficamente compilada en: Osvaldo Sunkel, editor. ‘El desarrollo desde dentro: un enfoque neoestructuralista’. México, DF: Fondo de Cultura Económica, 1991.

[2] ALCA: Ärea de Libre Comercio de las Américas.

[3] ALCA: ‘Introducción a la Declaración de Principios’, Párrafo 3.

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