AMERICA LATINA ENTRE SOMBRAS Y LUCES

La ‘reunión’

El jueves temprano obtuve 24 fotocopias del documento para distribuirlas en la pretendida sesión de esa tarde. Además, en la recepción del hotel deposité una lista que contenía los nombres de las personas que constituían el principal contacto con cada delegación, a fin de que se les indique la ubicación de la sala y les recuerden que la reunión se iniciaría a las tres de la tarde.

A media mañana busqué al Ministro de Finanzas del Ecuador para invitarlo a la reunión y exponerle las ventajas que una acción conjunta tendría para nuestro país. Fue cuando recibí la primera sorpresa del día: el ministro ya no estaba en el hotel. Esa mañana había salido intempestivamente. La sorpresa logró debilitar nuestra estrategia original al no poder obtener el apoyo ecuatoriano. Desde luego, la imprevista partida del Ministro no podía estar relacionada con nuestros planes por la sencilla razón de que él no los conocía. Al menos así yo creía. 

La segunda sorpresa la recibí en la sala donde debía efectuarse la reunión cuando -a las tres y diez de la tarde- entró el amigo uruguayo que me informó que ‘nadie vendrᒠmientras me entregaba el periódico The Wall Street Journal. Allí en el periódico, muy visible, se observaba la noticia que explicaba la deserción de las delegaciones y el fracaso de la reunión. La noticia tenía un encabezado que, es de suponer, habrá causado alferecía en más de un funcionario del gobierno ecuatoriano.

 La noticia recogía un hecho verídico, pero dos palabras de su encabezado -‘Ecuador’ y ‘Club’- deformaban la verdad:[1]  

  Diario El Tiempo   
  jueves, 24 de marzo de 1983                 ________________________________________________________________________

     Formar Club de Deudores propiciado por Ecuador

 

WASHINGTON, 22 (EFE).–      Medios financieros de Washington indican que el asesor financiero ecuatoriano, Alfredo Vergara, realiza consultas en Panamá para conseguir respaldo de países como Bolivia, Uruguay y otros con problemas similares en su deuda externa.

   Las consultas las hace Vergara en el marco de la reunión de gobernadores del BID que se celebra en Panamá y que debe ser clausurada mañana. Por su parte, fuentes de la banca privada de Nueva York indicaron a ‘The Wall Street Journal’ que no se daría curso a ningún proyecto que presente un ‘Club de Deudores’.

   El periódico reprodujo las declaracio-nes del presidente del BID, Antonio Ortiz Mena, que afirmó en Panamá que una propuesta en ese sentido ‘esta destinada al fracaso’. Ortiz Mena opina que las naciones de la región tienen problemas con el pago de su deuda pero mantienen su capacidad para hacer frente a sus compromisos financieros.

  

   Monto de la deuda externa

Vergara considera que  un acuerdo  de  los países que en conjunto totalicen una

 

 

deuda externa de 50.000 millones de dólares, podría concederles posibilidades de  negociar con la banca internacional.

  El delegado ecuatoriano ante la reunión del BID afirmó que varias naciones ibero-americanas tienen problemas comunes respecto a su deuda externa.

  Las consultas de Vergara giran sobre los siguientes cuatro puntos:

    -Que se declare la moratoria para los principales pagos por lo que queda del año, entre tanto se negocien nuevas condiciones de amortización e intereses.

-Que la reprogramación de pagos empiece a ejecutarse después de los próximos seis años con supresión de las principales amortizaciones durante los dos primeros.

-Que los bancos privados reduzcan las tasas de interés sobre la reprogra-mación de las deudas.

     -conseguir el compromiso de las fuentes financieras privadas de continuar con los préstamos para la región.

   Vergara considera que un acuerdo en ese sentido podría dar a los países una capacidad negociadora que ahora no dis-ponen, pero advirtió que no espera  res-paldo de las naciones con mayor deuda.

El encabezamiento de la noticia deformaba la verdad debido a dos hechos: en primer lugar, era imposible que el Gobierno hubiese tenido tiempo para propiciar la formación de un club cuya necesidad recién se había evidenciado tres días antes. En segundo lugar, cualquier ‘patrocinio’ -de ser el caso- habría sido canalizado a través de algún funcionario del gobierno y no por intermedio de un profesional independiente.

Por otro lado, la utilización de la palabra ‘Club’ en la edición de los periódicos en idioma español, no concordaba ni con la noticia en idioma inglés originalmente publicada por The Wall Street Journal, ni con los argumentos que habíamos expuesto en Panamá. En efecto, los editores de The Wall Street Journal habían utilizado la expresión ‘Cartel de Deudores’ (Debtors` Cartel) y no la de ‘Club de Deudores’.

La principal diferencia entre esas dos expresiones radica en el hecho de que la palabra ‘club’ define a un grupo cuyos miembros poseen alguna característica exclusiva que excluye a quienes no la poseen, mientras que la palabra ‘cartel’ define a un grupo cuyos miembros se unen para impulsar algún objetivo común. Desde esa perspectiva, resultan adecuados los nombres de ‘Club de París’ y ‘Club de Londres’, en cuanto a que en ambos casos se excluye a los acreedores que no alcancen un determinado nivel de acreencias. Pero la propuesta de organizar un consorcio de países deudores con el propósito común de renegociar juntos la deuda, encaja mejor en el concepto de ‘cartel’. 

En todo caso, la confusión de conceptos fue inmediatamente utilizada por los acreedores para equiparar nuestra propuesta con la de un ‘club’ de países que no querían pagar la deuda; ‘club’ del cual tendrían que excluirse por voluntad propia todos los gobiernos responsables que sí estaban dispuestos a honrar sus compromisos financieros.

Esa era la conclusión que explícitamente respaldaban los bancos de Nueva York y el presidente del BID, Antonio Ortiz Mena, al declarar que ‘no se daría curso a ningún Club de Deudores’; advertencia que –debemos puntualizar- se había emitido incluso antes de que los países deudores hubiésemos podido reunirnos una primera vez. Al inmenso poder de los acreedores solo podía hacer sombra la claridad de sus objetivos.

Hubiera sido inútil tratar de averiguar a través de quien se filtró la noticia hasta The Wall Street Journal. Había conversado con demasiadas personas. En todo caso debo admitir que actué sin la más mínima y elemental prudencia, sin ninguna estrategia y subestimando la capacidad de maniobra de la banca acreedora y de sus poderosos aliados. La única excusa para explicar mi imprudencia quizá pueda basarse en el hecho de que, en ese momento, era imprescindible y urgente enfrentar la maniobra que los acreedores se encontraban tramando para impedir que los deudores podamos participar libremente en el mercado de capitales.

Los hechos, como averiguamos después, habían seguido una cronología lógica y directa: The Wall Street Journal había publicado la noticia en su temprana edición del miércoles. Con el periódico en una mano y el teléfono en la otra –y quizá antes de haber desayunado- los ejecutivos de los bancos acreedores habían lanzado una colérica cascada de advertencias, amenazas y exhortaciones que emergían desde Nueva York y Washington y fluían hacia las capitales de América Latina.

Las amonestaciones, aunque informales, tuvieron un efecto inmediato. Entre la tarde del miércoles y la mañana del jueves, todas las delegaciones que hubieran podido estar en nuestra frustrada reunión, habían receptado desde sus correspondientes países algún tipo de notificación que les prohibía asistir.

A las tres y cuarto de la tarde de ese jueves, luego de que el amigo uruguayo tuvo la amabilidad de avisarme que nadie vendría y mientras recogía las copias que minutos antes yo mismo había inútilmente distribuido sobre la mesa, no podía definir si la pesadumbre que sentía afloraba por la evidencia del fracaso o por el tufillo a soledad.

Sin embargo, al observar la mesa, los sillones, los vasos, las jarras con agua y los ceniceros que quedaban inmaculadamente limpios, intuí que mi pesadumbre se originaba al constatar que, a pesar de tenerla lista y servida, una oportuna propuesta de unidad latinoamericana había sido sumisamente desechada. 

La noticia original fue publicada por The Wall Street Journal de Nueva York y transcrita por varios periódicos. La versión aquí reproducida es la editada por El Tiempo de Quito. Pág.6-A.

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