DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


Pulse aquí para acceder al índice general del libro.

En esta página web no están incluidos los gráficos, tablas, mapas, imágenes y notas de la edición completa.

Pulsando aquí puede acceder al texto completo del Tomo I en formato PDF (125 páginas, 668 Kb)

Pulsando aquí puede acceder al texto completo del Tomo II en formato PDF (153 páginas, 809 Kb)

Alfonso Klauer

¿Estado de Derecho?

Pizarro y sus huestes, como vimos muchas páginas atrás, habrían sido los que inauguraron la práctica de la evasión tributaria, entregándole a la Corona menos de la mitad de lo que le correspondía.

Pizarro y sus huestes –como bien lo recuerda M. L. Laviana– pusieron en práctica una fórmula conocida en Castilla desde muy antiguo: se obedece, pero no se cumple.

A inicios de la República, un ingenioso escritor peruano, Manuel Atanasio Fuentes –El Murciélago– enriquecería la idea preguntándose y respondiéndose a sí mismo: ¿Para qué sirve la ley –en el Perú se entiende –? Para tres cosas: para leerla, para reírse de ella, y para guardarla.

Veamos algunos ejemplos del “estado de derecho” que terminaron moldeando los virreyes del Perú con la activa, conciente y deliberada complicidad de los integrantes de la –como veremos más adelante–, tan ponderada Audiencia de Lima.

“Dios perdona el pecado, pero no el escándalo...”

Como en algún momento hemos mencionado antes, uno de los primeros virreyes que gobernó el Perú murió sorpresiva y repentinamente: fue asesinado. El magnicidio conmovió al imperio, pero más a su metrópoli.

El virrey sucesor llegó con expresas órdenes de investigar los hechos, y llegar hasta las últimas consecuencias, sin miramientos de ninguna índole con los culpables. Poco después, el propio virrey –obviamente con anuencia de la Corona– fue el primer interesado en “echar tierra” al asunto y “oficialmente” olvidarse de todo.

¿Qué había pasado? ¿Por qué tan súbito, drástico e inconsecuente giro? Simple y llanamente porque el virrey investigador fue enterado, con desagradable lujo de detalles, que su predecesor había muerto en una orgía y en manos de un marido celoso.

Con la estrecha y esquizofrénica escala de valores de los reyes y los virreyes, el silencio cómplice y la inconsecuencia eran preferibles al escándalo. Con éste podía quedar desacreditado el prestigio de la administración colonial, sacrosanta “institución tutelar” de la patria nueva que se estaba construyendo en América.

Habrá quizá quienes estén tentados a pensar que ése fue un “hecho aislado”, anecdótico, e intrascendente. Aceptar eso supondría, una vez más, desconocer la historia y desconocer a los hombres.

El “olvido oficial” de la Corona –tanto como el origen del asunto y los entretelones de la historia– no sólo corrieron como reguero de pólvora –porque la institución del chisme, tan castizo, tan femenino pero también tan machista, era muy eficiente en estos menesteres–, sino que quedaron perfectamente registrados en miles de conciencias.

Constituían un “dato de la realidad” que convenía sobremanera conservar en el archivo de la mente, porque en cualquier momento resultaba útil a cualquiera en el virreinato.

Por lo menos a cualquiera que tuviera un poco de poder para hacer uso del dato y extorsionar a quien correspondiera.

Todos, pues, quedaron notificados: hay crímenes y crímenes. La brevísima y lacónica señal trascendió y perduró. De allí en más, cientos y miles de gentes con mayor o menor cuota de poder usufructuaron del precedente.

Así, entonces, ¿podemos seguir diciendo que fue un hecho anecdótico e intrascendente?

Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios