Descentralización: Sí o Sí

 

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Alfonso Klauer

El poder: la mejor explicación

Pero a su vez, ¿cómo explicar que unos pueblos deciden invertir, e invertir descentralizadamente en su territorio, y otros no logren hacerlo? ¿Acaso porque aquéllos son inteligentes y los otros torpes? ¿Acaso porque aquéllos son “blancos” y éstos “cholos”, “mestizos” o “negros”?

Entre nosotros, en muchos respectos, y en este caso en relación con el centralismo y la descentralización, prevalece el idealismo. Es decir, prevalecen perspectivas subjetivas en las que prácticamente no se toman en cuenta –o no se ponderan adecuadamente– los factores objetivos –exógenos y endógenos– que a lo largo de la historia, en cada instante y sobre cada asunto, actúan en y sobre el país.

En el poder, o, mejor, en la “correlación de fuerzas”, está el nuevo “secreto”. Desde la perspectiva del país –y para el tema que nos ocupa–, a lo largo de la historia y en cada momento histórico, la correlación de fuerzas ha estado definida por factores o fuerzas exógenas y por factores o fuerzas endógenas.

Sin duda, en el análisis del problema del centralismo –como estamos tratando de hacer– deben ser tomados en cuenta todos y cada uno de esos factores o fuerzas, o, cuando menos, los más absolutamente relevantes, dado que no todos tienen la misma significación. Y otro tanto debe hacerse de cara a la solución: la descentralización.

Sólo cuando la correlación de fuerzas resulta favorable, un pueblo puede llevar adelante su Proyecto Nacional, y, en consecuencia, decidir libremente, entre otras cosas, el uso y destino de los excedentes que generan las riquezas que explotan.

Sólo en ese contexto –y nada más que en él–, un pueblo logra orientar el destino de sus excedentes a la consecución de los caros objetivos de desarrollo material y bienestar general.

Por el contrario, como ha ocurrido en los viejos y conocidos fenómenos del colonialismo imperial y del moderno imperialismo económico, los pueblos pierden su autonomía y libertad precisamente porque la correlación de fuerzas les resulta desfavorable. Ven así frustrado e interrumpido –generalmente durante centurias– su Proyecto Nacional y, como colonias dependientes, pasan a formar parte del Proyecto Imperial del pueblo hegemónico.

En ese contexto de dependencia, no los pueblos dominados sino los intereses hegemónicos son los que deciden qué recursos se explotan en el territorio de los pueblos dominados, cómo se usan los excedentes, y qué destino territorial tienen las inversiones, que, coherentemente, buscan, directa o indirectamente, beneficiar al conquistador y no precisamente a los pueblos dominados.

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