Rebelión contra el centralismo

 

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Alfonso Klauer

Incómodas pero ilustrativas comparaciones

Sin margen de duda, nuestra capacidad de gasto fiscal tiene que crecer muy significativamente, si pretendemos equiparar lo que los pueblos de América Latina, en promedio, se dispensan en educación, salud, seguridad y el resto de los servicios sociales básicos.

La necesidad de que hagamos comparaciones con pueblos hermanos es inevitable. Y, por si fuera necesario, debe destacarse que se hace con el propósito de tener mayor objetividad en el estudio y el análisis. Y es que, digámoslo una vez más, nadie –individuo o pueblo–, es grande o pequeño en sí mismo sino en comparación con sus similares. Se es alto o bajo, flaco o gordo, o pobre o rico, sólo en comparación con otros.

Anteriormente, de hecho, ya hemos comparado nuestra situación, en distintos aspectos, con países como Brasil, Costa Rica, Cuba, Argentina y Uruguay, pero también con Chile. Este último, sin embargo, es nuestro referente histórico y geográfico más cercano y, en muchos órdenes de cosas, el más significativo.

Pues bien, nuestro vecino del sur tiene una extensión de apenas el 60 % de la del Perú, y casi exactamente la mitad de población. Pero he aquí otras cifras también relevantes.

Es decir, los pobladores chilenos, en promedio, tienen anualmente 2,6 veces los ingresos de los peruanos; y siendo casi la mitad en número, producen entonces 1,3 veces más que nosotros

En mérito a una significativamente mayor capacidad de recaudación fiscal, el presupuesto del Estado es 1,8 veces el nuestro; su posibilidad de garantizar crecimiento, vía la capacidad anual de inversión, esto es, generación de puestos de trabajo, es 1,3 veces la nuestra; y atiende las necesidades colectivas 3,5 veces mejor que nosotros: 1 350 vs. 385 dólares anuales por persona.

En Chile, “apenas” el 20 % de la población tiene ingresos de sólo dos dólares por día 138, en tanto que en el Perú, como se ha dicho, ese porcentaje es 41 %, más del doble. Así, para los sectores más pobres de ambos países alcancen sus correspondientes promedios de ingreso anual, Chile requeriría elevar su PBI en 12 mil millones, en tanto que el Perú en 14 mil millones. Si los ritmos históricos no cambian, Chile, sin duda, alcanzará antes su objetivo.

Ninguno de esos logros se ha obtenido en Chile de la noche a la mañana. Son el resultado de mucho tiempo de esfuerzo, casi desde los inicios mismos de la República.Es decir, en términos proporcionales, en cada estudiante chileno la sociedad invierte 3,2 veces más presupuesto que en nuestra sociedad: 675 vs. 200 dólares por estudiante. Y puede decirse que cada poblador sureño recibe 5 veces mejor atención de salud que sus similares del Perú (189 vs. 37 dólares anuales).

A la luz de esas cifras, y si como ha ofrecido el gobierno del presidente Toledo, para el año 2006 el Perú alcanzara efectivamente a duplicar el sueldo de sus maestros, y alcanzara incluso a duplicar todo el presupuesto de educación, aun cuando en Chile no se concretara ningún cambio al respecto, estaría todavía 1,5 veces mejor. Sin embargo, y como resulta más probable, con incrementarse allá 5 % el presupuesto educativo anual, sería suficiente para que todavía cada estudiante chileno esté 2 veces mejor atendido que aquí.

Pues bien, para que el Estado, en nombre de la sociedad peruana, dé a su población un servicio comparable al que hoy se dispensan a sí mismos los chilenos, nuestro presupuesto fiscal debiera ser no de 10 mil sino de 35 000 millones de dólares. Siendo evidente que ese objetivo no puede lograrse de un año para otro, corresponde entonces preguntarnos cuándo lo alcanzaremos. Permítasenos entonces hacer algunas proyecciones comparativas.Al fin y al cabo hay información e instrumentos suficientes para hacerlas.

Si nuestra tasa anual de crecimiento poblacional fuera 1,5 % (y no 1,7 % como viene siendo); y fuéramos capaces de incrementar el ingreso por habitante anual en 4,5 %; y, además, lográramos una presión tributaria del orden del 24 % (como en Chile); tendremos un presupuesto estatal de la magnitud señalada en el año 2019.

Ello nos permitiría saltar del actual y magro presupuesto estatal anual por habitante, 385 dólares, a muy significativos 1 045 dólares. Sería un salto gigantesco. Para esa fecha, sin embargo, y con los mismos parámetros de crecimiento –porque no hay razones para suponer otra cosa–, el presupuesto estatal por habitante en Chile estaría ya en 2 750 dólares.

Así, y siempre en relación con la capacidad de gasto del Estado, proporcionalmente, aun cuando creciendo, estaríamos tan mal provistos como hoy: nada en verdad habría cambiado en este singular rincón del mundo. Subjetivamente mantendríamos invariables nuestros niveles de insatisfacción

Sin embargo, como bien se sabe, el Estado no es el único instrumento de que dispone una sociedad para resolver sus problemas y carencias. A los otros sectores, y en particular a aquel que se conoce como “sector privado”, le cabe también una enorme responsabilidad. Y es que es él, fundamentalmente, el que decide cómo utilizar la capacidad de inversión total de que dispone un país.

A este último respecto, en mérito a una centenaria, consecuente y “nacionalista” política de inversión, el empresariado chileno la contribuido notablemente a dotar a su país, en casi todos los aspectos relevantes, de una infraestructura física notablemente mejor que la peruana.

Pues bien, si las condiciones no cambian, si los peruanos no somos capaces de dar un gigantesco salto en el ritmo de crecimiento de nuestro país; en el plazo ya señalado, Chile se habrá distanciado aún más del Perú tras invertir 75 000 millones de dólares más que nosotros.

Dadas esas condiciones, por la inevitable comparación que haremos los peruanos con la información que proporcionen los medios de comunicación, pero también los viajeros, llegado el año 2019 habremos de sentirnos más rezagados, más insatisfechos.

En tal virtud, frustrada entonces una generación más de peruanos, nuestra sociedad habrá acumulado más rabia y angustia. Nuestra situación, entonces, será potencialmente más grave y explosiva.

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