DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


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Alfonso Klauer

Entre Cortés y Pizarro

La primera, y harto significativa, es que Cortés, el conquistador de México, “quemó sus naves” en Veracruz –menos una, con la que envió a España el botín obtenido 44–y se internó hasta afincarse en la capital misma del Imperio Azteca, a más de trescientos kilómetros de las costas donde había desembarcado.

Pizarro, en cambio, tras conocer la altura de Cajamarca –similar a la de la capital mexicana –, y las desafiantes alturas de Huancayo, Ayacucho y Cusco, optó, finalmente, por radicarse en Lima, en la misma costa, cómodamente a nivel del mar.

Es decir, Cortés instauró un sistema de administración colonial que, en el “centro histórico y geopolítico” de la colonia, daba la cara a ella, integrándose a la misma. Ello, sin duda, le permitió conocerla y entenderla más y administrarla mejor.

Pero además, y aun cuando ello no estuviera en su proyecto de manera explícita, se integró efectivamente más a la población nativa y –quizá también de manera inadvertida –, fue más pragmáticamente considerado con ella.

Pizarro, por el contrario, rechazó residir en la sede del imperio conquistado, e inauguró una nueva capital que, mirando al océano, daba la espalda al territorio de la colonia.

En segundo lugar, aunque de alguna manera está ya insinuado, debe relievarse que la geografía de ambos territorios es sustantivamente distinta. Así lo muestra la gráfica siguiente, en el que se presenta –en una gruesa aproximación– el perfil altitudinal de ambas colonias en el paralelo correspondiente a sus capitales.

Las diferencias son saltantes. La ciudad de México está ubicada en una meseta a poco más de 2 234 msnm. En cambio, para llegar a Huancayo, la ciudad andina más próxima a Lima, debe pasarse el abra de Ticlio a 4 815 msnm.

También es un indicio de ello el hecho de que la montaña más alta de México, el volcán Orizaba, se eleva hasta 5 700 msnm; mientras que el pico más alto del Perú, el Huascarán, se eleva a 6 780 msnm.

Los conquistadores del Perú –como ocurre con los turistas de hoy– experimentaron inmediatamente las enormes dificultades que representaba trajinar en las grandes alturas del área cordillerana peruana. Y, aunque quizá los menos, muchos fueron presa del soroche, o mal de altura, que de manera muy molesta aunque transitoriamente hasta losinutilizaba.

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