Del nombre de los españoles
Pulse aquí para acceder al índice general del libro.
En esta página web no están incluidos los gráficos, tablas, mapas,
imágenes y
notas de la edición completa.
Pulsando
aquí puede acceder al texto completo del Tomo I en formato PDF (125 páginas,
668 Kb)
Pulsando
aquí puede acceder al texto completo del Tomo II en formato PDF (153
páginas, 809 Kb) |
Alfonso Klauer
El reparto de la torta
De ese total, una cifra tan grande como
501 mil 600 millones de dólares habrían correspondido,
por concepto del quinto real, directamente
a la Corona.
El resto permitió el enriquecimiento de
gran parte de la aristocracia española, y, a través
del comercio, a prácticamente toda la burguesía
europea de esos siglos.
Y la Iglesia, con la décima parte del valor
de la producción agrícola y ganadera, habría
recibido aportes muy cuantiosos. Imaginemos
que fueron, a su vez, sólo la décima parte
del valor que hemos calculado como ingresos
de la Corona de España.
Si así hubiera sido, la Iglesia habría tenido
ingresos por 50 100 millones de dólares
sólo para el culto, y una suma proporcional
con los recursos del imperio, para sus
construcciones. Sólo con cifras de esa magnitud
es posible entender la extraordinaria
riqueza acumulada en edificación de iglesias
en el Nuevo Mundo.
Obsérvese que antes, por otro camino
(véase páginas 206 y 209), habíamos arribado
a cifras que, siendo distintas a éstas, delatan,
no obstante, órdenes de magnitud siempre
impresionantes: 70 000 millones de dólares
en culto, y 13 000 millones de dólares en
iglesias y conventos.
La plata de América:
catapulta del capitalismo
Pero, para concluir, puede asumirse aún
una perspectiva complementaria, muy distinta
de las anteriores. En efecto, el oro y la
plata extraídas del Perú, Bolivia y México
cumplieron en Europa el importantísimo rol
de medio de cambio, fueron el principal medio
de pago en el naciente y creciente capitalismo
occidental.
A este respecto, el Atlas de la Historia Universal,
de Times Books dice: Durante el
siglo XVI, España halló cantidades casi ilimitadas
de oro, plata y otras riquezas en Centro
y Sudamérica. Reconoce también que
las aguas que rodean las islas del Caribe
estaban infestadas de piratas ingleses y holandeses,
principalmente, impulsados por
las propias autoridades de las Coronas europeas
antagónicas que asaltaron gran número
de barcos españoles.
Más adelante expresa: Cuando los barcos
arribaban a Sevilla, las naves danesas e
inglesas estaban listas para transportar algunos
de los metales preciosos hasta Amsterdam
y Londres, con el fin de utilizarlos en su
comercio con el Lejano Oriente. Y líneas
más adelante asevera que los países europeos
del siglo XVII utilizaban la plata como
base monetaria....
Finalmente afirma: Las monedas y
lingotes hallados en naves hundidas constituyen,
por lo tanto, una información vital para
comprender los comienzos del comercio
intercontinental, la economía mundial y el
sistema bancario mundial.
Insistimos una vez más en que, para todos
los efectos, nuestra intención es poner de manifiesto,
en órdenes de magnitud, cifras que
hasta ahora han sido esquivas a los historiadores,
y con cuya omisión ha sido distorsionada
gravemente la historia.
Insistimos también en que no hemos estado
por la falta de información y porque no
es nuestra especialidad en condiciones de
realizar los correspondientes ajustes a que
debería someterse todas estas cifras, como
consecuencia de los procesos inflacionarios
ocurridos. Pero, en sentido inverso, también
debe considerarse que, como más de una vez
se ha dicho, esas cifras han sido a su vez castigadas
por la acción oscura del contrabando.
Las exportaciones no minerales hacia Europa
representaron durante la Colonia siempre
un porcentaje muy inferior al del oro y la
plata. Mas cuando de magnitudes tan grandes
como de las que hablamos se trata, cualquier
pequeño porcentaje adquiere cifras absolutas
que en nada pueden ser consideradas insignificantes.
Así, por ejemplo, un 5% del valor total de
la producción minera representa, a valores de
hoy, casi 120 mil millones de dólares, monto
que, por cierto, no resulta nada despreciable.