DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


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Alfonso Klauer

El más grande “silencio” de la Historia

Pues bien, ¿puede seguirse obviando estas consideraciones en los textos de Historia? ¿Puede seguirse creyendo que estas cifras tienen un valor tan anecdótico como el peso de la espada de Pizarro? ¿o una importancia equivalente a discutir si tal o cual pintura pertenece o no a la Escuela Cusqueña?

¿Puede seguirse creyendo que pueblos a los que, a cambio de nada, se les arrebató tan gigantesca riqueza, han estado en las mismas condiciones –para enfrentar el desarrollo– que las de sus conquistadores?

¿Que la pobreza actual de los pueblos subdesarrollados no tiene nada que ver con el descomunal saqueo al que nos remiten esas cifras? ¿Y que la riqueza de Europa está también al margen de la riqueza extraída de América y de África?

¿Se puede con desfachatez –cual nuevo Jehová de las ciencias sociales–, acuñar –como lo acaba de hacer Montaner–, diez mandamientos para alcanzar el éxito de las naciones, en los que los cuatro primeros sostengan que es necesario “vivir en paz”, “tener estabilidad política”, “gozar de libertad política y económica” y “construir Estados de Derecho”, y ninguno de los diez sostenga: “no haber sido sometido a ningún tipo de dominación militar extranjera” –menos aún durante 300 de los últimos 500 años –; ni a ningún tipo de dominación económica, financiera y tecnológica –menos aún en 200 entre los últimos 200 años–? No, la historia muestra que nadie tiene derecho a tan soberbia desfachatez ni a tan irresponsable y arrogante falasia.

A nuestro juicio, después de todo lo visto hasta aquí, el saqueo durante la Colonia tiene muchísimo que ver con el subdesarrollo actual de las naciones del Nuevo Mundo. No bastará con colocar unas cuantas cifras en los textos de Historia. No se trata, como recientemente nos dijera un erudito intelectual peruano: “pero si Hamilton y otros ya han calculado las cifras más importantes de las riquezas que se llevó a Europa”.

Se trata de que todas y cada una de las cifras relevantes figuren en todos los textos de Historia. Con la misma reiteración y el mismo énfasis con que hoy figuran las fechas, los nombres de los virreyes y de los presidentes –y con mayor importancia de espacio que el que hasta ahora se dedica al color y forma de los huacos precolombinos.

Porque el valor de cada una de esas cifras y su significación en la historia es inmensamente más trascendente que la obra –buena o mala– que hizo cualesquiera de los personajes en que se piense.

Recien haciendo eso estaremos presentando a los estudiantes una historia que real y efectivamente les permita entender el presente.

Y conocer las claves de la historia: qué es lo bueno que hay que mantener y repetir; y qué es lo malo que hay que impedir que siga dándose o evitar que se dé.

A este respecto, recogiendo una de las más felices ideas de Viviane Forrester, podemos decir que basta ya de plantearnos problemas falsos –banalidades y trivialidades de la historia– a fin de plantear y encarar con seriedad los problemas verdaderos y trascendentales; y no aquellos con los cuales se ha desorientado a la humanidad.

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