TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte  

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Alfonso Klauer

El fortísimo enraizamiento de los idiomas

Para responder adecuadamente esas preguntas, antes debe tenerse la absoluta convicción de cuán fuertemente enraizados están siempre los idiomas en la mente de los pueblos.

Ningún idioma se difunde de la noche a la mañana. Y, en sentido contrario, ningún idioma es desarraigado y suplantado de un día para el siguiente. Uno y otro proceso no son de años ni de décadas. Se dan, sí, pero en el término de siglos.

Y para nadie es un secreto que esos procesos en la antigüedad eran aún muchísimo más lentos que hoy. ¿Será acaso necesario explicitar que antes no habían escuelas de idiomas, ni mucho menos por todas partes? ¿Y que no había tampoco diarios, revistas, radio ni televisión que reforzaran su aprendizaje?

Una magnífica prueba del enraizamiento de los idiomas la tenemos hoy mismo en nuestra experiencia cotidiana. En efecto, a pesar del agresivo bombardeo anglófono –escrito, radial y televisivo, eficientísimo, masivo, sin precedentes en la historia de la humanidad – que experimentan los pueblos latinoamericanos en los últimos 50 años, no más del 10 % de nuestras poblaciones habla inglés.

Es coherente entonces que, con muchísimos menos recursos de propagación masiva, al idioma castellano le costara mucho más tiempo alcanzar esos mismos pobres resultados.

Porque en efecto, tras casi 300 años de Colonia, también apenas el 10 % de la población peruana hablaba castellano.

¿Cuán más lenta y difícil no habrá resultado entonces la difusión del quechua o runa simi de los inkas durante el Tahuantinsuyo? ¿No resulta obvio, pues, que para que el quechua alcanzara a ser el idioma más hablado de los Andes, tuvo que ser el resultado de un larguísimo proceso de muchos y muchos siglos, e incluso de milenios? ¿Y que si se sabe que el Imperio Inka apenas llegó a tener menos de un siglo de vida, tuvieron necesariamente que ser pues otros quienes lo “impusieron”?

En sentido contrario, si con todos sus recursos el castellano tardó casi 500 años en hacer desaparecer el idioma muchik –porque los últimos que lo hablaron murieron en la década del 70 del siglo que acaba de concluir –, ¿cuánto más no habría tardado el quechua es desplazar cualquier idioma?

Simple y llanamente no tuvo tiempo de erradicar ninguno. Ni siquiera en aquellos pueblos en los que las terribles represalias inkas representaron el genocidio de toda la población masculina adulta, porque bien se sabe que las principales propagadoras del idioma son las madres, que es por eso que se habla de “idioma materno”.

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