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Alfonso Klauer
Los gobiernos y su duración
Por lo demás, debemos desterrar de una vez por todas y para siempre el mecanismo y derecho constitucional a la reelección.
La reelección se sustenta en la supuesta y nunca probada existencia de seres providenciales, maravillosos e imprescindibles que, de manera una vez más supuesta, y evidentemente también errónea, son los únicos que, con su sola sabiduría, con su sola fuerza, con su sola decisión, pueden salvar un país, supliendo la sabiduría, la fuerza y la decisión del resto de la población.
No hay tal. Nunca y en ninguna parte ha habido esos seres providenciales. Sólo son producto de la propaganda y de un sinnúmero de deformaciones y distorsiones que desgraciadamente han creado e inventado muchos malos historiadores.
No debemos confundir a los falsos y endebles supuestos seres providenciales con los genuinos y auténticos grandes líderes. Aquéllos se desviven por acaparar todo el poder y para eso maniatan y sustituyen a sus pueblos.
Los grandes líderes, en cambio, sin acaparar el poder y sin sustituir la fuerza de los pueblos, orientan e impulsan y son los grandes capitanes de miles y miles de hombres y mujeres que responsablemente, cada uno en su ámbito de acción, toman diariamente miles de decisiones.
Una vez más, pues, obsérvese en ese sentido lo que ha ocurrido en la historia de los países Desarrollados. ¿Puede acaso en alguno de ellos reivindicarse que la existencia de un ser providencial los llevó de la mano hacia el Desarrollo? ¿Alguno ha sido alguna vez gobernado por un Premio Nobel, por un genio o por algún sin par ser maravilloso, único y excepcional? No, la virtud más frecuente entre los cientos y miles de individuos que han gobernado en los países desarrollados, y en sus estados federales y provincias, no ha sido la genialidad o la excelencia académica: ha sido el sentido común.
Por lo demás, y aunque mucha gente terca e interesadamente se niegue a admitirlo, la reelección, querrámoslo o no sobre todo en países subdesarrollados como el nuestro, donde a la par que campea la inescrupulosidad han sido desbaratados todos los mecanismos de control a los graves excesos del Poder Ejecutivo, la reelección, repetimos, implica invariablemente el mal uso de los recursos económicos y políticos del aparato oficial, malgastándose en la propaganda oficialista ingentes recursos que deberían tener propósitos de inversión, nobles y constructivos.
El Presupuesto del Estado: instrumento decisivo Durante el proceso de transferencia de las responsabilidades del actual Estado centralista a las regiones, el Presupuesto del Estado Peruano debe constituirse en un importantísimo instrumento descentralizador. En efecto: a) Trasladar, dentro del cronograma preestablecido, año a año, sin excepción, cada vez más recursos a las regiones y provincias, representará un reto formidable y una experiencia altamente aleccionadora.
Mas ello deberá hacerse, invariablemente, en el contexto de una gran difusión e información mensual a través de los medios masivos que deberá controlar el Estado central radio, prensa escrita y televisión, información que, obligatoriamente, a través de medios regionales privados, debe llegar constantemente a manos de toda la población, para que cabalmente supervice y fiscalice el uso de esos recursos.
b) A fin de expresamente fomentar la descentralización, en tendencia sistemáticamente creciente hasta alcanzar una meta razonable, y luego progresivamente decreciente, los sueldos y salarios de la administración central y regional deben claramente privilegiar a quienes trabajan fuera de Lima y a quienes trabajan cada vez más lejos de los centros regionales.
Un criterio podría ser, por ejemplo, y en tanto se llegue a la meta prevista, hacer crecer paulatinamente los sueldos y salarios de la administración pública hasta que alcancen a ser tantas veces como días de acceso hay hoy a la capital del país. Simultáneamente, deberá fomentarse a la empresa privada para que haga otro tanto.
Con ello, al fin y al cabo, tampoco estaremos inventando nada nuevo. Véase a este respecto lo que hacen por ejemplo las empresas transnacionales cada vez que trasladan a un funcionario fuera de su sede central: lo estimulan con 3, 4 y hasta 7 veces su sueldo, en tanto más remoto sea su nuevo destino.