Descentralización: Sí o Sí

 

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Alfonso Klauer

Factores exógenos

Entre los factores del contexto, los más importantes son:

a) los intereses y objetivos reales –no necesariamente explícitos– de cada uno de los protagonistas del contexto, pasado, presente y futuro –ya sean países, empresas, instituciones, etc.–, y, ciertamente, las urgencias o prioridades que prevalecen, pero, en particular, las de los pueblos del contexto inmediato y de aquel o aquellos que directa o indirectamente han tenido, tienen o pueden tener mayor significación para el país. En el caso del Perú: principalmente, España, Inglaterra, Estados Unidos, Chile, Ecuador, Brasil y, claro está, hoy también por ejemplo el Fondo Monetario Internacional –FMI–.

b) la magnitud objetiva de las fuerzas o presiones –militares, políticas, económicas, tecnológicas, etc.– con que los actores del contexto, individualmente y/o en alianza, han y pueden seguir defendiendo sus intereses;

 c) la imagen que el país y sus gobiernos han proyectado y proyectan al exterior, y, en todo caso, las imágenes que han prevalecido.

d) las diversas coyunturas político–sociales que se han dado y puede preverse que se den en el contexto –guerras mundiales, conflictos regionales, nuevas hegemonías, etc.–.

e) las diversas coyunturas económico–financieras internacionales;

 f) las circunstancias geográficas y/o climáticas –que eventualmente, pueden representar un fortalecimiento, o, alternativamente, un debilitamiento–.

Dado que el centralismo es un problema histórico y estructural –y no coyuntural y epidérmico–, y dado que no es un problema del Perú sino de todos los países latinoamericanos y de muchos otros países subdesarrollados, resulta absolutamente evidente que entre los factores del contexto los más relevantes son los tres primeros que hemos enunciado. La descentralización del Perú, ciertamente, no ha estado, ni tenía por qué estar, entre los objetivos reales de los principales actores de nuestro contexto histórico –España, Inglaterra, Estados Unidos, Chile, Ecuador, Brasil y FMI–, ya sea que se aprecie los últimos 500, los últimos 200 o los últimos 30 años.

Muy por el contrario, a las potencias hegemónicas y a nuestros vecinos siempre les ha convenido nuestro centralismo y su agudización: la exacerbación de nuestra debilidad los fortalecía. Por lo demás, y por paradójico que parezca, ninguna de las inversiones extranjeras realizadas en el país, ni siquiera las realizadas fuera de Lima, ha contribuido real y efectivamente a la descentralización, sino, por el contrario, al centralismo.

Concurrentemente, y respecto del segundo de los factores exógenos, la correlación de fuerzas nos ha sido siempre, sin solución de continuidad, absoluta y muy desproporcionadamente desfavorable. No ha habido nunca la más mínima posibilidad de equilibrio. Así, nunca hemos podido hacer prevalecer nuestros objetivos e intereses. Al contrario, invariable y categóricamente han prevalecido los intereses y objetivos de los protagonistas, es decir, los actores del contexto. Concluida la Colonia, ya como país independiente, en los últimos 200 años el Perú y sus gobiernos han proyectado al exterior una imagen pobrísima, es decir, notoriamente negativa. ¡No nos engañemos!

Piénsese en el efecto de las constantes revueltas, golpes de estado, inestabilidad legal y constitucional, sistemáticas violaciones constitucionales de todo género, gobiernos débiles, cuando no corruptos, entreguistas y mediocres. Pero también han contado las guerrillas, la subversión, el terrorismo y el narcotráfico. Y ciertamente, las expropiaciones, nacionalizaciones, declaraciones unilaterales de cesación de pagos, etc. Todo ello, para decirlo sin ambages, ha menoscabado sistemáticamente cualquier posibilidad de alterar en algo la gravemente desventajosa correlación de fuerzas que ha actuado sobre el país. Para mucha gente sigue siendo anecdótico que, incluso en nuestro contexto más inmediato, muchos extranjeros ni siquiera conozcan dónde queda el Perú. Pues bien, ése es un reflejo serio de la pobre imagen que, como balance final, hemos estado proyectando al mundo. ¿Será necesario insistir en que quienes proyectan una imagen así tienen pocos amigos?
¿Y que quienes tienen pocos amigos son más débiles que aquellos que convocan simpatía y admiración?

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