DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


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Alfonso Klauer

Condicionantes histórico–culturales

No obstante, para ese dramático contexto, hay además dos condicionantes histórico-culturales que si bien han sido insinuados, vale la pena reforzar.

El primero es que no es lo mismo enfrentar por primera vez a un gran enemigo; que, estando sojuzgado durante un siglo por un ejército imperial, sin respiro ni posibilidad de restitución de fuerzas, tener que enfrentar a continuación a un nuevo y poderoso.

No debemos pues seguir idealizando, en esas dramáticas e infelices circunstancias, no había fuerzas –ni sicológicas ni militares–, ni recursos, para enfrentar al segundo. Y eso fue precisamente lo que ocurrió en los Andes a la llegada de los españoles.

Los inkas habían destrozado la moral de los pueblos andinos y los habían desarmado; pero además habían destruido sus economías durante el imperio y, peor aún, durante las feroces represalias de la guerra interna por la hegemonía imperial.

Y el segundo condicionante históricocultural, que no puede desconocerse ni minimizarse, es que el nivel de desarrollo en que se encuentra un pueblo, virtualmente define su comportamiento cuando debe enfrentar a un enemigo militarmente muy poderoso.

Así, los pueblos nómadas o con agricultura poco desarrollada, tienen la predisposición anímica, la precariedad material y el entrenamiento necesarios para escapar y huir del enemigo, máxime si están disponibles los territorios para concretar, coherentemente, ésa, su única respuesta posible frente a la agresión externa. Así actuaron algunos grupos de germanos, anglos, sajones, belgas y otros pueblos del norte de Europa frente a la expansión romana, refugiándose en los fríos y agrícolamente pobres territorios al este del Rin y norte del Danubio.

E idéntico comportamiento tuvieron todos los pueblos nómadas de la Amazonía sudamericana frente a la agresión inka y, un siglo más tarde, tanto ellos mismos como muchos grupos primitivos del Caribe y Centroamérica, frente a la agresión española. Es pues también un comportamiento explicable y, según parece, también una constante en la historia.

Es decir, materialmente destrozados, sicológica y culturalmente inhibidos de abandonar su territorio –y geográficamente sin posibilidades de concretar esa eventual alternativa –, la inmensa mayoría de la población andina no tuvo otra alternativa frente a los conquistadores españoles que, equívocamente, ofrecérseles como aliados.

Pero así como no fue una traición, tampoco fue un error: nadie yerra cuando decide por la única posibilidad que tiene enfrente.

Porque la otra, la del enfrentamiento suicida, si bien ha sido opción y decisión individual de muchos hombres y mujeres en la historia de la humanidad, no ha sido nunca, en cambio, decisión colectiva de ningún pueblo.

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