DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


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Alfonso Klauer

Las razones del privilegio

En principio, parece que por lo menos hay dos razones que convergen para explicar esas reiteradas interrogantes, pero también para explicar esta otra: ¿qué hay en común en la relación México–Perú, por un lado; y, al interior del Virreinato del Perú, en la relación norte–sur, por otro? En primer lugar, insistimos, México está bastante más cerca de España que el Perú y Bolivia. Hemos dicho antes que, entre otras razones, fue precisamente por ésa que más españoles se habrían radicado en México que en Perú–Bolivia.

El hecho ya indicado de que cuando en México el 90 % de su población era castellano parlante, mientras que en el Perú sólo lo era el 70 %, hace sospechar de la mayor presencia de peninsulares en el virreinato de México que en el del Perú.

No obstante, Mörner registra además otro indicio: en 1810 la ciudad de México habría contado con 180 000 habitantes, en tanto que la ciudad de Lima sólo con 60 000 pobladores 30. Lima, pues, era apenas un tercio de la ciudad de México.

El historiador peruano Franklin Pease –citando al español Nicolás Sánchez Albornoz –, refiere sin embargo que Lima tenía 101 000 habitantes sobre una población total de 2 622 000 personas en algún momento del mismo siglo XIX.

Pues bien, adicionalmente, por la “cercanía” física y por la mayor población de familiares allí instalados, sin duda más peninsulares visitaban y comerciaban con México que con el virreinato andino.

Por donde se mire pues, el virreinato de México estaba más estrechamente ligado a la península que el del Perú. Así, el poder local mexicano, es decir, los criollos–españoles radicados en México, tenían mucho más estrechos contactos con el poder de la península.

Con más eficiencia que los criollos peruano –españoles, los criollos mexicano–españoles ponían sistemáticamente en práctica, en la metrópoli madrileña, lo que hoy conocemos como lobbyes. Sus gestiones, pues, eran más y mejor atendidas. Entre ellas, que no sean “sus indios” los que paguen más impuestos, porque la situación ya era suficientemente explosiva; sino que fueran los “indios del Perú” quienes lo hagan.

El hecho de que México, comparativamente con el Perú, fuera un territorio con mayor población peninsular migrante, puede hacernos concluir que ésa era un área “más mestiza” y ésta un área “más india”.

¿Podría entonces concluirse que la discriminatoria política tributaria tenía un racismo encubierto? Aparentemente por lo menos, todavía no podemos categóricamente concluir en ello.

Pero recuérdese también que habíamos mostrado que, al interior del virreinato del Perú, los campesinos del sur pagaban hasta 68 % más tributos que los campesinos del norte del mismo virreinato. Y para nadie es un secreto que –tanto ayer como hoy–, el norte del Perú es un área “más mestiza” mientras que el sur es un área “más india”.

Ahora sí, después de constatar que la misma constante –área “más mestiza” vs.

área “más india”– se repite en la relación México–Perú, que en la relación norte–sur al interior del virreinato del Perú, tenemos la firme convicción de que, aunque muy bien disimulado y encubierto, se escondía un oprobioso racismo detrás de la política impositiva de la metrópoli en América.

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