Del nombre de los españoles
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Alfonso Klauer
...es que había caminos (y servían)
Así véase el Gráfico Nº 32 (pág. 237),
desde Tumbes, en un día, llegó el mensaje a
Piura, pero también a Jaén. Los tallanes de
Piura, cruzando el desierto de Sechura, se lo
hicieron saber a los lambayeques y éstos,
hacia el sur, a los chimú de Trujillo, y hacia
el este, a los de Sipán, Batangrande y Chota,
en el camino a Cajamarca.
Los chimú, también en un día, se lo hicieron
saber, hacia el este, a los pueblos de
Huamachuco, y hacia el sur, a los pescadores
del río Santa, allí donde había quedado años
atrás un español enamorado y fugitivo de la
justicia española en Panamá, que también
había muerto en manos de Huayna Cápac.
Pasaron luego los diez mandatos, sin la más
mínima distorsión, a Casma, de donde salió
para Caraz y Huaraz, al este, y a Huarmey, al
sur.
Como reguero de pólvora llegó la impactante
novedad a Paramonga, Huaral y Chancay
hasta que pasó a Ancón. Luego, ya en
Lima, a Maranga. De allí salieron dos mensajeros:
uno al sur, hacia Chorrillos y Pachacamac,
para de allí correr a Mala y Lunahuaná,
y otro al este, hacia Ate y La Molina.
Hombres de Ate corrieron hacia la cordillera
a Chaclacayo, y hombres de La Molina hacia
Cieneguilla; todos ellos, apostados en las
cumbres de los cerros, encendieron las fogatas
a las que estaban acostumbrados y enviaron
señales ya conocidas: alarma general,
ya está en camino el chasqui con los detalles
precisos.
De cumbre en cumbre la señal llegó en
pocas horas a la tierra de los huancas: Jauja,
Concepción y Huancayo. De Lunahuaná, tras
un caluroso desierto, llegó la noticia a Chincha,
al sur, y a Yauyos, al este. De Chincha
llegó a Pisco y de aquí a pie, tras otro desierto,
a Ica, y, con señales de humo a Castrovirreina
y luego a Ayacucho, a donde la noticia
escueta y preocupante había a su vez también
llegado desde Huancayo, pasando por Huancavelica.
Los ica informaron a los nazcas y éstos a
los de Chala, Acarí y Arequipa; y, con señales
de fuego, a los de Puquio y éstos a los de Abancay
y Andahuaylas para que, a su turno,
llegara luego la primicia al Cusco y después
a Puno. De Arequipa, el encargo detallado
pasó a Moquegua y Tacna. Desde allí, a través
de los cerros, los kollas residentes en la
costa informaron lacónicamente la noticia a
sus compatriotas del lago, que a éstos ya les
había llegado desde el Cusco y que ya habían
despachado a Charcas.
Es decir, cuando las huestes de Pizarro
recién iniciaban el que les resultaría un penosísimo
y agotador camino por la cordillera,
con destino a Cajamarca, ya todas las naciones
sojuzgadas por los unánimemente
malditos inkas conocían la noticia, unos en
detalle y otros primero lacónicamente pero
luego con pelos y señales, sin que a ningún
comerciante o a ningún chasqui se le hubiera
olvidado nada.
Cuando los hombres de Pizarro exigían
detenerse a cada momento para reponer energías,
cuando los nicaraguas y los africanos
morían de frío casi desnudos en la fría
cordillera, cuando los caballos echaban espuma
por la boca y a montones y se desbarrancaban
hacia los profundos precipicios, y
los perros no alcanzaban siquiera a ladrar, ya
todos los consejos de ancianos se estaban
reuniendo y evaluando la información minuciosamente
recibida que, lógicamente, agregaban
a la que correspondía a su propia situación
de pueblos sometidos por los inkas.