DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


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Alfonso Klauer

900 mil años de historia

La del Viejo Mundo es, a todas luces, una muy vieja historia. Sus raíces más hondas nos llevan hasta un millón de años atrás. Por de pronto –porque nuevos descubrimientos podrán proporcionar mayor información y nuevas sorpresas–, las evidencias más antiguas de población humana en Europa datan de nada menos que 900 000 años.

Y corresponden a los recolectores–cazadores que, migrando desde África, se instalaron en la Sierra de Atapuerca, en Burgos, en el norte de España. Miles de generaciones se sucedieron ocupando esa área hasta hace 100 000 años. Probablemente se trataba de grupos numéricamente muy pequeños, entre cuyos miembros aún no existían diferencias jerárquicas.

Hacia la mitad de ese prolongadísimo período, esto es, hace 500 000 años, los hombres estaban extensamente distribuidos por todas las regiones cálidas y templadas de Europa, y ciertamente entonces en la península ibérica.

Los restos de recolectores–cazadores hallados en la cueva Perneras, en Murcia, en el sur este de la península ibérica, constituyen un buen testimonio de ello.

En muy precarias condiciones, ocupando principalmente cuevas próximas a las indispensables e insustituibles fuentes de agua dulce, rodeados de vegetación silvestre y animales salvajes, los grupos humanos de entonces fueron creciendo muy lentamente, pero de manera sostenida.

Así, para períodos más recientes del paleolítico ibérico, han sido encontrados restos “en regiones tan diversas como Cataluña, Valencia, Alicante, Murcia, Andalucía, Castilla, Cantabria y Portugal”.

Así, puede razonablemente presumirse que por entonces la población en la península ibérica frisaba los 15 000 habitantes, en múltiples y dispersos grupos constituidos, muy probablemente, por cientos de personas entre las que –a partir de los indicios que se ha encontrado–, ya habían distinciones jerárquicas. Además de adornos y amuletos, esas poblaciones han dejado enterramientos, hachas y lanzas, puntas de dardos y flechas y diversos utensilios.

Del período neolítico, y básicamente entre 100 000 y 15 000 años, los vestigios son tanto o más numerosos. Se les ha encontrado en Asturias, Galicia, Portugal, Guadalajara, Lérida, Albacete, Almería, Alicante, Murcia, Málaga y Granada. Para entonces, la vida ya no se hacía principalmente en cuevas, aunque muchas de ellas eran todavía ocupadas.

De allí que se haya encontrado diversas construcciones megalíticas en forma de dólmenes, menhires y cromlechs. Y otro extraordinario cambio estuvo constituido por el desarrollo de la cerámica (vasos, tinajas, lámparas).

Por lo demás, se ha encontrado hachas talladas, martillos, molinos, morteros, brazaletes, peines, alfileres, tejidos, objetos de oro y ámbar, chozas sobre pilares de madera, etc., pero también pequeñas piraguas o canoas.

A las postrimerías del neolítico ibérico, de hace 20 000 años, corresponde la sorprendente construcción megalítica de la cueva de Viera (Málaga), así como las extraordinarias pinturas rupestres de la cueva de Altamira (Santander), y las de la cueva de la Araña (Valencia). Ellas retratan un mundo en el que el hombre alterna cotidianamente con caballos, toros, ciervos, que lo proveían de carne y abrigo, pero también con abejas que lo aprovisionaban de miel.

En el período siguiente, la edad de los metales, se trabaja el cobre y luego el bronce.

La extraordinaria profusión de hachas, cuchillos, puñales, espadas, flechas, lanzas, corazas y cascos sugiere la existencia de conflictos constantes. Sea porque sistemáticamente se presentaban en la península nuevos inmigrantes llegados del norte de África y del este del Mediterráneo, pero también por el hecho de que habiendo crecido bastante la población, los diversos grupos pugnaban entre sí por las riquezas naturales: manadas silvestres, fuentes de agua dulce, depósitos minerales, etc.

El mundo ibérico primitivo termina con la introducción y uso del hierro. Y correspondió a los griegos y romanos dar las primeras informaciones de lo que aconteció en los siglos siguientes.

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