Del nombre de los españoles
Pulse aquí para acceder al índice general del libro.
En esta página web no están incluidos los gráficos, tablas, mapas,
imágenes y
notas de la edición completa.
Pulsando
aquí puede acceder al texto completo del Tomo I en formato PDF (125 páginas,
668 Kb)
Pulsando
aquí puede acceder al texto completo del Tomo II en formato PDF (153
páginas, 809 Kb) |
Alfonso Klauer
Primera disquisición: Los desterrados
¿Cuáles fueron las poblaciones más afectadas
con esos destierros masivos que llevaron
a cabo los conquistadores romanos?
¿Y adónde fueron trasladadas esas poblaciones
que se resistieron a la conquista?
No hemos encontrado respuesta a esas interrogantes
que, por lo demás, no son preguntas
superfluas. Y es que como veremos
más adelante, todo parece indicar que, habiendo
indicios suficientes para respuestas
altamente verosímiles a las mismas, ellas podrían
dar pie a vuelcos sustanciales a las versiones
más difundidas de uno de los más importantes
episodios de la historia de Occidente.
Por de pronto, tenemos derecho a admitir
que, así como hoy, también ayer debieron
reaccionar de manera distinta frente al
destierro los hombres y mujeres que migraban
voluntariamente, de aquellos que lo tenían
que hacer obligados por la fuerza.
Éstos, sin duda, no perdieron nunca de
vista su propósito de, tarde o temprano, regresar
a su tierra, el territorio de donde compulsivamente
habían sido expulsados. Pues
bien como habremos de ver después, hay
indicios suficientes para considerar que efectivamente
algunas de las poblaciones desterradas
de España por los romanos lograron
regresar a la península ibérica, aunque varios
siglos después.
Por otro lado, de la información que proporciona
Altamira, bien puede concluirse que
los primeros grupos que desterraron los romanos
fueron sin duda esos derrotados cartagineses
que en el siglo III aC habían sido
encontrados residiendo básicamente en el sur
del territorio español, en Murcia y Andalucía.
En adelante en este texto habremos de
reconocer a este grupo como cartagoespañoles,
aun cuando su residencia en la península
no se había prolongado sino dos generaciones
.
Sin duda, pero un siglo más tarde, también
fueron objeto de destierro los también
derrotados cartagineses africanos, tanto de la
saqueada y destruida Cartago, como de otros
territorios del norte de África, y a los que en
adelante reconoceremos como cartagoafricanos.
Más a la llegada de los conquistadores romanos
como se ha dicho, la península ibérica
estaba ocupada también por fenicios,
principalmente en el sur, en torno a Cádiz, a
los que aquí empezaremos a denominar como
fenicioespañoles.
Pero además la península estaba ocupada
por los descendientes de las viejas colonias
griegas de Tarragona, Emporia y Afrodisia,
en la costa este, en el área de Cataluña, con
hasta 500 años de residencia en la zona, y a
los que venimos denominando griegocatalanes,
porque por su antiguo asentamiento,
muy probablemente, hablaban más el idioma
del pueblo en el que se habían ubicado que el
idioma de sus antecesores.
¿Cómo se comportaron frente a los romanos
los fenicioespañoles y los griego
catalanes? Al inicio de la invasión romana
ha dicho Altamira, apoyaron a los nuevos
invasores comportándose como aliados.
¿Pero acaso siguió siendo esa su conducta,
cuando constataron que la invasión romana
no era una guerra episódica contra los cartagineses,
sino una conquista en la que también
ellos perdían sus propias posesiones y
privilegios?
Podemos pues presumir que algunos grupos de fenicioespañoles y de griegocatalanes
también fueron desterrados al ofrecer
resistencia a la arremetida romana. Y como
además veremos también hay indicios de su
retorno a la península al cabo de varios siglos.
Mas, ¿adónde fueron desterradas esas poblaciones?
Tampoco hay respuesta. Debe sin
embargo descartarse la posibilidad de que
fueran expulsadas fuera del territorio que
hasta ese entonces había alcanzado el Imperio
Romano.
Al fin y al cabo, la élite y los generales
romanos requerían de los brazos de esas poblaciones
para colonizar algunas de las vastas
tierras subocupadas y agrícolamente subexplotadas
del inmenso imperio que día a día
ampliaba sus fronteras. Francia y el resto de
la Europa Central, por el contrario, no sólo
eran territorios densamente poblados, sino
suficientemente próximos a España como
para que siempre hubiera el riesgo de que las
poblaciones transplantadas pudieran fugarse
de regreso.
Así, resulta sensato presumir que las poblaciones
desterradas fueron sucesiva y sistemáticamente
desplazadas cada vez más hacia
el este de Europa. Por último, es también
conocido que los imperios utilizaban a las
poblaciones desterradas como carne de cañón
y como tapón contra la incursión de fuerzas
extranjeras en las fronteras mismas del
imperio.
Cuando los conquistadores romanos eran
bien acogidos nos sigue diciendo el historiador
español Altamira celebraban tratados
de alianza, reconociendo la independencia
de las tribus amigas y respetando sus derechos
con mayor o menor amplitud, según el
grado de amistad y la confianza que les merecieran,
o concediéndoles honores y distinciones
que halagaban la vanidad de los indígenas
y su afán de acercarse social y políticamente
a los nuevos dominadores, cuyo poder
y cultura les asombraban. En todo
caso, Julio César refiere extensamente en sus
crónicas esas ya conocidas y eficaces prácticas
de dominación.